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Las Meninas (Picasso)



Meninas es una serie de 58 cuadros que Pablo Picasso pintó en el año 1957 en la que realizó un análisis exhaustivo, reinterpretando y recreando varias veces Las meninas de Diego Velázquez. Parte de la obra se encuentra en el Museo Picasso de Barcelona,[1]​ se sabe que llego a vender la primera y segunda interpretación de las meninas a la coleccionista Americana de arte Peggy Guggenheim, dueña de la galería Art of this century. Se trata de un estudio de obra muy extenso, que consta de cuarenta y cinco interpretaciones de la obra, nueve escenas de un palomar, tres paisajes y un Retrato de Jacqueline.[2]

El mismo Picasso entendía toda esta serie como un conjunto y como tal la donó al museo barcelonés en mayo de 1968, en memoria de Jaime Sabartés, fallecido el mismo año. Es famosa la frase de Picasso dicha a Sabartés en 1950:[nota 1]

Picasso fue un gran admirador de la obra de Velázquez durante toda su vida. A finales del siglo XIX, Velázquez era considerado un pintor de referencia.[3]​ A la entrada del Museo del Prado se colocó una escultura con motivo del tercer centenario del nacimiento de Velázquez en implícita respuesta a la estatua realizada por Emmanuel Frémiet y colocada delante de la fachada oriental del Museo del Louvre en 1892.[3][4]​ En aquella época, pintores como Ramón Casas y revistas como Pèl & Ploma,[nota 3]​ reivindicaban públicamente la figura del maestro.[5]​ En 1895 Picasso realizó algunos esbozos con versiones o detalles de obras del maestro, actualmente conservados en el Museo de Barcelona.[6]

La primera vez que Picasso vio una obra de Velázquez cara a cara fue durante el verano de 1895, cuando visitó el Museo del Prado con trece años, en un viaje entre La Coruña y Málaga.[7]​ Según dijo el mismo Picasso: «Tuve la oportunidad de enfrentarme, por primera vez, a mis ídolos. Me esperaban en el Museo del Prado. Desde entonces me quedó fijado en las retinas, de una manera obsesionante, el cuadro de Velázquez Las meninas. Creo que ya tomé, aunque fuera en el subconsciente, la decisión de realizar mi versión de Las meninas. Que son las que ahora se encuentran, como donación, en Barcelona».[8]​ El artista aprovecharía la visita para dibujar un par de bocetos de las cabezas de los personajes de El bufón Calabacillas y El niño de Vallecas. Una vez en Barcelona también pintaría obras basadas o inspiradas en la pintura de tradición española,[9]​ como La cena de Emaús, o el Cristo crucificado.

Dos años más tarde, en octubre de 1897, Picasso se instaló en Madrid y se registró en el libro de copias del Museo del Prado, pidiendo copiar a Velázquez, de quien hizo varios dibujos y bocetos, como Copia de un retrato de Felipe IV, pintado por Velázquez el 1652-1653, o un pequeño esbozo de Las meninas titulado Apuntes de obras de Velázquez, todos conservados en el Museo Picasso de Barcelona. Incluso, en la esquina de uno de sus croquis, conocido como Senaller, croquis y caricatures, aparece un esbozo del famoso Autorretrato de Velázquez de 1650.

Los años posteriores Picasso continuaría realizando obras donde se puede ver claramente la huella de Velázquez y de El Greco,[10]​ como por ejemplo en Vieja sentada,[nota 4]Cabeza de mujer joven,[nota 5]​ o el dibujo que lleva el título Greco, Velázquez, INSPIRARME (diversos tipos de hortelanos). La influencia se alargaría durante gran parte de la trayectoria artística de Picasso. Se puede notar en obras muy posteriores como Retrato de Jaime Sabartés con gorguera y sombrero, de 1939, o en la litografía Retrato de Góngora de 1947. Incluso después de finalizar la serie de Las Meninas, la influencia de Velázquez todavía se observa en otras obras como Hombre sentado, o en numerosos grabados donde aparecen personajes similares.[11]

Durante la guerra civil española Picasso, que entonces era director honorífico del Museo del Prado, volvería a ver Las meninas por última vez. Sería en Ginebra, revisando el convoy de obras evacuadas del Estado Español.[12][13]

Durante toda su carrera artística, Picasso se inspiró en sus artistas referentes: Goya, Toulouse-Lautrec, Degas, Ramón Casas y Velázquez. Interpretar las obras maestras de sus pintores de referencia era una muestra más de la tensión que el artista mantenía entre el primitivismo y el clasicismo.[14]​ Entre 1954 y 1963 Picasso realizó varias interpretaciones de obras de grandes artistas como Cranach, Courbet, Grünewald, El Greco, Rembrandt, Delacroix, Manet, Poussin,[15]​ mezclando el apropiacionismo con la voluntad de una revisión plástica de la historia del arte. Además de Las Meninas, también versionó obras como De vuelta del bautizo de Le Nain en el año 1917, Mujeres de Argel de Delacroix, Le Déjeuner sur l'Herbe de Manet o El rapto de las Sabinas, entre otros, produciendo diversas series o suites.[16]

De vuelta del bautizo, de Louis Le Nain. Óleo sobre tela (1642) Museo del Louvre.

Mujeres de Argel, de Eugène Delacroix. óleo sobre tela (1834) Museo del Louvre.

Le Déjeuner sur l'Herbe , de Édouard Manet. Óleo sobre tela (1863) Museo de Orsay.

El Rapto de las Sabinas, de Nicolás Poussin. Óleo sobre tela (1637) Museo del Louvre.

El 17 de agosto de 1957 Picasso comenzó una serie con 58 interpretaciones de Las Meninas de Velázquez en su casa de veraneo, «La Californie», ubicada en las afueras de Cannes. En vez de hacerlo en su taller habitual, habilitó un nuevo estudio en la segunda planta de la casa, donde buscó el aislamiento para la producción de esta serie.[17]​ Un día antes, el 16 de agosto, había hecho el único dibujo preparatorio que se conoce donado por su hija Catherine Hutin al Museo Picasso de Barcelona en el 2009.[18][19]

Para realizar esta serie, Picasso encargó a Sabartés que le consiguiera una ampliación fotográfica en blanco y negro de la obra de Velázquez, así como documentación diversa.[20]

Entre agosto y octubre no invitó a nadie a su taller. Las personas que lo contactaron durante ese tiempo le recuerdan con un humor inquieto, como si fuera una persona poseída.[21]​ Varios estudiosos señalan que, cuando Picasso pintó la primera obra de la serie, tenía el cuadro de Guernica en mente.[22]​ El ritmo de producción fue muy intenso, pero irregular. Podía estar varios días sin pintar y de repente realizar tres cuadros en una sola jornada, datando minuciosamente cada una de las obras. Picasso tardó cuatro meses en pintar las 58 obras que componen la serie, la última fue realizada el 30 de diciembre de 1957.

Un año después, en septiembre de 1958, su amigo Jaime Sabartés publicaría el libro Las Meninas et la vie,[23]​ explicando el proceso de creación de la serie. Entre el 22 de mayo y el 27 de junio de 1959 la serie completa se expuso por primera vez en la Galería Louise Leiris de París, propiedad de Daniel-Henry Kahnweiler.[24]

Más adelante, la serie se expuso en diversas galerías y museos de todo el mundo: en 1960, el British Art Council organizó una retrospectiva sobre Picasso en la Tate Gallery de Londres donde, entre el 6 de julio y el 18 de septiembre, se mostró la serie completa, junto con otras obras del pintor malagueño. El conjunto de pinturas viajó a Japón, donde se expuso en diversas ciudades. En el año 1966 volvió a exponerse en París, en una retrospectiva sobre Picasso presntada en el Grand Palais.[25]

El 13 de febrero de 1968 falleció Sabartés. Picasso le quiso hacer un homenaje donando, tres meses después de su muerte, la serie completa de Las Meninas al Museo Picasso de Barcelona, junto con el Retrato azul de Jaime Sabartés y la promesa de enviar una copia de cada grabado que hiciera desde entonces, dedicándolo a su amigo, como ya venía haciendo desde hacía años.[26]​ , [27]​. Joan Ainaud de Lasarte, entonces director general técnico de los Museos de Barcelona, recibió una llamada la noche del 2 de mayo de 1968, donde se le citaba a una entrevista urgente con Picasso en Mougins. Enseguida partió hacia Francia acompañado de Josep Lluis de Sicart, para hablar con Picasso y hacer efectiva la entrega. La suite salió en ferrocarril de la estación de Cannes el 8 de mayo y llegó a la Estación de Francia de Barcelona al día siguiente, desde donde las obras se trasladaron directamente al museo de la calle de Montcada. El traslado como la descarga fueron tema de interés de la prensa y televisión.[28]​ Incluso el entonces alcalde José María de Porcioles hizo una rueda de prensa el día 28 explicando la llegada de las obras a la ciudad. Se trataba, según Ainaud de Lasarte, de «la donación más grande hecha nunca por un artista de renombre en vida».[29]

Las obras, colocadas en diversas salas del Palacio Aguilar —sede del Museo—, se pudieron ver públicamente el martes 4 de junio de 1970. Días antes, el 31 de mayo, tuvo lugar la presentación oficial, donde asistieron miembros de la Junta de Museos de Cataluña, representantes del gobierno, críticos de arte y periodistas.[30]

En el 2003 se remodelaron y adaptaron los espacios interiores de la exposición permanente, creando nuevos espacios expositivos que permitieran la presencia de luz natural. Se creó la Gran Sala, cubriendo y recuperando el espacio de una terraza del Palacio Aguilar entonces en desuso. En este nuevo espacio se instaló la serie de Las Meninas. Más adelante, en el año 2008, se presentó la exposición temporal Olvidando a Velázquez, donde se pudieron comparar las obras de Picasso con las de otros artistas también influenciados por Velázquez. Al poco de finalizar esta exposición, algunas de Las Meninas más representativas de la serie viajaron para formar parte de dos grandes exposiciones sobre el maestro malagueño: Picasso et les Maîtres, al Grand Palais de París y luego Picasso: Challenging the Past, expuesta en la National Gallery de Londres.[31]

En junio de 2009, cuando las obras volvieron, se aprovechó para presentar una nueva ordenación de la colección. Se reubicaron algunas obras, ordenando la serie siguiendo un sistema de presentación cronológico e incorporando el boceto del 16 de agosto que recientemente había sido donado por Catherine Hutin al museo. Se aprovechó para incorporar una nueva rotulación y nuevos enmarcados de las obras.[32]​ La intención inicial era presentar toda la serie siguiendo un criterio exclusivamente cronológico, pero las particularidades físicas del espacio obligaron a que el Retrato de Jacqueline, los paisajes y el tema del palomar se expusieran por separado.[33]

Las Meninas de Picasso se exhiben en diferentes salas del Palacio Aguilar. En la Sala 12 se puede ver el boceto hecho el día 16 de agosto y la primera y más grande obra de la serie. En la Sala 13 se muestran los diversos análisis de la infanta Margarita. La Sala 14, conocida como la «Gran Sala», es donde se presentan el gran grueso de obras de la suite. Los pichones, los tres paisajes y el Retrato de Jacqueline se pueden ver en la Sala 16, junto con el apartado Picasso Ceramista.[34]​ Según Malén Gual el sistema actual de presentación «permite ver cómo el artista hace una introducción progresiva del color, al tiempo que se simplifica la forma».[35]​ y donde utilizó la misma técnica de la grisalla, así lo hizo en otras obras como Pintor y su modelo actualmente en el Museo Picasso de París o El taller de la Modista conservado en el Centro Georges Pompidou.[36]​ En esta primera interpretación, pintada en un solo día, Picasso cambia el formato vertical de la obra de Velázquez por el horizontal, donde consigue un carácter más narrativo de la historia representada.[37]​ Modifica el espacio, la luz y los personajes. Cabe destacar la importancia que le da a Velázquez, representándolo con un tamaño mucho mayor, hasta el punto que su cabeza llega a tocar el techo y destaca sobre manera en su pecho la gran cruz de la orden de Santiago. En la obra original la acción se centra sobre la infanta Margarita, que aquí también mantiene un papel importante. Los rostros de María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco los hace con trazos angulosos, que contrarrestan con las caras redondas con las que dibuja a la infanta Margarita y a los enanos Mari Bárbola y Pertusato. A Marcela Ulloa y su acompañante Diego Ruiz Azcona los muestra como personajes fantasmagóricos, puestos dentro de una especie de féretros. Picasso resalta los ganchos del techo, dando la sensación de una sala de torturas, mientras que en el original de Velázquez pasan casi desapercibidos, simplemente son ganchos para luces. Otro de los cambios más destacados, es que Picasso le da un nuevo enfoque a la obra, al abrir los grandes ventanales de la derecha, modificando la luz y color de toda la escena.[38]​ Según Palau i Fabre, lo primero que hace Picasso al enfrentarse con Las Meninas es abrir las ventanas, como hace un ama de casa cuando abre una habitación demasiado cerrada.[39]​ Susan Grace opina que con esta variación Picasso le dio un empujón de tres siglos a la obra de Velázquez.[40]

Algunos estudios realizados sobre los palomos y los paisajes, como los de Claustre Rafart,[59]​ consideran estas obras como una vía para oxigenar al artista. Las palomas son unos de los animales preferidos del pintor. Rafart plantea que quizás el palomo negro que aparece en varias de las obras es un paráfrasis a la figura de José Nieto en Las Meninas de Velázquez. Palau i Fabre defiende que son un retorno a la vida exterior, un referente de luz que explica el mundo Mediterráneo y que sitúa la obra de Picasso en contraposición al entorno oscuro y asfixiante de los alcázares madrileños.[60]​ Es por ello que en los diversos cuadros donde aparecen Los palomos se puede ver como el artista trabaja la luz a diversas horas del día.[61]​ Estudios más recientes, como el de Sonia Villegas, plantean estas obras como un continuum absolutamente complementario y plantea que no se pueden entender Las Meninas sin los palomos y viceversa.[62]​ Malén Gual, a su vez, comenta que, pese a parecer a simple vista un conjunto ajeno a la serie, «un análisis detallado de la composición indica su importancia en el devenir del proceso»,[33]​ ya que se pueden encontrar relaciones entre las formas geométricas del palomar y algunas de las interpretaciones de conjunto.[63]

Durante su carrera, Picasso usó la figura de la paloma para universalizar el símbolo de la paz. En 1949 Picasso diseñó una litografía donde aparecía una paloma blanca como símbolo de «Paz» con motivo de un congreso celebrado en París.[64]​ Grace también destaca que en esta parte de la serie Picasso juega con la dualidad entre el cuadro y la ventana, como ya lo había hecho anteriormente homenajeando a Matisse;[nota 6]​ jugando con el interior y el exterior, un tema recurrente durante toda su carrera y muy importante en esta serie. Incluso plantea que en algunas obras los palomos situados en la base del cuadro recuerdan o parodian el conjunto de «Meninas».[65]

Los tres paisajes fueron pintados íntegramente el 2 de diciembre. Se trata de vistas de su jardín privado. Análisis anteriores de la obra planteaban que Picasso intentó descansar de su propio trabajo con estas obras, con la vista hacia el exterior y fijándose en lo que veía a través de la ventana.[66]​ Estudios más recientes plantean que los «paisajes» son una manera de comparar la oscuridad del Alcázar con la luz del Mediterráneo, análisis también utilizado en la composición de los «palomos».

El Retrato de Jacqueline es una de las últimas obras de la serie. Picasso hizo un retrato de Jacqueline —uno de los aproximadamente doscientos que le dedicaría a lo largo de su vida— en agradecimiento por todo el apoyo que le dio durante el proceso creativo de esta serie. Se trata de un cuadro donde aparece pintado un marco de color amarillo y blanco, con unos colores de fondo vivos, rojo, azul y negro, donde Jacqueline aparece con un pañuelo verde. Se cree que es un guiño a la figura del espejo que aparece en la obra de Velázquez, ya que Jacqueline fue la única persona que lo observó durante los meses que estuvo pintando la serie, al igual que los reyes Felipe IV y Mariana contemplaban a Velázquez mientras trabajaba.[67]​ Palau i Fabre lo compara con un retrato de Ariadna, de una «antimenina».[68]​ Según Malén Gual, la ubicación actual de la obra dentro del museo «es una paráfrasis del reflejo de los Reyes en el espejo y un homenaje a la mujer del artista, supone el clímax de la serie y el nexo de unión con el conjunto de cerámicas donadas al museo por la propia Jacqueline Picasso.»[33]​ El 10 de marzo de 1959, dos años después de finalizar la serie, Picasso pintaría aún otro dibujo basado en Las Meninas: Retrato de Jacqueline vestida de Menina.

Según algunos estudios,[69]​ la serie constituye un estudio exhaustivo donde entran en juego el ritmo, los colores, el movimiento y la imaginación, sin perder el respeto a la obra original en ningún momento. Picasso fue analizando durante las cincuenta y ocho obras como Velázquez había tratado temas como la luz, el volumen, la ocupación del espacio o la perspectiva. Durante los años posteriores a su creación, la serie de Las Meninas de Picasso ha sido objeto de estudio y de análisis por decenas de historiadores del arte, literatos e incluso filósofos. Aquí se recogen algunas interpretaciones:

La serie se ha mostrado en todo su conjunto en las siguientes exposiciones:

En algunas ocasiones, ha habido diversas obras de la serie que han formado parte de otras exposiciones. Aquí se detallan las más relevantes:



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