Publio Licinio Egnacio Galieno (en latín, Publius Licinius Egnatius Gallienus; c. 218-268) fue un emperador del Imperio romano que gobernó como coemperador con su padre Valeriano desde 253 hasta 260 y como único emperador romano desde 260 hasta 268. Tomó las riendas del Imperio en una época de profunda crisis, que supo lidiar con relativo éxito en lo referente a lo militar, si bien los avances no duraban demasiado.
Una de las características de la Crisis del siglo III fue la incapacidad de los emperadores para mantener el poder por mucho tiempo. La excepción la marcó Galieno, quizá debido a que empezó como coemperador con su padre. Ambos impusieron su autoridad sobre un territorio menos extenso, lo que permitía un control más exhaustivo y la omnipresencia del sistema imperial. Otra causa probable del éxito de Galieno pudo ser su capacidad de convencer a Roma de que él impondría el orden.
Se desconoce la fecha exacta del nacimiento de Galieno. El cronista bizantino Juan Malalas y el Epitome de Caesaribus dicen que tenía unos 50 años en el momento de su muerte, por lo que debió nacer alrededor del 218. Era hijo del emperador Valeriano y de Mariniana. Las inscripciones de las monedas le conectan con los Falerii de Etruria, que puede haber sido su lugar de nacimiento, y con los Egnatii de la familia de su madre. Galieno se casó con Cornelia Salonina unos diez años antes de su ascenso al poder. Fueron padres de tres varones: Valeriano II, muerto en 258; Salonino, nombrado coemperador y asesinado en 260 por los soldados del general Póstumo; y Mariniano, muerto en 268, poco después de que su padre fuera asesinado.
Cuando Valeriano fue proclamado emperador, el 22 de octubre de 253, pidió al Senado que ratificara la elevación de Galieno a los rangos de César y Augusto. También fue designado cónsul ordinarius para 254. Como ya hiciera Marco Aurelio y su hermano adoptivo Lucio Vero en el siglo anterior, Galieno y su padre dividieron el Imperio. Valeriano marchó a Oriente para firmar un tratado con el Imperio Persa, mientras Galieno permanecía en Italia para rechazar a las tribus germánicas en el Rin y el Danubio. La división del Imperio se hizo necesaria, dado el tamaño alcanzado y las numerosas amenazas a las que se enfrentaba.
En 260 Sapor I, rey de Persia, hizo prisionero a Valeriano cuando este intentaba negociar un tratado de paz. Aunque sabía que su padre había sido capturado vivo (fue el único emperador al que esto le ocurrió) y se comentaba que Sapor le había mandado degollar y hacerse un escabel con su piel, Galieno no hizo pública la muerte de Valeriano hasta un año más tarde para evitar las convulsiones sociales que podrían surgir, ya que los romanos creían que su destino estaba ligado al del emperador. Un emperador depuesto podía sugerir que los dioses habían dejado de lado a Valeriano y, por lo tanto, a Galieno.
Uno de los principales métodos que tuvo Galieno para reforzar su poder fue la gran cantidad de monedas acuñadas durante su reinado. La acuñación de monedas era una forma de propaganda efectiva.
Una de las anécdotas más recordadas del reinado de Galieno, fue su relación con el filósofo neoplatónico Plotino. Plotino se rodeaba de la más selecta aristocracia romana y en su círculo eran visitantes recurrentes tanto Galieno como su esposa. Parece ser que Plotino sugirió a Galieno la posibilidad de crear una comunidad filosófica que se rigiera por las leyes de la "República" de Platón, pero esta utópica iniciativa no cristalizó, pese a la buena disposición del Emperador, debido a los difíciles tiempos que corrían.
En lo político, Galieno no fue capaz de mantener un control absoluto en todos los territorios imperiales. Durante su reinado hubo constantes luchas en la parte occidental del Imperio. En 260 Galieno perdió el control de una gran parte de Galia, donde otro general, Póstumo, había declarado su propio imperio, conocido como el Imperio Galo. En la lucha contra este usurpador entró en juego otro general, Claudio II Gótico, que, tal como se iba haciendo tradicionalmente, ganó la lealtad de su ejército y sucedió a Galieno en el Imperio.
Galieno conseguiría alguno de los mayores logros de su gobierno meses antes de morir, en septiembre de 268. Una invasión de godos en la provincia de Panonia se aventuraba desastrosa e incluso amenazante para la capital, mientras que al mismo tiempo los alamanes arrasaban el norte de Italia. Galieno detuvo el avance godo derrotándoles en la batalla de abril de 268[cita requerida]. Luego se dirigió el norte y obtuvo varias victorias contra los alamanes. Cuando éstos fueron vencidos se volvió de nuevo contra los godos y en septiembre de ese año, o bien él en persona o bien el general en jefe Claudio, llevaron al ejército romano a la victoria de la batalla de Naissus, aunque el comandante de caballería Aureliano fuera el verdadero vencedor.
En vísperas de estos acontecimientos, Galieno debió afrontar la rebelión de Aureolo, un general con tropas acantonadas en Iliria. Aureolo invadió Italia y tomó Milán. Galieno marchó a combatirle y puso sitio a la ciudad, pero en medio de estas acciones militares, pereció asesinado. Muchos rumores involucraron a Claudio y a Aureliano en el complot, a pesar de que Claudio ordenase proteger a los familiares y partidarios de Galieno, y promoviese su deificación.
Durante el reinado de Galieno cesó la persecución de los cristianos, aunque la prohibición de esta religión seguía vigente. Esta actitud del gobierno imperial duraría hasta 303, cuando Diocleciano volvió a ordenar una gran represión.
La valoración histórica de Galieno es dificultosa. Por una parte, mostró gran energía en combatir a los pueblos invasores y en reprimir numerosos intentos por derrocarlo, bien sea enviando asesinos contra los pretendientes, o bien derrotándolos en batalla. Por la otra, fue incapaz de unificar al Imperio romano, de facto dividido en tres al terminar su reinado, el Imperio Galo al oeste, el Imperio romano mismo, y los dominios de Zenobia en el Imperio de Palmira, al este. Era hombre ilustrado él mismo, pero no pudo, o no tuvo interés, en promover la cultura. Intentó varias reformas, pero éstas no trajeron paz al Imperio.
Nadie pone en duda que el reinado de Galieno fue una época muy sombría para el Imperio romano, pero es difícil determinar si esto se debió a que las circunstancias sobrepasaron con mucho al Emperador, o si este simplemente no tenía la competencia suficiente para regir al Imperio en aquellas circunstancias.
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