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Galos



Indoeuropeo
 Céltico

La expresión pueblos galos designa a los pueblos protohistóricos de celtas que residían en la Galia, (Gallia en latín), es decir, aproximadamente en los territorios de las actuales Francia, Bélgica, Suiza y en partes del norte de Italia, probablemente a partir de la primera Edad de Bronce (segundo milenio a. C.).

Los galos estaban divididos en muchos pueblos o tribus que se comprendían entre ellos, que pensaban que descendían todos de una misma cepa y que conocían su genealogía. A estos vínculos de afiliación, reales o míticos, que les creaban obligaciones de solidaridad, se añadían además alianzas que suscribían algunos para ser considerados en la clientela de otros para formar federaciones como las de los arvernos y heduos. Cada uno de estos pueblos se dividió en "civitas" identificadas por un jefe del lugar y un territorio llamado en latín «pagus», que a su vez se subdividía en «vicus», más o menos equivalente a los cantones actuales.

Las civilizaciones galas se asocian en arqueología a la civilización celta de La Tène (nombre de un yacimiento descubierto en el borde del lago de Neuchâtel, Suiza). La civilización de La Tène floreció en el continente en la segunda Edad de Hierro, y desapareció en Irlanda durante la Alta Edad Media.

El nombre latino de Galli —plural de Gallus—, habitantes de la Gallia, se asoció en el Renacimiento con su homófono galus ‘gallo’, convertido así en el animal emblemático de Francia.

Los antiguos griegos llamaban a los galos Keltoi (Κελτοι) (lat. Celtae, según Julio César) o también Galátai (Γαλάται), plural de Galátēs (Γαλάτης).

Los pueblos germánicos llamaban a los celtas *Walhaz,[1]​ con el significado posterior de ‘romano, latinohablante’, convertido en alemán moderno Welsch, un término a menudo peyorativo con el que los alemanes designan hoy a los pueblos de lengua romance.

Los galos son los primeros celtas que poblaron la Europa central, después de que hubieran comenzado a emigrar hacia 1500 a. C. al norte-oeste. Esto explica el porqué de que en otras zonas de Europa se utilicen palabras directamente relacionadas con los celtas o pueblos galos, por poner un ejemplo la Galizia ucraniana, y tiene alguna relación con los vikingos que supuestamente fundaron la ciudad de Kiev navegando por ríos, de igual forma que la mayor parte de los asentamientos celtas, keltas, keltiae, son con acceso por navegación: Porto Gal, Wales (Gales), Galway etc. Existe relación celta con los vikingos, teniendo en cuenta que en la protohistoria todos estos pueblos indoeuropeos estaban emparentados, teniendo como posible origen, los celtas, la Galacia turca hacia el norte por Ucrania y Grecia, llegando desde Ucrania a Polonia y los países bálticos a Escandinavia, y desde Grecia hasta Irlanda y Portugal. [cita requerida]

Basta recordar la familia de lenguas uraloaltaicas: finohungúricos también llamadas lenguas ugrofinesas (finlandés y húngaro), estonio, carelio, turco y mansi para suponer que los indicios no son desdeñables, para constituir una parte importante de la población de diferentes regiones de la Galia. [cita requerida] Los celtas, que habitualmente no utilizaban la escritura, aparecen, por tanto, en el período conocido como protohistoria, en la Edad del Bronce y la Edad de Hierro.

Los inicios de la época gala son difíciles de fechar y varían entre regiones. Como demostró Henri Hubert, el proceso habría durado varios siglos durante los cuales varios pueblos habrían coexistido. No habrían llegado de repente por una especie de guerra de invasión general, ni en masa por la migración de una multitud de individuos aislados, sino por la llegada de grupos organizados en tribus poco numerosas, que se establecieron en medio de otros pueblos que les acogieron con hospitalidad, derechos definidos por tratados y un territorio.

Es comúnmente admitido que la civilización céltica floreció en la Galia en el periodo de La Tène, es decir, en la segunda Edad de Hierro, a partir del siglo V a.C. La ciudad de Marsella, colonia de la ciudad griega de Focea fue fundada en torno a 600 a. C. en el territorio de los segobriges.

Algunos arqueólogos, sin embargo, remontan la civilización gala al siglo VIII a. C. o al siglo VII a. C. (época de la Civilización celta de Hallstatt): las fuentes arqueológicas de esa época, como la tumba de la princesa en Vix (Cote d'Or), datada a principios del siglo V a. C.), dan fe de la existencia de príncipes que ya hacían uso de la espada larga.

En las fuentes griegas, en particular de la época macedonia, hay numerosas menciones de los celtas -entonces llamados «gálatas»-, que formaban parte de contingentes mercenarios y se refieren principalmente a su coraje y a su valor guerrero. Se corresponderían con el período de mayor expansión celta (siglo IV a. C. - siglo III a. C.).

En las fuentes latinas, algo posteriores, los galos de los siglos II y I a.C. son claramente distinguidos de cimbrios, teutones (tribus germánico-celtas), bretones y helvecios (tribus celtas de Gran Bretaña y Suiza).

Independiente sin estar por ello unificada, la Galia se incorporó militarmente a la República romana en dos etapas: la Galia meridional, más allá de los Alpes (Gallia bracata, expresión latina que se refería a Galia "con pantalones") fue conquistada desde finales del siglo II a. C. y romanizada, al parecer, en menos de un siglo. Se convirtió, cronológicamente, en la octava provincia romana[2]​ (es decir, territorio bajo dominio romano situado fuera de la Italia[3]peninsular, la cual no era una provincia sino el territorio metropolitano de la misma Roma)[4]​ en ser instituida, tras las de Sicilia (241 a.C.), Sardinia et Corsica (229 a.C.), Hispania Ulterior e Hispania Citerior (ambas en 197 a.C.), Macedonia (148 a.C.), África (146 a.C.) y Asia (129 a.C.): la Gallia Narbonensis ( instituida en el 123 a.C.),[5]​ y contó con la primera ciudad de derecho romano fuera de Italia (Narbona).

La Galia septentrional (llamada Gallia comata, es decir, la «Galia chevelue» o «Galia Cabelluda» por Julio César) fue sometida entre el 58 y el 51 a. C. por las legiones de este último. Esta «Guerra de las Galias» culminó con la derrota de una coalición gala dirigida por el arverno Vercingétorix, en la Batalla de Alesia, 52 a. C. La historiografía romana, sin embargo, no establece el final de la pacificación hasta el 51 a. C., a raíz de una victoria final sobre los restos de la coalición se reunieron bajo las órdenes del jefe Lucterio. La presencia de muchos lugares llamados «camps de César» (campamentos de César) en Francia no debe engañar: la mayoría de ellos son asentamientos posteriores, que datan a veces de la época medieval. Sin embargo, es probable que la pacificación fuera más larga que lo que se creyó durante mucho tiempo y durara al menos hasta el imperium de Augusto.

Los términos galos y Galia, así como la mayor parte de los nombres de los pueblos y tribus de la Galia protohistórica, se mantuvieron en uso para describir a los pueblos y territorios de ultramar. Posteriormente, estas circunscripciones y sus nombres se asociaron a las diócesis para llegar hasta nuestros días, como por ejemplo en Périgueux, ciudad de los petrocorios, o en Vannes, ciudad de los vénetos.

En arqueología e historia, desde hace mucho tiempo se ha designado a los galos romanizados con el término «galorromanos», aunque este término nunca se ha utilizado en las fuentes.

El legado que los galos transmitieron al resto del mundo antiguo, concierne principalmente a los ámbitos de la artesanía —ebanistería, forja, (el barril, en particular, es un invento galo), artes culinarias, artes militares (la cota de mallas celta, sin duda, fue el modelo utilizado por los romanos y su uso se extendió a Europa a principios de la Edad Media)— y sobrevivió a través de la cultura romana durante la Alta Edad Media.

Con el objetivo de fomentar el espíritu nacional, la ideología de la escuela de Jules Michelet, especialmente al principio del siglo XX, en un contexto de oposición a Alemania, ha extendido una visión etnocéntrica del pueblo francés, prefiriendo unos galos indígenas en comparación con los elementos romanos, germánicos y posteriores romances. De hecho, el siglo XIX Napoleón III, autor de una biografía de Julio César, contribuyó mucho a dar a los galos un papel moderno, por su participación en las excavaciones que pretendían exhumar los lugares de la guerra de las Galias.

Se conoce muy mal la lengua gala (unos cientos de palabras aisladas), y nada de su gramática y pronunciación. Por ello es casi imposible saber cuál fue su verdadera contribución, en relación a las lenguas latinas y germánicas, en la constitución de la lengua francesa; incluso, si se hubiera convertido en una lengua romance, muchas palabras como «roi» (rey) se han asociado a una etimología latina «rex» aunque «rix» existe en galo. En realidad, así como los galos cisalpinos y transalpinos tenían el mismo sustrato étnico, sus lenguas también estarían sin duda más próximas de lo que se supone.

Los galos usaban el alfabeto griego y como moneda las divisiones de la moneda griega statere. Puede que emplearan (los testimonios no son directos y si poco seguros) el sistema de numeración vigesimal (base 20). Hay alguna presencia residual en el idioma francés de ello, por ejemplo, 80 se dice quatre-vingts (cuatro-veinte) y no octante como en latín, etc., y probablemente es debido a su legado.

Rasgo notable, en la Turquía actual, la Galacia es un lejano testimonio de la presencia de galos (gálatas) que habrían servido a Alejandro Magno como mercenarios antes de establecerse en esta región de Asia Menor. También les habría sido reservado un barrio en Estambul, que lleva su nombre, Galatasaray, «palacio de Gálatas», donde habrían residido los mercenarios contratados por el poder bizantino. Es al menos uno de los posibles orígenes de este nombre. De creer a San Jerónimo, en su comentario de Epístola a los gálatas, estos últimos todavía hablaban, en el siglo IV d. C., el mismo idioma que los tréveros. Se debe de suponer, por tanto, que en esa época el galo aún no había desaparecido de Asia Menor, ni de los alrededores de la región de Tréveris.

Personajes galos célebres:

Los galos, al igual que otras muchas civilizaciones antiguas, establecían entre ellos formas de funcionamiento sobre el principio de la clientela (clientelismo. Este lazo social muy fuerte apareció en la época aristocrática (siglos III y II a. C.) y perduró hasta la conquista, cuando los notables locales (los «vergobretos») fueron sustituidos por los nobles. Los clientes servían a los patrones, probablemente en un origen para pagar antiguas deudas, reparar algunas faltas, o por otras razones de carácter social y este vínculo se transmitía hereditariamente. El hombre o el pueblo cliente era libre (el clientelismo antiguo o patrocinio es diferente de la esclavitud), pero tenía que prestar servicios o pagar tributos. Un patrón podía tener varios clientes y también podía, finalmente, romper el vínculo que pesaba sobre su clientela o bien transmitirla a otro. Los gens, linajes o familias enteras, podían también ser clientes de una persona o de una familia y después de otra.

Aquí está una lista no exhaustiva aún —algunas ciudades han sido capitales de diferentes pueblos a lo largo del tiempo y no todas son coétaneas–. Esta lista es la división administrativa establecida a la muerte de Augusto, en el 14 d. C.:

Véase Novempopulania para obtener una lista de los pueblos de la Aquitania antigua.

Es de destacar que algunos de los nombres de estos pueblos -o de sus capitales- tienen derivados en nuestro tiempo, ya sea como nombres de ciudades -provenientes del nombre de la ciudad capital o del propio pueblo- ya sea como el de los habitantes de esas ciudades -bajocasse es el nombre de un residente de Bayeux.

Se han dado algunas explicaciones sobre el por qué de las diferencias entre los estatutos citados, especialmente, el por qué de las raras Civitaes Foederatæ. Se aducen razones diferentes para las ciudades de los heduos y los carnutes:




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