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Fantasía sexual



Los términos fantasía sexual (en plural, fantasías sexuales) aluden a todas aquellas representaciones mentales creadas en el ámbito de lo inconsciente que tienen como tema principal las relaciones sexuales. Sigmund Freud las definió como "representaciones no destinadas a ejecutarse".[1]

Se producen de forma voluntaria o involuntaria en nuestra mente. Si bien las fantasías sexuales son poco comentadas con otras personas, o no mencionadas en absoluto, son bastante comunes. Estas comienzan con la pubertad y suelen acompañar al ser humano durante toda su existencia. A pesar de la popular creencia de que el varón es el que tiene mayor actividad sexual y por consiguiente más fantasías sexuales, se ha probado que hombres y mujeres fantasean al mismo nivel, solo que en diferente forma.[2]

Al encontrarse en nuestra imaginación, las fantasías sexuales pueden perder el efecto estimulante que tienen en caso de llevarse a la práctica, pues la idealización que permite nuestra mente evita detalles que en la práctica harían de una fantasía algo muy difícil de concretar o quizás hasta imposible de realizar.

El hecho de que una persona emplee una fantasía sexual no presume necesariamente que desee llevarla a la práctica. En gran número de ocasiones las fantasías se oponen a la naturaleza del ser humano, a las creencias y a la escala de valores de quien las evoca pero como lo único que compromete es la imaginación, se las acepta.

Hay casos de personas que las han llevado a la práctica, pero ya en terrenos reales tales acciones han perdido mucho de la magia que poseían en la mente. Paradójicamente una fantasía puede convertirse en una mala experiencia si se hace realidad. En el mismo renglón se encuentra el compartirla o no con la pareja, pues al tornarla de los demás, pierde ese toque de exclusividad. La opción de hacer realidad o compartir las fantasías queda al libre albedrío. Lo más importante de todo esto es destacar a la fantasía como afrodisíaco y el único antídoto efectivo para contrarrestar la realidad.

Otro punto que vale la pena aclarar es que es muy común confundir a la fantasía con el deseo sexual, ya que ambos conceptos se circunscriben meramente al marco mental sobre el mismo contexto, la sexualidad, sin embargo mientras la primera se refiere a la evocación de una "situación ficticia", el deseo es el anticipo de una "situación real". Aunque también puede darse el caso de que el deseo tenga su origen en una fantasía, es importante dejar claro que no son lo mismo; ya que esto último puede ser indicio de la presencia de alguna "parafilia".

Debido a los preceptos sociales, las fantasías sexuales que involucran la infidelidad son mal vistos, incluyendo muchas veces a la misma persona que los padece, existiendo un sentimiento de culpa y arrepentimiento. Según estudios realizados la existencia de fantasías sexuales no es un factor determinante a la hora de ser infiel a la pareja, pero las personas que son infieles tienden a tener más fantasías sexuales que el promedio.[3]

Las nuevas tecnologías de comunicación desarrolladas en el siglo XXI, han creado nuevas fantasías sexuales relacionadas con la capacidad de comunicación. Estas tecnologías además han facilitado la puesta en práctica de fantasías sexuales previamente existentes.

Actualmente se comienza a aceptar el desarrollo de fantasías sexuales en pareja. Estas fantasías desarrolladas en pareja suelen mantenerse fuera del conocimiento de los círculos sociales que la rodean. Aquellas relaciones que implican la participación pasiva o activa de otras personas, dentro de la propia pareja, no son consideradas infidelidades al contar con el deseo, conocimiento y autorización de ambos.

Es recomendado por los especialistas en sexología que las parejas estables lleven sus fantasías sexuales a la realidad en forma de juegos sexuales, esto con el fin de reavivar la vida sexual de la pareja.[4]

Las fantasías sexuales son consideradas patológicas cuando empiezan a realizarse y esto comienza a afectar la vida del individuo o cuando se constituyen la única forma de llegar al orgasmo. En estos casos se cae en el campo de las parafilias, donde el objetivo sexual está precedido por fantasías y deseos sexuales compulsivos que deben llevarse a cabo y la copulación de los miembros de la pareja no es el fin del acto sexual sino realizar la situación generada por la obsesión del individuo.

El tener pocas fantasías sexuales o carecer de ellas puede ser indicador de una personalidad normal, de una patología conocida como deseo sexual hipoactivo o DSH[5]​ o también de un cuadro de estrés y baja autoestima que esté afectando a la persona.[6]



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