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Francisco Solano López



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Francisco Solano López Carrillo (Asunción, Paraguay; 24 de julio de 1827 - Cerro Corá, Paraguay; 1 de marzo de 1870) militar y presidente paraguayo. Fue el segundo presidente constitucional de la República del Paraguay entre 1862 y 1870. Se desempeñó como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, presidente y jefe supremo de la nación paraguaya durante la Guerra de la Triple Alianza. Sucedió como presidente a su padre Carlos Antonio López, ratificado por el Congreso Nacional como presidente de la República por un período de diez años.

Nació en el seno de una aristocrática familia paraguaya. Sus padres fueron Carlos Antonio López y Juana Pabla Carrillo.

Según el genealogista Narciso Binayán Carmona, era descendiente del conquistador, explorador y colonizador español Domingo Martínez de Irala (1509-1556); sus antepasados tenían un remoto origen mestizo guaraní, que compartía con muchos próceres de la época de la Independencia y con grandes personajes paraguayos y argentinos.[1][2]

Vivió su infancia en tiempos de José Gaspar Rodríguez de Francia como era costumbre en la sociedad de la época, con austeridad y de manera pacífica. Su familia contaba con buena posición económica, la cual fue acrecentada por una herencia recibida de parte de un pariente de la madre de Solano López, Lázaro de Roxas.

A la muerte del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, siguió un interregnum hasta que Carlos Antonio López fue designado como su sucesor. Este nombra a Francisco Solano López Carrillo como jefe del Ejército paraguayo en 1845. En ese tiempo se desató una crisis con las Provincias Unidas del Río de la Plata que estaban regidas por el general Juan Manuel de Rosas. Paraguay declaró la guerra al gobierno de Rosas y Solano López, muy joven, participó en las operaciones sobre la provincia de Corrientes, junto a las tropas del argentino general José María Paz. El conflicto no pasó a mayores y los soldados paraguayos regresaron al país. La guerra contra Rosas continuaría con la destrucción de fortines y guarniciones argentinas instaladas de forma ilegal en las Misiones. Solano López junto al coronel Wisner dirigió esas operaciones. Posteriormente, alcanzada la paz con Buenos Aires, haría estudios militares bajo la dirección del coronel brasileño Hermenegildo de Albureque Porto Carrero.[3]

Fue designado a finales de 1852 como ministro plenipotenciario del Paraguay en Europa y se convirtió en "mano derecha" de su padre. Hizo contactos en los países europeos de Reino Unido, Francia, Prusia, España y Piamonte-Cerdeña con el objetivo de obtener el reconocimiento de la independencia paraguaya por parte de esos países, además de comprar armas, barcos y blindajes para el ejército. Hizo estudios militares en la Escuela Especial Militar de Saint-Cyr (en donde llevó a cabo ejercicios y maniobras militares ante la presencia del emperador Napoleón III Bonaparte) y contrató en el Piamonte a oficiales italianos para modernizar al Ejército paraguayo.[4][5]​ Posteriormente, conocería en la capital francesa a Elisa Alicia Lynch, una irlandesa de educación parisina que se convirtió en la compañera del resto de su vida y en madre de sus siete hijos reconocidos (además López tenía tres hijos «naturales» con la pilarense Juana Pesoa). Estuvieron juntos durante quince años pero nunca pudieron casarse ni vivir en la misma casa, ya que la cultura moralista de Asunción no se lo permitió. A su regreso en 1855, López trajo consigo mucho armamento y un buque de guerra, el Tacuarí, adquirido al Reino Unido. Además trajo en otro barco y en contra de los deseos familiares, a su pareja irlandesa junto a su primer hijo en brazos, Juan Francisco López Lynch, quien después sería conocido como el coronel Panchito López.

En 1855 se produjo un incidente con la armada brasileña. Haciendo reclamos, el almirante Pedro Ferreira de Oliveira invadió con veinte cañoneras el territorio paraguayo. Carlos Antonio López, enfurecido, alista al Paraguay para la guerra. El comandante brasileño llega hasta Itapirú y es recibido por Francisco Solano López, quien lo recibe con la frase "¿la guerra o la paz?". "Paz" contestó el brasileño. "Entonces ingrese en un sólo buque" dijo Solano López y Ferreira de Oliveira cumplió y en la mesa diplomática, dirigida por Solano López, se sentaron bases que fueron humillantes para Brasil.[6]

En 1859 López sería el nexo entre el general entrerriano Justo José de Urquiza y el general porteño Bartolomé Mitre a la hora de firmar el Pacto de San José de Flores, que introdujo a Buenos Aires en la Constitución Nacional Argentina. Creó buenos lazos de amistad con Urquiza. La mediación fue particularmente dificultosa: en un primer momento ambos gobiernos enviaron representantes a negociar, pero estas fracasaron rotundamente y Urquiza estaba dispuesto a ingresar a Buenos Aires por la fuerza. López le solicita a Urquiza un día más para ingresar a la ciudad e intentar personalmente una última negociación antes de la invasión y efectivamente, cuando Urquiza entra en Buenos Aires el gobierno había renunciado.

Cuando estaba regresando al Paraguay en el buque "Tacuarí", es interceptado por una flotilla británica que le cañonea e impide el paso. Solano López estaba dispuesto a contestar la agresión pero a pedido de los ingleses que servían en su buque, quienes temían consecuencias contra sus familias en Gran Bretaña, decidió regresar por tierra a Paraguay. El ataque inglés se debió, aparentemente, a los conflictos con el gobierno paraguayo a causa del apresamiento del espía anglo-uruguayo James Canstatt.[7]​ El conflicto concluyó de manera favorable para el Paraguay, reconociendo Inglaterra la culpa por los actos y presentando sus disculpas oficiales al gobierno de los López.

A la muerte de su padre en 1862, el Congreso de la Nación lo elige como presidente de la República del Paraguay asumiendo solemnemente la presidencia el 16 de octubre por un periodo de diez años en el hoy museo Ex Cabildo de Pilar añadiendo: «Juro que jamás dejaré caer de mis manos la sagrada enseña de mi patria». Continuó el trabajo de modernización llevado a cabo por sus predecesores, extendiendo las líneas del telégrafo, instalando una segunda fundición de hierro en Caacupé al mando del ingeniero estadounidense Charles Thompson, llevando la línea férrea paraguaya hasta Villarrica. Mejoró los astilleros y las armerías, ordenó que expertos ingleses realicen una "Carta Mineralográfica del Paraguay" y mandó importar desde Liverpool, en 1864, maquinaria especializada para hilandería e industria textil.[8]

Continuó con la política nacionalista de los anteriores gobiernos, pero decidió tomar una posición internacional más preponderante. El comercio paraguayo, aunque aún pequeño, se había acrecentado notoriamente y era fundamental para su administración mantener el ritmo de la actividad económica fluvial. Para ello, condición imprescindible era la manutención del llamado "Equilibrio del Río de la Plata".[9]​ Sin embargo, los conflictos en la zona pusieron en peligro la citada condición. Solano López percibió que en la invasión del general Venancio Flores (Colorado y abiertamente hostil al Paraguay) al Uruguay se hallaban intereses de Buenos Aires y el Imperio del Brasil. Consideró además que ésta actitud era una agresión hacia el Paraguay y un paso previo para intentar un ataque contra su país.

Cuando el Brasil amenazó con intervenir directamente sobre la llamada "Banda Oriental", protestó en la nota del 30 de agosto de 1864. Afirmaba que "el ataque al Uruguay sería atentatorio contra el equilibrio de los Estados del Plata y 'casus belli' para el gobierno paraguayo". Estas notas fueron reforzadas por otras enviadas el mes de septiembre, pero Brasil las ignoró invadiendo Uruguay el 12 de octubre de 1864. Paraguay, un mes después, contestaría como represalia capturando el 12 de noviembre de 1864 el buque mercante brasileño "Marqués de Olinda" en el puerto de Asunción y encarcelando al gobernador de la provincia brasileña de Matto Grosso, que se encontraba a bordo.

En diciembre de 1864 envió una fuerza militar a Mato Grosso, territorio que pertenece al Brasil, en represalia por la invasión brasileña a Uruguay. Fue una campaña victoriosa para Paraguay de inicio a fin, causando terribles penurias a los soldados imperiales que fueron derrotados por las tropas de Solano López, la sed, el clima inhóspito y las enfermedades.[10]​ Con ésta operación, Solano López se apoderó de un gran botín de guerra e impidió que se formara un ejército brasileño en el Norte dispuesto a atacarlo por sorpresa.

En 1865, a pesar de las protestas y la declaración de "neutralidad", el gobierno de Buenos Aires continuaba dando paso a las fuerzas brasileñas que atacaban a los aliados de Paraguay, en la República de Uruguay. Sospechando Solano López que entre Bartolomé Mitre y el Imperio Brasileño había ya acuerdos previos, solicitó permiso para enviar tropas hasta el Uruguay, cosa que Mitre rechazó. Esta fue, para Solano López, la prueba definitiva. Se llamó al Congreso Nacional y se confirió a Francisco Solano López Carrillo el grado de "Mariscal Presidente de todos los Ejércitos Paraguayos" y se declaró la guerra al Gobierno de Buenos Aires.[11]​ Ordenó posteriormente expediciones hacia Corrientes y Uruguayana, que fueron infructuosas. El 1 mayo de 1865, se firmaba el Tratado Secreto de la Triple Alianza contra Paraguay, que se haría público un año después.

El 8 de junio de 1865 cerca de la 5:30 de la tarde López dejaba su casa particular en la capital para dirigirse al muelle de la ciudad acompañado de su gabinete, el vicepresidente Sánchez, los ministros del estado, todos los jefes de superior guarnición y demás oficiales de la guarnición de la capital, también de los empleados civiles y eclesiásticos yendo a la derecha el obispo diocesano Manuel A. Palacios, a eso de las siete de la tarde el ya mariscal presidente subía abordo del buque de guerra Tacuarí con destino a la fortaleza de Humaitá, dejando para siempre la ciudad de Asunción.

Luego de más de cinco años de resistencia, la guerra concluyó con la derrota de Paraguay y la muerte en batalla del mariscal López, junto a su hijo adolescente, el coronel Juan Francisco López, más conocido como "Panchito", en Cerro Corá. Su última frase antes de ser ultimado con un tiro en el pecho fue: «¡Muero por mi Patria!» sabiendo que con su muerte terminaría la guerra pero que la Patria seguirá existiendo, aunque esta versión no es la única, pues ciertos historiadores aliados sostienen que la frase fue: «¡Muero con Patria!» otros historiadores sostienen que adjudicar esta frase a López es una blasfemia, ya que todo el pueblo sabía perfectamente el patriotismo de López y como este jamás aceptaría la destrucción total del pueblo paraguayo con la guerra. Sus restos descansan en el Panteón Nacional de los Héroes de Asunción del Paraguay.

Aunque el "Tratado Secreto" estableció una suma exorbitante en concepto de costos de guerra para el Paraguay, luego esta deuda fue dispensada en primer lugar por Uruguay y algunas décadas más tarde (casi al término del pago total de la deuda) por Argentina.

La figura del mariscal Francisco Solano López fue —y sigue siendo— objeto de opiniones radicalmente opuestas.

En Paraguay, es mayoritariamente considerado el "Héroe Máximo de la Nación", título que se le otorgó en el gobierno del general Rafael Franco. Su nombre es parte del "mythos" nacional de Paraguay. Sus detractores (los denominados popularmente "legionarios" por congeniar con los intereses de la "Legión Paraguaya", grupo de paraguayos que lucharon contra su país en la Guerra de la Triple Alianza) lo consideran culpable de todas las desgracias del Paraguay hasta nuestros días y único causante de la guerra.

A nivel internacional, su figura sigue siendo discutida. En Argentina nació una corriente revisionista de la historia que lo situó como gran caudillo de su pueblo y de Sudamérica, al que se forzó a entrar en una guerra provocada por intereses internacionales (situando al Imperio Británico en el centro de la intriga). Los historiadores Atilio García Mellid y José María Rosa son principales autores en ésta corriente. La opinión de los revisionistas argentinos es compartida por el historiador japonés Hisatoshi Tajima, quien asegura que la guerra se originó a causa de "la penetración del capitalismo inglés y la expansión económica de países de la periferia inglesa, como Argentina y Brasil", que tuvieron un "choque de intereses" con el floreciente Paraguay.[12]​ En Uruguay, uno de sus más importantes reivindicadores fue Luis Alberto de Herrera, prestigioso diplomático, historiador y escritor. Otras voces importantes, como la del argentino Juan Bautista Alberdi, el mexicano Carlos Pereyra, el venezolano Rufino Blanco Fombona o el estadounidense general Martin T. McMahon fueron favorables al mariscal López.

Sus detractores, siguiendo la línea histórica clásica (mantenida sobre todo por Brasil y sectores del liberalismo argentino y paraguayo), lo consideran el único responsable de la guerra más grande en América y la destrucción total de su país. Historiadores actuales como el brasileño Francisco Doriatoto[13]​ o el estadounidense Thomas Whigham[14]​ se mantienen dentro de la citada corriente. Dentro de esta línea, aunque algo más neutral, aparece el argentino Ramón José Cárcano.

Las cartas y escritos de Solano López revelan una gran calidad literaria. En una de ellas, Bartolomé Mitre se refirió a él como "Leopoldo de Nuestra Región". Participó activamente en el gobierno de su padre, Carlos Antonio López, consiguiendo el reconocimiento de la independencia paraguaya por varios países. También tomó parte en los incidentes con la armada brasileña y de Estados Unidos, saliendo Paraguay airoso en ambas situaciones.

Su intervención en el conflicto entre la Confederación Argentina (dirigida por Urquiza desde la ciudad de Paraná) y la provincia de Buenos Aires (dirigida por el general Mitre), demuestra su calidad de negociador, puesto que obtuvo la unidad de la República Argentina, en noviembre de 1859, con el pacto de San José de Flores. El historiador paraguayo O'Leary, gran apologista de López, opina que este tratado fue un error pues significó la unidad de quienes luego serían sus enemigos. El argentino José María Rosa opina, contrariamente, que era la única opción que tenía para ganarse la amistad de Mitre y evitar el conflicto que ya se venía preparando con mucha anterioridad, según algunos ya desde 1853.[15]

Cuando se desató el conflicto uruguayo en 1863, Solano López intentó por todos los medios alcanzar una paz favorable para todos pero Buenos Aires y el Imperio de Brasil ya se encontraban en alianza y rechazaron todas las tentativas. A partir de mediados de 1864, la guerra, según muchos, se había vuelto "inevitable".[16]

Durante la contienda contra la Triple Alianza, Francisco Solano López Carrillo intentó varias veces alcanzar una paz. La intentona más célebre es la celebrada en Yatayty Corá en septiembre de 1866. Según el jefe de Estado Mayor del Ejército Paraguayo, general Francisco Isidoro Resquín, Francisco Solano López Carrillo fue hasta la entrevista con Bartolomé Mitre, comandante en jefe de la Alianza, dispuesto a "renunciar a su cargo si eso anulaba al Tratado de la Triple Alianza".[17]​ Pero los aliados rechazaron la oferta. Otros intentos de paz se dieron en el transcurso de la contienda, todos ellos malogrados.

La Guerra de la Triple Alianza duró más de cinco años y la resistencia paraguaya recibió elogios de todo el mundo a causa del heroísmo inusitado de los dirigidos por Francisco Solano López. Muchos detractores sin embargo, atribuyeron el coraje y valor de los paraguayos a que eran terriblemente tiranizados por un gobierno despótico. Las polémicas más famosas a este respecto fueron mantenidas por el furioso "lopista" Juan E. O'Leary contra el furioso "anti-lopista" Cecilio Báez. Hoy está generalmente aceptado que los paraguayos lucharon con una entrega memorable y por voluntad propia[cita requerida].

Se cuestiona también el coraje y valentía personal de Solano López. George Thompson en su obra afirma que "sentía terror a las balas, no podía escuchar que zumbaran cerca suyo". El argentino José Ignacio Garmendia también sostiene dicha versión en sus crónicas sobre la guerra. Son contradichos, sin embargo, por Juan Crisóstomo Centurión, quien no es precisamente admirador de López, en sus "Memorias o Reminiscencias Históricas" y por el mayor Gaspar Centurión. Ambos afirman que delante de López estallaban las balas, morían soldados y telegrafistas que se encontraban a su lado y él permanecía impávido, sin pestañear, dando las indicaciones y órdenes durante la batalla.[18][19]

Sobre su valor como táctico y estratega militar, se cuestiona generalmente su plan de operaciones ofensivo contra Corrientes y Uruguayana. Como no se cuentan con planos ni datos documentados sobre su plan estratégico, poco o nada se sabe más allá de los relatos de los cronistas de la época. La operación en Uruguay fue un fracaso rotundo y las tropas de Corrientes debieron retirarse repasando el Paraná. Sin embargo, a partir de ese instante, el toma personalmente el mando de las operaciones en el Ejército Paraguayo y empieza la resistencia en el actual territorio de Paraguay. El liderazgo y ascendente que tenía López sobre sus tropas es incontestable, reconocido por su propio rival, el duque de Caxias Luís Alves de Lima e Silva, mariscal del ejército brasileño en la Guerra contra el Gobierno del Paraguay, quien afirmó:

El general prusiano Max von Versen, (con el rango de mayor cuando estuvo de observador durante la contienda), si bien admitió que fue engañado por "los encantos" del "diabólico" General paraguayo, también reconoció su gran "liderazgo" sobre los soldados paraguayos, su "talento y enorme energía para la guerra".[20]

Otra opinión sobre su genio militar es vertida por el coronel de Estado Mayor del Ejército Francés Théodor Fix (capitán de Estado Mayor durante la guerra) quien destaca las "admirables concepciones defensivas de López", su "indomable energía", su "talento como táctico y organizador" y "recursos personales aparentemente inagotables".[21]

Conocida es además la postura del general Martin McMahon, quien consideraba a López un verdadero genio militar y afirmaba:

Incluso varios de sus más aguerridos detractores reconocen la gran valía como militar del Mariscal López:

Hoy en día se conoce que el plan contra Paraguay fue muy anterior al inicio de las hostilidades. Pero el general Resquín, ya en aquel tiempo, afirmaba sobre la existencia de tratados contra el Paraguay en 1857.[22]​ El mariscal López conocía todo esto e hizo todo lo posible para evitar, a través de la diplomacia, el conflicto. Sin embargo, el Gobierno de Buenos Aires, los rebeldes encabezados por Venancio Flores y el Imperio del Brasil ya se encontraban en alianza al menos desde el 18 de junio de 1864, en la famosa reunión de Puntas del Rosario. El escritor y ministro argentino en Río de Janeiro durante la contienda, José Mármol, afirmó en una famosa polémica en 1869:

Tácitamente, Bartolomé Mitre admitió la frase de Mármol en su periódico "La Nación Argentina" a través de su editor, José María Gutiérrez:

António José Saraiva, ministro plenipotenciario brasileño quien estuvo en la firma del célebre Tratado Secreto de la Triple Alianza el 1 de mayo de 1865, admitió varios años después de concluida la Guerra que la alianza ya existía en junio de 1864:

El ministro embajador francés en Montevideo, Martin Maillefer, además de afirmar que el inglés Edward Thornton se encontraba en el centro de la intriga, daba por hecho una alianza contra el Paraguay por parte de Buenos Aires y el Brasil e hizo llegar a su Canciller en París:

Poco tiempo después, el mismo Maillefer comunicaba a París las informaciones que obtenía in situ:

Ante todos éstos datos, se demuestra la existencia de la alianza contra Paraguay mucho antes de la firma del Tratado Secreto. Con éstas evidencias, las críticas a la reacción que tomó Solano López luego del fracaso de la diplomacia parecen ser infundadas. Algunos historiadores, como el paraguayo Osvaldo Bergonzi, consideran que López debió esperar y no provocar la confrontación. Varios revisionistas argentinos, no obstante, piensan que la espera era imposible, pues el ataque contra Paraguay luego de la caída del gobierno blanco ya estaba acordado.

En 1868, cuando la Guerra de la Triple Alianza llegó a su punto álgido, López se enteró que sus partidarios habían conspirado contra el gobierno. Entonces varios cientos de prominentes ciudadanos paraguayos fueron apresados y ejecutados por orden suya, incluyendo a sus hermanos y cuñados, ministros, jueces, prefectos, militares, obispos y sacerdotes y gran parte de los funcionarios civiles, junto con más de dos centenares de extranjeros, entre ellos varios miembros de las legaciones diplomáticas. Sus hermanas y madre fueron apresadas y su hermano Benigno fue hallado culpable y fusilado. Ocurriría lo mismo cerca del fin de la guerra, en Curuguaty. López descubriría otro intento de conspiración y fusilaría a varios implicados, entre ellos a la célebre Pancha Garmendia.

Se ha dicho mucho sobre este tema, pero muy poca información es la que se cuenta al respecto. Sin duda alguna, existieron las conspiraciones y los tribunales del mariscal López fueron implacables, basándose en las leyes de la época que estaban tomadas del antiguo "Código Alfonsino" y las famosas "Siete Partidas", heredadas de la época colonial. Conforme a esto, los fiscales actuaron estrictamente bajo la ley vigente de esos tiempos.[23]​ También se habla de documentos, editados en Argentina y Brasil, que los aliados capturaron en las trincheras paraguayas donde se consta la muerte de varias personas. Pero se cuestiona la autenticidad de dichos papeles. El venezolano Rufino Blanco Fombona nos relata el testimonio de Paul Groussac, en donde el escritor y bibliotecario francés afirma haber descubierto a Bartolomé Mitre y sus colegas "falsificando y adulterando documentos", haciendo además "traducciones falsas con documentos reales".[24]

Además, se cuenta con el testimonio del general Martin T. McMahon, quien afirmó ante los tribunales de Estados Unidos que: "al salir de Asunción, a varias personas que se indicaba, según las publicaciones de los aliados, como muertas, yo las había visto antes de mi regreso vivas y en buen estado".[25]

Se puede afirmar que existió conspiración y que efectivamente, muchas personas murieron en los juicios. Pero más allá de eso, poco se conoce a ciencia cierta.




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