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Extinción en masa



Una extinción masiva es un tipo de extinción terminal en la cual desaparecen sin descendencia un 10 % o más de las especies a lo largo de un año, o bien un 50 % o más de las especies en un periodo comprendido entre uno y tres millones y medio de años,[1]​ cuando en momentos normales las extinciones se producen a un ritmo de entre dos y cinco familias biológicas de invertebrados marinos y vertebrados cada millón de años. Desde que la vida empezó en la Tierra se han detectado cinco sucesos en el eón Fanerozoico tras los cuales se han extinguido más de la mitad de las especies existentes.

En ocasiones las extinciones masivas se confunden con un evento ligado a la extinción,[2]​ del inglés Extinction-Level Event o ELE, que sería el suceso, más o menos largo, provocador de dichas extinciones. Estos eventos son generalmente desconocidos, pero existen evidencias de colisiones con meteoritos de varios kilómetros, erupciones volcánicas masivas, supernovas cercanas, las acciones de una o más nuevas especies, combinaciones de las anteriores, etc. Del mismo modo, está bajo discusión si en el Holoceno vivimos la sexta gran extinción y si el surgimiento de las células eucariotas y la exterminación de muchas bacterias procariotas por la expulsión de oxígeno pudo ser la primera y la desaparición de la Fauna de Ediacara otra más.

José A. de Azcárraga (1997, p. 65) resume las cinco extinciones masivas que ha padecido la Tierra, aunque Xabier Orue-Etxebarria advierte que pudo existir al menos una sexta.[1]​ A continuación se indican los principales datos de dichas extinciones indicando la duración estimada y la causa o causas tenidas por más probables actualmente.[nota 1]


En la tabla se puede comprobar que las más destructivas fueron las tres primeras, pero los datos son escasos. Así en la transición entre los períodos Ordovícico y Silúrico, ocurrieron una de las extinciones masivas más misteriosas, la llamadas extinciones masivas del Ordovícico-Silúrico porque no se ha constatado la presencia de fenómenos volcánicos masivos, como sí aparecen en las demás.[8]

Respecto a las demás, alcanzar un acuerdo entre los expertos se ha confesado muy difícil. Ni siquiera en la extinción masiva del Cretácico existe acuerdo sobre si fue producida por el impacto de un cuerpo extraterrestre o este fue solo la última catástrofe sufrida por las vidas tras una gran actividad volcánica.[8]

Estas extinciones se han atribuido inicialmente a dos grandes tipos de causas:

La llegada de microorganismos patógenos puede producir grandes mortandades en una o más especies, provocando una reacción de "bola de nieve" al afectar a toda la cadena trófica. Estos microorganismos pueden aparecer por mutación, o tras pasar de un continente a otro gracias a distintas causas como la deriva continental.[1]

La competencia entre especies suele aparecer cuando una especie nueva posee la suficiente capacidad para obtener los mismos recursos que otras, pero en más cantidad, limitando las posibilidades de sobrevivir de la inicial. También puede darse cuando aparece un nuevo depredador que las presas no conocen, en ese caso no tienen medios para defenderse, produciéndose la extinción en muchos casos y con ella una posible repercusión a toda la cadena trófica, tanto por afectar a otras especies de las que se alimentaba, por lo tanto contenía, o privando a sus depredadores iniciales de sus presas.[9]

Por diferentes motivos el medio marino puede perder significativamente su concentración de oxígeno y así se altera también las distintas proporciones en el aire atmosférico pudiendo producir muertes masivas por falta de oxígeno para producir energía y realizar todas la funciones corporales propias de los animales.[1]

La deriva de los continentes produce diversos cambios en el planeta, entre ellos la subida o bajada del nivel del mar, con lo cual zonas húmedas y con abundante biodiversidad pueden quedar anegadas o alejadas de las costas y sus vientos, lo que hace desaparecer biotopos completos y con ellos toda la fauna y la flora que vivía en esos lugares. Al mismo tiempo, la función de regulación térmica ejercida por el agua del mar puede detenerse al cortarse las corrientes marinas.[9]

La Tierra ha pasado por momentos de un gran calentamiento, como el ocurrido al final de Pérmico,[9]​ pero también de periodos muy fríos donde se cree que todo el planeta estuvo cubierto de hielo, entre medias también han existido varias glaciaciones menores que hace muy difícil que la biodiversidad prospere, porque para ello se requiere gran estabilidad en el ecosistema.[1]

Pero todas estas teorías se apuntan más como causa de extinciones de fondo o extinciones terminales que como extinciones masivas.[1]

Durante muchos años [10]​ las siguientes teorías se consideraban poco probables, y algunas, como la explosión de supernovas, siguen estando en discusión, pero con las nuevas investigaciones en diferentes campos la comunidad científica ha invertido su opinión respecto al vulcanismo y el impacto de meteoritos.

Tanto los asteroides como los cometas pueden llevar en sí energía suficientes como para esterilizar la Tierra o al menos provocar una extinción masiva. Por distintos motivos, entre ellos la espectacularidad visual del evento, esta causa es una de las más conocidas o la más conocida, pero en la mayoría de las extinciones masivas no están presentes los impactos de cuerpos extraterrestres, si suelen nombrarse como causa secundaria, excepto en la última de las mismas. Pero aun así también los vulcanólogos han hecho el crecimiento de la actividad volcánica más o menos al mismo tiempo del Impacto K/T.

Existe la teoría que atribuye casi todas las grandes extinciones al vulcanismo. Pese a que se ha establecido estadísticamente que, aproximadamente cada 100 millones de años de media impacta un asteroide kilométrico contra la Tierra, la mayor parte de las extinciones se produjeron en momentos de gran actividad volcánica, especialmente la del Pérmico. Si se tiene en cuenta que la vida pluricelular lleva unos 600 millones de años debería haber habido entre cinco y seis grandes extinciones desde entonces. Las otras posibles causas atribuidas a grandes glaciaciones globales o a deriva continental se consideran entre los efectos secundarios que un gran impacto podría producir, por lo que no serían más que sinergias de esa misma catástrofe.

Otras causas apuntan a las fluctuaciones del campo magnético terrestre, llevadas a cabo mediante su sucesión de cambios de polaridad, que provocan una fuerte disminución de la protección de la Tierra frente a la fuerte radiación cósmica durante los períodos en los que se producen. También se apunta como una posible causa el cambio en la excentricidad de la órbita terrestre, lo que provoca cambios en el clima del todo el planeta, cambios que pueden ser considerables.[9]

También se considera como causa probable de extinciones menores o incluso de las más masivas a explosiones de supernovas cercanas. De hecho existe otra teoría que dice que dado que cada 25 millones de años aproximadamente la Tierra entra en la zona densa de la galaxia (los brazos espirales) esta se ve sometida a un mayor riesgo de explosiones violentas o al azote de vientos estelares intensos. Así mismo, la nube de Oort tiene un mayor riesgo de verse deformada y perturbada por el paso de estrellas cercanas con el consiguiente envío de cometas y asteroides hacia el sistema solar interior, como refleja la hipótesis Shiva.[3]

Muchos biólogos piensan que estamos a las puertas de la extinción masiva del Holoceno, que será causada por el ser humano. Wilson (2002) estima que con el actual ritmo de destrucción humana de la biosfera la mitad de las formas de vida se extinguirán en 100 años. De la misma forma, en obras de divulgación científica como Cosmos: A Spacetime Odyssey Neil deGrasse Tyson presenta el Salón de las extinciones masivas, una pirámide circular imaginaria con pasillos donde se ven los efectos de las extinciones en distintas salas, y en él dejan un sexto sin nombre porque al final del mismo puede ser para la especie humana.[11]​ Esta postura se ve reforzada por mantenerse un ritmo alto de extinciones sin mediar efecto volcánico, cósmico o de otro tipo.[12]

Pese a estas afirmaciones existen opiniones en contra. Ecólogos como Juan Ramón Arévalo afirman que los porcentajes sobre la extinción son sesgados, por obtenerse contando el número de especies existentes en una hectárea de la selva amazónica, el lugar con mayor biodiversidad de la biósfera, y después extrapolar los resultados al resto del planeta.[13]​ Asimismo, parece constatarse que ha habido un gran incremento de la biodiversidad desde la Extinción del Cretácico,[14]​ por lo que la pérdida de un número considerable de especies no llegaría a constituir una extinción masiva, pese a que en otras épocas si hubiese sido muy significativa. Estas afirmaciones son sesgadas porque no se tiene en cuenta que no hemos llegado a conocer todos los géneros y familias de seres vivos que han existido en todos los tiempos geológicos pasados.




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