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José Condorcanqui



¿Qué día cumple años José Condorcanqui?

José Condorcanqui cumple los años el 19 de marzo.


¿Qué día nació José Condorcanqui?

José Condorcanqui nació el día 19 de marzo de 1738.


¿Cuántos años tiene José Condorcanqui?

La edad actual es 285 años. José Condorcanqui cumplirá 286 años el 19 de marzo de este año.


¿De qué signo es José Condorcanqui?

José Condorcanqui es del signo de Piscis.


José Gabriel Condorcanqui Noguera, llamado igualmente José Gabriel Túpac Amaru[1][2][3]​ (Surimana, Canas, Virreinato del Perú, 19 de marzo de 1738 - Cuzco, 18 de mayo de 1781), conocido posteriormente como Túpac Amaru II o simplemente Túpac Amaru (en quechua, «serpiente resplandeciente»), fue un caudillo indígena y líder de la «Gran rebelión» contra la colonia española que se dio en Hispanoamérica y se inició el 4 de noviembre de 1780, nueve años antes de la Revolución francesa, con la captura y posterior ejecución del corregidor Antonio de Arriaga.[3]​ Esta rebelión se desarrolló en el Virreinato del Perú y el Virreinato del Río de la Plata pertenecientes al Reino de España.

Túpac Amaru II era de origen mestizo, descendía de Túpac Amaru I, cuarto y último de los Incas rebeldes de Vilcabamba que siguieron luchando contra los españoles hasta el año 1572, año en que los españoles capturaron y ejecutaron a Túpac Amaru I, concluyendo asi la conquista del Imperio incaico por los españoles.

A la muerte de su padre, Túpac Amaru II hereda el curacazgo de Surimana, Tungasuca y Pampamarca. Era adinerado y se dedicaba al comercio ya que poseía un negocio de mulas.[4]​ Por otro lado, fue criado (hasta los 12 años) por el sacerdote criollo Antonio López de Sosa y luego en el Colegio San Francisco de Borja, mostró preferencia por lo criollo llegando a dominar el latín y a utilizar refinadas vestimentas hispanas.[5]​ Sin embargo, posteriormente se vistió como un noble inca, hizo uso activo de la lengua nativa quechua en su vida y proclamas, y fue excomulgado por la Iglesia católica.[6]

Encabezó el mayor movimiento de corte indigenista e independentista en el Virreinato del Perú. Fue el primero en pedir la libertad de toda Hispanoamérica de cualquier dependencia, tanto de España como de su monarca, implicando esto no solo la mera separación política sino la eliminación de diversas formas de explotación indígena (mita minera, reparto de mercancías, obrajes), de los corregimientos, alcabalas y aduanas (14 de noviembre de 1780). Además, decretó la abolición de la esclavitud negra por primera vez en la misma Hispanoamérica (16 de noviembre de 1780). Su movimiento constituyó un «parteaguas», debido al cual las autoridades coloniales eliminaron a la ya escasa clase indígena noble y acrecentaron la represión contra lo andino por el temor de que algo así se repitiese.

En Perú ha sido reconocido como el fundador de la identidad nacional[3]peruana. Fue utilizado como una figura capital para el régimen velasquista (1968-1975) y desde entonces ha permanecido reivindicado en el imaginario popular.

José Gabriel Condorcanqui ("tú eres un cóndor" en quechua)[7]​ nació el 19 de marzo del año 1738 en la localidad de Surimana, provincia de Canas (Cuzco - Perú). Fue hijo de Miguel Condorcanqui Usquiconsa y Carmen Rosa Noguera Valenzuela.[8]​ Su padre, Miguel Condorcanqui, fue curaca de tres pueblos en el distrito de Tinta: Surimana, Pampamarca y Tungasuca, cargo que heredó José Gabriel.[7]

Durante su infancia vivió en Surimana, pero acompañaba a su padre en sus viajes a lo largo del distrito y más lejos mientras este cumplía sus deberes como curaca y ejercía su oficio de mercader. Estas expediciones continuaron cuando José Gabriel se hizo mayor de edad y asumió el puesto y la profesión de su padre.[9]

Su educación inicial quedó a cargo de los padres López de Sosa y Rodríguez. Por su condición de indígena noble estudió en el prestigioso colegio San Francisco de Borja del Cuzco, dirigida por la orden de los jesuitas para los hijos de los curacas.[9]​ Posteriormente, estudió en la Universidad de San Marcos.[10]​ Dominaba el quechua, castellano y latín, destacando entre sus lecturas los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, las Siete Partidas de Alfonso el Sabio, las Sagradas Escrituras, el drama quechua Apu Ollantay, así como posterior y clandestinamente textos de Voltaire y Rousseau, en aquella época censurados.

El 25 de mayo de 1758, contrajo matrimonio con Micaela Bastidas Puyucahua con quien tuvo tres hijos: Hipólito, Mariano y Fernando (todos apellidados Condorcanqui Bastidas); seis años después de su matrimonio fue nombrado cacique de los territorios que le correspondían por elemental herencia. Condorcanqui fijó su residencia en la ciudad del Cuzco, desde donde viajaba constantemente para controlar el funcionamiento de sus tierras.

Como curaca, José Gabriel mantenía derechos sobre la tierra. También tenía intereses en la pequeña minería y campos de coca en Carabaya, al sur, y poseía varias casas y una pequeña hacienda.[9]​ Heredó 350 mulas de su padre, las que usaba para trabajar el circuito Cuzco-Alto Perú, la ruta de comercio que ligaba Lima y Cuzco con las sumamente importantes minas de Potosí. Las personas lo reverenciaban por su herencia inca y, de acuerdo con muchos, por sus educadas maneras y su disposición a defender al campesino pobre.[9]

Debido a sus prósperas actividades económicas, empezó a sufrir la presión de las autoridades españolas quienes lo sometían al pago de prebendas, en especial por presión de los arrieros que vivían en la región de la cuenca del Río de la Plata, quienes intentaban tener el monopolio del tránsito de mineral por el Alto Perú.

A finales de la década de 1770, la apertura de Buenos Aires al comercio del Alto Perú acabó con el monopolio comercial de Lima y significó una mayor competencia para los productores del Cuzco que vendían sus mercancías en Potosí y tenían que competir con las de Buenos Aires e, incluso, los de España. Por otro lado, la extendida sobreproducción a lo largo de los Andes empujó los precios a la baja. Mas aún, en los años 1778 y 1779, un clima extremadamente frío dañó las cosechas y dificultó los viajes. En 1780, Túpac Amaru, quien también experimentó esta crisis, tenía considerables recursos pero, del mismo modo, numerosas deudas. También fue testigo del malestar económico y oyó hablar de él a diferentes autores, desde mercaderes al borde de la bancarrota hasta comunidades que no podían solventar la creciente carga fiscal.[11]

Condorcanqui vivía la situación típica de los curacas: tenía que mediar entre el corregidor y los indígenas a su cargo. Sin embargo, se vio afectado, como el resto de la población, por el establecimiento de aduanas y el alza de las alcabalas. Realizó reclamos sobre estos temas pidiendo también que los indígenas fueran liberados del trabajo obligatorio en las minas, reclamos dirigidos por las vías regulares a las autoridades coloniales en Tinta, Cusco y después en Lima, obteniendo negativas o indiferencia.

Además, adopta el nombre de Túpac Amaru II, en honor de su antepasado Túpac Amaru I, el último Inca de Vilcabamba, buscando que se le reconociera su linaje real inca por lo cual siguió por años un proceso judicial en la Audiencia de Lima, por el reconocimiento del título de marqués de Santiago de Oropesa, que fue finalmente rechazado.

El 4 de noviembre de 1780 captura, enjuicia y ejecuta al corregidor español Antonio de Arriaga, iniciando con ello la rebelión contra la dominación colonial. Al comienzo el movimiento reconoció la autoridad de la Corona, ya que Túpac Amaru afirmó que su intención no era ir en contra del rey sino en contra del «mal gobierno» de los corregidores. Más tarde la rebelión se radicalizó llegando a convertirse en un movimiento independentista.

Su esposa Micaela Bastidas así como familiares de ambos tuvieron una participación de primer orden en el movimiento, tanto en el reclutamiento, abastecimiento y hasta cierto punto en la toma de decisiones. Con el apoyo de otros curacas, mestizos y algunos criollos, la rebelión se extendió, llegando a tener tropas de decenas de miles de combatientes.[12]​ Entre sus ofrecimientos se hallaban la abolición tanto del reparto como de la alcabala, la aduana y la mita de Potosí.

Túpac Amaru se autodeclara Inca, Señor de los Césares y Amazonas,[13]​ y jura con el siguiente bando su coronación: «... Don José Primero, por la gracia de Dios, Inca Rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y Continentes de los Mares del Sur, Duque de la Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas con dominio en el Gran Paititi, Comisario Distribuidor de la Piedad Divina, etc...».[14]

Su movimiento tuvo dos fases:

Túpac Amaru II buscó ganarse el apoyo de la iglesia e integrar a indígenas, criollos, mestizos y libertos negros en un frente anticolonial,[15]​ pero no pudo evitar que la masificación del movimiento convirtiera el accionar independentista en una lucha racial contra españoles y criollos (en el Virreinato, los criollos no tenían en su actuar antagonismos con los españoles, siendo como mucho contrarios a las reformas borbónicas pero fieles a la corona en los demás aspectos).

Durante su máximo apogeo y, especialmente, luego de la captura y ejecución de Túpac Amaru y su familia, la rebelión se extendió de manera sumamente violenta, sin toma de prisioneros y con la práctica de asesinar a cualquier persona que hablase castellano o vistiese a la manera europea; los indígenas que se vestían con moda española también fueron atacados.[15]​ Así, la ejecución sistemática de los “puka kunka” (literalmente cuellos rojos o gringos) convirtió la rebelión en un auténtico baño de sangre en el que se estima se produjo el asesinato de entre ochenta y cien mil personas.[16]

Tras negarse a tomar el Cuzco sacrificando a los indígenas que los realistas ubicaban en la vanguardia y ante la llegada de un ejército de 17 000 soldados desde Lima, Túpac Amaru II ordenó la retirada de su ejército a su base militar en Tinta, mientras las fuerzas realistas mandan una expedición punitiva de casi 20 000 soldados en su contra. Fue en esta campaña en la que, tras ser derrotado en la batalla de Checacupe, Túpac Amaru II fue traicionado por dos partidarios suyos, el mestizo Francisco Santa Cruz y el español Ventura Landaeta, y es capturado en Langui el 6 de abril de 1781.

Fue llevado al Cuzco encadenado y montado en una mula, ciudad donde ingresó una semana después, «con semblante sereno», mientras las campanas de la Catedral repicaban celebrando su captura. Y es apresado en la capilla de San Ignacio del convento de la Compañía de Jesús, donde fue sucesivamente interrogado y torturado[17]​al límite del fallecimiento, con el objetivo de arrancarle información acerca de sus compañeros de rebelión en el Cuzco y otras ciudades, y de sus ejércitos que aún conservaban grandes territorios. La madrugada del 29 de abril a causa de los rigores del tormento le fracturaron el brazo derecho. Torturas que fueron inútiles ya que no dio confesión alguna y más bien trató de enviar mensajes escritos con su propia sangre pero que fueron interceptados.[cita requerida]

Cuando el visitador español José Antonio de Areche, enviado del rey de España, entró intempestivamente al calabozo para exigirle nombres a cambio de promesas, Túpac Amaru II le contestó: «Solamente tú y yo somos culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte».

El viernes 18 de mayo de 1781, en un acto público en la Plaza de Armas de Cuzco, se cumplió la sentencia de Túpac Amaru, sus familiares y principales capitanes quienes fueron sacados de sus celdas, custodiados por miembros fuertemente armados de la milicia de mulatos y la de Huamanga, hasta llegar a la plaza donde se habían levantado horcas, también vigiladas por mulatos armados. Los prisioneros iban vestidos con zurrones, que se usaban para traer hierba mate del Paraguay, y con las manos y los pies fuertemente atados.

Diego Verdejo; Antonio Oblitas (sirviente negro que participó del ahorcamiento de Arriaga y posiblemente dibujó un retrato de Túpac Amaru); el hermano de Micaela, Antonio Bastidas; y Antonio Castelo, fueron las primeras víctimas. Después, fueron ejecutados Francisco Túpac Amaru (tío de José Gabriel) e Hipólito (hijo mayor de Túpac Amaru y Micaela Bastidas), a quienes les cortaron la lengua antes de ser ahorcados. Al pie del cadalso, los soldados forzaron a Túpac Amaru y a Micaela a mirar. A continuación, fue ejecutada por garrote Tomasa Tito Condemayta, en algún momento llamada la favorita de Túpac Amaru.[18]

Después, Micaela Bastidas fue llevada a las horcas donde se le intentó cortar la lengua pero se afirma que los verdugos no lo lograron y solo pudieron hacerlo tras su ejecución mediante el garrote.[18]

A José Gabriel, al igual que hicieron con varios de sus lugartenientes, con su tío y su hijo mayor, le cortaron la lengua.[19]​ Intentaron descuartizarlo vivo, atando cada una de sus extremidades a caballos para que estos tirasen de aquellas y las arrancaran, pero sus intentos fracasaron debido a su contextura física.

Frustrado por esos intentos infructuosos, Areche ordenó decapitarlo.

Su hijo menor, Fernando, gritó al ser testigo de la agonía de su padre.[18]​ En palabras del geógrafo y viajero inglés Clement Markham, quien visitó el Perú numerosas veces a mediados del siglo XIX, Fernando:

Tras su muerte, el cuerpo de Túpac Amaru fue despedazado; su cabeza fue colocada en una lanza exhibida en Cuzco y Tinta, sus brazos en Tungasuca y Carabaya, y sus piernas en Livitaca (actual provincia de Chumbivilcas) y en Santa Rosa (actual provincia de Melgar, Puno). De igual forma despedazaron los cuerpos de su familia y seguidores, y los enviaron a otros pueblos y ciudades. Todo ello descrito en el documento español Distribución de los cuerpos, o sus partes, de los nueve reos principales de la rebelión, ajusticiados en la plaza de Cuzco, el 18 de mayo de 1781.

Su hijo Fernando, al ser un niño de 10 años no fue ejecutado pero se le obligó a presenciar el suplicio y muerte de toda su familia y a pasar por debajo de la horca de los ejecutados, para luego ser desterrado a África con órdenes de prisión perpetua. No obstante el navío zozobró y acabó en Cádiz, siendo encarcelado en las mazmorras de dicha ciudad (el virrey Agustín de Jáuregui sugirió que no fuera enviado a África sino a España por temor a que alguna potencia enemiga lo rescatara). Falleció en España en 1798.

Los científicos que han estudiado este intento de desmembramiento concluyeron que por la contextura física y resistencia de Túpac Amaru II no hubiera sido posible descuartizarlo de esa manera, sin embargo se le dislocaron brazos y piernas junto con la pelvis. Aunque Amaru hubiera sobrevivido a esta ejecución hubiera quedado prácticamente inválido.[cita requerida]

A pesar de la ejecución de Túpac Amaru II y de su familia, el gobierno virreinal no logró sofocar la rebelión, que continuó acaudillada por su primo Diego Cristóbal Túpac Amaru al tiempo que se extendía por el Alto Perú y la región de Jujuy. Asimismo, se comenzó a evidenciar contra los criollos mala voluntad de parte de la Corona Española, especialmente por la Causa de Oruro, y también por la demanda entablada contra Juan José Segovia, nacido en Lima y el coronel Ignacio Flores, nacido en Quito, quien había ejercido como presidente de la Real Audiencia de Charcas y había sido Gobernador Intendente de La Plata (Chuquisaca o Charcas, actual Sucre).

La rebelión general del Alto y Bajo Perú en 1780, fue encabezada por José Gabriel Condorcanqui con el objetivo de liberar a sus compatriotas de las pesadas cargas a las que estaban obligados por las autoridades españolas desde hacía casi tres siglos, aunque agravadas en la década anterior por las reformas borbónicas: mitas, repartimiento de efectos, tributos, alcabalas y otros derechos; trabajos en corregimientos y obrajes; diezmos y primicias eclesiásticas, y la eliminación de las divisiones en castas. Buscaba la creación de un reino independiente de España, gobernado por una monarquía hereditaria incaica, a través de la creación de un ejército y una administración propias, introduciendo una tributación única a todos los súbditos, libertad de comercio y trabajo.

Con las masas, el inca iba a comunicarse usando un lenguaje simbólico, de raigambre mesiánica. Ese lenguaje se manifestaba en el uso de instrumentos musicales tradicionales, en el uso de banderas, insignias y vestimentas incaicas, así como del apelativo Inca, que poseía implicaciones mesiánicas (vinculadas al mito de Inkarrí), por cuanto el Inca no se mostraba solamente como rey y soberano legítimo, sino también como redentor, restaurador del mundo, salvador de los indios, esperándose de él un comportamiento milagroso. Se le otorgaban rasgos divinos o prodigiosos.

Al respecto, las palabras de Túpac Amaru II a su compañero de lucha, Bernardo Sucacagua, afirmando que las personas que murieran siéndole fieles tendrían su recompensa, sugieren que aquel se veía a sí mismo, en principio, como redentor. El obispo del Cuzco afirmó que Túpac Amaru II, había persuadido a los indios de que los que muriesen en su servicio resucitarían al tercer día. Sahuaraura Tito Atauchi afirmó que los indios se arrojaban a pelear en las batallas sin temor y ciegamente, pero aun estando mal heridos no querían invocar el nombre de Jesús, ni confesarse. Ello se debería a que Túpac Amaru II les había dicho que el que no dijese Jesús resucitaría al tercer día, y los que lo invocaban, no. Igualmente se presentaba el modelo peruano, que preveía la resurrección al quinto día.

El sistema de creencias indígenas aceptaba a Túpac Amaru como dios, redentor y liberador de los oprimidos, vale decir como una figura equivalente a la de Jesucristo. El Inca reforzaba esta creencia, al afirmar que los españoles habían impedido a los indígenas el acceso al dios verdadero, siendo él mismo quien designaría personas que les enseñaran la verdad.

El mito de Inkarrí, al imaginar el regreso de un inca para enderezar el mundo injusto, era un símbolo unificador poderoso usado para unificar poblaciones indígenas divididas por la geografía y las fronteras étnicas. Pero también era un símbolo divisionista, cuando no se reunían todas las condiciones necesarias para gobernar; tal el caso de José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II, al que muchos nobles incaicos consideraron un "advenedizo fraudulento", más que un verdadero redentor, aunque él se reivindicara como descendiente del último inca de Vilcabamba, Felipe Túpac Amaru, o Túpac Amaru I.

Para la mayoría de los rebeldes peruanos, la fuente de sus creencias acerca del fin de la dominación española estaba en la concepción que tenían del futuro, por la cual, el Inca que regresa pone término a la dominación española y devuelve el orden al mundo. Igualmente, la muerte del Inca implicaba una destrucción del orden, del principio regente del mundo. La muerte de Túpac Amaru, al ser la muerte de un Inca, era la muerte de un hombre que reunía la tierra, el cielo y los elementos; era la muerte del hijo del sol.[20]

La fama de Túpac Amaru II se extendió a tal punto que los indígenas sublevados en los llanos de Casanare, en la región de Nueva Granada, lo reconocieron como "Rey de América".[cita requerida]

Movimientos posteriores invocaron el nombre de Túpac Amaru II para obtener el apoyo de los indígenas, caso entre otros de Felipe Velasco Túpac Amaru Inca o Felipe Velasco Túpac Inca Yupanqui, quien pretendió levantarse en Huarochirí (Lima) en 1783. La rebelión de Túpac Amaru II marcó el inicio de la Etapa Emancipadora de la historia de Perú.

Esta gran rebelión produce una fuerte influencia sobre la Conspiración de los tres Antonios, indicios descubiertos en Chile el 1 de enero de 1781, en pleno desarrollo de la insurrección. Los conspiradores se animaron a actuar gracias a las noticias de los avances de Túpac Amaru II en el Virreinato del Perú.

En Perú, el gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975) acogió la efigie estilizada de Túpac Amaru II como símbolo del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas que él encabezaba. Lo reconoció como héroe nacional en 1968, lo cual fue novedad puesto que desde la independencia la figura de Túpac Amaru II fue llevada con indiferencia u omisión por la educación e historiografía oficial peruana.[21]​ En su honor renombró uno de los salones principales del Palacio de Gobierno, el hasta entonces llamado salón Francisco Pizarro (que la élite de la Lima republicana creó y mantuvo los primeros dos tercios del siglo XX en su aprecio al conquistador español),[22]​ retirando además su retrato del centro superior del salón y reemplazándolo por el del rebelde indígena. Así también durante su gobierno se construyó la avenida Túpac Amaru, una de las más extensas (22 km) de la ciudad de Lima y que une el Cono Norte capitalino (en ese entonces excluido del resto de la ciudad) con el centro de Lima.

Túpac Amaru II es considerado un precursor de la Independencia de Perú por antonomasia.[23]​ Actualmente su nombre y figura es acogida ampliamente por los movimientos indígenas andinos, así como por los movimientos de izquierda política.

En otro sentido, su nombre también fue utilizado por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru o MRTA, agrupación guerrillera, posteriormente terrorista, que operó en Perú de 1985 a 1997. El MRTA se dio a conocer internacionalmente por la Crisis de los rehenes de la embajada de Japón (1996-1997) y fue uno de los beligerantes del Conflicto armado interno en Perú (1980-2000).

En Uruguay los Tupamaros también conocidos como Movimiento de Liberación Nacional o por sus siglas MLN-T, fue un grupo insurgente que estuvo activo entre los años de 1960 y 1970, que se denominó como tal por la admiración y respeto que según sus militantes sentían por Túpac Amaru II.[cita requerida]

En Venezuela, inspirados en la guerrilla uruguaya mencionada, el Movimiento Tupamaro de Venezuela desarrolló acciones armadas entre 1992 y 1998, para después integrarse a la política formal.

En Estados Unidos el famoso rapero 2pac (1971-1996) tuvo como nombre de nacimiento el de Túpac Amaru Shakur debido a la admiración que su madre Afeni Shakur (activista de la organización afroestadounidense Panteras Negras) tenía por Túpac Amaru II.

En Argentina el nombre de este líder rebelde fue adoptado por la Asociación Túpac Amaru, un movimiento indigenista político y social surgido en 2001 en la provincia de Jujuy que actualmente tiene presencia en 15 provincias argentinas. También pertenece a la Galería de los Patriotas Latinoamericanos,[24]​ creada en la Casa Rosada por la presidenta Cristina Fernández en 2010 (año del Bicentenario de la Revolución de Mayo).

Eduardo Galeano recogió la historia de un turista que le preguntó a un niño lustrabotas si conocía a Túpac Amaru. El niño, sin alzar la cabeza, respondió que sí y en un susurro dijo: «Viento es».[25]



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