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Guarijío



Los guarijíos son un grupo indígena de México, que actualmente habita en la Sierra Madre Occidental entre los estados de Sonora (municipios de Álamos y Quiriego) y Chihuahua. También son conocidos como macurawe, su endónimo.

Las primeras referencias datan de la evangelización de la región por los misioneros jesuitas españoles hacia 1620, los cuales iniciaron el contacto con los chínipas, gradualmente atrayendo también a los ‘‘guarijíos’’, (nombrados también varohíos).[1]​ La cultura guarijía aparece siempre en relación con la de los Tarahumaras y Cahítas (taracahítas), etnias cuyos elementos constantemente se perciben en su cultura, tradiciones y modos de vivir. Y también son perceptibles ciertas influencias de los mayos.[1]​ Son pocos los restos arqueológicos que han sido localizados en la región (que además no necesariamente son de sus antepasados). Existen algunas pinturas rupestres, mismas que los “makurawe” atribuyen al tiempo en que los antepasados vivían en algunas cuevas, como La Mesa del Matapaco. De épocas más recientes son pinturas como El Cura.[1]​ Por sus elementos lingüísticos se les ha caracterizado como descendientes de los mogollón, pero aún hoy 2012, las investigaciones no permiten extraer conclusiones definitivas de tal filiación.[1]

La cosmovisión guarijía se compone de mitos y creencias que se derivan, en su mayoría de las culturas tarahumara y mayo. En su tradición oral destacan algunos cantos como el de la tugurada. Una de sus leyendas narra que una pareja de gigantes se comía a los niños, así para deshacerse de ellos, los invitaron a comer, les dieron chilicotes, y así murieron. La leyenda de la wajura del río Mayo relata que una gran serpiente formaba un remolino en el río y jalaba a la gente hasta el fondo. Se pidió ayuda a los maynates (cantores), quienes lucharon contra la serpiente y la vencieron. Su religión combina elementos prehispánicos con católicos.[2]

En 1632 se inició el levantamiento de los chínipas, guarijíos y guazapares, descontentos con la presencia española y la labor de los misioneros; la muerte de dos de ellos dio lugar a una fuerte represión por parte de las autoridades de la Nueva España hacia todos los indios de la región, desplazándose los guarijíos hacia lo que hoy es el Estado de Chihuahua. Según referencias históricas de diversos investigadores, con el paso del tiempo una parte de los guarijíos regresó a sus territorios originales, mientras que la otra prefirió quedarse en aquella parte de la sierra.[1]​ los guarijos tenían 200 años de agricultura.

Esta división del grupo guarijío en dos grandes núcleos: los guarijíos de Chihuahua, lingüísticamente más emparentados con la lengua tarahumara, y los de Sonora con mayor relación con el cahíta, representada por los mayos.[1]​ Después de aquel suceso histórico, son escasas y vagas las referencias de la presencia de los guarijíos en la región. Por un lado, el hecho de que fueron desplazados hacia lugares más aislados, junto con el importante desarrollo que tuvo la región con la industria minera y ganadera, que dio forma a la ciudad de Álamos, convirtiéndose en un importante centro mercantil, dio como resultado que la presencia de los guarijíos se diluyera y en muchos de los casos se les confundiera con indios Mayos.[1]

El desarrollo de la ciudad de Álamos causó que no regresaran a sus tierras originales, ocupadas ya por los mestizos, lo que causó que se aislaran y no se integraran al proceso de mestizaje. Al no reconocérseles una identidad precisa se creó un espacio que les permitió mantener su sentido de grupo, identidad cultural que los mantiene unidos. Desde mediados del siglo XIX, la historia de los guarijíos se relaciona con la de la familia Enríquez, que se asentó en el territorio a través de fincas o haciendas, lo que "convirtió a los indígenas en peones acasillados". Esta situación continuó después de la revolución mexicana prolongándose prácticamente hasta mediados de los 1970.[1]​ En la historia reciente de los guarijíos confluyen tres grandes elementos fundamentales en la transformación de este grupo: la recuperación de su territorio y de su identidad.

La lengua de este pueblo (también llamada huarijío, varihío y warihío) pertenece a la subdivisión taracahíta de la familia uto-atzeca y es hablada por unas dos mil personas, en su mayor parte bilingües en español y guarijío. Es frecuentemente reseñada como una de las pocas lenguas naturales con orden Objeto Verbo Sujeto.



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