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Incendio de Moscú de 1812



El incendio de Moscú de 1812 comenzó el 14 de septiembre en Moscú, el día en que las tropas rusas y gran parte de los residentes abandonaron la ciudad durante la Invasión napoleónica de Rusia.

Fue provocado por el ejército ruso, ya que, luego de la derrota en la batalla de Borodinó, no podían arriesgarse a dejarle los recursos y las armas rusas al Ejército Napoleónico, por lo que utilizaron la técnica militar de "Tierra Quemada".

El incendio continuó hasta el 18 de septiembre; se estima que tres cuartas partes de la ciudad de Moscú fueron destruidas por el fuego.

Antes de evacuar la ciudad, el conde Rostopchín, gobernador militar de Moscú, dio orden de que el Kremlin y los principales edificios públicos (incluidas las iglesias y monasterios) fueran volados o incendiados. Pero esta no fue la causa fundamental del incendio que destruyó la ciudad. Cuando la mayor parte del ejército francés se trasladó a la ciudad, se produjeron algunos incendios. Su causa no ha podido ser determinada con certeza, pero es probable que intervinieran diferentes factores, como las propias órdenes de Rostopchín, accidentes debidos a la huida precipitada de la población de Moscú, o la negligencia de las tropas napoleónicas durante el saqueo al que sometieron la ciudad. Hoy en día, la mayoría de los historiadores atribuye los incendios iniciales al sabotaje ruso.[1]

El general Armand de Caulaincourt[2]​ confirma esta versión: afirma que cuando llevaban tres días en Moscú, una tarde comenzó un pequeño fuego que fue extinguido y «se atribuyó su causa a que las tropas no tuvieron cuidado». Más tarde esa noche a las 22:30, su ayuda de cámara lo despertó con la noticia de que «desde hace cuarenta y cinco minutos la ciudad se encuentra en llamas». Los focos de incendio continuaron apareciendo en múltiples puntos separados entre sí. Los incendiarios fueron arrestados e interrogados y declararon que su comandante había ordenado quemarlo todo. Más adelante, en el mismo capítulo, Coulaincourt afirma: «La existencia de detonadores inflamables, todos fabricados de la misma forma y colocados en diversos edificios públicos y privados, es un hecho que yo y otros hemos visto personalmente. Yo vi los detonadores y varios de ellos fueron llevados al Emperador». Y luego escribe: «El análisis de los archivos y órdenes de la policía… todo confirma que el incendio fue preparado y ejecutado por orden del conde Rostopchín».

La Grande Armée, que acampó y saqueó la ciudad desde su toma el 11 de septiembre, también tuvo su parte de responsabilidad, ya que muchos edificios se incendiaron por hogueras que se encendieron para cocinar. La catástrofe comenzó a partir de muchos pequeños incendios que crecieron rápidamente, quedaron fuera de control y formaron un incendio generalizado. Las medidas de control de Napoleón y las ejecuciones de incendiarios se pusieron en práctica cuando la mayor parte de la ciudad ya estaba en llamas. El fuego se extendió rápidamente, debido a que la mayoría de los edificios de Moscú era de madera. Y aunque la ciudad tenía un cuerpo de bomberos, su equipo había sido previamente retirado o destruido por orden de Rostopchín. Cuando Napoleón se retiró a un castillo fuera de la ciudad, sus tropas terminaron de perder la disciplina y comenzaron a saquear sin control por todo Moscú. Ni siquiera los duros castigos pudieron evitar el saqueo, ni que los soldados franceses golpearan a los residentes y cometieran violaciones durante el incendio.[1]

El 19 de octubre las tropas francesas se veían obligadas a abandonar la ciudad ante la imposibilidad de obtener avituallamiento.

Lev Tolstói, en su novela Guerra y paz, sugiere que el fuego no fue causado deliberadamente ni por los rusos ni por los franceses, sino que fue el resultado natural de que una ciudad desierta, en su mayoría de madera, cayera en manos de las tropas invasoras en invierno, cuando casi todos los días se declaraban incendios, incluso cuando la ciudad estaba habitada y contaba con un departamento de policía en pleno funcionamiento. Al ser ocupada por los soldados, que comenzaron a fumar sus pipas, a cocinar sus alimentos dos veces al día y a quemar los bienes del enemigo en las calles, inevitablemente algunas hogueras quedarían fuera de control. Sin un cuerpo de bomberos eficiente, es probable que un incendio comenzado en una casa se extendiera hasta propagarse por el barrio, y en última instancia a toda la ciudad.




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