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Incursión Doolittle



La Operación Doolittle fue la primera incursión aérea estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial realizada en abril de 1942, sobre territorio japonés. En la historia universal a esta operación se le conoce también como el raid de Doolittle, la incursión de Doolittle o el raid sobre Tokio.

Después del ataque a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, Roosevelt impulsó la idea de darle a Japón un golpe aunque fuera pequeño como una forma de hacer sentir al enemigo que ya no estaba seguro en su casa.

El general George C. Marshall y su Estado Mayor Conjunto buscaron el plan que fuese la mejor alternativa para realizar esta iniciativa, lo cual resultaba en ese momento tremendamente difícil dado los escasos medios con que Estados Unidos contaba después del 7 de diciembre de 1941 en el área del Pacífico. Cualquier iniciativa implicaría arriesgar los únicos portaaviones con que contaban los Estados Unidos, que eran cinco en ese momento; por tanto, el plan debía ser muy bien elaborado y analizado.

La idea del plan vino de un oficial del arma de submarinos llamado Francis Low, el cual había visto que era factible operar con bombarderos embarcados en portaaviones; si estos portaaviones podían acercarse al Japón y enviar los bombarderos para un ataque aéreo sobre objetivos exclusivamente militares, se podría cumplir la misión.

Se seleccionó al USS Hornet como plataforma de lanzamiento. Obviamente la cubierta de despegue no estaba diseñada para lanzar bombarderos; por lo tanto había que determinar el tipo de aparato que realizara la misión y también, a quién encargársela.

El general Arnold seleccionó al teniente coronel James H. Doolittle como el director de la operación. Doolittle era un experimentado aviador y pionero en campos de la aviación de exploración. Este seleccionó al bombardero B-25 Mitchell, un bombardero medio, bien armado que podía despegar del USS Hornet si la tripulación era bien entrenada. Doolittle definió que el objetivo de la misión era acercarse con los portaaviones a 600 kilómetros de la costa japonesa y bombardear el centro industrial nipón con sus 18 B-25 modificados. Cada avión llevaría 4 bombas de 250 kilogramos de alto poder explosivo. El despegue se haría al atardecer para volar sobre el territorio enemigo al amanecer, a plena luz del día. Unos radio-guías situados en territorio ruso guiarían a los bombarderos hacia bases chinas y rusas, ya que no volverían al portaaviones. Una vez lanzados los aviones, la flota retornaría a sus bases lo más rápido posible.

La misión fue calificada como altamente peligrosa con una estimación de bajas del 50%. A raíz de que el desarrollo de la guerra entre Alemania y la U.R.S.S iba mal para esta última, Stalin a última hora rehusó prestar sus bases para dicha incursión, pues no quería abrir dos frentes en su territorio o dar pie a que Japón le invadiera. Solo quedaron los territorios chinos como alternativa. Esto extendía la duración de la incursión hasta agotar los depósitos de combustible; por tanto hubo que modificar los B-25 desproveyéndolos de blindaje, armas y cualquier objeto inútil para la misión, dándoles el carácter de desechables.

El B-25 Mitchell era el único bombardero capaz de despegar de un portaaviones, el comandante del USS Hornet, James Duncan, se unió al equipo para asistir a Doolittle en el entrenamiento de las tripulaciones escogidas.

El USS Hornet y las tripulaciones que se escogieron se trasladaron a la base naval de Norfolk (Virginia) para empezar un intenso entrenamiento de aterrizajes y despegues desde una cada vez más corta pista de lanzamiento, para ello hubo que aligerar aún más los aviones hasta el extremo de sólo dejar la ametralladora de proa, los despegues se hacían con carga de 5 hombres, vituallas, combustible y bombas. También se realizaron intensos entrenamientos de bombardeo a baja altitud.

Después de un intenso entrenamiento con 24 aparatos, sólo se escogieron 16 tripulaciones para participar en la Incursión. Sobre la cubierta del USS Hornet se embarcaron 80 hombres y sus aparatos.

El 2 de abril de 1942, el USS Hornet junto con su escolta y los B-25, zarparon desde Alameda en California rumbo a Japón. En algún punto en el Pacífico norte se les unió desde Pearl Harbor el USS Enterprise. La flota estaba al mando del almirante Halsey.

El viaje transcurrió entre mar gruesa, niebla y lluvia, en un estado de máxima alerta y con exploración continua proporcionada por el USS Enterprise y sus radares. Si la flota era descubierta antes de alcanzar el punto de lanzamiento, la misión se abortaría. Mientras transcurría el viaje, a los miembros participantes se les dieron clases de chino básico y además efectuaron ejercicios físicos.

Lo que los estadounidenses desconocían es que Isoroku Yamamoto, almirante de la Armada Imperial Japonesa, ya estaba enterado de que era muy probable un ataque de portaaviones sobre Japón y se estaba preparando al respecto. Yamamoto, a falta de radar, había dispuesto un perímetro defensivo alrededor del Japón, previendo un ataque por sorpresa. Este anillo se sostenía utilizando cruceros auxiliares y pequeñas embarcaciones pesqueras armadas, de gran autonomía, que recorrían diariamente el perímetro entre 1000 y 1600 kilómetros de la costa del Japón.

En la mañana del 18 de abril, los radares del USS Enterprise señalaron dos pequeños barcos a proa, estaban a 1250 km de la costa, el punto de lanzamiento era a 900 kilómetros. Halsey realizó maniobras evasivas y logró pasar a través de esas dos naves aprovechando que era un día nublado y oscuro.

Sin embargo, a las 7:30 se hizo presente en los radares la silueta de un barco patrulla, el Nitto Maru. Era un pesquero armado con una ametralladora pesada y divisó a la formación enemiga. Pronto estuvo en el horizonte; el crucero USS Nashville disparó una salva artillera pero el barco japonés cambió rápidamente de curso. 5 bombarderos de picado despegaron del USS Enterprise, el patrullero se defendió con su ametralladora mientras radiaba a la 5ª flota la postrer advertencia de dos portaaviones enemigos a la vista. El Nitto Maru fue cañoneado (se usaron casi 900 proyectiles) y bombardeado, recibió un impacto directo y se hundió alrededor de las 8:20 con total perdida de vidas. Otras unidades similares fueron hundidas en el perímetro de las naves estadounidenses.

Yamamoto supo la noticia casi en el momento y ordenó a la flota de Kondo zarpar de inmediato. Además ordenó a la 5.ª División de Portaaviones dirigirse a la zona y el despegue de aviones de exploración de largo alcance.

Los estadounidenses se encontraron en un dilema, ya que faltaban aún nueve horas de navegación para alcanzar el punto de lanzamiento y ya habían sido sorprendidos, estaban a 1100 kilómetros de las costas del Japón: o abortaban la misión o lanzaban los bombarderos. Duncan y Doolittle decidieron lanzar en ese momento los aviones. Siendo las 8:10, los preparativos de despegue fueron frenéticos, las tripulaciones aligeraron el peso de sus aeroplanos, ocuparon sus puestos y encendieron motores, se cargaron apresuradamente los bidones de combustible y se dispusieron para el despegue.

Uno a uno los bimotores aceleraron a máxima potencia y despegaron de la cubierta de 130 m, el despegue se saldó con algunos incidentes. Uno de ellos fue protagonizado por el bombardero n.º 16; un operario de la pista se acercó demasiado a una de las hélices y le amputó un brazo. Este avión tendría un fatal destino. El n.º 5 no cargó todo su combustible y, al momento de realizar la misión, la tripulación se vio apremiada por salir con vida y a salvo. Doolittle iba en el primer aparato, al frente de sus hombres.

Los 16 B-25 una vez despegados volaron inmediatamente a su destino. Sin esperar hacer formación descendieron a una altura de vuelo rasante y se dispusieron para un bombardeo a plena luz del día. Los buques estadounidenses inmediatamente dieron media vuelta y llegaron a Pearl Harbor a la máxima velocidad de crucero. A Doolittle les esperaban casi 5 horas de tenso vuelo, manteniendo silencio de radio y usando el código morse. La inteligencia estadounidense fue dirigiendo la incursión.

Casi 40 minutos después del despegue, un avión de exploración japonés detectó a la formación de B-25 y radió un urgente mensaje a Tokio informando de la presencia de un grupo de bombarderos dirigiéndose al área de Tokio. La inteligencia japonesa no dio crédito al reporte del avión de exploración y desechó torpemente la información. Al acercarse a la costa japonesa Doolittle distribuyó sus aviones: nueve fueron destinados a Tokio, tres a Kanagawa, Yokohama y los últimos tres a Nagoya, Osaka y Yokosuka. La sorpresa era total para los japoneses.

Doolittle y sus 8 bombarderos aparecieron sobre Tokio distribuidos en tres columnas, al norte, al centro y al sur de la urbe, el día estaba seminuboso pero la visibilidad era adecuada para bombardeo visual. La formación estadounidense remontó sobre los 300 m de altitud y a las 12:45 comenzó a bombardear con bombas incendiarias los objetivos industriales. Luego se alejaron en distintas direcciones para confundir al enemigo, no sin antes recibir un débil y poco eficaz fuego antiaéreo que aunque dañó un par de aparatos no consiguió derribar ninguno.[1]​ Los otros objetivos fueron certeramente bombardeados. En Yokohama, uno de los B-25 casi alcanzó con sus bombas al submarino portaaviones I-25, que meses después operaría en la costa de Oregón, protagonizando el primer bombardeo sobre territorio estadounidense.[2]

Cuando Yamamoto supo del bombardeo no podía dar crédito a las noticias, el impacto fue enorme. Al analizar los mensajes del Nitto Maru, del avión de exploración y la dirección de los enemigos, todo parecía indicar que estos bombarderos habían despegado desde los portaaviones. Luego supo que los atacantes se dirigían hacía el sur de Japón.

Yamamoto pensó que los aviones atacantes ahora identificados como B-25 Mitchell, no podían haber despegado de portaaviones o si lo habían hecho, estos no podrían volver por la imposibilidad de retomarlos. Por tanto o era una misión suicida desesperada o los estadounidenses planeaban recuperar a sus tripulaciones en algún punto cercano a la costa japonesa. Más tarde recibió noticias que se habían divisado aparatos en la parte más meridional de China, en Nanchang, ocupada por los japoneses.

Cumplidas las misiones particulares, los aparatos se reunieron en algún punto cerca de la isla Kyushu. Cuando se encendieron los radioguías no captaron señal alguna de los radiofaros. La razón era que el avión estadounidense que los transportaba fue detenido en territorio ruso por orden expresa de Stalin. Ahora, Doolittle tenía que seguir sus cartas de navegación y encontrar por sí mismo donde aterrizar. Eran otras 5 h más de vuelo, empeorado por un viento en contra que hizo reducir peligrosamente las existencias de combustible, por el mayor consumo.

Muchos de los aparatos alcanzaron la costa este (Sector de Chunwog y Chuchuan) de China casi al borde de sus reservas. El n.º 6 cayó al mar; dos de sus tripulantes se ahogaron y tres lograron salvarse; al tocar tierra fueron capturados por los japoneses. Otro de los aviones, el n.º 8, tuvo que aterrizar en Vladivostok en Rusia y su tripulación fue internada por los soviéticos y tomada prácticamente como prisionera. Ocho tripulantes fueron capturados por los japoneses (el infortunado n.º 16) y llevados a Japón donde tres de ellos fueron ejecutados y uno murió por privaciones. Doolittle y su tripulación cayeron en un arrozal chino custodiado por japoneses y a duras penas fueron rescatados por guerrilleros chinos. Una vez en Estados Unidos, la sorpresa de Doolittle fue grande, ya que no sólo no se le juzgó por haber perdido todos los aviones, sino que se le ascendió a general.

La primera y más importante consecuencia de la incursión de Doolittle fue netamente psicológica. Otra de ellas fue la firme resolución de apoyar el plan de ataque a Midway por parte de los contrarios a dicho plan, elaborado por el Estado Mayor de Yamamoto.

Los resultados directos del bombardeo en territorio japonés sumaron 50 muertos, 250 heridos y 90 edificios destruidos, además de bodegas, fábricas y tanques de gas. El daño infligido al enemigo por parte de los estadounidenses fue clasificado como mínimo. Ocho aviadores fueron hechos prisioneros por los japoneses y, se les obligó a firmar confesiones de crímenes contra civiles. Tres de ellos serían ejecutados y uno más murió de privaciones. Tres hombres más murieron a consecuencia de las heridas recibidas por los amerizajes o aterrizajes. En total: 11 hombres perdidos, todos los aparatos perdidos y 5 hombres prisioneros de los rusos (escaparon más tarde). La incursión fue considerada, de todos modos, un éxito por parte de los estadounidenses y por el lado japonés como una operación sin trascendencia.



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