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Hijos de Dios



Hijo de Dios es un concepto teológico utilizado en las religiones judía y cristiana para designar a una persona que tiene una relación directa e íntima con una divinidad. Sin embargo, las características e implicaciones de la expresión son muy diferentes en ambas tradiciones religiosas.

En el judaísmo, la expresión Hijo de Dios surge ligada al inicio de la monarquía, a finales del siglo XI a. C.

El pueblo judío necesitaba una figura gobernante que uniera de modo eficaz a las tribus de Israel contra los frencuentes enfrentamientos que mantenían con los pueblos vecinos.

En 1020 a. C. el pueblo de Israel, dirigido por Samuel, derrota a los filisteos en Mispá, al norte de Jerusalén. Israel pacta con los cananeos para mantener el control contra los filisteos. Se inicia la monarquía en Israel, que nombra rey a Saúl, natural de Gueba, a unos 5 km al norte de Jerusalén, de la tribu de Benjamín. Saúl derrota a la coalición de filisteos y amorreos. Es derrotado y cae muerto en la batalla de Guilmoa por la alianza de filisteos y cananeos.

Sin embargo, el nombramiento de un rey tuvo el rechazo de los más conservadores, que no admitían en Israel la presencia de otro rey que Dios (Jueces 9; 1 Samuel 8).

En 1000 a. C., a Saúl le sucede el rey David, de la tribu de Judá. Tras arrebatar Jerusalén a los jebuseos, trasladó a esta ciudad fortificada la corte, que estaba en Hebrón. Trae a Jerusalén el Arca de la Alianza, que se encontraba en Quiryat Yearim. Absalón, hijo de David, se subleva y se erige en rey de Hebrón, aunque es derrotado y muerto por las tropas de David. Israel extiende sus dominios en el Levante derrotando a amonitas y arameos, llegando hasta Damasco. Israel pacta con los sidonios para mantener el control contra los filisteos.

David consolida la monarquía en Israel. Para acallar las protestas de los que se oponían a tener por rey a alguien distinto a Dios, el profeta Natán aporta una fórmula que en realidad ya existía en Egipto o en Babilonia [cita requerida]. Durante la consagración del rey, se proclama un oráculo de Dios según la fórmula: "Tú eres mi hijo; yo soy tu Padre" [cita requerida]. De este modo, David pasa a tener el título de Hijo de Dios. La dinastía de David tuvo continuidad en el reino de Judá y esto dio lugar a la expresión Hijo de David, equivalente a Hijo de Dios. [cita requerida]

Posteriormente, los Evangelios dan el título de Hijo de Dios,[1]​ Hijo de David e Hijo del Hombre indistintamente a Jesús de Nazaret.[2]​ Quizá los primeros discípulos asociaron el título judío de Hijo de Dios con Jesús, lo que reforzaría su imagen mesiánica. En cualquier caso, con el paso de los años y la expansión del Cristianismo en el ámbito helenístico y romano, el concepto de Hijo de Dios dejó de ser solo un título que hacía referencia a una filiación real judía y adquirió otras connotaciones teológicas sobre la naturaleza divina o semidivina de Jesucristo. En la polémica arriana del siglo IV, se discutió si el Hijo de Dios era consustancial (homoousios) al Dios Padre o si era una criatura creada.

En la gran mayoría de iglesias cristianas se identifica actualmente al Hijo de Dios con Dios Hijo, la segunda Persona de la Trinidad.[3]



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