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Ironía



La ironía (del griego εἰρωνεία 'eirōneía': disimulo o ignorancia fingida)[1]​ es una figura literaria mediante la que se da a entender algo muy distinto o incluso lo contrario de lo que se dice o escribe. A veces, el malentendido se produce sin querer.[2]

Ironía, procede del sustantivo griego εἰρωνείa eironeia = "disimulo, ignorancia fingida".[3]​ En griego, este sustantivo es un deverbativo de εἰρωνεύομαι "hacerse el ignorante", que a su vez procede de εἴρων "eiron" = "disimulado, que disimula". Esta familia de términos no tiene etimología satisfactoria en indoeuropeo. El sentido actual de la palabra "ironía" depende de su evolución semántica a través del latín medieval, especialmente del sentido que tenía como término retórico y como término filosófico en la obra de Platón.

En general el emisor (el creador del mensaje con contenido irónico) espera que el receptor perciba el valor irónico del mensaje sin necesidad de indicaciones explícitas, porque cuenta con que este detecte la oposición entre el mensaje aparente y el que se pretende transmitir por compartir implícitamente una serie de valores o conocimientos. Sin embargo, si el emisor teme que el sentido irónico no sea captado por el receptor, puede emplear una serie de códigos que expliciten este valor. Aunque no existe un consenso general en lenguaje escrito, la intención irónica se puede explicitar mediante un signo de exclamación encerrado entre paréntesis; mediante comillas; con un emoticono, etc. El poeta francés Marcel Bernhardt propuso un signo ortográfico específico para marcar la ironía: «(؟)», que por mucho tiempo no fue ampliamente aceptado, aunque hoy en día es muy usual verlo como «(?)» por su facilidad de escritura.

La ironía es la primera de las fórmulas utilizadas por Sócrates en su método dialéctico. Platón comienza siempre los diálogos psicopedagógicos y propedéuticos socráticos desde la posición ficticia que encumbra al interlocutor (en este caso el alumno) como el sabio en la materia para dar a entender la contradicción evidente. El siguiente paso del diálogo sería la mayéutica, esto es ayudar a sacar de la psique aquello que el interlocutor sabe pero ignora saber.[4]​ Para ello el método socrático sugiere realizar preguntas sencillas sobre el tema en el que el sujeto (alumno) ha sido nombrado como sabio. Después, las respuestas que el interlocutor daba a Sócrates eran rebatidas, en especial confutadas con la finalidad de que el alumno descubriera que su "saber" era un conjunto de pre-juicios y las fuera completando y precisando por sí mismo tomando conciencia, en todo lo posible, de lo real.

Ejemplo de ironía socrática, en el diálogo El sofista:

Teodoro. –Como convinimos ayer, Sócrates, aquí estamos cumpliendo nuestra cita puntualmente, y te traemos a este extranjero, natural de Elea, de la secta de Parménides y Zenón, que es un verdadero filósofo.

Sócrates. –Quizá, querido Teodoro, en lugar de un extranjero, me traes algún dios. Homero refiere que los dioses y, particularmente el que preside a la hospitalidad, han acompañado muchas veces a los mortales justos y virtuosos, para venir entre nosotros a observar nuestras iniquidades y nuestras buenas acciones. ¿Quién sabe si tienes tú por compañero alguno de estos seres superiores, que haya venido para examinar y refutar nuestros débiles razonamientos, en una palabra, una especie de dios de la refutación?

Teodoro. –No, Sócrates; no tengo en tal concepto a este extranjero; es más indulgente que los que tienen por oficio el disputar. Pero, si no creo ver en él un dios, le tengo, por lo menos, por un hombre divino, porque para mí todos los filósofos son hombres divinos.

Aquí, Sócrates sabe perfectamente quién es el huésped, pero a las palabras de Teodoro es un verdadero filósofo, Sócrates diría "vamos a examinarlo", para así ver con quien se habla. El pensador desconfiado no se guía por opiniones.

Es una incongruencia aguda entre nuestras expectativas de un suceso y lo que ocurre.

La ironía tiene en gran parte como origen la percepción del individuo de la paradoja. Por ejemplo, en junio de 2005, la agencia de empleo del estado de Virginia, EE. UU., que maneja las compensaciones a los desempleados, anunció que despediría a 400 de sus empleados por falta de trabajo porque el desempleo era muy bajo en el estado. La percepción del lector de una desconexión entre la expectativa común y la aplicación de la lógica con un suceso inesperado, las dos vistas como un elemento, mostrando conexión entre la ironía y el humor cuando la sorpresa nos sumerge en la risa. No todas las ironías son graciosas por otro lado.

La primera frase de la novela de Jane Austen, Orgullo y Prejuicio, comienza con una postulado casi matemático. «Es una verdad concebida que un hombre soltero en posesión de una buena fortuna debe estar en búsqueda de mujer». La escena siguiente traiciona el postulado. «No, un hombre rico moviéndose entre el vecindario no buscaba encontrar una mujer». De hecho, pronto se ve claro que este se refería a lo contrario: las mujeres (o sus madres) están siempre en búsqueda de un soltero rico para tomarle como esposo. La ironía yace en cómo promueve el romance y termina en una boda doble.

En los tiempos de la antigua Roma, la ironía era usada en los discursos y conversaciones retóricas públicas, en las cuales las palabras usadas eran opuestas a su significado o intención.

Shakespeare imita la ironía romana en su obra Julio César en el discurso de Marco Antonio: «¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle!». Continuamente enfatizando que Bruto y los conspiradores eran «hombres honorables». El monólogo usa la ironía para glorificar a César, Antonio elige palabras que parecen dar soporte a los asesinos, mientras que su propósito y efectos son incitar a la gente contra ellos.

Comparación del pasado negativo con el presente positivo. Ejemplos: "Antes tú la querías y ella no te quería pero ahora (presente) ella te quiere y tú no la quieres", "Antes el negocio iba mal por esos modelos de zapatos e inclusive se los ibas a dar a la competencia pero ahora (presente) el negocio va de maravilla por aquellos modelos de zapatos."

En la tragedia, la llamada «ironía trágica» es un instrumento o recurso para aumentar la intensidad de la situación dramática. La ironía trágica está especialmente presente en los dramas de la Antigua Grecia. En esta forma de ironía, las palabras y acciones del personaje muestran la situación real, que el espectador observa y es completamente consciente de lo que sucede. Puede tener varias formas, el personaje hablando puede darse cuenta de la ironía de sus palabras mientras que el resto de los personajes puede que no, o él o ella pueden inconscientemente, mientras otros actores comparten el conocimiento con los espectadores, o los espectadores solos se darían cuenta de la ironía. El rey Edipo de Sófocles da un ejemplo de ironía certera y en toda su extensión.

La ironía llega a la expresión en un comportamiento inapropiado. Un texto en una escena con amenazas violentas, por ejemplo, puede percibir camaradería por parte de la víctima como incrementan irónicamente hasta convertirse en llamativamente inapropiado.

Cuando no está reconocida, la ironía puede llevar al malentendido. Incluso si una ironía es entendida como tal, a menudo expresa menos claramente lo que el hablante o escritor quiere decir que si lo dijera directamente.

Otro famoso caso de ironía trágica ocurra en la obra de Shakespeare Romeo y Julieta cuando Romeo encuentra a Julieta drogada como si estuviera muerta, él supone que lo está y se suicida. Al ver a su amante muerto yaciendo junto a ella, Julieta se mata con un puñal.

En Llama un inspector, obra del dramaturgo inglés J.B. Priestley, este utiliza claramente la ironía dramática. En ella, el Señor Birling, padre y jefe de una familia capitalista en la Inglaterra anterior a la Primera Guerra Mundial, hace constantes alusiones al futuro, asegurando que no sucederá nada como una guerra, o haciendo referencia al Titanic, diciendo que es imposible que se hunda. La obra, al estar escrita después de la Segunda Guerra Mundial, hace que los espectadores comprendan esta ironía que tanto utilizaba Priestley, ya que todos conocen el contexto histórico. Gracias a esto, las ideas socialistas del dramaturgo quedan expresadas de manera coherente, ridiculizando a las familias de derechas que solo se preocupaban de sí mismos.



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