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Indianismo (política)



El indianismo es una ideología contracolonial que busca la liberación de aquellos pueblos que han vivido la experiencia de la colonización. Esta corriente fue desarrollada en Bolivia,[1]​ durante la segunda mitad del siglo XX, principalmente por ideólogos Aimaras y Quechuas. Surgió por oposición al Indigenismo integrador que busca colonizar los pueblos latinoamericanos indígenas de una manera pacífica.

La principal diferencia entre el Indigenismo y el Indianismo es que el primero trata de asimilar los pueblos indígenas a la cultura occidental mientras que el Indianismo reivindica, e intenta liberar los pueblos indígenas del mandato de los colonizadores.

Fausto Reinaga, en la década de los sesenta desarrolla esta ideología, cuyo principal postulado es defender la liberación del indio y su máxima obra donde lo muestra es en "La revolución india".

"El Indigenismo fue un movimiento del cholaje blanco-mestizo; en tanto que el Indianismo es un movimiento indio revolucionario que no desea asimilarse a nadie y que propone liberarse. En suma, Indigenismo es asimilación, integración en la sociedad blanco-mestiza; a diferencia de esto el Indianismo es: el indio y su revolución”—Fausto Reinaga.

El Movimiento Universitario Julián Apaza, también se guía por los postulados indianistas, expresado en el Manifiesto de Tiwanaku, principal documento político de este movimiento.

Raymundo Tambo,[2]​ fue uno de los fundadores del primer partido indianista, el Partido Agrario Nacional (1960); también fue fundador del Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), a finales de los 60, y dirigió el Sexto Congreso de la Confederación Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CNTCB), el 2 de agosto de 1971.

La Wiphala y la figura de Tupaj Katari son elementos simbólicos que fueron posicionados en la politización que el indianismo inició desde los años 60. Entre las preocupaciones de los primeros indianistas estaba la de tener un símbolo que los identifique no solo como movimiento político sino que sirva fundamentalmente para identificar a la “nación india” y su carácter “precolonial”. La Wiphala fue ese símbolo. Por ello no extraña que en "La revolución india" (1970, Fausto Reinaga) se haga la siguiente afirmación: “la Wiphala, el auténtico estandarte de la patria”. Pero hay un personaje específico que sobresale en la inserción de la Wiphala en el proceso de politización iniciado por los primeros indianistas: Constantino Lima, este había obtenido referencias de un texto peruano con información sobre una bandera precolonial, y encargó conseguir ese texto. Lima recibió de su amigo otro texto pero que también era de edición peruana y contenía iconografía inca. Copió un dibujo cuadriculado para mostrárselos a otros indianistas. Poco después, los estudiantes aymaras reunidos en el Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA) empezaron hacer flamear la Wiphala que el propio Lima había costurado.[3]

Después de la invasión de las colonias españolas, la rebelión de Túpac Katari y Bartolina Sisa jugó un papel importante. Fueron los primeros que abrieron paso a movimientos que reivindican la identidad india.

Podríamos dividir el movimiento en tres fases:

Cuando irrumpe el Indianismo, lo hace con la idea de que los indios eran la mayoría del país y la base de la nación, por tanto tenían legitimidad para gobernarlo (esto se articula con ideas sobre el pasado precolonial: Tiahuanaco y el incario, y las luchas anticoloniales: Tupaj Amaru, Bartolina Sisa y Tupaj Katari, con las que buscaba dar sentido histórico a sus aspiraciones políticas). El Indianismo es fiel a su lema "Nuestra tierra para nosotros" (Tupac Katari).

El 5 de noviembre de 1960 se organiza el partido político PAN (Partido Autóctono Nacional), después surge el PIQ (Partido Indígena del Quollasuyu) e inmediatamente después el PIAQ (Partido de Indios Aimaras y Quechuas).

El indianismo se bifurcó (1973-1980) hacia el Katarismo, movimiento que buscó alianzas y vinculaciones con sectores progresistas de la izquierda y de la iglesia, pese a experimentar el racismo de estos grupos, y puso acento en las diferencias económicas y culturales entre los bolivianos.[4]​ El Katarismo surgió paralelamente al Indianismo, el primero con una visión de fundar un nuevo Estado Nacional o más una especie de “nacionalización del Estado Nacional” en favor de las mayorías nacionales.[5]

Cabe señalar que el movimiento katarista, a diferencia del indianista, ha recibido casi toda la atención por parte de los investigadores que se han ocupado de los "movimientos indígenas" contemporáneos. El trabajo más consagrado a este respecto es Oprimidos pero no vencidos (1984) de Silvia Rivera y contiene el planteamiento de memoria larga, concepto que ha sido asumido por muchos de forma crítica y que ha contribuido a encubrir el trabajo de "alargamiento de la memoria" operado por los indianistas. Por otra parte, El katarismo (1986) de Javier Hurtado (1954-2012) es la investigación que mejor trabaja sobre este movimiento, en particular sobre la trayectoria sindical del katarismo desde los años 70 hasta inicios de los 80, cerrando la investigación cuando esta corriente entra en crisis. En el caso del movimiento indianista, fue objeto de investigación para una tesis de licenciatura en Antropología (UMSA) y que corresponde a Diego Pacheco. Este trabajo se publicó el año 1992 con el título de El indianismo y los indios contemporáneos en Bolivia y está basado en una recopilación abundante de documentos, cuyos datos y relaciones son expuestos de manera muy caótica.

Lo iniciado en los sesenta, tuvo frutos y repercusiones en los años 2000, primero con Felipe Quispe y su hijo Ayar Quispe quienes plantean estrategias para materializar los postulados ideológicos. En los siguientes años, una veintena de colectivos y movimientos indianistas kataristas emergen. Uno de los principales es el Grupo MINKA, que desarrolla producción intelectual al respecto y debate público.



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