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Espejos



Un espejo (del lat. specullum)[1]​ es una superficie pulida en la que, después de incidir, la luz se refleja siguiendo las leyes de la reflexión.

Un espejo es un objeto que refleja la luz de tal manera que, para la luz incidente en algún rango de longitudes de onda, la luz reflejada conserva muchas o la mayoría de las características físicas detalladas de la luz original, llamada reflexión especular. Esto es diferente de otros objetos que reflejan la luz que no conservan gran parte de la señal de onda original que no sea el color y la luz reflejada difusa, como la pintura blanca plana o en una superficie pulida.

El tipo de espejo más familiar es el espejo plano, que tiene una superficie plana. Los espejos curvos también se utilizan para producir imágenes aumentadas o disminuidas o para enfocar la luz o simplemente distorsionar la imagen reflejada.

Los espejos se usan comúnmente para el aseo personal o para mirarse a sí mismos, para ver el área que se encuentra detrás y a los lados en vehículos motorizados mientras conducen, para la decoración y la arquitectura. Los espejos también se utilizan en aparatos científicos tales como telescopios y láseres, cámaras y maquinaria industrial. La mayoría de los espejos están diseñados para luz visible; sin embargo, también se utilizan espejos diseñados para otras longitudes de onda de radiación electromagnética.

El más sencillo es el espejo plano, en el que un haz de rayos de luz paralelos puede cambiar de dirección completamente en conjunto y continuar siendo un haz de rayos paralelos, pudiendo producir así una imagen virtual de un objeto con el mismo tamaño y forma que el real. La imagen resulta derecha pero invertida en el eje normal al espejo.

También existen espejos curvos que pueden ser cóncavos o convexos. En un espejo cóncavo cuya superficie forma un paraboloide de revolución, todos los rayos que inciden paralelos al eje del espejo, se reflejan pasando por el foco, y los que inciden pasando por el foco, se reflejan paralelos al eje.

Los espejos son objetos que reflejan casi toda la luz que choca contra su superficie, debido a este fenómeno podemos observar nuestra imagen en ellos. Los espejos en realidad son cristales que contienen detrás una capa de aluminio (o de otro material, pero es más fácil de aluminio) y reflejan el contenido expresado frente a él.

Los espejos como utensilios de tocador y objeto manual fueron muy usados en las civilizaciones egipcia, griega, etrusca y romana. Fue usado en la cultura hebrea como parte de la fuente de metal que estaba a la entrada del Tabernáculo de la Reunión. Al lavarse los sacerdotes, podían ver sus imperfecciones (Éxodo 38:7-9; 30:18; escrito aproximadamente en el 1447 a. C).

Se elaboraban siempre con metal bruñido, generalmente cobre, plata o bronce, a este proceso se le conoce como plateo. Tenían forma de placa redonda u oval, decorada ordinariamente con grabados o relieves mitológicos en el reverso (los romanos carecen de grabados, pero no de relieves) y con mango tallado para asirlos cómodamente; de ellos, se conservan todavía muchos ejemplares en algunos museos arqueológicos. Durante la alta Edad Media, apenas se hizo uso del espejo, hasta que en el siglo XIII se inventó la fabricación de los de vidrio y de cristal de roca sobre lámina metálica (o con amalgama de plomo o estaño que son los espejos azogados), sin dejar por esto de construirse los de solo metal hasta el siglo XVIII.

El espejo, como mueble de habitación, empieza con el siglo XVI, pues aunque durante los dos siglos anteriores se citan algunos ejemplares históricos apenas era conocido y su uso era poco corriente. En dicho siglo, se presenta con marco elegante y pie artístico y ocupa lugar distinguido en el salón como objeto movible y de dimensiones reducidas. Hacia fines del siglo XVII las fábricas venecianas logran construir espejos de gran tamaño y desde entonces sirven como objetos singularmente decorativos en los salones, en los que ocupan un lugar destacado.

Los espejos modernos consisten en una delgada capa de plata o aluminio depositado sobre una plancha de vidrio, la cual protege el metal y hace al espejo más duradero. Este proceso se conoce como plateado.

Los primeros espejos utilizados por los humanos fueron probablemente pozos de agua oscura, sin gas o agua recolectada en un recipiente primitivo de algún tipo. Los requisitos para hacer un buen espejo son una superficie con un grado de planitud muy alto (preferiblemente, pero no necesariamente con una alta reflectividad), y una rugosidad de la superficie más pequeña que la longitud de onda de la luz. Los espejos fabricados más antiguos eran piezas de piedra pulida, como la obsidiana, un vidrio volcánico natural. Los ejemplos de espejos de obsidiana encontrados en Anatolia (la actual Turquía) se han fechado alrededor del año 6000 a. C. Los espejos de cobre pulido fueron hechos a mano en Mesopotamia desde 4000 aC, [2]​ y en el antiguo Egipto desde alrededor de 3000 aC. Los espejos de piedra pulida de América Central y del Sur datan de alrededor del año 2000 aC. en adelante.

Para una imagen formada por un espejo parabólico (o esférico de pequeña abertura, donde sea válida la aproximación paraxial),[3]​ se cumple que: , en la que f es la distancia del foco al espejo, s la distancia del objeto al espejo, y s' la distancia de la imagen formada al espejo, se lee:

«La inversa de la distancia focal es igual a la suma de la inversa de la distancia del objeto al espejo con la inversa de la distancia de la imagen al espejo» y , en la que m es la magnificación o agrandamiento lateral.

El espejo ocupa un lugar importante en la mitología y las supersticiones de muchos pueblos. La imagen que en él se refleja se identifica a menudo con el alma o espíritu de la persona: de ahí por ejemplo que los vampiros, cuerpos sin alma, no se reflejen en él. Cuando un moribundo está a punto de dejar este mundo, es común que se cubran los espejos, por temor a que el alma del agonizante quede encerrada en ellos.

El espejo se concibe, así, como ventana al mundo de los espíritus. La leyenda urbana de Verónica aprovecha ejemplarmente esta visión. Viceversa, el mundo de los espíritus tiende a imaginarse como una contrapartida especular del de los vivos. Lewis Carroll desarrolla magistralmente la idea del espejo como entrada a un mundo inverso en la segunda parte de las aventuras de Alicia.

El espejo es también objeto frecuente de consulta: se le juzga capaz de mostrar sucesos y objetos distantes en el tiempo o el espacio. En el cuento de Blancanieves, el espejo tiene la facultad de hablar y responde a las preguntas que le fórmula la madrastra. J. R. R. Tolkien retoma con su célebre «espejo de Galadriel» la tradición del espejo capaz de mostrar el futuro. En la novela Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling, aparece el espejo de Oesed (Deseo leído a la inversa), que no refleja la imagen de quien lo contempla, sino sus deseos más profundos.

También es notable el Espejo de la Sabiduría (en el que se refleja «todas las cosas del cielo y de la tierra excepto el rostro de quien se mira en él»), descrito por Oscar Wilde en el cuento «El pescador y su alma».

Cornucopia

Espejo trumeau

Galería de los espejos en el palacio Doria Pamphili (Roma)

Espejo retrovisor

Espejo de mano

Espejo de aumento para maquillaje

Espejo frontal

Espejo de dentista

Bola de espejos

Espejo convexo para tráfico

Espejo de señales

Cocina solar

Planta de energía solar con espejos curvos

Esfera reflectante

Espejo deformante

Laberinto de espejos

Fachada con efecto espejo

Espejo de cámara de fotos

Espejo de telescopio



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