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Glorieta Marqués de Vadillo



La glorieta del Marqués de Vadillo constituye el acceso oeste al Puente de Toledo de Madrid, uno de los puentes históricos que salva el río Manzanares. Actualmente confluyen en la glorieta la avenida del Manzanares, que discurre paralela al río; la calle Antonio López, la calle Antonio Leyva (antigua carretera de Toledo hasta la construcción del Puente de Praga en el año 1952), la calle del General Ricardos y la Avenida de la Emperatriz Isabel. El Puente de Toledo conecta la glorieta con la de Pirámides, al otro lado del Manzanares. La denominación se debe a Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre el primer marqués de Vadillo administrador del municipio de Madrid en tiempos del rey Carlos II.

A principios del siglo XX se ubicaban a la salida del puente los paradores de Estrella y San Fernando, sin una configuración de glorieta.[1]​ Tras la Guerra Civil se emprende un Plan Especial sobre la calle del General Ricardos con intervenciones puntuales y dispersas de reconstrucción y regeneración sobre los vestigios de la guerra aprobadas por la Comisaría General para la Ordenación Urbana de Madrid (COUM) con Juan Laguna al frente desde 1954, definiéndose la glorieta como es a comienzos del siglo XXI. La glorieta ha sido desde la creación de la M-30 uno de sus principales puntos de acceso.[2]

Se trata de una plaza semicircular en la embocadura del Puente de Toledo cóncava y porticada, escenario abierto al Manzanares y al amparo del barroco de Ribera, telón de fondo para viviendas de funcional porte y a dos crujías según tipos derivados de la vivienda colectiva del Reich alemán de los años 30, revestidos de los tics emblemáticos de la arquitectura del Estado autárquico, en pos del "estilo oficial" y bajo la estética coral de técnicos a las órdenes de García de la Rasilla, al amparo de la ordenación aprobada en 1942 por la Junta de Reconstrucción; partiendo de la ambigüedad entre la manzana cerrada y la manzana abierta y el rechazo de la vivienda corredor, se busca la "vivienda… acogedora, saludable y digna", acabada "con la dignidad de cualquier construcción" y "la alegría necesaria de toda vivienda" para "hacer… lugares dignos y acogedores, teniendo en cuenta que la casa es templo de Dios".

Prolongan esta secuencia otros bloques en la misma sintonía en los comienzos de la calle Antonio López y en el más rotundo de comienzos de la calle General Ricardos, un prisma invocador de cierto clasicismo fluctuante entre la manierista arista del frente curvo y la casi herreriana arista del borde superior, con frentes interiores del patio de guiños "cuasi" racionalistas liberados de los excesos caligráficos de los frentes urbanos, cuyas fachadas pretenden seguir el "carácter tradicional de nuestra villa y Corte", conjugando revocos y piedra artificial sobre la singular calle corredor circular bajo pórtico, orgullo de sus autores, para quienes "bloques… como el presente… puedan servir de paradigma a las generaciones venideras".



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