La existencia de Dios es un argumento que plantea cuestiones filosóficas fundamentales en relación con la ontología, e implica un debate entre diferentes ideas, cuya expresión habitualmente no se limita al mundo de la racionalidad, sino que se extiende al de las creencias. El teísmo y el ateísmo son las posturas teóricas favorables y contrarias a la existencia de Dios o divinidad alguna, respectivamente. Por su parte, el agnosticismo niega la posibilidad de conocer la existencia de Dios.
El debate en torno a este tema ha sido objeto de argumentos a favor y en contra, propuestos por filósofos, teólogos y otros pensadores. Los argumentos a favor de la existencia de Dios suelen incluir cuestiones metafísicas, empíricas, antropológicas y gnoseológicas. Las alegaciones en contra, suelen incluir cuestiones empíricas y razonamientos deductivos o inductivos. Sin embargo, no existe una definición universalmente aceptada de Dios. Algunas definiciones sobre Dios no son tan específicas como para permitir llegar a probar que exista una realidad que se ajuste a tales definiciones, y por lo tanto existen diferentes líneas de debate.
Aunque hace tiempo buena parte del mundo académico occidental veía la cuestión de la existencia de Dios como un tema intocable o un pseudoproblema, esta cuestión ha vuelto a suscitar debates vivos en filosofía. De hecho, se ha llegado a escribir: «En el mundo académico, Dios no está muerto en referencia a la muerte de Dios descrita por Nietzsche: volvió a la vida a finales de los años sesenta».
En la cultura occidental, el término «Dios» normalmente se ha referido al concepto teísta de un ser supremo, diferente de cualquier otro ser. El teísmo clásico afirma que Dios posee toda posible perfección, incluyendo cualidades tales como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia, y que es providente con su creación.
Sin embargo, esta definición no es la única posible definición de Dios. Otros enfoques filosóficos toman una simple definición de Dios como «motor inmóvil» o «causa incausada», o «el creador definitivo» o «un ser superior sobre el cual nada puede ser concebido» a partir de lo cual se pueden deducir sus propiedades clásicas. Por el contrario, el panteísmo no cree en un Dios personal. Por ejemplo, Spinoza y sus seguidores filosóficos (por ejemplo, Einstein) utilizan el término «Dios» en un sentido filosófico particular, para significar, aproximadamente, la sustancia o principios esenciales de la naturaleza.
En la rama del hinduismo denominada advaita vedanta, la realidad se considera en última instancia un único ser, ajeno a las cualidades y al cambio, llamado nirguna Brahman (‘Dios sin cualidades’), que se supone más allá de la comprensión humana ordinaria; siendo el mundo que normalmente percibimos, compuesto de pluralidad de objetos, provocado por las consecuencias de nuestras acciones. La doctrina adwaita introduce el concepto de saguna Brahman (‘Bráhman con cualidades’) como una manera de referirse a ese Brahman ante el pueblo. A esta deidad sí se le atribuyen cualidades tales como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia.
Las religiones politeístas utilizan la palabra «dios» para múltiples seres con diversos grados de poder y habilidades, que en relatos como los de la mitología grecorromana (Homero, Hesíodo, Virgilio, Ovidio) aparecen antropomorfizados, con vicios y virtudes humanas (luchando, engañando, discutiendo, etc.).
Siguiendo la fe cristiana, los filósofos y teólogos protestantes distinguen dos formas de conocer a Dios:
La Iglesia católica además incluye un tercer tipo de revelaciones, conocidas como revelaciones privadas. Es el caso de apariciones marianas, visiones que experimentaron los santos (como san Pablo), milagros, y otro tipo de fenómenos que no pretenden ampliar ni mejorar la revelación de Cristo, sino que la confirman. Los fieles católicos no tienen obligación de asentir este tipo de revelaciones.
En el marco de quienes piensan poder probar la existencia de Dios desde la razón, el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo la tradición tomista y la definición dogmática del Concilio Vaticano I, postulan que en la doctrina de la Iglesia católica, se admite la validez de pruebas de la existencia de Dios como las presentadas en las Cinco Vías de santo Tomás de Aquino.
Muchas otras confesiones cristianas comparten el punto de vista de que la existencia de Dios puede ser demostrada sin recurrir a la revelación. Los católicos sostienen que el argumento puede ser conocido, en línea de principio, por todos, incluso sin ninguna revelación divina, ya que es anterior a la cristiandad. San Pablo utilizó este argumento al insistir en que los paganos no tenían excusa:
La Biblia no parece interesada en demostrar la existencia de Dios mediante pruebas metódicas o convencionales. Se asume la existencia de Dios como evidente, como creencia natural para el hombre. Pues la fe aunque puede apoyarse en los datos de la razón, no surge necesariamente de un proceso demostrativo:
Sin embargo, la vida y obra de Jesús, las experiencias de diversos santos, los milagros como el de Alexis Carrel con la estatua de María en Lourdes (Francia), las apariciones marianas y otros muchos fenómenos que se derivan de esta revelación son y han sido objeto de estudio de numerosos escritores ateos y apologistas cristianos.
En el tema de la existencia de Dios se presenta una carga de la prueba impuesta sobre quienes afirman la existencia de Dios; ya que la exigencia contraria (pretender que sean los ateos quienes demuestren que Dios no existe) supone por regla general una imposibilidad lógica, ya que no se puede demostrar una inexistencia. Para los ateos, querer o pedir que se demuestre la inexistencia de Dios no tiene sentido. De esta manera, por ejemplo, la analogía de la llamada tetera de Russell, arguye que la carga de prueba acerca de la existencia de Dios debe recaer en el teísta en vez del no creyente. El razonamiento de Russell es el siguiente:
Aunque en la práctica sí se puede demostrar la inexistencia de algo cuando existe una hipótesis planteada, ya que en matemáticas es muy común desmentir postulados de afirmaciones a priori, ya que su método de comprobación es numérico y el resultado es concreto (por ejemplo, la imposibilidad de la cuadratura del círculo o el teorema de incompletitud de Gödel); la prueba para la no existencia de Dios que se supone es atemporal, aespacial y espiritual, se vuelve casi imposible por métodos numéricos o empíricos. De esta manera, es común exigir la carga de la prueba sobre los teístas.
Sin embargo, la misma dificultad existe para probar la existencia de Dios mediante esos métodos. Y muchos teístas opinan que dada la gran evidencia de la complejidad del cosmos y de la vida, la existencia de seres que interactúan, la consciencia, y otros fenómenos difícilmente explicables por pura física y que no parece ser fruto del azar; la carga de prueba debe caer sobre el ateo, que debe dar una explicación convincente a estos temas.
Cada uno de los siguientes argumentos tiene por objeto mostrar que las características que describen y/o definen a Dios (o a los dioses), posiblemente no responden a la realidad, al carecer intrínsecamente de sentido, ser contradictorias en sí mismas, o hallarse en contradicción con hechos científicos o históricos conocidos. Es decir, que no hay suficientes razones para creer en un Dios o dioses. No obstante, algunos de estos razonamientos se refieren a una definición específica de Dios, ya que no todas las religiones definen a Dios de igual manera.
Dependen de datos empíricos o demostrables para ejemplificar sus conclusiones.
Este tipo de argumentos procede a través del llamado razonamiento inductivo.
Al igual que los argumentos a favor de la existencia de Dios, los argumentos subjetivos en contra de la divinidad sobrenatural se basan principalmente en el testimonio o la experiencia de testigos, o bien en las proposiciones de las religiones reveladas en general.
El ateísmo hinduista esgrime diversos razonamientos para rechazar un Dios creador o Íshwara. Hay que tener en cuenta que en el hinduismo hay dos corrientes distintas: una que es impersonal (no hay dios) y la otra, que promueve Krishna que rechaza la anterior y señala que hay un dios personal. En la línea impersonal está por ejemplo el budismo.
El texto del Samkhia-sutra (o Sankhia-pravachana-sutra) ―de la doctrina Sankhia―, afirma que no hay lugar filosófico para un Dios creador. También se argumenta en este texto que la existencia de Íshwara no puede ser probada, y por lo tanto no puede ser admitida. La escuela sankhia argumenta en contra de la existencia de Dios por motivos metafísicos. Sostiene, por ejemplo, que un Dios inmutable no puede ser la fuente de un mundo siempre cambiante; Dios era una hipótesis metafísica necesaria exigida por las circunstancias. Los textos del sankhia tratan además de demostrar que la idea de Dios es inconcebible y contradictoria, y algunos comentarios son esgrimidos con claridad sobre este tema. El Sankhya-tattva-kaumudi afirma que un Dios perfecto no puede tener necesidad de crear un mundo, y si el motivo de Dios es la bondad, la doctrina inquiere si es razonable llamar a existir a seres que, en el no ser, no padecían sufrimiento alguno. La doctrina sankhia postula que una deidad benevolente debería crear solo criaturas felices, no un mundo imperfecto como el mundo real.
Los defensores de la doctrina mimamsa ―fundada en ciertos rituales y en la ortopraxis― afirman que ninguna evidencia supuestamente probatoria de la existencia de Dios era convincente. Argumentan que no hay necesidad de postular un creador para el mundo, al igual que no había necesidad de un autor para componer el Rig-veda (el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio a. C.) o de un dios para validar los rituales. El mimamsa afirma que los dioses mencionados en los Vedas no tienen existencia aparte de los mantras que repiten sus nombres. En ese sentido, el único poder divino emanará de los mantras.
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