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Libro de Joel



El Libro de Joel es un libro bíblico del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo. Se lo considera uno de los así llamados "Profetas Menores" (en relación a la extensión del texto, no a la importancia de su contenido) y se encuentra ubicado, en las biblias cristianas, entre los libros de Oseas y Amós.

No sabemos nada de la persona del autor, ya que la profecía solo indica que era hijo de un señor de la época llamado Petuel. Su nombre significa "Yahvé es Dios".

Se cree que procedía del Reino de Judá o reino del sur y que su prédica se desarrolló en Judá y Jerusalén por sus referencias a dichos lugares, al Templo y al culto.

La uniformidad léxica y estilística de Joel a lo largo de todo el texto permiten atribuirlo a la mano de un solo autor.

La tradición judía pensaba que el libro fue escrito antes del 750 a. C. y por esta razón es el segundo de los libros de los profetas menores. Hoy en día muchos eruditos opinan que fue escrito después del Exilio.[1]​Los sucesos espectaculares hacen de la profecía de Joel algo interesante y de provecho. Según la introducción es ¨la palabra de Yahveh que le aconteció a Joel, hijo de Petuel¨.Tal como puede leérsela hoy, su fecha también puede fijarse en época anterior al Exilio. Sin embargo, existen autores que difieren de esta afirmación. Algunos datan la profecía como contemporánea a Zacarías, posterior a Nehemías o incluso más tardía.

Estos argumentos acerca de una fecha reciente se apoyan en la ausencia de un rey judío, la importancia que Joel atribuye al culto, un presunto uso intensivo de Ezequiel como fuente y la cita tomada de Abdías que se lee:

La cual sería referida por Joel cuando éste dice:

Algunos autores consideran, por tanto, que pudo haberse escrito alrededor del 400 a. C.[2]

El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país, produciendo una celebración penitencial entre las víctimas. El episodio está tratado como una narración histórica.

Yahvé se compadece de los judíos y promete poner orden, a cambio de expiación, oración y ayuno. Dios anuncia la llegada del terrible "Día de Yahvé", poblado de fenómenos astronómicos horrorosos, la aparición de una prodigiosa fuente de agua en medio del Templo y la fertilización de la tierra azotada por la langosta gracias a esta agua (3:18). En los días de tales episodios, Jerusalén será, toda ella, un templo. Esta sección está narrada como profecía escatológica.

La segunda parte del texto se eleva por encima de las disquisiciones históricas y se transforma en un texto completamente escatológico. Entre sus anuncios se encuentra la efusión del Espíritu y su derrame sobre la tierra, la restauración del Edén y el enjuiciamiento a que Dios someterá a las naciones humanas.[3]

Pedro explicó por inspiración que el derramamiento del Espíritu de Dios en los discípulos de Cristo era un cumplimiento de la profecía de Joel (cf. Hch.2:1-21). Pedro recalcó el significativo profético de las palabras de Joel: "Y todo el que invocare el nombre de Yahvé será salvo" (Hch.2:21). Existen similitudes en Ap.9, con la plaga de langostas que describe Joel.[2]

La enseñanza primordial de este libro es que el arrepentimiento y la penitencia llevan al hombre a reconciliarse con la divinidad. Dios reserva las bendiciones para los tiempos mesiánicos, por eso Judá sufre tanto ahora.

No hay modo de escapar, excepto por la oración, el ayuno y la penitencia, para implorar a Dios perdón y ayuda hasta que lleguen los gloriosos días en que Su Espíritu se derrame sobre todos los seres humanos.




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