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Guadalaviar (Teruel)



Guadalaviar desde la Muela de San Juan

Guadalaviar es una localidad y municipio español de la comarca de la Sierra de Albarracín de la provincia de Teruel, en Aragón. Tiene un área de 28,08 km² con una población de 245 habitantes (INE 2016) y una densidad de 8,72 hab/km².

Está situado en plena Sierra de Albarracín, a más de 1500 msnm y al pie de la Muela de San Juan. Dista 75 km de Teruel.

Guadalaviar se halla situado a los pies de la Muela de San Juan, dentro de la Reserva Nacional de caza de los Montes Universales.

El término municipal es montañoso, con relieves cársticos muy erosionados, cubiertos en gran parte por bosques de pino silvestre y pastos, aprovechados por una ganadería principalmente ovina. En el municipio se practica la transhumancia, pastando el ganado en verano, y desplazándose en invierno a la meseta y Andalucía. La agricultura queda relevada a unas pocas zonas, principalmente en las faldas de la Muela de San Juan.

Allí nace el río Guadalaviar, que tras pasar por Teruel pasa a llamarse Turia. A pocos kilómetros del pueblo se encuentra también el nacimiento del río Tajo, donde existe un monumento alusivo.

Junto al pueblo se encuentra La Dehesa, que comparte con los municipios de Villar del Cobo y Griegos. Existen en el término varias fuentes y merenderos.

Habita la zona una fauna muy variada, ya que además de los pequeños mamíferos y aves comunes, existen también ciervos, jabalíes, zorros y multitud de rapaces.

Guadalaviar es la población más occidental de toda la Sierra de Albarracín, y se encuentra junto a los límites provinciales de Guadalajara y Cuenca.

El 21 de junio de 1257, por privilegio del rey Jaime I dado en Teruel, este lugar pasa a formar parte de la Sesma de Villar del Cobo en la Comunidad de Santa María de Albarracín, que dependían directamente del rey, perdurando este régimen administrativo siendo la única que ha permanecido viva tras la aplicación del Decreto de Disolución de las mismas, en 1837,[3]​ teniendo su sede actual en Tramacastilla.

En la Edad Media, el territorio fronterizo entre las Comunidades de Albarracín y la Molina era denominado «el patil de sierra». Los usos y aprovechamientos de esta zona eran compartidos por las dos comunidades, pero al no haber sido deslindada, ambas discrepaban sobre su titularidad. El patil formaba un triángulo cuyo vértice septentrional se situaba en el norte del actual término de Orihuela del Tremedal y, por el sur, ocupaba gran parte de los términos municipales de Griegos, Villar del Cobo, y Guadalaviar. Estas tierras se encontraban muy alejadas de los núcleos más importantes de Albarracín y Molina de Aragón. Los moradores de Guadalaviar aparecen, al igual que los de Griegos, como vecinos de Villar del Cobo, al depender aquellas aldeas de este lugar. Era, pues, al concejo de Villar del Cobo a quien correspondía defender sus intereses.

La propiedad de esta área era dudosa desde la época de la repoblación. En 1354, este territorio fronterizo fue declarado oficialmente comunal para ambas partes e indiviso. En 1356, se promovió una nueva sentencia para afianzar el carácter comunal del patil, pero las hostilidades no cesaron. Las invasiones del patil por parte de los de Molina fueron muy frecuentes, y también los vecinos aragoneses emprendieron iniciativas hostiles. Los habitantes de Guadalaviar participaron activamente en los conflictos territoriales, ya que el municipio, situado dentro de la Comunidad de Albarracín, era fronterizo con las tierras comunales objeto de las pretensiones territoriales de Molina. Finalmente, los reyes Martín I de Aragón, y Enrique III de Castilla iniciaron el 8 de octubre de 1404 las negociaciones para un nuevo acuerdo. En virtud del mismo se promulgó sentencia en 1407, por la cual el patil quedó dividido en dos partes entre ambas comunidades.

Guadalaviar, al igual que Griegos, fue en sus orígenes una aldea dependiente del pueblo de Villar del Cobo, fundada para el aprovechamiento de los pastos y montes de la zona. El aumento de la población, unido a lo aislado que quedaba Guadalaviar de Villar del Cobo, especialmente en los inviernos, hizo plantearse a la autoridad esclesiástica la construcción de una iglesia que prestase servicio a las gentes de Guadalaviar, sin depender de la del Villar. Como dicta este Decreto del 11 de mayo de 1575:

En virtud de este decreto, la ermita de San Juan Bautista quedó provisionalmente convertida en iglesia, desmembrándola de la de Villar del Cobo, hasta que poco después fue construida la nueva iglesia, como exigían las circunstancias de aumento de población y parroquialidad. La iglesia actual, del s. XVIII, está consagrada a Santiago el Mayor.

Las concesiones de jurisdicción que el rey Felipe III hizo a Guadalaviar y a Griegos el 16 de marzo de 1620 las convirtió de iure en aldeas de la Comunidad. Villar del Cobo tuvo que celebrar una concordia con las nuevas aldeas para que no se lesionaran los intereses comunes de pastos, aprovechamiento de montes, etc. Guadalaviar adquirió su condición de municipio independiente el 22 de junio de 1694, más de un siglo después de haber conseguido su independencia parroquial. En la concordia referida se acordó que Guadalaviar tuviera su propio término.

     Población de derecho (1900-1991) o población residente (2001) según los censos de población del INE.      Población según el padrón municipal de 2009 del INE.

Las fiestas patronales se celebran en honor de Santiago Apóstol, y son del 24 al 29 de julio. Durante las mismas se celebran diversas actividades, que pueden variar de un año a otro, pero son actividades comunes el anuncio de las fiestas mediante el volteo general de campanas, la procesión y la misa, el pregón de las fiestas, y las orquestas con baile.

Merece una mención especial la celebración de la fiesta de los Mayos, que tiene lugar la noche del 30 de abril al 1 de mayo, una tradición que exalta la primavera y cuyos orígenes se remontan a las culturas fenicia y griega. Este festejo, que se ha ido transmitiendo de padres a hijos durante siglos, tiene lugar en diversas poblaciones de la Sierra de Albarracín.

En Guadalaviar todo empezaba la noche del 30 de abril con el sorteo de mayas (mujeres) y mayos (hombres) y también de la Virgen y el Niño. El mozo al que le tocaba la virgen era el encargado de organizar todas las fiestas de los mozos del año y la moza a la que le había correspondido el Niño tenía como misión el bordado de un banderín que se colocaba en lo alto de un "pimpollo", un pino de grandes dimensiones que se cortaba en La Dehesa, se pelaba y arrastraba, y se plantaba en la noche de San Juan. Con la venta de este pimpollo se costeaba el gaitero de las fiestas.

Una vez sorteadas las mayas y los mayos, los mozos formaban una rondalla que iba de puerta en puerta anunciando a cada moza el mayo de le había tocado. Existían diversas manifestaciones para repudiar al mayo, tales como encender la luz de la habitación o acudir a Misa al día siguiente con el mantón al revés. El mozo repudiado podía resignarse o "castigar" a la moza con cánticos y coplillas alusivas a su despecho.

En la actualidad la tradición sigue viva pero la fiesta maya es más un atractivo turístico y un motivo de fiesta que un ritual de noviazgo y casamiento como lo era antaño. En Guadalaviar se mantiene el sorteo de mozos y mozas y la rondalla recorre después las calles cantando y recaudando dinero. Con la cantidad recogida se prepara una comida típica al día siguiente. La Asociación Cultural Rioblanco mantiene viva esta tradición año tras año.




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