El Jichi es un ser mitológico muy conocido en las distintas culturas nativas de las tierras bajas de Bolivia (Beni, Pando, Santa Cruz, Tarija y el Chaco boliviano).
Se lo describe como una serpiente gigante que habita en las profundidades de las zonas con afluentes de agua como ríos, lagos, pozos y cascadas. Se la considera una deidad guardiana de las aguas dadora del origen de la vida. Pocas veces se lo ha visto, sale al esconderse el sol. Cuando el hombre no administra sabiamente el agua, el Jichi se marcha dejando sequía, mala pesca, la caza huye y la vida se vuelve insostenible. Para nativos de la zona de San José y San Miguel de Chiquitos también es asociado con la piedra, los astros y la fertilidad femenina.
Investigaciones señalan que el mito fue difundido por toda Suramérica de tierras bajas por las distintas migraciones de la cultura Arawak que datan aproximadamente hace unos 4000 años (2000 años A.C.)
Este texto proviene de la cosmovisión de la cultura Tucano, descendientes Arawak, que se asentaron en zonas del Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia.
Los antiguos contaban que en la desembocadura del río amazonas había un lago de leche. Allí nace nuestra historia, allí empieza la vida de nosotros, que éramos peces... De ese lago de leche partió la madre del agua -el guió o anaconda-, que empezó a subir por el rió Amazonas y nos llevó con ella, en sus espaldas, subiendo contra la corriente. Buscando la tierra alta, que es la que sirve para los hombres, para formar cultura, para que se formen de carne y hueso y puedan vivir. En la anaconda se traía tabaco, se fumaba y se rezaba para elegir el camino
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