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Francisco Romero Robledo



¿Qué día cumple años Francisco Romero Robledo?

Francisco Romero Robledo cumple los años el 8 de marzo.


¿Qué día nació Francisco Romero Robledo?

Francisco Romero Robledo nació el día 8 de marzo de 1838.


¿Cuántos años tiene Francisco Romero Robledo?

La edad actual es 186 años. Francisco Romero Robledo cumplió 186 años el 8 de marzo de este año.


¿De qué signo es Francisco Romero Robledo?

Francisco Romero Robledo es del signo de Piscis.


¿Dónde nació Francisco Romero Robledo?

Francisco Romero Robledo nació en Antequera.


Francisco Romero Robledo (Antequera, 8 de marzo de 1838-Madrid, 3 de marzo de 1906) fue un abogado y político español, ministro de Fomento durante el reinado de Amadeo I, ministro de Gobernación durante el reinado de Alfonso XII, y ministro de Ultramar y ministro de Gracia y Justicia durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena. Responsable del fraude electoral desde su posición de ministro de la Gobernación, mantuvo una fuerte rivalidad con Francisco Silvela dentro de las filas conservadoras.

Nació en la localidad malagueña de Antequera el 8 de marzo de 1838[1]​ en el seno de una familia acomodada.[2]

Se licenció en Derecho en 1862; en ese mismo año obtuvo su primera acta de diputado por la Unión Liberal representando a Málaga manteniendo dicho escaño hasta 1866. Participó activamente en la Revolución de 1868 que destronaría a Isabel II formando parte de la Junta revolucionaria de Madrid. Pasó a militar en el Partido Constitucional de Sagasta con el que concurriría, obteniendo escaño por la circunscripción de Málaga, en las elecciones de 1869 a 1872 y llegando a ser nombrado subsecretario de la Gobernación en 1871 y ministro de Fomento entre el 20 de febrero y el 26 de mayo de 1872.

No contraería matrimonio hasta los 38 años de edad,[3]​ cuando, en 1875, se casó con la hija de un comerciante cubano, Zulueta, con intereses en el tráfico de esclavos.[4]

Con la proclamación, en 1873, de la I República, vuelve a ser elegido diputado en esta ocasión por León y se sitúa entre los detractores del régimen republicano, acercándose políticamente a Cánovas y a su idea de lograr la restauración borbónica. En 1876 se mostró en contra del sufragio universal en un discurso parlamentario.[5]

Lograda la Restauración, continuará siendo elegido diputado hasta las elecciones de 1898, y será ministro de Gobernación en tres ocasiones: entre el 31 de diciembre de 1874 y el 7 de marzo de 1879[7]​ en los gobiernos que presidirían sucesivamente Cánovas y Soler; entre el 9 de diciembre de 1879 y el 8 de febrero de 1881[7]​ y entre el 18 de enero de 1884 y el 13 de julio de 1885[7]​ en sendos gabinetes que nuevamente presidiría Antonio Cánovas.

La cesión del poder a los liberales que tras la muerte de Alfonso XII se había acordado entre Sagasta y Cánovas en el Pacto del Pardo, provocó su ruptura con Cánovas. En 1886 creó junto al general López Domínguez el Partido Liberal-Reformista, una formación efímera que no consiguió romper la dinámica bipartidista,[8]​ pero retornaría a las filas del Partido Conservador en 1890, iniciando una nueva etapa en la que ocupará las carteras ministeriales de Ultramar, entre el 23 de noviembre de 1891 y el 11 de diciembre de 1892, y de Gracia y Justicia,[7]​ entre el 23 de marzo y el 14 de diciembre de 1895,[7]​ en ambos casos bajo la presidencia de Cánovas.

En 1893, tras caer el gabinete Cánovas en el que ejercía como ministro, marchó a Alemania para operarse de un sarcoma en la nariz que padecía; la intervención le dejó un rostro algo desfigurado, que disimuló con una prótesis.[9][10]

A la muerte de Cánovas en 1897, Silvela consiguió hacerse con el control de las huestes conservadoras, bloqueando el ascenso de Romero Robledo.[11]​ Este, incapaz de hacerse con el liderazgo del partido, creó en el mismo su propia facción, conocida como "romerista", llegando a presidir el Congreso entre 1903 y 1905, periodo en el que tuvo que hacer frente hasta a tres votos de censura.

Falleció el 3 de marzo de 1906 en Madrid.[12][13]

Apodado el «Pollo de Antequera» —también fue conocido como «el Gran Elector»—,[15]​ disponía de unas notables dotes oratorias y de un dandismo que alimentaron extraordinariamente su popularidad,[16]​ granjeándose un gran número de amistades y de adhesiones en la sociedad española de la época.[17]​ Sus incondicionales llegaron a ser conocidos como «húsares».[18]

La figura de Romero Robledo, que para José Ayala Pérez no efectuó ninguna aportación ideológica sustancial al canovismo y se adhirió en líneas generales a las pautas marcadas por el arquitecto de la Restauración,[19]​ contribuiría según Manuel Suárez Cortina a cuajar una subcultura propia dentro del espacio conservador de la Restauración, el pragmatismo, diferenciada del moderantismo original o el regeneracionismo silvelista.[20]​ Se acabaría configurando como la némesis de Francisco Silvela en la arena política española del cambio de siglo.[21]

Florentino Portero apunta que Romero Robledo, considerable como un «cacique de caciques», era particularmente útil para Cánovas, que le delegaba el desagradable trámite de controlar las citas electorales desde el ministerio de la Gobernación.[22]​ Orquestador del fraude electoral desde dicho ministerio mediante el empleo de diversos trucos, hizo uso en 1879 por primera vez de las llamadas «escuadras volantes» de votantes que aterrizaban en el distrito y sustituían en el voto a los electores vacantes por ausencia o deceso.[23]​ Al poeta y diputado Ramón de Campoamor se le atribuye la siguiente respuesta a la pregunta acerca de por qué circunscripción había resultado elegido diputado: «Por... Romero Robledo».[24]

En la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló en España un debate político muy intenso sobre la abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico. Romero Robledo fue el principal opositor a la abolición.[25]​ Tenía intereses personales en el negocio azucarero cubano, que usaba grandes cantidades de esclavos como mano de obra, por estar casado con la hija del hacendado Julián Zulueta, uno de los principales oligarcas cubanos.[26][27]​ En relación a su rol en lo relativo a la isla cubana el hispanista Raymond Carr trazó un paralelismo entre el papel del político antequerano y el del político británico Joseph Chamberlain hacia Irlanda.[28]




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