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Iniciativa de la Franja y la Ruta



La Iniciativa de la Franja y la Ruta (en inglés: Belt and Road Initiative, BRI), Nueva ruta de la Seda u OBOR (siglas del inglés One Belt, One Road) son los nombres por los cuales se designa un proyecto impulsado por la República Popular China, el cual pretende formar un conjunto de enlaces marítimos y ferroviarios entre China y Europa pasando por Kazajistán, Rusia, Bielorrusia y Polonia para terminar en Alemania, Francia y el Reino Unido. Fue propuesto en 2013 por el Secretario general del Partido Comunista de China, Presidente de China, Xi Jinping, quien lo vinculó a la antigua ruta comercial euroasiática conocida como Ruta de la Seda.[1]

Ferdinand Von Richtofen, geógrafo y geólogo alemán, acuñó la expresión "rutas de la seda" para definir las redes comerciales que conectaban Asia, y en particular la China, con Europa, a través de Anatolia (parte del Imperio bizantino) y desde allí al Mediterráneo. La extensión de estas rutas era de alrededor era de unos 8000 km y el nombre fue propuesto a causa de la más importante y prestigiosa de sus mercancías: la seda, cuyo secreto de fabricación era guardado celosamente por el Imperio chino. Según Richtofen, el control de la misma explica los conflictos entre los estados que controlaban el Mediterráneo (Roma y luego Constantinopla) y los que dominaban Mesopotamia y Asia Central (Partia y Persia sucesivamente, luego el Califato). El control del Imperio Otomano de uno de los extremos de la ruta con la toma de Constantinopla, fue uno de los desencadenantes de la Era de los Descubrimientos, que intentaba hallar una altertantiva a las rutas tradicionales de la seda y las especias.[2][3][4][5]

El proyecto afecta 60 países, el 75% de las reservas energéticas conocidas en el mundo, el 70% de la población mundial y generaría el 55% del PIB mundial. La gira de Xi Jinping en enero del 2016 por Irán, Arabia Saudita y Egipto revela la enorme importancia que la China atribuye al Levante, no sólo porque en esta zona se aprovisiona de más de la mitad del crudo que consume, sino también porque es paso obligado hacia Europa tanto por mar cómo por tierra, si no quiere depender únicamente de atravesar Rusia. En vista de la construcción de este proyecto, Xi Jinping dejó en Egipto 13.500 millones de dólares en contratos; con la Liga Árabe se comprometió a invertir 55.000 millones; en Riad firmó 14 acuerdos mil millonarios, incluido uno nuclear, y en Teherán llegó a un pacto para invertir en 10 años 600.000 millones de dólares. También ha creado el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras para alcanzar el objetivo. El 15 de febrero del 2016 el gobierno chino hizo llegar a Teherán el primer tren de transporte de mercancías desde Yiwu, un importante centro de producción del este de la China. El trayecto de 10.399 kilómetros, que transita por Kazajistán y Turkmenistán, se realizó en 14 días, 30 menos que el viaje por mar.[6]

El plan Marshall modeló las relaciones de los Estados Unidos con sus aliados, Xi Jinping pretende que su macroproyecto de infraestructuras y transportes defina los vínculos de la China en la era global con los estados del suyo cercando, especialmente con la Unión Europea y Rusia. El Plan Marshall constituyó en su momento un proyecto clave para el desarrollo económico y político de Europa. Debido al Plan Marshall se fue constituyendo despacio la Unión Europea que se desarrolló progresivamente como un proyecto político y, por lo tanto, ideológico. Xi Jinping se defiende de las alegaciones de Plan Marshall chino, pero lo cierto es que Pekín quiere hablar de tú a tú con Washington, cosa que exige reforzar su proyección internacional.[7]

Es en este marco general que la China querría instaurar su poder blando. Esta nueva Ruta de la Seda es una parte de la respuesta de la China a las presiones estratégicas y arancelarias de Washington al pacífico, que son percibidas por ella como un freno al ejercicio de su dominio. Por ejemplo, la decisión de Barack Obama de excluir la China del Acuerdo de Asociación Transpacíficca (TPP, en sus siglas en inglés) aceleró la decisión de Jinping de apostar por una revolución total de las infraestructuras, un proyecto, que incluyera a la América Latina y situara a China como hiperpotencia global. Xi capitalizó el malestar entre Putin y Occidente (Guerra en el Donbass) para estrechar relaciones con Rusia y superar la desconfianza de Moscú hacia los planes de Pekín en el Asia central.

El proyecto chino pone dos visiones de comercio internacional sobre la mesa. De un lado los chinos pretenden ser una alternativa al modelo neoliberal del FMI mediante un fuerte intervencionismo del Estado, mientras que los EE.UU. defienden un modelo basado en el derecho, las finanzas y la libre competencia. En caso de llegar a lograr su objetivo, la China estaría cumpliendo el Sueño Chino, es decir, la instauración de un poder blando en el mundo. La China, como lo argumenta Emmanuel Lincot, fundador de la Cátedra de Estudios Chinos Contemporáneos del Instituto Católico de París, "nunca ha dejado de concebirse a sí misma en el centro de la historia del mundo".

El OBOR podría reavivar antiguas tensiones que fueran el origen de las guerras entre Japón, Rusia y China en el siglo XIX. La diferencia, según apunta Simon Shen, director del programa de Estudios Globales de la Universidad de China de Hong Kong, es que esta vez hay más actores en escena: los Estados Unidos, Rusia, China y, en menor medida, la India y Japón. Todos compiten para llegar a ser influyentes en la región y favorecer de este modo sus intereses energéticos e ideológicos. Esto los ha llevado a cada uno de ellos a defender su propia ideología a la zona, según enfatiza Simon Shen.

El proyecto que presenta Xi Jinping tiene dos ejes. Primeramente, proyectó una vía terrestre que uniría a China con Pakistán, Afganistán, Turquía, Moscú, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Europa mediante los Balcanes hasta llegar a París. Se han utilizado las vías ya existentes terrestres ferroviarias para elaborar el primer eje y, paralelamente, China ha venido invirtiendo en nuevas vías terrestres. En segundo lugar, el proyecto pretende llegar a América Latina, África y Oriente Medio mediante una ruta marítima, prácticamente controlada por el estado chino. Esto implica la instalación de bases militares y puertos comerciales en los océanos índico y pacífico.

Aun así, esta segunda vía ha hecho renacer antiguas rivalidades entre estados asiáticos. "Seis mapas para entender por qué el conflicto del mar de la China puede ser pronto la crisis mundial más grande", así titulaba el diario digital español VilaWeb el 17 de febrero del 2016 sobre el despliegue de misiles en la isla de Woody. Según explica el diario, la China reivindica la línea que, en los cuarenta, delimitó el antiguo gobierno nacionalista chino y que todos los países vecinos protestan. La importancia de esta reivindicación es que, si fuera aceptada internacionalmente, convertiría al mar de China Meridional en aguas territoriales chinas, y no internacionales como lo son ahora. Esto permitiría a China controlar la navegación en esas aguas, es decir, tener el control sobre la mitad del total de toneladas que se mueven en el mundo, hecho que no es aceptado por los estados vecinos, ni tampoco por los EE.UU. que tienen también bases militares allí desde la Segunda Guerra Mundial.[10]

El año 2014 el presidente de China, Xi Jinping, anunció la creación del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructuras (AIIB, en inglés), con la posible incorporación de todos los países del continente asiático, pero con la puerta abierta a otros estados para sufragar el OBOR. Por esta puerta han entrado el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, desafiando de este modo el casi monopolio norteamericano en el sector financiero internacional. La presencia del Reino Unido dentro de esta entidad es del todo significativa porque el país constituye el aliado principal de los EE.UU.. El AIIB tiene un capital inicial de 50.000 millones de dólares, destinado a la inversión en infraestructuras en Asia. Los Estados Unidos, viendo la ofensiva de Pekín, pidieron en a países europeos que no se adhirieran, pero según indica el diario Ahora "la economía y el crecimiento del 7% de la China son demasiado tentadores". Según Grégory Claeys, analista de Bruegel -un think tank con sede en Bruselas-, han sido los Estados Unidos los que casi han “empujado" a los países asiáticos a crear un nuevo banco de desarrollo porque Washington nunca ha dejado a los estados emergentes tener un papel más importante en el sector.[11]

Los Estados Unidos proponen una iniciativa llamada "Estrategia Indo-Pacífica Libre y Abierta" (FOIP). Los funcionarios de los Estados Unidos han articulado la estrategia en tres pilares: seguridad, economía y gobernanza.[12]​ A principios de junio de 2019, se cambió la definición general de "libre" y "abierta" por cuatro principios establecidos: respeto de la soberanía y la independencia; resolución pacífica de controversias; comercio libre, justo y recíproco; y adhesión a las reglas y normas internacionales.[13]

Los funcionarios gubernamentales de la India han objetado repetidamente la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, específicamente porque creen que el proyecto del "Corredor económico chino-pakistaní" (CPEC) ignora las preocupaciones esenciales de Nueva Delhi sobre la soberanía y la integridad territorial.[14]

Ha habido preocupación por el hecho de que el proyecto sea una forma de neocolonialismo. Algunos gobiernos occidentales han acusado a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de ser neocolonial debido a lo que alegan como práctica de la diplomacia de la trampa de la deuda de China para financiar los proyectos de infraestructura de dicha iniciativa.[15]

Todo ello, se tiene que enmarcar en el llamado nuevo Great Deal (del inglés, la nueva Gran Jugada). El Great Deal es la apelación utilizada para definir la rivalidades existente en el siglo XIX y principios del siglo XIX entre el Reino Unido, Rusia y Asia. Ahora, la nueva rivalidad se produce entre los Estados Unidos, Rusia y China. Es pues, en este contexto que se tiene que entender el proyecto de la ruta de la seda chino, pero también, y evidentemente, los movimientos que se están produciendo a nivel comercial entre potencias, que miraremos de desglosar.

La OMC fue constituida en 1994 para conseguir, mediante rondas de negociaciones multilaterales, eliminar o reducir progresivamente las barreras arancelarias y no arancelarias que obstruyen el comercio mundial, en una óptica de mercado del libre comercio. La OMC está compuesta por 159 estados, los cuales tienen que tomar las decisiones juntamente en la dirección ya mencionada. La norma de funcionamiento permite a los miembros de obtener el derecho al veto, aplicando la regla un país, una voz. Esta hace difícil lograr algún acuerdo, debido a intereses geopolíticos y económicos heterogéneos, e incluso antagónicos, entre estados.[16]​Es con la intención de reducir las barreras comerciales globales que se celebró la novena conferencia de Bali (en Indonesia), en la cual los 159 miembros tenían que conseguir un acuerdo unánime, que finalmente se logró el 7 de diciembre del 2013. La cumbre de Bali estuvo a punto de fracasar por la exigencia de Cuba, que condicionó el cierre del acuerdo al levantamiento del embargo de los Estados Unidos sobre la isla caribeña. Así, el 21 de marzo del 2016 se anunciaba a la prensa que el presidente de los EE.UU. visitaría Cuba para oficializar el levantamiento del embargo, cosa que trajo bastante expectativa a la prensa.[17]

Ahora bien, el acuerdo no acabó de satisfacer a todo el mundo, entre otros estados, la China que se mueve "con aires de gran potencia económica", según puede informa el diario AHORA. Las expectativas puestas por ciertos estados, han traído a nuevas mesas de negociaciones, como por ejemplo entre Singapur y los EE.UU.. En este sentido, la China, siendo el primer exportador y segundo importador del mundo, necesita una apertura más grande de los mercados exteriores para favorecer sus exportaciones, a pesar de que protege su mercado interior, cosa que no parece entrar en el marco de la OMC. No le hacen falta negociaciones multilaterales complejas, dado que posee un saco enorme de divisas, según informa el diario AHORA, y esto es una buena herramienta de convencimiento, hecho que trae a negociaciones directos entre países sin pasar por la OMC. En este sentido, de acá que la China ha emergido como una potencia comercial ante la UE y los EE.UU., diferentes rivalidades han surgido, visibilitzant-se en el ámbito del comercio. Por todo ello, países de todo el mundo estando elaborando individualmente tratados de intercambio comercial entre mega-zonas, es decir, entre conjuntos continentales. Estos están sirviendo como herramienta de rivalidad entre potencias que aspiran a establecer su propio poder blando.

Inspirándose en la Unión Europea, los estados asiáticos intentan formar desde 1967 una asociación de estados bajo las siglas ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), que ha conseguido federar en 2016 a cerca de 10 países, entre los cuales los miembros fundadores son Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia. La ASEAN representaba en 2016 un tercio del Producto Interior Internacional con cerca de 1000 millones de consumidores. La potencialidad de esta mega-zona de libre comercio se entiende después de las negociaciones establecidas entre Australia, Nueva Zelanda, India, China y Japón. La ASEAN ha logrado un tratado de comercio de libre circulación de productos con dichos países, denominado Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), el cual rivaliza al océano pacífico con los EE.UU..[18]

Ante el acuerdo del RCEP, los EE.UU. pusieron en marcha el TPP (siglas de Trans-Pacific Partnership; Asociación Transatlántico-Pacífico), que establece el libre comercio entre Japón, Vietnam, Malasia, Singapur, Brunéi, Nueva Zelandia, Australia, Canadá, Estados Unidos, México, Perú y Chile. La propuesta de acuerdo se inició en 2005 y concierne el 11% de la población mundial, afectando el 40% del PIB internacional y el cuarto de los intercambios. Esta mega zona de libre comercio se añadiría a dos zonas más, la TAFTA o TTIP y la CETA, con las cuales los EE.UU. pretenden mantener su poder blando y hacer frente al chino.[19]

La CETA o Comprehensive Economic and Trade Agreement, en español Acuerdo Integral de Economía y Comercio, son las siglas con las cuales se conoce el acuerdo de comercio libre entre la Unión Europea y el Canadá, los cuales iniciaron las negociaciones en 2009 y las finalizaron al 2014, con modificaciones posteriores, derivadas a las polémicas suscitadas en Europa por la TTIP (ved más a continuación). El acuerdo representa un cuarto del PIB mundial, el 7,5% de la población mundial y el 20% de intercambios comerciales. Potencialidad a la cual se tiene que añadir los números relativos a la Alianza Transpacífica (ved más al anterior).

La TTIP representa la mitad del PIB mundial, el 30% de los intercambios internacionales y el 11,5 % de la población. Aun así, la TTIP no es aceptada por todo el mundo visto, en primer lugar, el secretismo con que se han hecho las negociaciones, cosa que no ha gustado a la opinión pública europea, organizaciones no gubernamentales, entre otras. Tampoco gustan los mecanismos de resolución de diferentes entre estados y multinacionales. La TTIP apuesta por los llamados Tribunales de Arbitraje Privados que, según puede informar la prensa, pueden cuestionar la soberanía de los estados, haciendo plegar un estado si este no cumple la TTIP raíz de un posible conflicto entre multinacional y sido cuando la primera ve sus beneficios puestos en peligros por Leyes aprobadas a los parlamentos europeos o por la UE. Además, tampoco acaban de gustar las normas que establece la TIPP en cuanto al control alimentario de productos europeo, además de la rebaja de condiciones en término de derechos laborales. Por ejemplo, la TIPP rebajaría las exigencias porque productos transgénicos, entre otros, pudieran circular por el mercado europeo.[20][21]​ Greenpeace se ha mostrado mucho en contra de la TAFTA y ha ido difundiendo información a medida que han ido avanzando las negociaciones.[22]

El intento de establecimiento de tratados de libre-comercio no es nuevo para el continente latinoamericano. En este sentido, diferentes tratados o pruebas se han ido tejiendo entre países del América Latina y los EE.UU., siempre fracasados si entran los EE.UU. en mesa de negociación por la insistencia hostil de América Latina hacia este país. El más conocido es el MERCOSUR, acrónimo de Mercado Común del Sur en portugués, guaraní y castellano, que ha conseguido cubrir prácticamente el subcontinente americano entero. Representa pues una superficie de 13 893 270 km² con una población de 293.700.000 de habitantes. Así, la unión subregional engloba la economía de países como Argentina, Bolivia, Paraguay, el Uruguay o el Brasil. Los estados que no forman parte han sido incorporados al tratado de la TPP, hecho que incorpora de alguna manera el continente sudamericano en los intereses al Nuevo Great Deal, sobre todo teniendo en cuenta el crecimiento económico del Brasil a principios del siglo XXI.[23][24]​ Además, la intención de la China con el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda de llegar a América Latina, hace entender el MERCOSUR como una puerta de desbloqueo de cara al aislamiento acordado de la otra banda (TTIP,...).

Pekín está convencido que el desarrollo de su proyecto, es el mejor arma contra el terrorismo, la radicalización islámica y el separatismo. Es precisamente este último punto el que hace emerger los problemas internos chinos; su proyecto tendría que servir de método para no afrontarlos.

La desestabilización del Levante parece no mejorar, según indica Mathieu Duchâtel, director adjunto del Programa Asia y China del Consejo de Europa. En Afganistán las intervenciones militares se intensificaron en 2016, las conquistas de los talibanes prosiguieron en la provincia de Helmand, el Estado Islámico había conseguido implantar células en Afganistán y en Tayikistán,... Este escenario hace temer al gobierno chino. El gobierno chino podría verse agrietado por el hundimiento de sus estructuras estatales en caso de que el extremismo atacara toda Asia Central.

Hong Kong o Tíbet, entre otros, son sólo algunos de los muchos pueblos que podrían pensar en un proyecto de autodeterminación una vez vieran el poder comunista chino debilitarse, sin hablar del contencioso con Taiwán. De aquí se podría explicar que el gobierno de Xi Jinping se viera en la "necesidad de combatir" el separatismo. Durante la llamada Revolución de los Paraguas, por ejemplo, el gobierno central chino censuró como pudo todos los enlaces relacionados con los manifiestos en Hong Kong por miedo a que se trasladaran al resto del país.[25][26][27]

Según puede indicar el diario digital especializado en geopolítca, Geopolítica.cat, el proyecto de la ruta no beneficia al levante español visto que la ruta no pasa por ningún puerto de la península y se focaliza en los Balcanes. Además, a pesar que el objetivo sea aumentar las conexiones entre el mediterráneo y el mar de la China, la desindustrialización y focalización de la economía del turismo en el levante español no ayudaría a hacer crecer su economía  en el marco del proyecto chino dado que los atractivos turísticos de la costa del levante español dejan de serlo ante la costa báltica. Por último, la ruta entra directamente por Madrid, y a falta de corredor mediterráneo, el levante español quedaría en la periferia y como máximo sólo el puerto de Valencia podría sacar algún beneficio.



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