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Lobo de Gubbio



¿Dónde nació Lobo de Gubbio?

Lobo de Gubbio nació en Italia.


Según las Florecillas de San Francisco,[1]​ el lobo de Gubbio era un cánido feroz que asolaba la ciudad italiana de Gubbio, situada en Umbría, en la actual provincia de Perugia. De acuerdo con la narración, este lobo europeo era un depredador que había devorado tanto animales como personas. Presentaba tal ferocidad que nadie se aventuraba siquiera a salir de la ciudad. Francisco de Asís, movido por su compasión a los habitantes del lugar, actuó motu proprio sin que solicitaran su intervención: buscó al lobo y lo conminó en nombre de Cristo a no hacer más daño a nadie. Apenas el «santo de Asís» trazó la señal de la cruz, el lobo cerró la boca, dejó de correr, se acercó mansamente, y se echó a sus pies. Conducido por Francisco hasta la ciudad, el lobo vivió en ella durante dos años hasta su muerte por vejez. En alusión a este episodio, el lobo aparece en ocasiones como un emblema de Francisco de Asís,[2]​ y el conjunto del santo y el lobo se observa en variadas representaciones iconográficas. La riqueza simbólica del relato se refleja en la multiplicidad de análisis y reelaboraciones de que fue objeto.

En el imaginario occidental, el lobo es el animal feroz por excelencia, símbolo de salvajismo.[3]​ Fue temido en la Edad Antigua, Media y Moderna. En el Medievo llegó a compararse al lobo con el diablo. Aunque en general el lobo tiene carácter tímido en su trato con los seres humanos, es posible que el simbolismo antedicho haya tenido como germen la ocurrencia de ataques reales. Por ejemplo, se conservan diversos informes eclesiásticos y administrativos procedentes del norte de Italia que indican que 440 personas murieron por ataques de lobos entre los siglos XV y XIX, producidos en la llanura padana, la zona central del valle del río Po.[4]

En referencia a Francisco de Asís, existen narraciones en las que los lobos se amansaban ante su presencia en dos poblaciones, la de Greccio y la de Gubbio.

Según Roger Sorrell, el incidente del lobo de Gubbio contiene expresiones similares a las creencias de Francisco. El santo, confiado en el poder que atribuía a Dios, rehusó temerle al lobo y lo confrontó con sus crímenes. El animal debería ser castigado pero el santo rectificó la situación haciendo un pacto de paz con el lobo.[6]

El relato es un ejemplo de la narrativa cristiana propia de la época antigua y medieval, que presentaba a santos como Francisco de Asís, Egidio Abad (al que se representa con una cierva), Herve el ermitaño,[7]Pablo el ermitaño,[8]​ y Antonio de Padua, patrono de los animales domésticos, ejerciendo influencia sobre el comportamiento de los animales o sobre la naturaleza.[9]​ Desde el punto de vista del historiador, las Florecillas no necesariamente presentan los hechos precisos sino más bien el animus franciscano de los orígenes.[10]

Más allá del grado de historicidad de la narración, el relato es reconocido como un reflejo de las actitudes y del ideario vivido por el «santo de Asís».[1]

No obstante, en la iglesia de San Francesco della Pace en Gubbio —custodiada por la L'Università dei Muratori Scalpellini e Arti Congeneri—, reposan los restos de un lobo que la tradición ha identificado con el lobo de Gubbio del relato. Allí yace la piedra, utilizada actualmente como mesa del altar, sobre la cual Francisco de Asís habría predicado al pueblo de Gubbio y acordado el pacto de paz entre el pueblo y el lobo.[11]

El relato de las Florecillas, ejemplo de la narrativa cristiana propia de la época en que se escribió, fue motivo de representaciones pictóricas:

En la literatura, el relato inspiró la poesía de Rubén Darío titulada Los motivos del lobo. Este poema pertenece a la etapa de madurez literaria de Rubén Darío y fue publicado en Mundial Magazine en 1913, tres años antes de la muerte del autor.[15]​ Por su carácter dramático y su estructura en siete partes, este poema es considerado una de las composiciones que demandan del intérprete un elevado nivel técnico y capacidad histriónica.[16]

En la poesía, Rubén Darío se refiere al animal como el lobo de Gubbia. Se desconoce la razón precisa de la diferencia en el nombre de la localidad.[17]​ Asimismo, la narración poética se aparta del contenido original de las Florecillas de San Francisco puesto que, en la poesía, el lobo retorna más tarde a su estado salvaje inicial como respuesta a las actitudes de los hombres.

El sacerdote y compositor Cesáreo Gabaráin escribió la siguiente letra de la canción Hermano Lobo:

En su álbum La grasa de las capitales, la banda de rock argentina Serú Girán tiene un tema llamado "San Francisco y el lobo" interpretada por David Lebón con su guitarra.[20]​ La balada hace referencia a la versión dariana de la historia, narrada en primera persona por el lobo, que se plantea si podrá recuperar su estado salvaje mientras vuelve al bosque:

En uno de sus ensayos, Leonardo Boff hizo referencia al relato del lobo de Gubbio para ejemplificar el logro de la paz en una sociedad de desiguales. Según Boff, el episodio de la domesticación del lobo de Gubbio representa una metáfora de la actitud de Francisco de Asís hacia los explotadores que amedrentaban y maltrataban a la población de una ciudad. Francisco recurrió al camino del diálogo y de la sensibilidad frente a la dureza de la opresión, convencido de la primacía de la colaboración sobre el antagonismo. Así es como solucionó situaciones de litigio graves en Bolonia, Arezzo, Siena y en su ciudad natal, Asís.[22]

El lobo como símbolo no solo entraña un aspecto feroz, sino también otro benéfico. Porque es capaz de ver en la noche, es símbolo de luz.[3]

En el psicoanálisis, se asocia al relato del lobo de Gubbio con la reconciliación del inconsciente colectivo con sus zonas más oscuras (concepción jungiana de la sombra).[23]​ Se utiliza como una metáfora para describir todo aquello que se rechaza de uno mismo o de la sociedad en que se vive, personificado por el lobo. Así reescribe el relato un autor contemporáneo, significando que el lado rechazado y mal amado de uno mismo puede ser reconocido e integrado para favorecer el equilibrio psicológico y espiritual de la personalidad:

Al principio, la gente de Gubbio se tomó muy mal la cosa. Se enfadaron contra san Francisco. Su miedo al lobo dio paso a la decepción y a la cólera contra aquel santo inútil. Pero después cambiaron de opinión y encargaron a un aldeano que dejase, esa misma noche, una pierna de cordero en su puerta. Y en adelante hicieron lo mismo todas las noches.



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