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Luis Alberto de Herrera



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Luis Alberto de Herrera nació el día 22 de julio de 1873.


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Luis Alberto de Herrera y Quevedo (Montevideo, 22 de julio de 1873 - 8 de abril de 1959) fue un político, periodista e historiador uruguayo, principal caudillo del Partido Nacional durante más de 50 años. Fue una de las principales figuras políticas de Uruguay en el siglo XX.

Hijo de Juan José de Herrera, creció en un hogar culto y severo, regido por la disciplina protestante impuesta por su madre, Manuela Quevedo Lafone. Cursó sus estudios primarios y secundarios en colegios de Montevideo y Buenos Aires. Se graduó como Doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de la República. Se inició en la política en 1892 como militante del club "2 de enero". En 1893, pronunció su primer discurso político en Paysandú. Ese año comenzó a escribir en el diario El Nacional, junto a Luis Ponce de León y Eduardo Acevedo Díaz.

En 1896 viajó a Buenos Aires junto a Carlos Roxlo, Luis Ponce de León y Florencio Sánchez para participar en los preparativos de lo que sería la revolución de 1897. Fue uno de los “Veintidós de Lamas”, un pequeño grupo proveniente de Argentina a las órdenes de Diego Lamas que desembarcó el 5 de marzo de 1897 en Puerto Sauce, Departamento de Colonia, para reunirse con otros e iniciar la revolución. Estuvo en la batalla de Tres Árboles (17 de marzo), la más importante victoria blanca en toda esa campaña de más de seis meses. Herrera narraría los hechos en su libro Por la Patria.

Revolución de 1897 Revolución de 1904

Guerra del Chaco

Al producirse el golpe de Estado de Juan Lindolfo Cuestas el 10 de febrero de 1898 recibió el ofrecimiento de integrar el Consejo de Estado que sustituyó al Parlamento, pero lo rechazó y, quien sí aceptó fue su padre, Juan José de Herrera.

En 1901 viajó a Estados Unidos como encargado de negocios de Uruguay ante ese país y Canadá. En 1903 se recibió de abogado, aunque nunca llegó a ejercer la profesión. Comenzó a estudiar el liberalismo estadounidense, rastreó su influencia en la revolución independentista del Río de la Plata. Regresó a Uruguay en enero de 1904, apenas iniciada la revolución encabezada por Aparicio Saravia.

Realizó toda la campaña junto a los revolucionarios blancos, ya en puestos de director.

Trató sin éxito de evitar la desbandada del ejército revolucionario después que Saravia cayera herido en la batalla de Masoller y fue uno de los redactores del documento de la Paz de Aceguá del 24 de septiembre de 1904.

En noviembre de 1900 fundó el diario La Democracia, junto a Carlos Roxlo, y en 1905 fue elegido diputado por Montevideo. Ese año, siempre en colaboración con Roxlo, presentó el proyecto de limitación de la jornada laboral que se considera el antecedente de la ley de 8 horas de trabajo diario. La prédica de La Democracia determinó que, en 1906 y por orden del presidente José Batlle y Ordóñez, Herrera fuera detenido, violados sus fueros parlamentarios, en un incidente que causó conmoción. Ya en libertad, retó a duelo al presidente y terminó batiéndose, sin consecuencias, con un hijo de la esposa de Batlle, Ruperto Michaelson Pacheco.

También en 1906, viajó a Europa y, en los años siguientes, fue el principal negociador blanco en la dura tarea de reformar el sistema electoral. En 1908 contrajo matrimonio con Margarita Uriarte Olascoaga —viuda de Alberto Heber Jackson— con quien tuvo una hija, María Hortensia, madre, a su vez, de Luis Alberto Lacalle, expresidente de la República.

En 1910 fue elegido secretario de actas del Honorable Directorio del Partido Nacional. En 1913, el Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, visitó Uruguay y pidió una entrevista con Herrera, ya que le interesaba comentar con él su libro La Revolución Francesa y Sudamérica, publicado en 1910. En 1914 viajó a Paraguay para reforzar viejos lazos históricos de su partido con aquel país y fue elegido diputado por Río Negro.

En 1915, apoyó la reforma constitucional en gestación, lo que le significó la ruptura con la mayoría de su partido. A partir de ese momento se convirtió en el líder indiscutido de un sector partidario, que con el tiempo se conocería como "Herrerismo". Redactó el programa del Partido Nacional.

Fueron años de intensa actividad política, en los que sus mejores energías se emplearon en transformar al viejo y levantisco Partido Nacional en una colectividad pacífica, gracias a un sistema electoral que ayudó a perfeccionar. Recorrió el país animando sus mítines con una oratoria llana y proseiforme, que cambiaba de léxico y estilo según fuese el auditorio al que se dirigía. Impuso un estilo mezcla de popular e intelectual e inauguró una visión hedonista de la política que insistía en lo “lindo” de ser blanco (“por el gusto de serlo”) y empleaba un desacartonado sentido del humor que ejercía fuerte impacto en un tiempo de políticos retóricos y ampulosos.

En 1916 fue elegido miembro de la Asamblea Constituyente, en los primeros comicios con voto secreto –una vieja reivindicación blanca– y representación proporcional. Esos comicios fueron la primera victoria blanca en 50 años. Ante esa elección el Partido Nacional se dividió en "lussichistas" (seguidores Arturo Lussich) y "herreristas", lo que sería el preludio de ulteriores rupturas.

En 1920 fue elegido presidente del Directorio del Partido Nacional. En 1921 no hizo nada por evitar la expulsión de Lorenzo Carnelli, legislador volcado a la izquierda, decretada por la Convención partidaria, lo que generó la primera escisión. Carnelli fundó el Partido Blanco Radical, opuesto al liderazgo de Herrera. Ese año hizo repatriar de Brasil los restos de Aparicio Saravia.

En 1922 fue por vez primera candidato a la Presidencia de la República, enfrentando al colorado José Serrato, ante quien perdió por escaso margen. Recorrió el país en el “Tren de la Victoria”, lo que inauguró una tradición que se mantendría por décadas. Ese año se batió a duelo, sin consecuencias, con el expresidente Baltasar Brum. En 1925 fue elegido miembro del Consejo Nacional de Administración (organismo colegiado a cuya instalación se había opuesto) y anunció que no cobraría su sueldo. Le correspondió presidir el organismo hasta 1927.[1]

En 1926 compitió por segunda vez por la Presidencia de la República y perdió por estrechísimo margen ante Juan Campisteguy. El Partido Blanco Radical, fuera del lema, sumó 3.844 votos que le hubieran dado la victoria si se hubieran acumulado. Hubo denuncias de fraude y se suscitó un movimiento tendiente a volver a la guerra civil, que Herrera neutralizó con energía. “Que se lleven todo, menos la paz de la República”, manifestó. En 1927, coincidió en el Consejo Nacional de Administración con José Batlle y Ordóñez, con quien mantuvo célebres duelos dialécticos.

Ese año viajó a Londres en misión diplomática de cortesía. Copió entonces información relativa a las gestiones de Lord John Ponsonby en el Río de la Plata, que determinaron en 1828 la creación de Uruguay como país independiente. Sobre la base de ellos escribió uno de sus principales trabajos históricos: La misión Ponsonby (1930). Perdió contra Gabriel Terra en las elecciones presidenciales -Eduardo Lamas se presentó también como candidato fuera del lema-.

En 1931, se produjo una nueva división del Partido Nacional, que quedó bajo control del Herrerismo, mientras que el Partido Nacional Independiente fue encabezado por Eduardo Rodríguez Larreta y Juan Andrés Ramírez, este último de extracción colorada. El nacionalismo independiente nucleaba a intelectuales, a la izquierda del Herrerismo, con eco en sectores medios y altos de la población. Herrera conservaba su incidencia en los sectores humildes del interior del país. De esa época es su relación con su amigo y abogado personal de toda la vida, el senador e historiador americanista erudito, Dr. Felipe Ferreiro.

Ese año fundó el diario El Debate, que se dividió con El País –órgano de los “independientes”– la prensa partidaria blanca. En 1932 volvió a Paraguay, cuando se libraba la guerra del Chaco entre esa nación y Bolivia, y se ofreció a combatir, por lo que el gobierno paraguayo le otorgó el grado de general.

Al producirse la Gran Depresión, tras la crisis de 1929 en la bolsa neoyorquina, Herrera coincidió con el presidente Gabriel Terra en la necesidad de modificar la Constitución de 1918 y cambiar el Poder Ejecutivo bicéfalo, que consideraban inoperante. Herrera apoyó el golpe de Estado del 31 de marzo de 1933, lo que creó un abismo entre el Nacionalismo Independiente y el Herrerismo y afectó la popularidad del caudillo. Terra dictó un decreto por el cual se declararon disueltos el Parlamento y el Consejo Nacional de Administración y se creó una Junta Gobierno de nueve miembros para asesoramiento del Poder Ejecutivo. También se anunció la creación de una Asamblea Deliberante en sustitución del Poder Legislativo, a la cual la oposición puso el mote de Asamblea Delirante.[2]

En esos días, el diario El Debate publicó una carta enviada desde Río de Janeiro por Herrera al dirigente Aniceto Patrón en la que le aconsejaba:

El día del Golpe fueron detenidos dirigentes opositores colorados, blancos y socialistas: Antonio Rubio, Tomás Berreta, Lorenzo Batlle Pacheco, Emilio Frugoni, Gustavo Gallinal y Victoriano Martínez. Fueron enviados a la Isla de Flores Ricardo Paseyro, Alfeo Brum y Salvador Estradé. Con el correr de los días esa lista se amplió hasta llegar a los 69 desterrados; entre ellos, el también futuro presidente Luis Batlle Berres. Se denunciaron numerosos casos de torturas, malos tratos y constantes presiones contra la prensa opositora. Uno de los más comunes fue cortar la energía eléctrica a los talleres para evitar las ediciones.

La Constitución de 1934 creó el denominado Senado de medio y medio, compuesto en un plano de igualdad por terristas y herreristas. Herrera fue hasta ese entonces constituyente y senador. En las elecciones de 1938 no fue candidato presidencial (la fórmula herrerista fue Juan José de Arteaga – Carmelo Cabrera) y, en cambio, fue reelecto al Senado. Los comicios fueron ganados por el colorado Alfredo Baldomir, cuñado de Terra.

En las elecciones de noviembre de 1942 de nuevo Herrera fue candidato presidencia, derrotado por amplísimo margen. El Partido Nacional perdió en los 19 departamentos, la peor derrota nacionalista.

La nueva Constitución de 1942 eliminó el «Senado de medio y medio» y liquidó el esquema de poder que Herrera había montado con Terra. En 1943 el caudillo enviudó y parecía que su ciclo político estaba perimido. En las elecciones de 1946 fue candidato presidencial por quinta vez (fórmula Herrera – Martín R. Echegoyen), derrotado por amplio margen ante Tomás Berreta, pero mantuvo el liderazgo del Partido Nacional y recuperó posiciones. Del 22% de los votos de 1942 pasó al 31% en 1946, el Partido Nacional ganó seis gobiernos municipales.

En 1950 conservó su caudal contra la fórmula ganadora colorada encabezada por Andrés Martínez Trueba, en lo que fue su última candidatura presidencial. Cuando en 1952, Martínez Trueba propuso una reforma constitucional para implantar el Poder Ejecutivo colegiado, Herrera, con 77 años, tuvo uno de sus más inesperados virajes: apoyó la reforma, con el argumento de que «había que entrar en el gallinero del vecino y comerle unas gallinas».

Aprobada la reforma, compitió en las elecciones de 1954 después de sufrir la escisión del Movimiento Popular Nacionalista que lideraba Daniel Fernández Crespo. Obtuvo una banca en la minoría del Consejo Nacional de Gobierno.

Herrera integró el Consejo Nacional de Gobierno de Uruguay entre 1955 y 1959. El Consejo Nacional de Gobierno fue un Poder ejecutivo colegiado establecido por la Constitución de 1952. Estaba compuesto por nueve consejeros electos en forma directa por cuatro años, sin reelección inmediata. Al partido más votado le correspondían seis consejeros y al que le seguía, tres.

Entre 1955 y 1959 el Consejo estuvo integrado por seis consejeros del Partido Colorado (Luis Batlle Berres, Alberto Fermín Zubiría, Arturo Lezama, Carlos L. Fischer, Justino Zavala Muniz y Zoilo Chelle) y por tres del Partido Nacional (el propio Herrera, Ramón Viña y Daniel Fernández Crespo).

En una acalorada discusión en el seno del Consejo el 27 de diciembre de 1956[3]​ un adversario le recordó a Herrera que su posición política era minoritaria: «Doctor Herrera: o se calla la boca o se retira». Herrera, en una actitud propia de su estilo, le respondió: «Ni me callo, ni me voy».[4]

En las elecciones de 1958 pactó con el líder de la Liga Federal de Acción Ruralista, Benito Nardone, de origen colorado. Dicha alianza le significó fuertes críticas de sectores blancos, que acuñaron el término «loqueseísta» para definirlo.

Pero el Partido Nacional obtuvo una rotunda victoria en esos comicios y regresó al gobierno después de 93 años. Dentro del lema, que albergó esta vez a todos los blancos, Herrera (con 85 años) superó a la Unión Blanca Democrática (UBD) por 11 000 votos. Entonces ya era una figura nacional, que recorría las calles de Montevideo en su viejo Ford V8 modelo 1937, a veces a contramano por la izquierda y recibía a los visitantes en su famosa casa quinta de la calle Larrañaga 3760 (hoy avenida Luis Alberto de Herrera), donde vivía con modestia (había gastado su fortuna en la política). Después de la victoria, en la que no había sido elegido para ningún cargo, Herrera trató de influir en el nuevo gobierno, pero Nardone prescindió de su influencia, lo que llevó a una rápida y radical ruptura: «Una comadreja colorada se ha metido en el rancho de los blancos».

Falleció el 8 de abril de 1959.

En Montevideo hay una avenida que lleva su nombre y, en el cruce con la Av. Gral. Flores, una estatua recordatoria, que lo representa como si caminara hacia su casa, a 500 metros del monumento. Tres décadas después, su nieto Luis Alberto Lacalle reconstruiría el Herrerismo y conquistaría la Presidencia de la República (1989). Más adelante, su bisnieto Luis Alberto Lacalle Pou (e hijo de Lacalle Herrera) es electo presidente en las elecciones de 2019.

El 23 de febrero de 1905 los diputados blancos Luis Alberto de Herrera y Carlos Roxlo presentaron un proyecto de Ley de Trabajo que reducía la jornada laboral a 11 horas con dos de descanso, que en los hechos reducía la jornada laboral a nueve horas de trabajo efectivo. El proyecto no fue siquiera considerado.

El proyecto alcanzaba la jerarquía de auténtico estatuto del trabajador. El capítulo 1 especificaba los gremios y actividades que quedaran comprendidos por la ley: minas y canteras, construcción, ferrocarriles, transportes fluviales, tranvías, puentes y caminos, colocación de hilos telegráficos y teléfonos, usinas y “todas las oficinas y talleres industriales o fábricas donde se haga uso del trabajo manual”.

El capítulo 2 establecía el derecho a indemnización por accidentes de trabajo. El 3 prescribía la formación de un fondo para pagar estas indemnizaciones, que se depositaria en el Banco República y que “cuando un Cuerpo Legislativo lo juzgue oportuno”, constituiría la base de un Banco de Seguros del Estado. El capítulo 4 establecía la limitación de la jornada laboral. Se establecía la obligatoriedad de dejar un día libre por semana. El capítulo 6 reglamentaba el trabajo de niños y mujeres, prohibía el empleo de menores de 12 años y el trabajo nocturno de mujeres menores de 21 y jóvenes menores de 15. El capítulo 7 reglamentaba las normas de higiene que deberían cumplir talleres y fábricas.

Hacia 1904, trascendió que Herrera tenía amoríos con Celia Rodríguez Larreta, esposa del teniente Adolfo Latorre. La relación extramarital había provocado la separación del matrimonio, pero por la intervención del abogado Teófilo Díaz, amigo de la familia Rodríguez Larreta, se logró la reconciliación. Entonces, el 26 de diciembre de 1904, Celia y su marido fueron a festejar su reencuentro con una cena en el Hotel del Prado, y se retiraron a su habitación. A las dos y media de la madrugada, sonaron dos disparos. Latorre dijo que había discutido y, en un momento de furia, había matado a su esposa.

Díaz se sintió responsable, corrió al hotel y vio el cadáver de Celia. Al momento en que la Policía detenía a Latorre, Díaz lo mató de un balazo en el abdomen, lo que conmovió a la sociedad montevideana. Celia fue velada en la casa de sus padres, con capilla ardiente, paredes revestidas de colgaduras negras y flores naturales. En pleno velatorio, se abrió paso Roberto de las Carreras, famoso poeta de la época, custodiado por dos de sus habituales secretarios y, frente al féretro, comenzó una larga declamación. Se trataba de la "Oración Pagana", cuyas hojas fue dejando caer, en actitud teatral, sobre el féretro a modo de homenaje póstumo, para luego retirarse, solemne, siempre acompañado de sus secretarios.[5]

A raíz de la “ley del mal tercio” y otras decisiones del Poder Ejecutivo objetadas por los blancos, el diario La Democracia llevó a cabo una violenta campaña periodística contra el presidente José Batlle y Ordóñez. En marzo de 1906 Batlle impuso una clausura transitoria a los diarios La Democracia y La Razón, en una medida de dudosa legalidad. Luis Alberto de Herrera y Carlos Roxlo continuaron la edición del diario, que repartían en persona por las calles. Entonces, el Presidente dio la orden de intervenir la imprenta, pero los responsables se buscaron otra.

Batlle ordenó detener a Herrera, llevado preso a la Jefatura de Policía. La decisión era inconstitucional, ya que Herrera era diputado desde enero de 1905 y, por lo tanto, estaba protegido por fueros. Los intentos que se realizaron ante el Jefe de Policía, Juan Bernassa y Jerez, para que liberara al legislador fueron infructuosos. Por fin, Batlle comunicó a la Asamblea General su orden de liberar a Herrera.

Herrera había acusado a Batlle de tener miedo con motivo de las honras fúnebres a los mártires nacionales.[6]​ En respuesta, el diario El Día, dirigido por el presidente Batlle, publicó el artículo "¿Quién dijo miedo?", al parecer escrito por el propio Batlle. Hacía referencia al asesinato de Celia Rodríguez Larreta:

Herrera retó a duelo a Batlle, quien se excusó con el argumento de que, dado su carácter de presidente de la República, no podía batirse. Herrera se batió el 22 de abril de 1906 con Ruperto Michaelson Pacheco, hijo de la esposa de Batlle, sin consecuencias. La relación entre ambos caudillos nunca se recompuso.

Por la vía del nacionalismo, Herrera llegó al antiimperialismo. No redujo su aporte a la mera formulación de un rechazo teórico al imperialismo, sino que asumió, con todos los riesgos que conllevaba, una militancia así como de investigación profunda del proceso, hallando las raíces económicas del mismo. Dicha militancia fue puesta de relieve en su acción diplomática, en su producción histográfica, en sus intervenciones parlamentarias y en su acción política. Su particular vocación hacia este tema le provocó roces con otros políticos.[7]

En su obra "La Revolución Francesa y Sudamérica" (1910), Herrera contradijo la tesis de que la Revolución Francesa fuera inspiradora de la revolución latinoamericana. De acuerdo con Herrera, si Francia influyó, lo hizo más bien por el lado jacobino, como el Plan de operaciones de Mariano Moreno o el profundo autoritarismo de Simón Bolívar.

Herrera reivindicó, como lo había hecho un siglo antes Francisco de Miranda, la experiencia norteamericana. A diferencia de otros antiimperialistas, Herrera destaca la robustez de las instituciones republicanas estadounidenses, pero rechaza la invasión de "republiquetas bananeras del patio trasero". Admiró a Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, James Madison, George Washington y Alexander Hamilton.[8][9]

Herrera defendió al sector agropecuario. Se podría considerar a Herrera como una personalidad adherida al ruralismo o agrarismo político-económico tradicional. Fue un crítico acérrimo de todo intento de industrialización debido a su «artificialidad» (según propias palabras). No por eso se debe de identificar al ideario herrerista con la protección del gran latifundio. Fue consejero titular del primer Consejo Directivo de la Federación Rural, que defendía a los productores rurales, ya que estaba integrada por Entidades Rurales federadas representantes de todos los pagos del Uruguay.

El Herrerismo defendió el rol primordial del mercado y de la iniciativa privada y mostró una desconfianza visceral hacia los impuestos, se definía anti-tarifista en política económica internacional y nacional. Más de una vez Herrera convocó a la “huelga de los bolsillos cerrados”.

La filosofía antiestatista puede ser vista como oposición al “Uruguay de planificación batllista”, donde existió una industria con fuertes subsidiados, con tipos de cambio preferenciales, hipertrofia y centralismo en los servicios en la capital del país.

Herrera fue influido por Alexis de Tocqueville y su obra “La Democracia en América”, de donde Herrera extrajo la contraposición que existía entre el modelo autonómico y federal de Estados Unidos y el centralismo francés.

La propuesta Herrerista era de un país con autonomías locales, autosuficientes, capaces de generar oportunidades de empleo como para retener a las nuevas generaciones, en cuestión, un Uruguay donde hubiera una distribución demográfica más pareja y no tan macrocefalica y concentrada en la capital.




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