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La anunciación (El Greco, Museo del Prado, 1600)



La anunciación es un lienzo realizado por el Greco entre 1597 y 1600. Consta con el número 13 en el catálogo razonado realizado por el historiador del arte Harold Wethey, especializado en el Greco​.​ Se exhibe en una de las salas del Museo del Prado en Madrid. Formaba parte del conjunto pintado para el Retablo de doña María de Aragón.

Según Harold Wethey, ninguna otra obra del Greco iguala el brillo y la riqueza del colorido de este lienzo. Los vívidos ropajes del arcángel Gabriel contrastan con sus alas grises y producen un efecto deslumbrante. La túnica rosada de la Virgen María está cuajada de destellos blancos, mientras que su manto azul oscuro destaca sobre las nubes grises y azules, animadas por las cabezas grises de los querubines. El arbusto verde arde con llamas blancas sobre la canasta rosa y blanca, mientras que la paloma blanca del Espíritu Santo revolotea en una reluciente luz amarillenta. El concierto de ángeles, variado y vivaz, resulta armonioso con sus ropajes verdes, anaranjados, marrones, blancos y azules pálidos, que contribuyen en gran medida a la colorida belleza de esta pintura. [1]

El Greco renuncia a la representación de la estancia, con el fin de centrarse en la intrusión del mundo celestial. Solamente el reclinatorio ofrece una referencia ambiental, ya que la zarza ardiendo de Moisés simboliza la pureza de la Virgen María, a la vez que prefigura a Jesucristo, y el cesto es una alusión al velo del Templo de Jerusalén. En versiones anteriores, el maestro cretense había representado a la Virgen sentada y con una mano en el libro, sorprendida por la aparición de Gabriel. En este lienzo, María aparece arrodillada hacia el ángel, abriendo sus brazos en un signo de aceptación de la voluntad divina. Esto y el hecho de que Gabriel cruce los brazos sobre su pecho en actitud de adoración, indica que este es el momento preciso de la Encarnación. [2]

En el centro de la obra, la paloma del Espíritu Santo está rodeada de serafines, representados según la idea de Pseudo Dionisio Areopagita, como formas casi incorpóreas y translúcidas, en continuo movimiento. En la parte superior, el coro angelical entona himnos con el sonido de la flauta, el salterio, el arpa y la viola da gamba. En este lienzo no hay elementos superfluos: los personajes, gestos, objetos y luz tienen un significado específico y necesario para la comprensión global de la historia, sin que esto vaya en detrimento de su belleza formal. Se trata de una pintura "incendiada" por el sentimiento, el color y por las formas, que parecen desarrollarse sin fin, siguiendo ritmos helicoidales que constituyen, en última instancia, la clave para la unificación formal de las diferentes partes del lienzo. [3]



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