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Plotino



Plotino (en griego: Πλωτίνος; en latín: Plotinus; 205-270) fue un filósofo griego helenístico, autor de las Enéadas (Ἐννεάδες; en latín: Enneades), y fundador del neoplatonismo, corriente que integró también Numenio de Apamea, Porfirio, Jámblico y Proclo.[1][2]​ Nació en Egipto y se educó en Alejandría, siendo alumno de Amonio Saccas (quien había intentado armonizar Aristóteles y Platón). Finalmente se estableció en Roma.

La obra de Plotino es en esencia un original comentario de las obras de Platón, de una forma mucho más estructurada de como lo hizo Filón de Alejandría. Atraído por el idealismo platónico, desarrolló su filosofía incorporando elementos cristianos con ideas filosóficas griegas y orientales.

Su obra principal fueron las Enéadas, una compilación de los tratados que empezó a escribir a partir del año 253 hasta pocos meses antes de su muerte, 17 años más tarde. La tarea de recopilar los tratados y organizarlos como libro fue hecha por Porfirio, que los agrupó en seis grupos de nueve (en total, 54 tratados). Las Enéadas recogen las lecciones que Plotino impartía en su escuela en Roma.

Plotino elaboró una estructura teológica que veía el universo como el resultado de una serie de emanaciones de una realidad última, eterna e inmaterial que llamó Uno. De ella surge otro principio divino, el Nous, fuente de las formas platónicas de la cual emana el Alma. Plotino creía como Platón que el cuerpo es la "prisión" del alma y su propósito es retornar al Uno por medio de una vida de sabiduría y virtuosa.[1][2][3]

Posteriormente, otros filósofos, especialmente de creencias cristianas, como Agustín de Hipona y Boecio, mostraron una fuerte influencia de Plotino y del neoplatonismo. Sus escritos metafísicos han inspirado a místicos paganos, judíos, cristianos, gnósticos e islámicos.

Aunque Eunapio sostenga que nació en Licón y Suidas asegure que en Licópolis, no se conoce con certeza su lugar de nacimiento.[4]​ Natural de la provincia romana Egipto, nació hacia 203 o 204 d.C. En 232 entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (el pagano),[5]Longino y Erenio. Se embarcó en 242 en la expedición bélica del emperador Gordiano III a Persia con el propósito de conocer la filosofía persa. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela (246) donde gozó muy pronto del favor de los más conspicuos personajes de la corte, incluyendo al emperador Galieno y su esposa Cornelia Salonina.

Solía recoger en su casa a niños huérfanos y les hacía las veces de tutor y, aunque personalmente llevaba una vida muy ascética, era de carácter dulce y afectuoso.[4]​ Era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra".[6]​ Se le atribuyeron dotes místicas de visionario. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él, Plotino llegó a «aunarse y allegarse con el Dios omnitranscendente» hasta cuatro veces.[7]

Desde el 254 comienza a poner sus obras por escrito. Sus tratados son en total 54 y están ordenados en seis libros de nueve capítulos, resultado de lo cual reciben el nombre de Enéadas. Se considera como uno de los Tratados más sólidos de la Antigüedad, junto a los de Platón y los de Aristóteles. Murió aquejado de una dolorosa enfermedad (lepra) en el 270 d.C. a los 66 años, en Campania.

Definido como Neoplatónico místico, Plotino realiza una nueva fundamentación de la metafísica clásica, tomando caminos más ligados a la mística de raigambre pitagórica y platónica que al camino seguido por Aristóteles.

Habría que partir de la idea de que la filosofía de Plotino es una suerte de Cosmogonía unida a una Física. La forma teórica que asume su discurso es la metafísica. En ese sentido es heredero de Aristóteles, pero sobre todo de Platón.

La propuesta central de Plotino consiste en afirmar que existe una realidad que funda cualquier otra existencia: lo Uno. De un acto de procesión, algunos optan por emanación, surge el nous y el alma. En realidad, el principio básico es solamente lo Uno, mientras que las otras dos hipóstasis y el resto de realidades son derivadas.

Hablar de hipóstasis es una atribución que hace Porfirio, discípulo de Plotino, al pensamiento de su maestro, ya que el término hipóstasis no se encuentra en el texto de las Enéadas.[8]

Lo Uno de la teoría de Plotino es indescriptible, ya que es la unidad, lo más grande, hasta tal punto que a veces le denomina el propio autor como Dios, único, infinito. Plotino antes de querer corregir, prefiere guardar silencio que decir algo. Una actitud claramente mística. Como principio y última realidad, esta absoluta trascendencia hace que no existan términos para referirla. Se trata entonces de la Unidad que funda la existencia de todas las cosas. Es ese el centro de toda su doctrina. El Uno está más allá del Ser y, por lo tanto, no hay ninguna definición que describa positivamente al Uno y opta por la vía negativa. Elude su comprensión porque la considera imposible según la modalidad humana de conocer.

La siguiente realidad o hipóstasis es el nous. No hay una traducción adecuada pero algunos autores lo identifican con espíritu, mientras que otros prefieren hablar de Inteligencia, mas esta vez no con un sentido místico sino intelectual. En la explicación del "nous" Plotino parte de la semejanza entre el Sol y la Luz. El Uno sería como el Sol y la Luz como el nous. La función del nous como luz es la de que el Uno pueda verse a sí mismo, pero como es imagen del Uno, es la puerta por la que nosotros podemos ver al Uno. Plotino afirma que el nous es observable simplemente aplicando nuestras mentes en dirección opuesta a nuestros sentidos.

Este concepto está tomado de la noción de dialéctica de La República donde un proceso similar se dice que conduce a la visión de la forma del Bien, no del Bien mismo.

El "nous" se puede, y muy probablemente se debe, entender como "la inteligencia pura". El "nous" procede de "lo Uno" no a voluntad porque "lo Uno" es "más que perfecto" que no puede tener voluntad, está mucho más allá; y todo lo que procede de "lo Uno" es un especie de "desparramarse", en el acto de hacerse a sí mismo que es "lo Uno"; por tanto la analogía del sol y la luz deben entenderse como una mera imagen para dar una idea de como "emana la luz" del sol; resulta más ilustrativo pensar "el despliegue de un círculo a partir de su centro".

La tercera realidad o hipóstasis es el alma la cual es de naturaleza doble. En un extremo está ligada al nous y tira de él. En el otro extremo se asocia con el mundo de los sentidos, del cual es creadora (o, mejor, plasmadora). Por tanto Plotino considera a la Naturaleza como el resultado de una procesión que va "hacia abajo" desde el alma.

Sobre la inmortalidad, Plotino adopta el criterio expuesto en el Fedón. El alma del hombre es una esencia, y como tal es inmortal, pero afirma que tiende a fundirse con el nous y por consiguiente pierde su personalidad.[9]

La jerarquización en hipóstasis de Plotino convierte el cosmos en una estructura ordenada. De hecho, piensa el cosmos como una realidad viva, eterna, orgánica, perfecta, y bella. Como entidad viva, necesariamente debe tener movimiento. Este movimiento consta de dos fases, y es interpretable tanto en sentido cosmológico como religioso:

Ninguno de los dos movimientos es completo por sí mismo, ya que hay un movimiento doble acompañado de descenso y de ascensión.

El conocimiento sólo puede ser auténtico si está ligado a la contemplación mística de la unidad. Sin embargo, esto plantea un problema, ya que el uno resulta incomprensible en estar más allá del ser humano. Para Plotino, la única manera de superar esta aparente contradicción es no perder el conocimiento de uno, ya que el auténtico conocimiento es precisamente el de la incognoscible. El conocimiento que no se deduce de uno no tiene punto de partida. Así, el conocimiento sólo se puede entender como un proceso duro de ascensión del ser humano.

Los cuatro grados de conocimiento que describe Plotino se corresponden con los grados de virtud:

El tema de la felicidad es una de las mayores huellas de Plotino en el pensamiento occidental, ya que es uno de los primeros en introducir la idea de que la eudaimonia (felicidad) es alcanzable solo dentro de la conciencia. Plotino ofrece una descripción completa de su concepción de una persona que ha alcanzado la eudaimonia. "La vida perfecta" involucra a un hombre que manda la razón y la contemplación. Una persona feliz no se moverá entre feliz y triste, como creían muchos de los contemporáneos de Plotino.[10]

La belleza de Plotino puede verse en paralelo con su virtud. Él trata de encajar la experiencia de la belleza en el drama del ascenso al primer principio de todos. En este sentido, la estética de Plotino es inseparable de su metafísica, psicología y ética.

Como en el caso de la virtud, Plotino reconoce una jerarquía de belleza. Pero lo que todos los tipos de belleza tienen en común es que consisten en formas o imágenes de las Formas eternamente presentes en el Intelecto. El tipo más bajo de belleza es la belleza física. Aun así, la capacidad de experimentar su paradigma. Siguiendo a Platón en su Banquete, Plotino traza una jerarquía que culmina en las Formas mismas. Y su fuente, el Bien, es también la fuente de su belleza.[11]

El emperador Juliano el Apóstata fue profundamente influenciado por el neoplatonismo,[12]​ igual que Hipatia de Alejandría.[13]​ El neoplatonismo también influyó en muchos cristianos, incluido a pseudo-Dionisio Areopagita.[14]​ Según los fragmentos conservados por Eusebio, la semejanza e identidad de doctrina entre Plotino y Numenio se extiende a puntos capitales de la Filosofía.[2]

La filosofía de Plotino tuvo una influencia en el desarrollo de la teología cristiana. En San Agustín de Hipona, el neoplatonismo, y Plotino en particular, fue una fuente filosófica relevante, por la que adquirió herramientas filosóficas.[15]

En Historia de la filosofía occidental, el filósofo Bertrand Russell escribió que:

Para el cristiano, el Otro Mundo era el Reino de los cielos, para ser disfrutado después de la muerte; para el platónico, era el mundo eterno de las ideas, el mundo real en oposición al de la apariencia ilusoria. Los teólogos cristianos combinaron estos puntos de vista y encarnaron gran parte de la filosofía de Plotino. [...] Plotino, en consecuencia, es históricamente importante como una influencia para moldear el cristianismo de la Edad Media y de la teología.[16]

El neoplatonismo y las ideas de Plotino también influyeron en el islam medieval, ya que los abasíes sunitas fusionaron los conceptos griegos en textos estatales patrocinados y encontraron una gran influencia entre los chiitas ismailistas. En el siglo XI, el califato fatimí de Egipto adoptó el neoplatonismo y lo enseñaron sus da'i.[17]

Al igual que con el islam y el cristianismo, el neoplatonismo en general y Plotino en particular influyeron en el pensamiento de Solomon ibn Gabirol (Avicebron) y Moses ben Maimon (Maimonides ). Al igual que con el islam y el cristianismo, la teología apofática y la naturaleza privativa del mal son dos temas prominentes que tales pensadores aprendieron de Plotino o sus sucesores.



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