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Giovanni Quessep



¿Qué día cumple años Giovanni Quessep?

Giovanni Quessep cumple los años el 6 de enero.


¿Qué día nació Giovanni Quessep?

Giovanni Quessep nació el día 6 de enero de 1939.


¿Cuántos años tiene Giovanni Quessep?

La edad actual es 85 años. Giovanni Quessep cumplió 85 años el 6 de enero de este año.


¿De qué signo es Giovanni Quessep?

Giovanni Quessep es del signo de Capricornio.


¿Dónde nació Giovanni Quessep?

Giovanni Quessep nació en San Onofre.


Giovanni Quessep Esguerra (San Onofre, 6 de enero de 1939) es un poeta colombiano. Quessep es descendiente de abuelos libaneses que emigraron al país a finales del siglo XIX, huyendo de la persecución del imperio otomano.

El apellido original era Quessed, pero durante los trámites burocráticos terminó por escribirse con P final. Aunque regresaron al Líbano, veinticinco años después volvieron definitivamente a Colombia.

En 1949, su familia tiene que abandonar San Onofre durante el periodo de Violencia bipartidista en Colombia. Culmina sus estudios de bachillerato en Cartagena y Sincelejo, lugar en donde conocerá una de las obras que dará inicio a su obra poética y por la cual iniciara su formación literaria: La Divina Comedia. Aborda, además, la lectura de los cuentos clásicos (hermanos Grimm, Perrault, Andersen), Las mil y una noches y la poesía española de los Siglos de Oro y la poesía de Rubén Darío. Estas lecturas le incitan a escribir y así publica sus primeros poemas en la revista de su colegio.

Después de sus estudios secundarios, viaja a Bogotá y estudia Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana y más tarde realiza un postgrado de Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo. Siguiendo las huellas de su maestro Dante, viaja a Italia en donde estudia la poesía del renacimiento y asiste a un curso conocido como Lectura Dantis.

En 1961 publica su primer libro, Después del paraíso, libro convencional, ceñido a la métrica y a la rima del soneto, que lo distanció de sus contemporáneos nadaístas. Años después apareció su poemario El Ser no es una fábula (1968), a partir del cual consolida un universo poético propio, un intento por recordar de que palabra fuimos inventados, y que nos sumerge en un imaginario simbolista donde se mezclan la exterioridad de las cosas, el lenguaje práctico, y las realidades oníricas y subjetivas de los cuentos de hadas y las leyendas, lugares recurrentes en sus poemas.

Fue cofundador de la revista Golpe de dados y ha colaborado para otras tantas como Pluma, Eco, Plural, Aquarimántima, Mundo Nuevo, Revista Casa Silva, Gradiva, Gaceta de Colcultura, y El Urogallo.

Instalado de nuevo en Colombia, es profesor de Literatura en la Universidad del Cauca a la que perteneció hasta hace poco y donde le es otorgado el título Honoris Causa en Filosofía y Letras en 1992.

Acerca de él encontramos numerosas críticas literarias, que nos hablan acerca de su carácter simbolista y la creación de diferentes mundos poéticos, oníricos algunas veces, a partir de la realidad cotidiana, así como la referencia a múltiples autores y libros. Sin embargo, Quessep en sus poemas se queda muchas veces en el terreno de lo literario de forma intencionada como el mismo lo ha dicho: "Me alejo de todo estilo de época y de toda moda y no me interesa describir los objetos de la realidad más tangible. Creo que todo poema debe ser una metáfora del alma: metáfora de sus maravillas y de sus terrores, de sus cielos y de sus abismos, esto es, la transfiguración de la realidad, lo que no constituye el olvido de la misma, sino su afirmación más profunda. Aun el yo lírico es del reino de las fábulas.” De esta forma su poesía es “…un tipo de reflejo simbolista que responde a un periodo de estridencia, trivialidad y casi aniquilación de la poesía colombiana: el Nadaísmo”.[1]

Mario Alejandro Molano Vega, en su investigación monográfica sobre su obra, se encamina hacia la forma en que el proceso de secularización ideológica ha afectado la poesía colombiana, y en particular, el modo en que Giovanni Quessep ha sostenido su obra frente a las nuevas circunstancias actuales. Según él, ciertos valores, ideales y formas expresivas que provienen de la tradición y de algunas concepciones religiosas, son elementos que serán reinterpretados desde las necesidades actuales, para componer una nueva forma expresiva. Molano Vega encuentra, como sugerían algunos críticos, que la poesía de Quessep efectúa algunas transformaciones específicas sobre ciertos textos e ideologías.[1]

“Los textos de la tradición quessepiana a través de los cuales se hace visible el proceso de secularización, si pudiéramos agruparlos y enfrentarlos, conformarían dos extremos opuestos: uno de ellos, tal vez el más conocido, estaría configurado por las actitudes metafísicas o idealistas encarnadas en las escrituras bíblicas y la literatura medieval, por ejemplo; el otro extremo tendría que ver, en cambio, con la postura historicista y secular del universo, que comienza a despuntar especialmente desde la literatura barroca y se encuentra en la estética del arte por el arte”.[1]

Rastreando las primeras críticas y discusiones en torno a su poesía, da cuenta de que ésta era entendida como una “resistencia a la deshumanización”; el problema gira en torno al ser humano espiritual e interiormente empobrecido por una visión instrumental del mundo; exalta los mundo interiores y rechaza aquella forma mecánica y utilitaria de relacionarnos con el mundo, de donde habría surgido la deshumanización y el empobrecimiento espiritual que es llamado “progreso”. Quessep “pretende abrir un espacio para la expresión del espíritu humano… con la convicción de que una vida autentica para poder estar bien y disfrutar.”.[1]

Según James J. Alstrum[2]​ en la excelsa musicalidad de Quessep, sin embargo, podemos hallar que su línea poética parte de influencias que siguen a José Asunción Silva, continúan por los juegos de León de Greiff, se hace más ‘melodiosa’ entre los “Piedracielistas” como Eduardo Carranza, y más sugerente por Aurelio Arturo.

Maria Mercedes Carranza apunta a que Quessep resulta libresco y su temática poco novedosa, sin embargo, Alstrum enmienda este acierto, planteando su resistencia a las propuestas formales de su época, como una forma de aparente evasión del mundo circundante y como rechazo al prosaísmo del lenguaje del vivir cotidiano,[2]​ lo que sigue a Molano Vega; a pesar de una predilección preciosista por las imágenes, el tratamiento formal a las diferentes preocupaciones, como el amor, la muerte, el devenir temporal, la conservación de la memoria colectiva por medio del verbo lírico, son complejamente elaboradas.

Según María Dolores Jaramillo,[3]​ la poesía de Giovanni Quessep reflexiona acerca del hombre como Ser en el tiempo, y habla sobre el trabajo poético, su misión y su lugar dentro de la vida del hombre. En ella se evidencia que “la poesía aparece como poder hechicero que redime al hombre del mundo cotidiano y le permite penetrar lo invisible y misterioso”.[3]​ Su lenguaje usa un estilo lacónico y, por lo tanto, muy expresivo, cuya capacidad de evocación lo llevan a concebir la poesía como creadora de realidad y materializadora de imaginarios personales y colectivos. Siguiendo esta línea busca la grandeza de la imaginación que constituyan para el hombre puentes para sobrellevar la lucha con el tiempo, el olvido o el dolor. La poesía como un artificio para encantar el devenir, en otras palabras, “el poema es una narración del tiempo. Otra fabulación paralela a éste”.[3]

Fernando Charry Lara resalta “el manejo de las arquitecturas clásicas del verso” y las “maneras de composición”, refiriéndose al empleo del soneto, el cuarteto, la canción, el madrigal, la elegía y la cuarteta asonantada como formas frecuentes de la estrofa, las cuales se combinan y crean nuevas variaciones que recuerdan a la tradición modernista y evidencian el conocimiento profundo de la Literatura Española que tiene Quessep.[3]

“…El amor que se va, el paso del tiempo y los recuerdos que persiguen la palabra, la preocupación por la muerte o la búsqueda de la poesía y la ensoñación como aliciente vital, son algunos temas fundamentales de Quessep”,[3]​ señala Dolores Jaramillo. De esta manera, su lenguaje usa un estilo lacónico y, por lo tanto, muy expresivo, cuya capacidad de evocación lo llevan a concebir la poesía como creadora de realidad y materializadora de imaginarios personales y colectivos.

En Mito y poesía, un texto en prosa que figura como introducción de Carta imaginaria (1998), escribe Quessep estas palabras que podrían aplicarse a toda su poesía: “El poeta no teme a la nada. Sabe la lengua del coloquio de los pájaros, que aprendió Adán en el Paraíso terrenal. Y sabe, también, que la poesía es una danza, y que hay un arte de pájaros en su asombro y en su vuelo. Los ojos del poeta están tejidos de un cristal mágico, en su pasión tiene la esfericidad de los cielos y de su música extremada. A medida que se distancian de lo real, hallan la verdad de la poesía, o duración de las fábulas, que es el alma. El poeta, que no lo ignora, pone en juego su ser; pero, si quiere preservar en éste, debe entregarse a la única ley que rige la creación poética: la palpitación del abismo. Y el abismo es el centro del universo: están en él las constelaciones, pero también la rosa, “espejo del tiempo”, semejante a la luna en la metáfora del místico persa. Belleza o abismo, palabra y música: encantamiento total, orden del espíritu que descubre la ciencia del amor y abre las puertas de lo desconocido”.[4]



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