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Gregorio el Taumaturgo



San Gregorio Taumaturgo es uno de los Padres de la Iglesia. Sus escritos, pese a su escasez, contribuyeron en gran medida a la formación de la doctrina católica.

La literatura antigua le menciona con frecuencia. Lo recuerdan San Jerónimo,[1]San Basilio,[2]​ y Rufino.[3]​ Nació hacia 213 en Neocesarea del Ponto de distinguida familia pagana. Parece que su primer nombre fue Teodoro y que al convertirse al cristianismo lo cambió por Gregorio. En Neocesárea estudió Retórica y Derecho. Planeaba trasladarse a Beritos, en Fenicia, junto con su hermano Atenodoro, para asistir a la célebre escuela de Derecho de esa ciudad, pero a ruegos de una hermana suya, cuyo marido había sido nombrado gobernador de Palestina, se trasladó a Cesárea de Palestina. Su estancia allí fue decisiva para la orientación de su vida. Durante los cinco años que en ella permaneció (233 a 238) siguió el curso que daba Orígenes, haciéndole olvidar la jurisprudencia para entregarse a la filosofía. Por influjo del maestro ambos hermanos se convirtieron al cristianismo.[4]​ Antes de abandonar Cesarea pronunció un discurso de agradecimiento a Orígenes.

Algunos años después, el obispo de Arnasca, Fedimo, le elige y consagra como primer obispo de Neocesarea, su ciudad de origen, a pesar de su juventud. Asistió al Concilio de Antioquía de 268[5]​ contra Pablo de Samosata. Su actividad pastoral fue extraordinaria. Se dice que a raíz de su muerte pocos eran los paganos que quedaban en todo el Ponto, por lo que se le considera el apóstol de Capadocia;[6]​ los Padres Capadocios del s. IV le consideran el fundador de la Iglesia en esta región. Durante la persecución de Decio (249-251) aconsejó a los fieles la huida. Murió entre 270-275. Muy pronto se formó en torno a él una gran leyenda que motivó el sobrenombre de Taumaturgo. Existen cuatro biografías, una de ellas escrita por Gregorio de Nisa. Gregorio fue un obispo de acción más que de manejo de pluma y, por eso, su escasa actividad literaria tiene fines casi siempre específicamente pastorales. Celebra su fiesta el 17 de noviembre.

Se conservan de Gregorio 7 ítems entre libros y cartas, de distinto valor y profundidad teológica. Se detallan a continuación.

Libro redactado con entusiasmo juvenil y forma académica en 238 como gratitud y despedida de su maestro Orígenes.[7]​ Contiene datos muy valiosos para la biografía de Orígenes y sobre su método de enseñanza, y es un documento de valía primordial dentro de la historia de la educación cristiana. Contiene un testimonio sobre los ángeles custodios.[8][9]

Este breve símbolo, exclusivamente trinitario,[10]​ pero apreciable por la precisión de su doctrina, expresa con exactitud la distinción de personas, su igualdad y su eternidad.[11]​ Fue escrito entre 260-270.[12]​ El texto griego se conserva en la biografía de Gregorio de Nisa; una versión latina en Rufino, Hist. eccl. 7,26; hay también una versión siriaca.[13]

Célebre por haber sido incluida en la colección de cartas canónicas de la Iglesia griega; es uno de los más antiguos escritos de casuística que se posee. Escrita en respuesta a la consulta[14]​ hecha por un obispo, cuyo nombre se desconoce, ante problemas surgidos por la conducta de algunos cristianos durante el periodo de ocupación de Ponto y Bitinia por los godos. Los cristianos del Ponto sentían escrúpulos porque algunos de ellos habían indicado el camino a los godos y señalado las casas que debían saquear, y por haber comido manjares paganos y cooperado a ciertos actos de salvajismo. Gregorio aconseja a su colega, desde una perspectiva de caridad y tolerancia, pero sin descuidar la disciplina. Es un documento de especial interés para la penitencia canónica. En el canon 11 se distingue ya en Asia Menor cuatro categorías de penitentes:

Aunque es una traducción del Eclesiastés,[16]​ en realidad bien puede llamarse una paráfrasis por la libertad con que reproduce el texto sobre la base de la versión griega de los Setenta. San Jerónimo la califica de breve, pero útil.[17]​ Por el hecho de que en los manuscritos sigue a las obras de Gregorio Nacianceno se ha dudado de su autenticidad. No obstante, San Jerónimo[18]​ y Rufino[19]​ la enumera entre las obras auténticas del obispo de Neocesárea.

Tratado de carácter apologético filosófico, que se conserva únicamente en siriaco, y tal vez escrito antes de su episcopado. Gregorio dialoga con Teopompo, destinatario del librito, sobre Dios, impasible en sí mismo, y que se preocupa por la vida de los hombres, pero que también este mismo Dios, hecho hombre, pudo sufrir; su triunfo sobre la muerte le ha hecho impasible. El valor del sufrimiento de Cristo está en relación con su libertad.[20]

Una serie de cartas señaladas por San Jerónimo[17]​ se han perdido, así como el Diálogo con Eliano, del que habla San Basilio en la carta 210,5,[21]​ y que utilizaron los sabelianos pretendiendo encontrar en él sus doctrinas.

Son dudosos: el tratado Sobre el alma dirigido a Taciano y atribuido también a San Máximo el Confesor; seis homilías conservadas en armenio;[22]​ el escrito dirigido a Filagrio sobre la identidad de esencia o consustancialidad de las tres personas divinas, que en la versión siriaca se atribuye a Gregorio, mientras que en griego figura a nombre de Gregorio Nacianceno y Gregorio Niseno.[23]



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