Lo prohibido es una novela del escritor español Benito Pérez Galdós publicada en dos tomos en noviembre de 1884 y marzo de 1885, dentro del ciclo de las «Novelas españolas contemporáneas».
Se trata de una de las obras menos conocidas de Galdós, cuya acción, casi contemporánea a su publicación (comienza en 1880 y concluye en 1884), transcurre en el Madrid de goce y especulación que acompañó los últimos años del reinado de Alfonso XII.
Una insólita incursión en el mundo de las finanzas en «la capital del reino sometida al capital».
Un Madrid que impregna la narración a través del núcleo familiar de su protagonista José María Bueno de Guzmán. «Clarín», que tenía la mejor opinión sobre esta novela, resume así el argumento:
El elenco principal está circunscrito a determinados miembros radicados en Madrid de la familia andaluza Bueno de Guzmán:
El resto de la familia lo componen los tíos Rafael y Serafín, y el primo Raimundo, hermano de las anteriores, culto, hipocondríaco, que vive de dar sablazos a sus conocidos.
Galdós recurre en Lo prohibido a uno de los recursos heredados de Balzac, incluir en la trama personajes de otras novelas suyas. Así aparecen, una vez más: la de Bringas, (ambiciosa hasta el adulterio); la Marquesa de San Salomó («ultracatólica y adúltera»), salida de las páginas de La familia de León Roch; el avispado y ambicioso Manolito Peña, alumno de Manso, aquí convertido ya en personaje político; o Constantino Miquis, tardío vástago de la familia que sostiene la trama de El doctor Centeno. Personajes secundarios, corales y, según observa Montesinos en su estudio, un tanto descabalados y antojadizos, pero ocupando con su presencia el escenario de la capital española hasta casi hacerla desaparecer.
Como telón de fondo de sus idas y venidas se ven panorámicas del Barrio de Salamanca, la Puerta del Sol, el Retiro o Atocha. Se callejea, poco, por la calle Montera para visitar el viejo edificio del Ateneo, a punto de ser relevado por el nuevo de la calle del Prado; entran y salen los personajes de la Chocolatería La Colonial, Lhardy, La Pajarita, Bolsín, el Café de Santo Tomás o el establecimiento de Abanicos Sierra en la Plazuela de Matute. Y como en un escenario metido dentro de otro, Juana Bueno, verá pasar desde su balcón la procesión del bicentenario de Calderón de la Barca.
En este «teatro del mundo» instala Galdós, una vez más, a su castiza heroína, la joven Camila, en un pulso de la naturaleza humana contra el cerco social, una lucha desigual y en esencia muy cervantina que luego repetirá en su siguiente novela Fortunata y Jacinta elevándola al límite de lo genial.
En una reflexión que algunos críticos han interpretado como autoanálisis, Galdós pone en boca de Don Rafael, tío del protagonista, este párrafo que José Fernández Montesinos selecciona como síntesis de la novela:
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