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Judíos en Chile



Diferentes estimaciones:

La presencia de la comunidad judía en Chile se remonta a la llegada de los primeros conquistadores españoles al territorio nacional a partir del siglo XVI. Actualmente, la comunidad judía de Chile procede, principalmente, de las inmigraciones ocurridas en los siglos XIX y XX, en su mayoría de asquenazíes.

Según algunas estimaciones, cerca de 25 000 chilenos se reconocen como judíos practicantes,[3]​ mientras, habría una descendencia estimada de entre 150 000[2]​ a 175 000 personas,[3]​ incluyendo a judíos que no practican el judaísmo.[3]

Los primeros judíos llegaron a Chile a mediados de 1535 junto con los conquistadores españoles. Se trataba de judíos conversos al catolicismo pues, en la época de la Inquisición, debían ocultar en vida su origen hebreo. La mayor parte de esta inmigración ocurrió en los primeros años de la conquista, escapando de la persecución religiosa en España, ya que en América aún no se instalaba el tribunal de la Inquisición.[4]​ Entre estos casos se encuentran el teniente general de la expedición de Diego de Almagro, Rodrigo de Orgoños u Orgónez, hijo de un zapatero judío nacido en la villa de Oropesa, y los gobernadores de Chile Francisco de Villagra, nieto de la judía Isabel Mudarra, y Diego García de Cáceres, natural de Plascencia amigo fiel y albacea testamentario del fundador de Santiago, Pedro de Valdivia.[5]​ Son descendientes de este conquistador Diego Portales y José Miguel Carrera.[6]

En la época colonial, el más destacado personaje de origen judío en Chile fue el médico cirujano Francisco Maldonado da Silva, uno de los primeros directores del Hospital San Juan de Dios. Acusado al Tribunal de la Santa Inquisición por sus hermanas, devotas cristianas, de intentar convertirlas al judaísmo, Maldonado se declaró abiertamente judío, lo que le valió la condena a ser quemado vivo en 1639. Durante este periodo, llegó un número importante de familias enteras de criptojudíos, personas que «se convertían» al catolicismo públicamente pero en privado seguían siendo judíos. No obstante, la mayoría de esos inmigrantes y los del siglo XIX se asimilaron. La comunidad judía se organiza como tal en 1906.[7]

A partir de 1840, décadas después de la abolición de la Inquisición en Chile, comenzó la inmigración judía a Chile. En Valparaíso, se instalaron los primeros judíos europeos, en especial alemanes y franceses. Entre ellos, destacó Manuel de Lima y Sola, quien se transformó en uno de los socios fundadores del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso en 1851 y en uno de los fundadores de la masonería chilena al crear la primera logia francmasónica, la «Unión Fraternal», dos años después.

De allí en adelante, la presencia de este grupo se expandió por Santiago, Valdivia, Osorno, Puerto Montt, Temuco, La Unión, e incluso Atacama, donde llegaron atraídos por el negocio de las minas y el comercio. Tras la ocupación de la Araucanía y la cesión de territorios por el Estado chileno para la colonización, algunas familias judías de origen alemán llegaron a fundar la localidad de Contulmo (actualmente en la provincia de Arauco, Región del Biobío), junto con otros colonizadores alemanes y suizos de origen cristiano. Estos judeoalemanes llegados entre 1885 y 1890, a diferencia de olas posteriores de migración, no lo hicieron por causas religiosas y convivieron sin problemas con los otros inmigrantes radicados en Contulmo.[8]

Desde fines del siglo XIX hasta la década de 1930, se produjo una importante inmigración de judíos sefardíes procedentes del desmembrado Imperio otomano, lo que permitió la creación de una comunidad judíochilena como colectividad. Desde aquellos años, comenzaron a llegar también judíos que huían de las políticas antisemitas de la Rusia zarista, quienes se instalaron principalmente en Santiago y el sur del país. En 1903, se abrió en la capital chilena "La casa rusa", uno de los primeros y más famosos negocios de estos nuevos inmigrantes.

En aquellos años, se produjo una inmigración espontánea de judíos sefarditas en la Araucanía, provenientes de la ciudad de Monastir (actual Bitola, Macedonia del Norte), cuando ésta aún formaba parte del Imperio otomano. Comenzó con la llegada de un sastre a la ciudad de Temuco, llamado Alberto Levy, y otro puñado de personas, quienes llevarían noticias a sus conocidos de Monastir de esta ciudad fundada hacía pocos años.

El estallido de la Primera Guerra de los Balcanes en 1912 desencadenó un éxodo de judíos sefarditas de la zona, incrementando la migración. Según el censo de 1907, había 14 familias judías en Temuco, mientras que en 1920 había 300 familias procedentes de Monastir, las cuales ya habían creado diversas organizaciones sociales, tales como el «Centro Macedónico Israelita de Temuco» en 1916. En aquellos años, Temuco fue uno de los principales destinos de emigración de los judíos de Monastir, junto a Estados Unidos y Palestina.[9][10]

Además de los sefaradíes, se contabilizaban en Temuco 900 judíos de origen polaco, ruso y ucraniano. También fue la primera ciudad chilena en tener una sinagoga y un club israelita. Posteriormente, a fines de la década de 1940, más de 2000 judíos asentados en Chile emigrarían a la vecina Argentina.[11]

A partir de 1933 y hasta 1939, un nuevo grupo llegó huyendo de las persecuciones impuestas por el nacionalsocialismo en Alemania, Austria y Checoslovaquia. Al final de la Segunda Guerra Mundial, llegó otro grupo, ahora reducido, de sobrevivientes de la Shoá en busca de una segunda oportunidad de vida.

Durante el segundo mandato de Arturo Alessandri, entre 1932 y 1938, se restringió la llegada de refugiados judíos que escapaban de Europa, en acuerdo con la comunidad judía en Chile. Dicha restricción se levantó al llegar Pedro Aguirre Cerda a la presidencia, lo cual favoreció el arribo de un gran número de refugiados.[4]

En 1939, se hizo público que funcionarios de la cancillería realizaban cobros ilegales a los refugiados judíos, para tramitar su ingreso al país, lo que generó un gran escándalo y provocó la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, Abraham Ortega Aguayo. En 1941, se decretó la prohibición de ingreso de población judía en Chile, la cual se mantuvo hasta 1945.[12]

El actual presidente de la comunidad judía en Chile es Gerardo Gorodischer Testa. Actualmente, la comunidad judía tiene varias sinagogas y centros comunitarios, dos colegios en Santiago y uno en Viña del Mar, un policlínico público en Nataniel, barrio en el que vivieron los inmigrantes en sus inicios; dos hogares de ancianos; dos estadios israelitas (en Santiago y Viña del Mar); dos compañías de bomberos "Israel" en Ñuñoa y Valparaíso. De acuerdo al International Jewish Cemetery Project, se encuentran documentados tres cementerios judíos en el país, en Providencia, Temuco y Valparaíso.[13]​ Asimismo, el Cementerio Israelita de Recoleta, es uno de los primeros y de mayor tamaño de este tipo en el país.

La comunidad judía en Chile fluctúa en la actualidad entre los 15 000 y 20 000 miembros,[14]​ cifras menores si se comparan a las de 1970, cuando la comunidad judía fluctuaba entre 28 000 y 35 000 miembros.[15]​ A pesar de ello, la comunidad judía en Chile sigue siendo la tercera mayor comunidad en Sudamérica, detrás de las de Argentina y Brasil.[16]​ Entre sus miembros, destacan premios nacionales, médicos, empresarios, artistas, abogados y políticos, entre otros.

En el barrio santiaguino de Quinchamalí, ubicado en la comuna de Las Condes, se estableció una comunidad judía ortodoxa que preserva sus propias tradiciones al estilo de una judería, donde además se ubica la sinagoga Jafetz Jaim.[17]



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