El eructo es la liberación de gas a través de la boca desde el tracto digestivo (principalmente del esófago y estómago) al quedar atrapado durante la ingesta de alimentos. A menudo es acompañado de un sonido característico.
Los bebés están particularmente sujetos a la acumulación del gas en el estómago mientras se alimentan. Esto puede causar molestias considerables al niño a menos que eructe. El acto de hacer eructar a un bebé implica el colocarlo en una posición conducente a la expulsión del gas (por ejemplo sobre el hombro, con el estómago del infante reclinándose sobre el pecho del adulto) y acariciarle la espalda. Es normal que el eructo pueda ir acompañado de un poco de regurgitación.
Es posible inducir voluntariamente el eructo tragando aire y después, con la manipulación en la zona vocal, producir el habla. Los niños a menudo hacen esto como entretenimiento. En personas que han sufrido una laringotomía puede funcionar como forma alternativa de vocalización, sustituyendo la fonación de la laringe. Este método se denomina erigmofonía.
Estos eructos, por lo general, suelen producirse por un alto contenido de ácido sulfúrico, sulfuro de hidrógeno o de azufre obtenido del estómago e intestinos por la proliferación de microorganismos como Helicobacter pylori, Giardia lamblia, entre otros, causados por mala digestión, por consumir alimentos dañados o con un alto contenido de dietas ricas de proteínas. Otras causas pueden ser por prescripciones médicas.
-Eso de erutar no entiendo -dijo Sancho. Y don Quijote le dijo:
-Erutar, Sancho, quiere decir regoldar, y este es uno de los más torpes vocablos que tiene la lengua castellana, aunque es muy significativo; y así, la gente curiosa se ha acogido al latín, y al regoldar dice eructar, y a los regüeldos, eructaciones; y cuando algunos no entienden estos términos, importa poco, que el uso los irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan, y esto es enriquecer la lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso.
-En verdad, señor -dijo Sancho-, que uno de los consejos y avisos que pienso llevar en la memoria ha de ser el de no regoldar, porque suelo hacerlo muy a menudo.
-Erutar, Sancho, que no regoldar -dijo don Quijote.
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