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Flagelo bacteriano



El flagelo bacteriano es una estructura filamentosa que sirve para impulsar la célula bacteriana. Tiene una estructura única, completamente diferente de los demás sistemas presentes en otros organismos, como los cilios y flagelos eucariotas, y los flagelos de las arqueas. Presenta una similitud notable con los sistemas mecánicos artificiales, pues es una compleja estructura compuesta de varios elementos (piezas) y que rota como una hélice.

Los flagelos están compuestos por cerca de 20 proteínas, con aproximadamente otras 30 proteínas para su regulación y coordinación.[1]​ El filamento es un tubo hueco helicoidal de 20 nm de espesor. El filamento tiene una fuerte curva justo a la salida de la membrana externa; este "codo" permite convertir el movimiento giratorio del eje en helicoidal. Un eje se extiende entre el codo y el cuerpo basal, pasando por varios anillos de proteínas en la membrana de la célula que actúan como cojinetes. Las bacterias Gram-negativas tienen cuatro de estos anillos: el anillo L que se asocia con la membrana externa (lipopolisacáridos), el anillo P que se asocia con la pared celular (capa de peptidoglicano), el anillo MS que se inserta directamente en la membrana plasmática, y el anillo C que se une a la membrana plasmática. Las bacterias Gram-positivas solo tienen dos anillos: MS y C. El filamento termina en una punta de proteínas.[2][3]

El flagelo bacteriano está impulsado por un motor rotativo compuesto por proteínas (estátor, complejo Mot), situado en el punto de anclaje del flagelo en la membrana plasmática. El motor está impulsado por la fuerza motriz de una bomba de protones, es decir, por el flujo de protones (iones de hidrógeno) a través de la membrana plasmática bacteriana. Este bombeo se produce debido al gradiente de concentración creado por el metabolismo de la célula. (En Vibrio hay dos tipos de flagelos, laterales y polares, y algunos son impulsados por una bomba de iones de sodio en lugar de la bomba de protones[4]​). El rotor puede girar a 6.000-17.000 rpm, pero el filamento por lo general solo alcanza 200-1000 rpm.

Los flagelos no giran a una velocidad constante, sino que aumentan o disminuyen su velocidad de rotación en relación con la fuerza motriz de protones. Las bacterias pueden alcanzar a través del medio líquido una velocidad de hasta 60 longitudes de célula/segundo. Aunque esto representa solo 0,00017 km/h, al comparar esta velocidad con la de organismos superiores en términos de número de longitudes del cuerpo por segundo, es extremadamente rápido. El más rápido de los animales terrestres, el guepardo, corre a una velocidad máxima de alrededor de 110 km/h, pero esto representa solo alrededor de 25 longitudes de cuerpo/segundo. Por tanto, cuando el tamaño se tiene en cuenta, las células procarióticas que nadan velocidades de 50-60 longitudes de cuerpo/segundo son en realidad mucho más rápidas que los organismos más grandes.

Los componentes del flagelo bacteriano son capaces de autoensamblaje sin ayuda de enzimas o de otros factores. Tanto el cuerpo basal como el filamento tienen un hueco central, a través del cual las proteínas del flagelo son capaces de moverse a sus respectivas posiciones. Durante el montaje, las proteínas que forman el filamento se añaden a la punta en lugar de en la base.

El flagelo bacteriano está relacionado con el complejo de poro y con el sistema de secreción de tipo III, una jeringa molecular que las bacterias utilizan para inyectar toxinas en otras células. Dadas las similitudes, se piensa que tanto el flagelo como el sistema de secreción se han originado a partir del complejo de poro. Además, el sistema de secreción de tipo III parece ser una simplificación del flagelo, pues está formado por subconjunto de componentes del flagelo.

Distintas especies de bacterias tienen diferente número y localización de los flagelos. Las bacterias monotricas presentan un solo flagelo (por ejemplo, Vibrio cholerae). Las bacterias lofotricas tienen múltiples flagelos situados en el mismo punto (o en dos puntos opuestos) que actúan en concierto para conducir a las bacteria en una sola dirección. En muchos casos, las bases de los flagelos están rodeadas de una región especializada de la membrana plasmática, denominada membrana polar. Las bacterias anfitricas tienen un solo flagelo en cada uno de los dos extremos opuestos (un solo flagelo opera a la vez, permitiendo a la bacteria revertir rápidamente el movimiento cambiando el flagelo que está activo). Las bacterias peritricas tienen flagelos que se proyectan en todas las direcciones (por ejemplo, Escherichia coli).

En algunas bacterias, tales como las especies más grandes de Selenomonas, los flagelos se organizan fuera de la célula enroscándose helicoidalmente unos con otros para formar una gruesa estructura denominada fascículo. Otras bacterias como las espiroquetas tienen un tipo especializado de flagelo conocido como filamento axial situado intracelularmente en el espacio periplásmico, que produce la rotación de toda la bacteria para avanzar con un movimiento similar al de un sacacorchos.

La rotación de los flagelos monotricos polares empuja la célula hacia delante con los flagelos atrás. Periódicamente, la dirección de rotación se invierte brevemente, produciendo un viraje en la célula. Esto se traduce en la reorientación de la célula. Cuando la bacteria se desplaza en una dirección favorable el viraje es poco probable. Sin embargo, cuando la dirección del movimiento es desfavorable (por ejemplo, lejos de un producto químico atrayente), es más probable la realización de un viraje, con la posibilidad de que la célula se reoriente así en una dirección favorable.

En algunos Vibrio (en particular, Vibrio parahaemolyticus[5]​) y en las formas relacionadas de proteobacterias como Aeromonas, coexisten dos sistemas flagelares codificados por diferentes conjuntos de genes e impulsados por diferentes gradientes de iones. Los flagelos polares se suelen utilizar cuando nadan en líquidos, mientras que los flagelos laterales entran en funcionamiento cuando los primeros experimentan gran resistencia al giro y proporcionan movilidad en fluidos viscosos o sobre superficies.[6][7][8][9][10][11]

Debido a la elevada complejidad estructural de este mecanismo destinado a la única función del movimiento en seres tan minúsculos, algunos creacionístas han esgrimido que su existencia evidencia un diseño no evolutivo que trasciende a su aparición por puro azar. De este modo, el término diseño se usa para implicar inteligencia y voluntad de alguna entidad superior creadora de los seres vivos y, en última instancia, del universo.

Sin embargo, la postura es discutida y contraargumentada también por los evolucionistas, aunque no pueden explicar como es posible la evolución en un sistema tan complejo que faltando una sola pieza sería inservible. En términos evolutivos el desafío está en explicar como es posible la evolución en la complejidad molecular de las máquinas irreductibles. Si bien es cierto que la evolución cree y aceptas que las estructuras biológicas más complejas como un ojo, un corazón o el pulmón pueden construirse a lo largo del tiempo en pequeños incrementos, no es menos cierto que esos incrementos deben de aportar un beneficio para que la selección natural tenga éxito en su lucha por sobrevivir. El flagelo bateriano plantea un dilema difícil de resolver puesto que aunque las piezas surgieran a los largo del tiempo deben de ensamblarse de una manera secuencial y exacta para que el sistema funcione, semejante al mecanismo de un reloj, si un solo engranaje faltase no aportaría mejora al organismo, no tendría ventaja alguna y por selección natural sería eliminado dicho elemento. La aparición del flagelo sin el resto de componentes no tendría utilidad ya que no aportaría a la bacteria ninguna ventaja evolutiva y ésta tendría que desaparecer según los postulados Darwinianos. Tampoco parece una teoría coherente el pensar que primero se formó el sistema complejo y finalmente el flajelo ya que ello implicaría la creación de un sistema inservible, sin el flagelo que lo impulse. Los evolucionistas argumentan que al existir células con estructuras parecidas y con varios componentes idénticos en posiciones similares, podrían haber cambiado su uso al evolucionar, por aportar la ventaja evidente de la motricidad, que favorecería la propagación del cambio, pero esto es una teoría no demostrada y no explicaría el dilema. (véase el artículo principal señalado para profundizar más en el tema)[cita requerida].



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