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Jesuitas del Perú



¿Dónde nació Jesuitas del Perú?

Jesuitas del Perú nació en Jesuitas.


La Compañía de Jesús (Jesuitas) es una orden religiosa de la Iglesia Católica, que fue fundada por San Ignacio de Loyola y existe en el Perú desde 1568.

Los Jesuitas llegan al Perú siendo san Francisco de Borja el Superior General de la Compañía de Jesús, de allí que él sea reconocido como fundador de la Provincia jesuítica del Perú, la más antigua de Hispanoamérica.

Durante la Colonia, la Compañía trabajaba, principalmente, en las célebres Misiones de Maynas -con los jíbaros- al otro lado del Pongo de Manseriche; en las "reducciones de indios" (las más importantes fueron las del Cercado de Lima y las de Juli y Pomata en Puno); y en la educación de los pueblos (las obras más importantes fueron el Colegio Máximo de San Pablo de Lima, el Colegio Real de San Martín de Lima, el Colegio de San Bernardo y el Colegio San Francisco de Borja o Colegio de Nobles en Cusco, que atendía a los hijos de los caciques, y la Universidad San Ignacio del Cuzco). Sus misiones y obras apostólicas son financiadas con la producción de las haciendas que la Compañía tuvo en la costa peruana.

Son notables los templos construidos en ese tiempo por la Compañía: la Iglesia de San Pedro de Lima, y las iglesias de la Compañía en Arequipa, Ayacucho, Cusco, Trujillo, Ica, etc.; además de los templos de las "Reducciones" en Juli, alrededor del lago Titicaca.

En 1767 (seis años antes de la supresión de la Compañía de Jesús), el rey Carlos III expulsa a los jesuitas de sus dominios y, por tanto, deben inmediatamente dejar el Perú; sus haciendas son repartidas y sus obras expropiadas. Por ejemplo, la biblioteca del Colegio San Pablo será la base de la Biblioteca Nacional y el Noviciado se convertirá con el tiempo en la sede de la Universidad Mayor de San Marcos, la "Casona".

La Compañía es autorizada a volver al Perú en 1871, debiendo empezar de nuevo toda su obra evangelizadora. La misión peruana recién será erigida como provincia jesuítica independiente en 1968 (cuando se cumplían 400 años de la llegada de los jesuitas al Perú), por decisión del P. General Pedro Arrupe. La historia de la nueva provincia puede ser narrada en seis etapas:

La intención de los primeros jesuitas que regresaron al Perú no era quedarse en Lima, sino ir a Huánuco, cuyo obispo les había hecho venir del Ecuador y España. El Perú es el último país de Hispanoamérica al que la Compañía vuelve, habiendo sido el primero al que llegó; aún quedaban recuerdos del primer tiempo y pronto empezaron a llover pedidos para tomar un colegio en Lima que terminó siendo el Colegio de la Inmaculada (Lima). Luego recibieron la Iglesia de San Pedro (Lima) y desde allí dieron el salto a Arequipa para fundar el Colegio San José (Arequipa) y encargarse del Templo de La Compañía. Con el Noviciado y una casa de Ejercicios en Miraflores, se completa el cuadro de entonces: desde dos grandes centros del Perú iban formando generaciones de jóvenes y asociaciones cristianas que cumplían un importante apostolado en ambas ciudades.

Algunos jesuitas ya iban yendo por Maynas, cuando a inicios de 1946, el Papa encargó a la Compañía la atención del Vicariato de San Francisco Javier del Marañón. Fue un paso clave en la historia de la Provincia Peruana ya que empezó a llegar a las fronteras y al mundo indígena. La cadena de puestos de misión era larga y servían de puerta de entrada a la Amazonía (San Ignacio, Santa Rosa, Bellavista, Nieva, La Coipa, Tabaconas, Jaén, Pucará, Chiriaco, Colasay,…). Como también se alargaba la cadena de servicios pastorales en respuesta a los desafíos de aquella Iglesia: Parroquias y centros educativos, catequistas y "Etsejin", radiodifusión y capacitación técnica, Vicaría de solidaridad, de medio ambiente, etc.

El país crecía en población y en relaciones. Las ciudades eran nudos de la trama de una sociedad cada vez más necesitada de integrarse. La Provincia Peruana abarcó buena parte del mapa y se extendió por el sur hasta Tacna, en la sierra hacia Cusco, Juliaca, Abancay y Huancayo, por el norte hasta Chiclayo y Piura, y en la misma Lima con las Parroquias de Fátima, Santo Toribio, Desamparados. Brindaba apoyo espiritual y una educación que promoviera cómo contribuir al país. Aquí comenzó Fe y Alegría con su propuesta de alcanzar una educación pública de calidad a favor de los marginados. Y el fundar la Universidad del Pacífico (Perú) u orientar la Pontificia Universidad Católica del Perú (Felipe Mac Gregor fue pionero) quiso ser un aporte a la profesionalidad de país.

La Iglesia vivía el espíritu del Vaticano II y estaba cercana la sociedad, en diálogo con las preguntas del mundo y discerniendo los signos de los tiempos. En América Latina, Medellín y Puebla hablaban de justicia y opción por los menos favorecidos. La Compañía peruana hizo suyo el decreto 4º de la Congregación 32: “la misión hoy es el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta”. En 1968 se crea la Provincia del Perú con tres regiones, que asumían retos más locales: el Sur con Arequipa, Tacna y Juliaca (en colaboración con la Provincia de Chicago), el Vicariato, y Lima con la sierra y costa Norte. Todo ello abrió cauces de solidaridad y compromiso: las obras de pastoral social y educación popular se multiplicaron en sectores marginales, las parroquias de El Agustino con el SEA, Urcos con el CCAIJO, Chachapoyas, Jarpa con el PROCAD, junto al CIPCA y el CEOP ILO . Fueron años de aprender a caminar con la gente, de asumir sus preocupaciones como propias y de ayudar a superar los niveles de pobreza e injusticia, tan contrarios al Evangelio.

El país entró en procesos críticos que ponían en riesgo todo intento de avanzar. La labor de la Compañía se hizo más cercana en el día a día, en sintonía con los terribles problemas que sufría la población. Se abre una casa en Ayacucho, departamento castigado por la violencia, pero en cada lugar donde estaba presente la Compañía se implemantaban comedores, programas de madres de familia, comités de defensa de derechos humanos que aportaban a la convivencia y subsistencia. Aparecieron nuevas obras para formar personas que asuman la marcha del país, tales como la hoy Universidad Antonio Ruiz de Montoya o el Centro de Espiritualidad y Centros Loyola, que surgieron luego, con la espiritualidad ignaciana como pedagogía de la libertad y para discernir las decisiones.

Dice la Congregación 34 de los jesuitas: “Colaboramos con otras personas que intentan construir un mundo de verdad, justicia, libertad, paz y amor”. Convencidos de ello y sabiendo que es propio de un mundo global, los jesuitas entran en la dinámica del trabajo en redes. La Compañía contaba ya con Fe y Alegría y fue implementando la CORAJE en Tacna, CONSIGNA para lo educativo, SEPSI para los centros sociales, la Red Apostólica Ignaciana (RAI) y el Consorcio “Juventud y País” para la participación juvenil en la gestión local.

Es conocida la labor intelectual, artística y misionera de la Compañía de Jesús durante el periodo virreinal. Destacan: Blas Valera (escritor, primer jesuita peruano), José de Acosta (investigador y escritor), Antonio Ruiz de Montoya (lingüista y fundador de las Misiones del Paraguay), Bernardo Bitti (pintor manierista), Francisco del Castillo (predicador, el Apóstol de Lima), etc.; y durante la Ilustración, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán (ideólogo de la independencia americana).

A ellos se suma toda una lista de jesuitas que a lo largo del Siglo XX han contribuido enormemente al desarrollo de la Iglesia peruana y, en general, a la vida nacional: Felipe Mac Gregor (filósofo y Rector de la PUCP), Rubén Vargas Ugarte (historiador y Rector de la PUCP), Manuel Marzal (antropólogo, primer presidente de la Universidad Ruiz de Montoya), José Luis Rouillon (humanista, realizador cinematográfico), Romeo Luna-Victoria (gran predicador), Card. Augusto Vargas Alzamora (Cardenal y Arzobispo de Lima), Mons. Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio (Arzobispo de Arequipa), Mons. Ricardo Durand Flórez (Obispo del Callao), José María Guallart (misionero entre los Aguarunas y Huambisas, escritor), Vicente Santuc (filósofo, primer Rector de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya), Joaquín Messeguer Leal, sacerdote que durante la década los 70, 80 y 90 hizo importante obra en las comunidades campesinas del Cusco en las zonas de Paruro, Ccorao, Yuncaypata, también fue asesor espiritual de los grupos juveniles en el Cusco (EJE: Encuentro Juvenil en el Espíritu; JCT: Jóvenes Cerca de Ti; ESCOGE, entre otros. Además formó a futuros profesionales en la educación como docente del Instituto Superior Pedagógico "Santa Rosa" del Cusco.).

Hoy el Perú cuenta con alrededor de 150 jesuitas, presentes en una docena de localidades. La mayoría se encuentra en actividad a través de diferentes obras apostólicas, agrupadas en diversos sectores apostólicos: educación, espiritualidad, justicia social y ecología, juventud y vocaciones, colaboración, formación de jesuitas y comunicación.



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