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Ibn Túmart



Abu Abdalah Muhámmad ibn Túmart (c. 1080-1130) (en árabe أبو عبد الله محمد ابن تومرت), fue el líder religioso de la tribu bereber masmudí de los Harga y el fundador del movimiento religioso de los almohades, que dominaría la región de Al-Ándalus en la península ibérica.[1]

Ibn Túmart era miembro de la tribu bereber masmudí de los Harga y nació en el último tercio del siglo XI, probablemente entre el 1078 y el 1081, en la aldea de Igliz (o Igili), en el valle del Sus, junto a la Cordillera del Atlas.[1][2][3]​ Hijo del jefe del poblado, pasó sus primeros años estudiando el Corán hasta que, bien aconsejado por su padre o deseoso de completar sus conocimientos religiosos, abandonó la montaña.[1]​ Pasó algún tiempo en Marrakech y en el 1106-1107 cruzó a Al-Ándalus, por entonces también territorio almorávide.[1][2]​ En el 1106 estudiaba en Córdoba, que aún era un importante centro cultural.[3]​ Hacia el 1110, partió hacia Oriente.[1][2]​ Allí estudió a Al-Ghazali,[2]​ entonces en boga, y el resto de doctrinas y teorías filosóficas del momento.[1]​ Tras realizar la peregrinación a La Meca, emprendió el regreso en 1116 o 1117.[3][2]​ De vuelta en Occidente, continuó estudiando con varios maestros en distintas ciudades.[1]​ Dedicó un año a estudiar los escritos de teólogos como Ibn Hazm (994-1064) en Córdoba. Gracias a estos estudios, desarrolló una teoría religiosa crítica con el formalismo malikí que defendían los almorávides.[1]

Después hizo la peregrinación a La Meca, de donde fue expulsado por sus críticas feroces a la relajación de otros y fue para Bagdad, donde se adhirió a una escuela ortodoxa. Pero construyó él aún un sistema propio, combinando las enseñanzas de su maestro con el misticismo y partes de las doctrinas de otros, centrado en el unitarismo y que representaba una revuelta contra lo que en su opinión sería el antropomorfismo de Dios en la ortodoxia musulmana.

Residió algún tiempo en Mahdía y pasó luego, acompañado de dos discípulos, por Constantina y Bugía.[4]​ En ella se encontraba en enero del 1119.[2]​ Expulsado de esta última, marchó a Mallala donde, mejor acogido, se dedicó a predicar, meditar y rezar y se decidió a emprender la reforma religiosa, convencido de que en la región se había extendido la impiedad y la indiferencia hacia lo que consideraba correcta interpretación del islam.[5]​ Partió entonces a ejercer de azote religioso,[3]​ censor de costumbres y reformador, acompañado de su fiel discípulo Abd al-Mumin, por diversas ciudades del Magreb occidental: Tremecén, Agadir, Taza, Mequinez y Salé, entre otras.[5]​ En todas ellas atizó el descontento y animó al examen crítico de la situación, socavando de paso la tranquilidad anterior del dominio almorávide.[5][3]​ Su prédica en favor del puritanismo, contra el vestir ostentoso, la mezcla de hombres y mujeres en las celebraciones, la venta de vino y los instrumentos musicales, que animaba a destruir, le atrajeron algunos partidarios, y muchos adversarios.[6]​ Su honda formación teológica le facilitaba la tarea de castigador de la relajación de costumbres, influencia del territorio andalusí en el Magreb.[7]

Después de su regreso a Marruecos, con la edad de 28 años, comenzó a predicar contra los principios religiosos de la interpretación personal, aceptando sólo la tradición (sunna) y el consenso (ijma). Encabezó ataques a los comerciantes de bebidas alcohólicas y a otras manifestaciones de heterodoxia.

Llegó a Marrakech, capital del Estado almorávide, en el 1120, y comenzó a predicar en una mezquita de la ciudad, al tiempo que fustigaba lo que consideraba vicios sociales; su actividad generó gran tensión entre partidarios y detractores.[7]​ Acabó por provocar a las autoridades cuando criticó con dureza a la hermana del soberano almorávide por ir por la calle sin velarse la cara —algo habitual en aquel momento— y por el revuelo que armó más tarde en la mezquita mayor, en presencia del mismísimo Alí.[7]​ Alí convocó entonces a los alfaquíes de la ciudad a un debate teológico, en el que deseaba que examinasen la doctrina de Ibn Túmart.[8][3]​ Incapaces los alfaquíes de rebatir a este, mejor preparado y más elocuente, lo presentaron como un peligroso agitador.[8]​ En vez de desbaratar sus argumentos teológicos, decidieron atacarlo por su actividad, que tacharon de subversiva.[8]​ Unos y otros coincidían en realidad en la defensa del puritanismo religioso.[9]​ Las principales diferencias con los almorávides y sus seguidores fueron su insistencia en la ausencia de características antropomórficas de Dios y pronto su proclamación como mahdi y descendiente de Mahoma.[9][3]​ A pesar de la insistencia de algunos alfaquíes, que deseaban que se lo condenase a muerte o se lo aprisionase, finalmente se optó por desterrarlo.[10][11]​ En enero del 1121, abandonó Marrakech, acompañado de algunos seguidores.[12]

Pasó por Agmat,[3]​ de donde también fue expulsado y recorrió los territorios occidentales del Atlas, donde logró adeptos entre los masmudíes.[13]​ Con sus seguidores, se dirigió hacia la región del Sus, creando en su camino perturbación con sus recriminaciones a lo que veía como prácticas alejadas del Corán y de la Sunna.[5]​ Se unió a su causa el jefe de la tribu Hintata, la más importante de la zona, Abu Hafs Úmar ibn Yahyà, a partir de entonces uno de los más importantes miembros del movimiento almohade y antepasado de la dinastía hafsí que gobernó Ifriqiya hasta el 1574.[11]

Se instaló en una cueva, continuó predicando contra los almorávides y se hizo famoso en parte por los supuestos milagros que realizaba.[11]​ Durante los tres años siguientes, se dedicó a predicar su doctrina, el tawhid, en las montañas y a consolidar los territorios que le eran afectos, para enfrentarse más tarde a los almorávides.[13]​ En diciembre del 1121, sus seguidores lo aceptaron como mahdi o imán.[14][15]​ La mayoría de las tribus de la región, la suya natal, se unieron a su causa.[15]​ Fundó el movimiento de los almohades, se proclamó mahdi (el guiado, profeta redentor del islam) y exhortó a todos los musulmanes, especialmente a los de la península ibérica, a retornar a los orígenes de su fe, el Corán. Poco a poco, fue formando un bloque masmudí para oponerse a los cenhegíes, unido en torno a su ideario religioso, social y político.[16]​ Durante los primeros años, el movimiento tuvo que resistir una serie de campañas emprendidas por los almorávides, que fracasaron en el escabroso terreno de la montaña.[16][14]​ Entre el 1122 y el 1124, escapó a un intento de asesinato almorávide, motivado por la inquietud que causaba la extensión de su movimiento entre las tribus de las montañas.[17]

En el 1123-1124, se instaló en la población de Tinmel, invitado por sus habitantes, también bereberes masmudíes.[18][3]​ Al imperio bereber de origen sahárico creado por los almorávides cenhegíes, se oponía un creciente Estado también bereber, pero de origen montañés y masmudí.[19]​ Como habían hecho los propios almorávides al comienzo de su expansión, los rebeldes almohades clamaban por la reforma y purificación de las costumbres, la realización de la guerra santa.[20][21]​ Ibn Túmart llevó a cabo varias purgas en las zonas que fue controlando, expulsando o pasando por las armas a aquellos tenidos por desafectos a su movimiento.[14]

Entre el 1125 y el 1129, se sucedieron los choques, fundamentalmente escaramuzas, entre las fuerzas almorávides, que cercaron las montañas rebeldes con nuevas fortalezas,[14]​ y las del movimiento de Ibn Túmart, que no dejaron de extenderse por las montañas, aunque aún no se enfrentaron al enemigo en el llano.[22]​ Antes de hacerlo, el mahdi ordenó una purga del movimiento, para eliminar a aquellos considerados traidores y sospechosos de tibieza para con él.[23]

La aceptación de sus ideas fue ayudada por el descontento generado por el fracaso de los almorávides en parar la Reconquista en la península ibérica.

El mahdi era considerado impecable e infalible, ejerciendo una autoridad que nadie contestaba. Las tribus obedecían una jerarquía, siendo los primeros de esta orden los Hargha, de Ibn Túmart. La propia sociedad era jerarquizada y la práctica de los ritos religiosos era obligatoria.

A pesar de morir tres años después, en agosto o septiembre del 1130,[24]​ tras una grave derrota frente a sus enemigos, el movimiento de Ibn Túmart continuó.[25][14]​ Acaudillados por Abd al-Mumin, que por dos años mantuvo su muerte en secreto, acabaron por vencer en la disputa por el poder en el norte de África y en la península ibérica musulmana, tras quince años de contienda con los almorávides.[26][3]



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