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Juan de Lugo y Quiroga



Juan de Lugo y Quiroga (en gallego Xoán de Lugo), S.J. (Madrid, 25 de noviembre de 1583-Roma, 20 de agosto de 1660). Jesuita e importante teólogo español, fue el último representante de la Escuela de Salamanca. Debido a ser uno de los autores que anticipó la teoría económica de la Escuela Austriaca, el think tank gallego Xoán de Lugo lleva su nombre para conmemorarlo.[1]

Hijo de Juan de Lugo y de Teresa de Quiroga. Durante cierto tiempo, como era usual en las familias aristocráticas para el segundón, utilizó los apellidos de su madre.[cita requerida] Era hermano de Francisco de Lugo, S.J. también teólogo notable, y primo de José Antonio González de Salas,[cita requerida] editor de las obras de Francisco de Quevedo.

Estudió en Sevilla y más tarde en la Universidad de Salamanca. Se hizo jesuita en 1603, sin permiso paterno [cita requerida].

Fue profesor de filosofía en Monforte de Lemos, en Medina del Campo y en León; también profesor de teología en Valladolid y Salamanca, 1617-1621.

Llamado a Roma por el General de la Orden, enseñó en el Collegio Romano hasta 1643. Publicó sus obras en 1633. Dedicó las obras al papa Urbano VIII que, desde entonces, lo consultaba frecuentemente.[cita requerida]

Fue creado cardenal en 1643, con el título de S. Esteban en MonteCelio. Participó en el cónclave de 1644, en el que fue elegido Inocencio X. Cambió al título de S. Balbina, en 1644. Participó en el cónclave de 1655 (Alejandro VII). Fue Camarlengo del Sacro Colegio.[2]

Propició la introducción, en Roma desde las Américas,[3]​ de la quinina, conocida como Cortex peruvianus, como tratamiento médico.[3]

Fue el último de los representantes de la Escuela de Salamanca, cuyos autores y aportaciones sentaron los fundamentos de la teoría económica que desarrollaría la Escuela Austríaca de Economía.[4]

En su obra De Iustitia et Iure (1642) explicó cómo el precio de mercado de un bien se origina a través de la valoración subjetiva de la gente y de la interacción de multitud de personas (teoría subjetiva del valor). Como esta valoración no depende de ninguna cualidad objetiva del bien en cuestión sino de las preferencias de los distintos individuos (con las que podemos coincidir o no) el precio justo de un bien será siempre su precio de mercado.

Una de sus sentencias más famosas es ésta: “Pretium iustum mathematicum licet soli Deo notum”. El cardenal Juan de Lugo defiende la libertad de precios y la no intervención del gobierno en los mismos. En este contexto, Juan de Lugo concebía al ser humano, y a su libertad, como el principal protagonista de la sociedad, ya que el origen de los fenómenos económicos era la interacción de las valoraciones y elecciones humanas individuales.



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