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La mujer sin cabeza



La mujer sin cabeza (la cual también se exhibió con el nombre: La mujer rubia) es una película coproducida por Argentina, Francia, Italia y España del género drama y misterio, dirigida por Lucrecia Martel la cual se estrenó en Argentina el 21 de agosto de 2008. Fue íntegramente rodada en la provincia de Salta y tiene como protagonistas a María Onetto, Claudia Cantero, César Bordón, Daniel Genoud, Guillermo Arengo, Inés Efron y María Vaner.

Mientras conduce su automóvil en la ruta, Verónica (María Onetto) atropella algo. Unos días después le dice a su esposo que ha matado a alguien en la carretera pero al recorrerla sólo encuentran un perro muerto, y amigos allegados a la policía le cuentan que no hay información de un accidente. Luego que todo vuelve a la calma y parece superado el mal momento, la noticia de un macabro hallazgo hace renacer la preocupación.

El crítico Diego Lerer opinó en el diario Clarín:

Una película sobre la negación (la historia argentina es una historia de negaciones), el encubrimiento, los velos que se construyen alrededor de la percepción hasta tornarla uniforme, organizada -una cómoda prisión-, La mujer... toma el accidente como posible liberación. A partir de allí, Vero puede empezar a ver un poco más allá de su propia sombra.

Martel hace una doble apuesta. Desde lo temático, analiza la construcción de la percepción, cómo los núcleos sociales -familiares, religiosos, educativos- operan para que organicemos nuestra visión del mundo de acuerdo a determinados preconceptos. Uno observa cómo alrededor de Vero se teje una telaraña de negaciones: no hubo accidente, las pruebas desaparecen, "fue un perro, atropellaste a un perro". Y Vero -ante datos que parecen evidenciar que puede haber sido algo más que eso- debe decidir qué camino tomar.

Pero Martel redobla esa apuesta estructurando narrativa y visualmente su película a partir de esa alteración perceptiva. El espectador estará tan confundido con lo que pasa como Vero y no podrá establecer fáciles relaciones entre los personajes. Martel elige jugar con los fuera de campo y de foco, con puestas de cámara en las que personajes y diálogos entran y salen, superponiéndose entre sí y generando la sensación de meterse de lleno a un mundo -desencajado, distorsionado, fantasmagórico- al que no se sabe bien cómo mirar.

El riesgo, y el maravilloso atrevimiento de Lucrecia es que toda esta distorsión se cuela dentro de un mundo que podríamos considerar realista. Los diálogos, las situaciones (comprar macetas, hijos que estudian afuera, la tensión sexual entre su sobrina y una amiga) y los personajes son reconocibles, mundanos. La "enfermedad perceptiva" de Vero -y de la película- es la que va generando el clima de extrañamiento. Y no tener el marco de un género -como, por ejemplo, el fantástico- desacomoda al espectador.

A esta altura, es casi redundante hablar de la perfecta construcción visual de cada plano de Martel, de la musicalidad y el detalle apropiado para cada línea de diálogo ("zangolotear", "me queda chicona", "le manosearon el mantito"), del original uso del sonido (esencial para mostrar el estado de confusión) y de lo impecable de las actuaciones. Lo importante es que en el filme nada está puesto para impresionar. Aquí, la forma es el fondo.

Por su parte el diario Página 12 comentó:



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