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Jacques de la Palice



Jacques II de Chabannes de La Palice (La Palice, hoy Lapalisse, 1470 (?) – Pavía, 24 de febrero de 1525) fue un noble francés, señor de La Palice, Pacy, Chauverothe, Bort-le-Comte y Le Héron, además de Mariscal de Francia.

Hijo de Jacques I de Chabannes y de su segunda mujer, Charlotte de Prie, con apenas quince años entró al servicio del rey Carlos VIII, último de la dinastía directa de los Valois como enfant d’honneur.

Recibió su bautismo de fuego en la batalla de Saint-Aubin-du-Cormier (2 de julio de 1488), derrotando a los bretones. En enero de 1492 contrajo nupcias con Marie de Montberon, hija del chambelán y consejero real Eustache, que le dará un hijo. Al año siguiente siguió al rey en su aventura italiana en la Primera Guerra de Italia, que respondía a la petición de auxilio de Ludovico il Moro, y combatió en Valenza, Tortona y Alessandria (las tres en Piamonte. En 1495, retirándose el rey, con el ejército ya en Francia, participó en la batalla de Fornovo. En 1502, durante la segunda guerra de Nápoles, fue nombrado Virrey de los Abruzos. En 1503 en la batalla de Ruvo salió derrotado por Gonzalo Fernández de Córdoba, que le hizo preso para liberarlo poco después, en trueque por Antonio de Cardona.[1]​ Al año siguiente murió su esposa.

En 1509 participó en la batalla de Agnadello, con victoria francesa y en 1515, ya con Francisco I como rey y nombrado por él Mariscal de Francia, vencería cerca de Turín a Prospero Colonna, al mando de las tropas papales.

Ese mismo año, protagonizó la victoria francesa en Marignano, ganando el Milanesado para Francia a los suizos. En 1522 fue enviado a recuperar Milán, que había caído en manos del Sacro Imperio Romano Germánico en 1521, que contaba con los servicios de Colonna al mando general del ejército. Volvió a salir derrotado en Bicoca, donde luchó al mando de Odet de Lautrec. Murió en combate por el control del ducado milanés en la batalla de Pavía el 25 de febrero de 1525.

El término lapalissade en francés , lapalissada en portugués y lapalissiano en italiano es equivalente al castellano "perogrullada", es decir, obvio hasta el punto de resultar ridículo.

Jacques II de Chabannes, contrariamente a lo que pueda pensarse no fue autor de ninguna perogrullada. En realidad el término deriva de un escrito compuesto por sus soldados, en el que se quería ilustrar el valor de su comandante durante el asedio de Pavía (1525), durante el cual murió. Uno de los versos parece decir así:

Si bien, lo más probable es que se trate de un error de lectura, siendo lo correcto: «Hélas, Monsieur de La Palice/ il é mort devant Pavie / Hélas, s'il n'était pas mort / il ferait encore envie» (…Si no estuviese muerto / todavía provocaría envidias). Ya que la caligrafía de ese entonces tenía signos muy parecidos para la ‘’s’’ y la ‘’f’’, la conocida s larga, además de que los espacios entre letras conducían a equívocos con frecuencia, con lo que envie (envidia) pudo leerse como en vie, es decir, “en vida”.

El curioso obituario fue “descubierto” más de un siglo después por un académico francés (Bernard de la Monnoye, 1641-1728) que parodiando la obviedad, compuso una canción en la que al verso ya mencionado, le añadió unas cuantas de su cosecha. Esta canción, de mucho éxito en tiempos de la Monnoye, cae en el olvido hasta que en el s. XIX la redescubre Edmond de Goncourt, fundador de la editorial francesa que lleva su nombre y editor de periódicos, acuño el término lapalissade, para indicar una afirmación obvia y por tanto, en sí misma inútil. En francés, es utilizado como sustantivo, mientras que en italiano se utiliza el adjetivo derivado lapalissiano. La ortogafría en ambos casos proviene del nombre moderno del pueblo de Lapalisse (en Auvernia), en la que se encuentra el castillo que fue residencia de Jacques de La Palice. Seguramente, el Señor de La Palice habría preferido la versión original del poema, siendo recordado por algunos pocos eruditos historiadores. Pero la casualidad ha querido que a día de hoy, franceses e italianos lo mienten cotidianamente, aunque no tengan porqué conocer absolutamente nada de sus gestas y su valor en la batalla.

Desde ahí, cuando dices algo muy obvio, tu locutor te contesta : « La Palice lo habría dicho tanto. » (en francés "La Palice en aurait dit autant.")



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