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Lucía (santa)



¿Dónde nació Lucía (santa)?

Lucía (santa) nació en Siracusa.


Santa Lucía (Siracusa, 283-ibídem, 304) fue una mártir cristiana, que padeció el martirio durante la persecución de Diocleciano. Es venerada en la Iglesia católica, ortodoxa y luterana.

Nacida en Siracusa, ciudad de la provincia romana de Sicilia, de acuerdo con la tradición Lucía era de padres nobles y ricos, hija de Eutiquia; del padre se dice que murió cuando Lucía era joven. Probablemente se llamaba Lucio, dada la costumbre romana de poner a las hijas el nombre del padre. Según algunos, está inspirado en el texto paulino, «Los hijos de la luz». Lucía ciertamente significa "Luz" o "la que lleva luz". Fue educada en la fe cristiana. Consagró su vida a Dios e hizo un voto de virginidad. Su madre, que estaba enferma, la comprometió a casarse con un joven pagano y ella, para que se librase de ese compromiso, la persuadió para que fuese a rezar a la tumba de Águeda de Catania a fin de curar su enfermedad. Como su madre sanó, Lucía le pidió que la liberara del compromiso, le dejara consagrar su vida a Dios y donara su fortuna a los más pobres. Su madre accedió. Pero su pretendiente la acusó ante el procónsul Pascasio debido a que era cristiana, en tiempos del emperador Diocleciano.

El martirio de Lucía no está atestiguado por fuentes contemporáneas o inmediatamente posteriores a la persecución de Diocleciano, sino por relatos hagiográficos. El más antiguo de estos relatos es un martyrion griego (BHG 995),[1]​ y su redacción latina correspondiente (BHL 4992)[2]​ es al menos un siglo más tardía.[3]

Cuando Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascasio le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses. Entonces Lucía dijo: "Sacrificio puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo entregando todos mis bienes." Irritado Pascasio, ordenó a sus soldados a que la llevaran a un prostíbulo para que la violaran y luego se dirigió a Lucía diciéndole: "Te llevaré a un lugar de perdición así se alejará el Espíritu Santo". Los soldados la tomaron para llevársela, la ataron con cuerdas en las manos y en los pies, pero por más que se esforzaban no podían moverla: la muchacha permanecía rígida como una roca. Al enterarse de lo sucedido, Pascasio ordenó someterla a suplicio con aceite y pez hirviendo, pero no logró hacerla desistir. Condenada a ser martirizada, antes de morir profetizó su canonización y su patronazgo como protectora de Siracusa, junto con la caída de Diocleciano y Maximiano.[3]

El relato griego —que data del siglo V— y el relato latino —datado del siglo VI al VII— son idénticos en lo fundamental, aunque difieren en algunos detalles finales: según el martiryon griego Lucía fue decapitada, en tanto que según la passio latina, fue martirizada por uno o varios golpes de espada.[3]

Fue sepultada en el mismo lugar donde en el año 313 se construyó un santuario dedicado a ella, que fue lugar de destino de las peregrinaciones en su honor. Según la tradición, su historia se divulgó por toda Siciliaː “consagró su virginidad con el martirio, pues a Dios agrada tu pureza y santidad”.

En España el 13 de diciembre se celebra el día de modistas y sastres, en la ermita de Santa Lucía, en la ciudad de Valencia.

Desde tiempos inmemorables se ha tenido a Santa Lucía como patrona de los ciegos y abogada de problemas de la vista. Sus devotos como agradecimiento de curaciones le ofrecen como exvoto ojos de oro o plata. Las Iglesias católica, ortodoxa y luteranas escandinavas celebran su fiesta el día 13 de diciembre.

Durante la Edad Media, debido al retraso acumulado por el calendario juliano, la festividad de Lucía coincidía con el solsticio de invierno y, por tanto, el día más corto del año. El nombre de la santa, que significa «luz», «la que lleva luz» o «la que porta luz» y la fecha en que se conmemoraba su martirio, explicarían el origen de esa leyenda posterior sobre sus ojos.

Se le representa normalmente con una espada que le atraviesa el cuello, una palma, un libro, una lámpara de aceite y en ocasiones también con dos ojos en un plato.

Según la leyenda, el general bizantino Jorge Mariace transfiere el cuerpo de Santa Lucía de Siracusa a Constantinopla (1039), para alejarla del período de invasión de la ciudad de Siracusa por parte de los sarracenos. Durante la Cuarta Cruzada (1204), el duque de Venecia, Enrico Dandolo, encuentra en Constantinopla los restos de la Santa, los lleva a Venecia al monasterio de San Jorge, y en el 1280, los hace transferir a la Iglesia dedicada a ella en Venecia.

Hay quien dice que Santa Lucía salvó muchas veces a Siracusa en momentos dramáticos como situaciones de hambre, terremotos y guerras, y que ha intervenido también en otras ciudades como Brescia que, gracias a su intercesión, fue liberada de una gran miseria. En 1955, por expreso deseo del Patriarca Cardenal Roncalli (futuro Juan XXIII), el rostro de la santa fue cubierto con una máscara de plata.

El sarcófago de cristal expuesto bajo el altar, se encuentra en la iglesia de los Santos Geremias y Lucía.[10]​ En muchos mapas y planos de Venecia, la iglesia figura solo con el nombre de San Geremia, en la plaza del mismo nombre. Los restos de la santa fueron trasladados a esta iglesia en 1861, cuando la dedicada a ella fue demolida para construir la estación de tren, que lleva por ello su mismo nombre y su velación fue en San Vicente de Paul de Faseras.



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