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Francisco Sosa Escalante



¿Qué día cumple años Francisco Sosa Escalante?

Francisco Sosa Escalante cumple los años el 2 de abril.


¿Qué día nació Francisco Sosa Escalante?

Francisco Sosa Escalante nació el día 2 de abril de 1848.


¿Cuántos años tiene Francisco Sosa Escalante?

La edad actual es 176 años. Francisco Sosa Escalante cumplió 176 años el 2 de abril de este año.


¿De qué signo es Francisco Sosa Escalante?

Francisco Sosa Escalante es del signo de Aries.


Francisco de Paula Sosa Escalante (2 de abril de 1848 - 9 de febrero de 1925) fue un escritor, poeta, historiador, biógrafo y periodista mexicano. Nació en la ciudad de Campeche cuando esta formaba parte de Yucatán. Hijo de José Domingo Sosa y Manuela Escalante. En su niñez fue compañero de aventuras de Justo Sierra Méndez; desde muy joven vivió en la ciudad de Mérida, donde estudió latín, filosofía, y jurisprudencia.[1][2][3]​ En esa época se vinculó también con Ignacio Ramírez, "El Nigromante" y con el poeta Juan A. Mateos, quienes se encontraban en Yucatán obligados por una orden de Maximiliano de Habsburgo. A los 14 años publicó su primera composición poética y a los 18 editó su primer libro: Manual de Biografía Yucateca.[1][4]

Falleció en la pobreza el año de 1925, en Coyoacán, barrio de la Ciudad de México, cuya calle principal lleva su nombre.

En 1864 fundó la Revista de Mérida, donde publicó sus primeros trabajos como periodista, sus artículos se centraron en críticas al gobierno local, por tal motivo fue perseguido y encarcelado en la prisión de San Juan de Ulúa. Después de 1869 fue liberado y se mudó al barrio de Coyoacán en la Ciudad de México, colaborando en la revista El Renacimiento con Ignacio Manuel Altamirano, así mismo colaboró con periódicos del estado de Veracruz, de Argentina y del Perú.[3]

Se pronunció como militante del Partido Liberal y en 1873 fundó en compañía de Vicente Riva Palacio el periódico El Radical. Tres años más tarde, por medio de publicaciones en el periódico La Libertad y en franca oposición a la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, apoyo la candidatura a la presidencia de José María Iglesias.[5]

Se unió a la revolución de Tuxtepec, liderada por el general Porfirio Díaz. Durante el mandato de éste, colaboró en el Ministerio de Fomento. En 1909 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. Paralelamente fue diputado federal y senador por el estado de Guerrero.[3]

Fue miembro de la Real Academia de la Historia, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la Unión Iberoamericana, de la Academia Mexicana de la Historia donde ocupó el sillón 1 de 1919 a 1925,[6]​ y de la Academia Mexicana de la Lengua,[7]​ a la cual ingresó el 31 de marzo de 1892 como miembro numerario ocupando la silla V, para posteriormente ejercer el puesto de bibliotecario de 1909 a 1914.[8]​ Escribió diversas biografías de arzobispos de México. Se considera un defensor de los conquistadores españoles, resaltando los beneficios de la Conquista de México. Al igual que Carlos Pereyra, combatió el antihispanismo y la Leyenda Negra Española y se unió a las críticas contra el expansionismo estadounidense.[3]

El poema dedicado a la ciudad de México, escrito en 1869 en Mérida, Yucatán, para el la revista literaria El Renacimiento es representativo de su poesía.[9]​ En la transcripción se dejó la ortografía original

A mí amigo don Manuel Peredo:

Muy lejos de este suelo, cual perla primorosa
Guardada entre una concha de límpido cristal,
Rodeada de esmeraldas, ostentasen la hermosa
Sultana de la América, señora de Anáhuac.

Parecen sus montañas de nieve coronadas,
De nácar grandes moles luciendo sobre el mar,
Y elévanse las otras cual mágicas oleadas
Que intentan de los astros los tronos escalar.

Es México, la virgen risueña americana
Que tiene por espejos mil lagos de cristal,
Y tiene nubes bellas de palo y de grana
Que van sobre sus sienes doseles a formar.

Es ella quien por lecho disfruta mil jardines
De flores aromosas, de célico primor,
Y duérmese al arrullo de lindos colorines,
Y es ella quien al beso despierta del Señor.

Es México, la hermosa, la estrella mas brillante
Que ostentase en el cielo del mundo de Colon,
Mas grata y deliciosa que la onda susurrante,
Gentil como las hadas y tierna cual la flor.

Es ella quien cautiva, quien roba corazones,
Quien tiene para todos delicias y placer;
Es ella la que finge doradas ilusiones,
Deleites no soñados, amores del Eden.

Dejad que me extasíe pensando en ese cielo
Que dile sus encantos al triste trovador;
Dejad que yo recuerde mis horas de consuelo,
Dejad que yo suspire la dicha que voló!

Ciudad de los palacios, la cuna encantadora
De cisnes armoniosos que cantan el amor,
Si un ángel me prestara su cítara sonora,
Qué dulce fuera entonces el canto que te doy!

Tú fuiste del proscrito el suelo hospitalario
Que goces y ventura tan solo le brindó;
En ti viví olvidado de su existir precario,
Y allá, bajo tu cielo, sus penas olvidó.

Tú fuiste el árbol bello, en cuya verde rama
El ave ya cansada, tranquila reposó,
Y tuvo con tu sombra la sola dicha que ama,
Cantar sus ilusiones, sus penas y su amor.

Tú fuiste cual la fuente que encuentra el peregrino
Que sufre los tormentos horribles de la sed;
Tú fuiste cual la palma que mira en el camino
El pobre caminante cercano a perecer.

Yo triste caminaba llorando mis dolores,
Al suelo doblegando cansada la cerviz;
Mas quiso mi destino que viese yo tus flores,
Tus bosques y tus lagos, y rime el porvenir.

Por eso te amo tanto, por eso mis cantares
Celebran tu grandeza, tu pompa sin igual;
Por eso mis suspiros cruzando van los mares
Y llegan a tu seno ay! tristes a posar.

Si un día de mi suelo aléjame el destino,
Oh México preciosa! yo al punto correr
En busca de tu cielo, tu cielo peregrino
Do mi alma disfrutaría delicias y placer.

Pues tú eres cual ondina, cual imagina sirena
Que arroba con su hechizo divino, angelical;
Pues tu eres la coqueta que todos enajena,
A todos das tus besos y tus caricias das.

Aquel que entre tus brazos miró correr las horas,
Por más que no le quieras pensando va en tu amor;
Por más que sean tus besos caricias seductoras
Que luego nos infiltran la duda y el dolor.

Dejad que me extasíe, pensando en ese ciclo
Que dime sus encantos, sus auras de placer;
Dejad que yo recuerde mis horas de consuelo,

Además de ser un biógrafo connotado, Sosa Escalante propuso, en 1887, al gobierno de Don Porfirio Díaz, que se colocaran estatuas de personajes relacionados con el movimiento de la Reforma en el Paseo que lleva el nombre de tal época de la historia de México, sugiriendo dos por cada estado de la república.

El proyecto del monumento a Colón, tal vez el primero para el Paseo de la Reforma, se produjo desde los tiempos de Maximiliano I; por iniciativa de Don Antonio Escandón se retomó la idea en 1876 y Sebastián Lerdo de Tejada designó al escultor francés Henri Joseph Cardier para llevar al cabo la estatua de Colón.[11]




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