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Flagelación



La flagelación (del latín flagellum, "látigo") es el acto de golpear metódicamente el cuerpo humano con implementos especiales como flagelos, látigos, correas, varas, cuerdas, etc. Generalmente la flagelación se aplica contra la voluntad del receptor como una forma de castigo corporal; sin embargo también puede recibirse voluntariamente o aplicarse sobre uno mismo en contextos religiosos o sadomasoquistas. Los azotes se dirigen generalmente a la espalda desnuda del receptor, aunque en otros contextos se pueden aplicar sobre otras áreas del cuerpo.

La flagelación ha sido usada en todos los tiempos y todas las épocas, aunque más especialmente por los judíos. El reo lo sufría en la Sinagoga ante tres jueces y recibía trece azotes con un látigo armado de tres correas.

En Grecia y Roma, la flagelación era más atroz aún y más infamante que la fustigación y solo se aplicaba a los esclavos y criminales condenados a morir en la cruz, ocurriendo muy frecuentemente que el reo falleciese a causa de los azotes.

En la Iglesia católica, la flagelación era una pena disciplinaria. Entre otros, el conde Raimundo de Tolosa fue flagelado al pie del altar por haber favorecido a los albigenses. También fue usada como método de tormento por la Inquisición. Sin embargo, se infligía más a menudo como penitencia, sobre todo, en los conventos. Durante la Edad Media y aun hasta el siglo XIX hubo muchas cofradías de disciplinantes que se flagelaban, bien a oscuras en los templos, bien públicamente en las procesiones.

En la Rusia zarista, sobre todo bajo el reinado de Pedro el Grande, la flagelación era una atroz forma de pena de muerte, pues consistía en matar deliberadamente al reo a latigazos, los cuales no paraban de lloverle hasta que estuviese muerto.

La pena de flagelación o azotes subsistió en Inglaterra y en Dinamarca hasta el siglo XX.[2]

Fue un castigo ritual al mar que ordenó el rey aqueménida Jerjes I durante la Segunda Guerra Médica.

Entre las torturas a las que sometieron a Jesucristo estuvo la flagelación.

La flagelación de Cristo es un tema iconográfico muy frecuente en el arte cristiano.

También es muy frecuente como paso de Semana Santa:

En el siglo XVII, Johann Heinrich Meibomius, en su libro Tractatus de usu flagrorum in re medica et veneria (1639), describió las conexiones subyacentes entre flagelación y erotismo. Entre los siglos XVIII y XIX la práctica de la flagelación con implicaciones eróticas se extendió considerablemente. En Gran Bretaña la flagelación erótica se convirtió en un fenómeno social, a partir del cual se generó abundante literatura e iconografía (Fanny Hill, de John Cleland; A Full and true account of the wonderful misión of Earl Lavender, de John Davidson, etc.).[3]​ Por eso también se conoce como disciplina inglesa. En Francia, la flagelación erótica se convirtió en una de las prácticas más demandadas por los clientes de los burdeles de París alrededor de 1900.[4]​ Al mismo tiempo, entre el siglo XIX y las primeras décadas del XX, se publicó en Francia una gran cantidad de libros centrados en la flagelación erótica, con autores especializados como Aimé Van Rod, Jean de Villiot, Jean de Virgans, Jean Fauconney (Jaf y Saldo), entre otros.[5]​ La práctica de la flagelación erótica también está documentada en España desde el siglo XIX.[6]​ A lo largo del siglo XX la flagelación erótica o Disciplina inglesa converge gradualmente con otras prácticas sadomasoquistas afines como el bondage o ataduras, la dominación/sumisión , el fetichismo, etc. quedando todas ellas englobadas dentro del BDSM.



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