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Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés



¿Qué día cumple años Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés?

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés cumple los años el 14 de agosto.


¿Qué día nació Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés?

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés nació el día 14 de agosto de 1.


¿Cuántos años tiene Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés?

La edad actual es 2022 años. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés cumplirá 2023 años el 14 de agosto de este año.


¿De qué signo es Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés?

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés es del signo de Leo.


¿Dónde nació Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés?

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés nació en Madrid.


Gonzalo Fernández de Oviedo Valdés (Madrid, 1478-Santo Domingo,[1]1557) fue un militar, escritor, botánico, etnógrafo y colonizador español nombrado en 1532 por el emperador Carlos V primer cronista de las Indias recién descubiertas. Capitán en sus ejércitos, fue además gobernador general o alcalde de la fortaleza de Santo Domingo y La Española.[cita requerida]

Colonizador español de ascendencia noble de Asturias («sus progenitores [eran] naturales del Principado de Asturias, de Oviedo, procreados en un pequeño pueblo que se dice Borondés, de la feligresía de San Miguel de Báscones y concejo de Grado, notables hijosdalgos y de nobles solares»),[3]​ entró muy joven a servir a un hijo de un hermano bastardo de Fernando el Católico llamado don Alfonso de Aragón y Escobar, segundo Duque de Villahermosa, cuya casa denominó la «casa de Minerva y Marte» por unirse en ella el ejercicio de las armas con el cultivo de las letras del humanismo hispano. Allí estuvo hasta los trece años, y más tarde fue nombrado mozo de cámara del príncipe don Juan.[cita requerida]

Presenció la rendición de Granada en 1492 y el regreso de Cristóbal Colón tras su primer viaje, y conoció a los hijos del descubridor, que eran pajes del príncipe. La muerte del infante en 1497 cambió el rumbo de su vida, y abandonó la Corte para marchar a Italia. En 1498, estuvo en Milán al servicio de Ludovico Sforza «el Moro», y conoció a Leonardo da Vinci. En la Mantua del pintor Andrea Mantegna, entró a servir a Juan de Borja y Castro o Borgia, a quien acompañó por diversas ciudades de Italia.[cita requerida]

En 1500, se desplazó a Roma y de allí a Nápoles, donde pasó a servir en la corte de su rey don Fadrique. Cruzó luego el estrecho de Mesina hacia Sicilia, donde entabló amistad con Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como el «Gran Capitán», quien acababa de conquistar Tarento y había hecho prisionero al duque de Calabria, a quien más tarde serviría en Madrid. En 1502, de regreso a España, residió en Madrid, su ciudad natal, y cuando Isabel la Católica murió, en 1504, entró de nuevo en la corte de Fernando el Católico. Sirvió por entonces al Duque de Calabria. En 1506, debió casarse con Margarita de Vergara, que murió pronto, y al año siguiente fue nombrado notario público y secretario del Consejo de la Santa Inquisición; al año siguiente, se casó nuevamente, en esta ocasión con Catalina Rivafecha, y trabajó hasta 1511 como notario público de Madrid. En 1512, ejerció de secretario del Gran Capitán por poco tiempo.[cita requerida]

Viajó a las Indias en 1513 en la expedición a Panamá de Pedrarias Dávila, quien había sido nombrado gobernador de Castilla del Oro y, como jurista, ocupó el puesto de escribano (funcionario bajo designio real que evolucionó a notario) «de minas e del crimen».[cita requerida]

Como militar, fue teniente del gobernador Pedrarias, a la sazón gobernador de Cartagena de Indias. Se desempeñó como capitán y alcayde de las fortalezas de Santo Domingo y de La Española.[cita requerida]

Tras su segunda estancia en América, publicó el Sumario de la natural historia de las Indias (1526), dedicada a Carlos I como un adelanto del «tratado que tengo copioso de todo ello», pues ya había empezado a redactar su obra más famosa, la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, que relata acontecimientos que van de 1492 a 1549. Su primera parte se imprimió en 1535; la impresión de la segunda parte en Valladolid quedó interrumpida por la muerte del autor en 1557, y solo se editó completa entre 1851 y 1855 en cuatro volúmenes, al cuidado de José Amador de los Ríos y encargados por la Academia de la Historia.[cita requerida]

El Sumario fue traducido al inglés, italiano (Venecia, 1532) y latín y alcanzó en un siglo 15 ediciones, transformándose en un clásico de la etnografía y la antropología. Tras una breve disquisición sobre la navegación al Nuevo Mundo, trata de La Española, Cuba y otras islas de las Antillas, así como de Tierra Firme, ocupándose de los habitantes y sobre todo de los animales y vegetales; los minerales le merecen muy poca atención, a excepción del oro.[cita requerida]

En la Historia, este ordenamiento geográfico es reemplazado por otro inspirado en Plinio el Viejo: primero, los vegetales subdivididos en plantas cultivadas, árboles y hierbas; después, los animales, comenzando por los terrestres, siguiendo con los acuáticos y aéreos y terminando con los insectos. En esta obra critica las Décadas reunidas por Pedro Mártir de Anglería a causa de haber tomado sus fuentes de forma indirecta; dice Oviedo:

En sus escritos americanos, Oviedo se presenta como un admirador de la naturaleza y de las costumbres indígenas, que describe con entusiasmo pero con objetividad, en lo que le sirvió de no poco desconocer el latín, ya que incluso su Plinio lo había leído en italiano, lo que le notó su gran enemigo Las Casas, que reconoció, sin embargo, sus méritos científicos. Ello le supuso librarse de prejuicios clasicistas y fiarse exclusivamente del dato empírico y la observación directa, en lo que se mostró además muy perspicaz. Por ello se le considera uno de los primeros antropólogos avant la lettre. Igualmente son de gran utilidad científica sus indicaciones botánicas y etnológicas.[cita requerida]

Como simple escritor, escribió además el libro de caballerías Libro del muy esforçado e invencible caballero de la fortuna propiamente llamado Don Claribalte (Valencia, 1519), dedicado al Duque de Calabria, aunque ya en 1524 compuso una epístola moral de aire erasmista en que rechaza su antigua afición a los libros de caballerías. Fuera de esta pieza, es fundamental una obra genealógica, las Quinquagenas de los Reyes, Duques, Caballeros y personas notables de España o Quinquagenas de la nobleza de España, 1555, que es una fuente de primer orden para conocer datos biográficos, heráldicos y anécdotas sobre la nobleza castellana de la Edad Media y el Renacimiento, pero de complicada transmisión textual.[5]

También dejó referencia del príncipe Don Juan en su Libro de la cámara real del príncipe D. Juan e officios de su casa e servicio ordinario, que solo llegó a editarse en Madrid en 1870, y compuso además un Libro de los infortunios y naufragios (1535) y un Libro del blasón que sirvió de fuente previa a los diálogos de sus Batallas y quincuagenas. Permanece inédita su Historia de Nicaragua, su Catálogo real de Castilla, su Relación de lo subcedido en la prisión del rey Francisco de Francia, su Libro de linajes y armas, su traducción del Laberinto de amor, de Giovanni Boccaccio, y diversos trabajos de traducción y cronísticos que fueron aprovechados por William H. Prescott para sus monumentales obras históricas.[cita requerida]

Como arqueólogo, se interesó por las inscripciones romanas de Madrid y ha transmitido los escasos testimonios romanos visibles en la ciudad, aunque solo encontró tres: una en la puerta de Moros (una piedra tosca en forma de columna redonda que perdió el texto por el trasiego de las carretas), otra en la iglesia de la Almudena y la tercera, de la que solo quedaban las últimas líneas, en la puerta de Guadalajara. En ella, la existencia de dos letras leídas como P y M habían dado lugar a que la inscripción se atribuyese a Pompeyo Magno o Máximo, interpretación con la que él no estaba de acuerdo: «Se puede también entender Publio o Paulo o Papirio, pero por las últimas letras S·T·T·L se interpreta que fue sepultura, e acostumbraban dezir estos romanos sit tibi terra levis».[6]

En la Historia general de las Indias, tras el capítulo precedente, en el cual describe la tipología de las casas autóctonas y sus usos accesorios, como el de las hamacas, comienza un nuevo relato del tratado que dedica a Carlos V (de singular valor histórico e historicista), en el capítulo II del libro sexto de esta obra subtitula:

Refiere que en cada pueblo había un lugar «diputado» en las «plazas» y en las «salidas de los caminos» para la práctica de este juego de pelota, la formación de dos equipos, que las dos dimensiones del terreno de juego variaban en proporción y en razón directa al número de jugadores participantes (equipos de diez hasta veinte), el lugar preeminente para las dignidades del poblado (lo que podríamos transliterar al presente como un palco presidencial), admira y le destaca al rey la vistosidad del juego (es cosa para ver y notar):

Para que el rey comience a entender la descripción del juego, explica sucintamente cómo fabricaban la pelota, compara el tamaño con el que él tiene por referencia (las fabricaban de varios tamaños: mayores y menores que las que hacen en España), la diferente naturaleza del material empleado en España, el empleo de un zumo como ingrediente de la fórmula, las propiedades físicas y cualidades derivadas de estas pelotas de Indias:

Observa que la naturaleza de la pelota condiciona el concepto de este juego de pelota, que se juega con hombros, cabeza, cadera y rodillas, y combinado estos «toques» con salto sobre el terreno de juego para alcanzar la pelota, rechazan la pelota con la cadera debido a su peso, admira la vistosidad del juego:

Prosigue con el relato de la descripción del desarrollo del juego, la dinámica, cuándo y por qué se detiene el juego y el modo genérico de jugarlo:

Anotación de los tantos, nuevo saque de la pelota por el equipo que perdió el anterior juego, cuando se finaliza el partido, apuestas en el juego:

Observa las similitudes y las diferencias entre el juego de pelota en Indias, con el de la chueca en España y el del balón en la Italia, observa que el de Italia es más aéreo que el de Indias, en razón a la distinta naturaleza de las pelotas de Indias respecto a las de aire de Europa y el empleo del puntapié en Italia, admira la vistosidad del juego, nota la «novedad universal» de una «pelota que bota», desconocida en España y Europa, el ingenio y el esfuerzo inherente al singular juego de pelota «que bota» autóctono de Indias y se maravilla de la destreza de los indios y de las indias al jugarlo:

Tras una estancia de año y medio, volvió a la metrópoli, produciéndose entonces (1519) un violento conflicto intelectual con el dominico fray Bartolomé de las Casas, quien lo acusó en Barcelona de ser «partícipe de las crueles tiranías que en Castilla del Oro se han hecho». Sus radicales diferencias con Las Casas parten de que el dominico consideraba a los indios seres humanos, con los mismos derechos que los españoles. Fernández de Oviedo, como Ginés de Sepúlveda, los tenía por homúnculos, seres aquejados de defectos tan graves e irremediables que hacían imposible la convivencia con los castellanos, o la conversión consciente a la fe cristiana. Lewis Hanke ha compilado los juicios que Fernández de Oviedo dedica a los indios en distintos capítulos de su Historia de las Indias, y que ayudan a comprender la animadversión de Las Casas. Algunos son:[7]

Tales opiniones eran compartidas por muchos conquistadores, e intentar convencer de ellas a las autoridades de la metrópoli resultaba muy conveniente, pues la irracionalidad de los indios justificaba la continuidad y perpetuidad de la encomienda, la esclavización en «guerra justa», y en última instancia las propias conquistas.

Fernández de Oviedo volvió a realizar otros cuatro viajes a América, en la que permaneció un total de veintidós años, y fue nombrado Cronista de Indias en 1532. Al año siguiente aceptó el cargo de alcaide de la fortaleza de Santo Domingo y murió en Valladolid, después de más viajes ocasionales a la Península, el año de 1557.

Gonzalo nos habla de Leoncico, hijo de Becerrico, en estos términos: «Asimismo quiero hacer memoria de un perro que tenía Vasco Núñez que se llamaba Leoncico, y que era hijo del perro Becerrico de la isla de San Juan, y no fue menos famoso que el padre. Este perro ganó a Vasco Núñez en esta y otras entradas más de mil pesos de oro, porque se le daba tanta parte como a un compañero en el oro y en los esclavos, cuando se repartían. Así, yendo Vasco Núñez, dábanle a él sueldo y parte, como a otros capitanes; y el perro era tal que la merecía mejor que muchos compañeros soñolientos, que presumen de ganar holgando lo que otros con sus sudores y diligencias allegan. Era este perro de un distinto maravilloso, y así conocía el indio bravo y el manso como le conociera yo u otro que en esta guerra anduviera, y tuviera razón: y después que se tomaban y rancheaban algunos indios y indias, si se soltaban de día o de noche, en diciendo al perro: «ido es, búscale» así lo hacía; y era tan gran ventor, que por maravilla se le escapaba ninguno que se les fuese a los cristianos. Y cómo le alcanzaba, si el indio estaba quedo, asíale por la muñeca o la mano, y traíale tan ceñidamente, sin morderle ni apretarle, como le pudiera traer un hombre; pero si se ponía en defensa, hacíale pedazos. Y era tan temido de los indios, que si diez cristianos iban con el perro, iban más seguros y hacían más que veinte sin él. Yo vi este perro, porque cuando llegó Pedrarias a la tierra, el año siguiente de mil y quinientos y catorce, era vivo, y le prestó Vasco Núñez a algunas entradas que se hicieron después, y ganaba sus partes como he dicho; y era un perro bermejo, y el hocico negro y mediano, y no alindado; pero era recio y doblado, y tenía muchas heridas y señales de las que había hallado en la continuación de la guerra, peleando con los indios. Después por envidia, quien quiera que fue, le dio al perro a comer, con qué murió».[cita requerida]



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