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Juan XXIII



Juan XXIII (latín: Ioannes PP. XXIII), de nombre secular Angelo Giuseppe Roncalli (Sotto il Monte, Bérgamo, Lombardía, Italia, 25 de noviembre de 1881-Ciudad del Vaticano, 3 de junio de 1963), fue el 261°. papa de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad del Vaticano entre 1958 y 1963.

En su dilatada labor apostólica, ocupó varios cargos de relevancia en la Iglesia católica en el período de preguerra. Como obispo titular de Areopoli y, más tarde, de Mesembria, desempeñó el cargo de visitador apostólico en Bulgaria desde 1925, luego como delegado apostólico en la misma Bulgaria desde 1931. Fue designado arzobispo titular de Mesembria y delegado apostólico en Turquía y Grecia el 30 de noviembre de 1934, cargo que desempeñó durante la mayor parte de la segunda guerra mundial. A fines de 1944 fue designado nuncio apostólico en Francia, donde permaneció hasta 1953. Creado cardenal presbítero de S. Prisca en el consistorio de ese año, fue patriarca de Venecia hasta su elección como sumo pontífice en el cónclave de octubre de 1958. Su pontificado, relativamente breve, fue sin embargo sumamente intenso.

Sus encíclicas Mater et Magistra ('Madre y Maestra', 1961) y Pacem in Terris ('Paz en la Tierra', 1963), esta última escrita en plena guerra fría luego de la llamada «crisis de los misiles» de octubre de 1962, se convirtieron en documentos señeros que marcaron el papel de la Iglesia católica en el mundo actual. Pero el punto culminante de su trabajo apostólico fue, sin dudas, su iniciativa personal, apenas tres meses después de su elección como pontífice, de convocar el Concilio Vaticano II, que imprimiría una orientación pastoral renovada en la Iglesia católica del siglo XX. Con todo, en el momento de su muerte acaecida el 3 de junio de 1963, apenas había transcurrido la primera de las etapas conciliares —que finalmente alcanzarían el número de cuatro—, sin haberse promulgado ningún documento y sería Pablo VI quien enfatizaría los propósitos básicos del concilio y lo guiaría a través de las tres etapas conciliares siguientes hasta su final.[Nota 1]

Caracterizado por un notable sentido del humor,[Nota 2]​ en Italia se recuerda a Juan XXIII con el cariñoso apelativo de Il Papa Buono («el papa bueno»). Fue beatificado por el papa Juan Pablo II durante el «Gran Jubileo» del año 2000. El 5 de julio de 2013 el papa Francisco firmó el decreto que autorizó la canonización de Juan XXIII, que se efectuó conjuntamente con la de Juan Pablo II el día 27 de abril de 2014, según lo anunciado en el consistorio realizado el 30 de septiembre de 2013.[1]​ A dicha ceremonia, también asistió el papa emérito, Benedicto XVI.[2]​ Junto a Pablo VI y a Juan Pablo II es uno de los papas más recientes en ser venerado como santo.

Angelo Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, en Lombardía, Italia. Fue el cuarto hijo de un total de catorce,[3]​ del matrimonio formado por Giovanni Battista Roncalli (1854–1935), de distante ascendencia noble, y Marianna Giulia Mazzolla (1854–1939). Trabajaban como aparceros. El ambiente religioso de su familia y la vida parroquial bajo la guía del padre Francesco Rebuzzini, le proporcionaron a Angelo formación cristiana.

Angelo Roncalli entró en el seminario de Bérgamo en 1892 y recibió la tonsura dos años más tarde.[4]​ En 1896 fue admitido en la Orden Franciscana Seglar por el director espiritual del seminario de Bérgamo, el padre Luigi Isacchi.[3]​ Hizo una profesión de esa Regla de vida el 23 de mayo de 1897. En septiembre de 1900 se trasladó a Roma para continuar su formación sacerdotal en el Pontificio Seminario Romano, formación interrumpida en 1901-1902 por el servicio militar.[4]​ El 13 de junio de 1903 se doctoró en Teología, frente a un tribunal constituido entre otros por Eugenio Pacelli, quien sería más tarde Pío XII.[4]​ El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote en la basílica de Santa María de Monte Santo, en la Piazza del Popolo.[3]​ En 1905, fue nombrado secretario del obispo de Bérgamo, Giacomo Radini-Tedeschi, un pastor impulsado por un fuerte compromiso por los desamparados.[4]​ En el año siguiente se le encargó la enseñanza de Historia y Patrología en el seminario de Bérgamo. Ocupó estos puestos hasta la muerte de «su» obispo, como siempre recordaría a Radini-Tedeschi, acaecida en 1914.

Durante la Primera Guerra Mundial, ejerció primero como sargento médico y más tarde como capellán militar. En diciembre de 1920, fue llamado desde Roma por el papa Benedicto XV para ocupar el cargo de presidente para Italia del Consejo Central de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, y en 1921 fue designado prelado doméstico por Benedicto XV.[5]

El papa Pío XI lo designó simultáneamente arzobispo de Areopoli y enviado oficial para Bulgaria el 3 de marzo de 1925. El 19 de marzo de 1925 Angelo Giuseppe Roncalli fue consagrado arzobispo titular de Areopoli;[6]​ eligió como su lema episcopal "Obedientia et Pax", divisa que tomó del cardenal Caesar Baronius, de quien había escrito un libro y a quien consideraba modelo de obispo.[4]​ En Bulgaria, realizó su labor apostólica visitando las comunidades católicas y estableciendo relaciones de respeto y estima con otras comunidades cristianas, en especial de la Iglesia Ortodoxa. En una ocasión en Bulgaria fue a visitar a unos heridos internados en un hospital católico que trataba gratuitamente a todas las personas, independientemente de su religión. Estos heridos fueron víctimas de un atentado contra el rey Boris III en una catedral ortodoxa de Sofía, siendo ortodoxos que frecuentaban su lugar de culto. El rey búlgaro quedó tan impresionado que lo recibió en audiencia privada, siendo un acto inédito porque los visitadores apostólicos no gozaban de ningún estatuto diplomático y las relaciones entre la minoría católica y la mayoría ortodoxa eran muy tensas. Hechos como este constituyeron las bases de la futura delegación apostólica. En efecto, su labor fue tan fructífera que se lo designó delegado apostólico para Bulgaria el 16 de octubre de 1931.[6]

El 30 de noviembre de 1934 fue designado arzobispo titular de Mesembria,[6]delegado apostólico para Turquía[6]​ —vicario apostólico de Estambul, antigua Vicaría Apostólica de Constantinopla—, y Delegado Apostólico para Grecia.[6]​ Desde Estambul, atendió los asuntos relativos a ambos países y estableció una oficina para localizar a los prisioneros de guerra.[7]​ Por cuestiones territoriales, Grecia estaba en conflicto constante con Turquía, y mantenía una mala relación con la Iglesia católica. Angelo Roncalli fue quien introdujo la lectura del Evangelio en turco, y logró acortar las distancias entre la Santa Sede y las jerarquías ortodoxa y musulmana.[5]

Su intervención para socorrer a miles de judíos de la persecución nazi mientras servía como delegado apostólico de la Santa Sede en Turquía durante la Segunda Guerra Mundial fue proverbial.[8]

El 23 de diciembre de 1944, el papa Pío XII lo nombró nuncio apostólico de Francia.[6]​ Contribuyó a normalizar la organización eclesiástica en Francia, desestabilizada por los obispos acusados de colaborar con los alemanes. Gracias a su cortesía, sencillez, buen humor y amabilidad pudo resolver los problemas y conquistar el corazón de los franceses y de todo el Cuerpo diplomático. De los 87 prelados católicos acusados inicialmente de colaboracionismo con el régimen de Vichy, finalmente solo tres fueron removidos de sus sedes, merced a las gestiones de Angelo Roncalli que superaban los formalismos diplomáticos.[5]

El 12 de enero de 1953 el papa Pío XII lo creó cardenal presbítero con el título de Santa Prisca, siendo designado tres días después como patriarca de la diócesis de Venecia.[6]​ Durante los seis años en que permaneció en ese cargo, tuvo un desempeño esencialmente pastoral, impulsando el sínodo diocesano.[9]

Como patriarca de Venecia, solía navegar por los canales de la ciudad sin la vestimenta de cardenal, y detenerse para hablar con los gondoleros, las prostitutas y menesterosos, quienes le contaban sus problemas.[10]​ Su forma de ejercicio del poder se caracterizó por el servicio y el perdón.

El 28 de octubre de 1958, en el cuarto día del cónclave y contando con casi 77 años,[9]​ Roncalli fue elegido papa ante la sorpresa de todo el mundo. Escogió el nombre de Juan (nombre de su padre y del patrón de su pueblo natal, aunque escogió este nombre en razón de Juan el Bautista y Juan el Evangelista).

Fue entronizado el 4 de noviembre (21 días antes de su cumpleaños 77) por el cardenal Nicola Canali, protodiácono de San Nicola in Carcere Tulliano.

Después del largo pontificado de su predecesor Pío XII, los cardenales parecieron escoger un papa de transición a causa de su avanzada edad y de su modestia personal. En referencia a la expresión «papa de transición», su secretario personal comentó:

Ni los cardenales ni el resto de la Iglesia esperaban que el temperamento alegre, la calidez y la generosidad del papa Juan XXIII cautivaran los afectos del mundo de una forma en que su predecesor no pudo. Al igual que Pío XI pensaba que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto.

Enseguida empezó una nueva forma de ejercer el papado. Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diócesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli.

En su primera medida de gobierno como papa, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, y además retribuidos con bajos salarios.

Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico —que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II—, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. Este Concilio fue inspirado en la figura del papa Pío IX precursor del Concilio Vaticano I y quien, según el papa Juan XXIII, nadie en la historia de la Iglesia había sido tan amado y tan odiado a la vez.

Durante su pontificado nombró 37 nuevos cardenales, entre los cuales por primera vez un tanzano, un japonés, un filipino, un venezolano, un uruguayo y un mexicano.

El 3 de enero de 1962 se difundió la noticia de que el líder cubano Fidel Castro habría sido excomulgado por la Santa Sede en una iniciativa amparada en condenas decretadas por el papa Pío XII en 1949 a todo aquel que difundiera el comunismo, y se atribuyó a Juan XXIII tal decisión.[15][16]​ La noticia se divulgó en el marco de uno de los momentos más críticos en la relación entre Cuba y la Santa Sede.[17]​ Con todo, el especialista vaticano Andrea Tornielli confirmó en nota en el Vatican Insider del periódico La Stampa que no existió ninguna excomunión ad personam para Fidel Castro, ni Juan XXIII tomó ninguna decisión en ese sentido.[18]

Juan XXIII escribió ocho encíclicas en total, según el siguiente orden cronológico:[19]

Su magisterio social en las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris fue profundamente apreciado. En ambas pastorales se insiste sobre los derechos y deberes derivados de la dignidad del hombre como criatura de Dios.

La encíclica Pacem in terris fue dirigida no solo a los católicos, sino «a todos los hombres de buena voluntad». Escrita en plena guerra fría luego de la crisis de los misiles en Cuba de octubre de 1962, la encíclica contiene un rechazo incondicional de la carrera de armamentos y de la guerra en sí misma. Sostiene que en la era atómica resulta impensable que la guerra se pueda utilizar como instrumento de justicia. Esto, a su vez, implicó una virtual abolición del concepto de guerra justa.[20]

Uno de los principales rasgos del pontificado de Juan XXIII fue su carácter ecuménico, en línea con toda su trayectoria pastoral anterior.[22]​ La convocatoria al Concilio Vaticano II coincidió y no por mera casualidad, con la semana de oración por la unidad de los cristianos.[22]​ Además del carácter esencialmente ecuménico del concilio, Juan XXIII desarrolló un conjunto de iniciativas tendentes a superar las diferencias existentes entre las distintas confesiones cristianas. El 2 de diciembre de 1960, recibió la visita en la Ciudad del Vaticano del arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher, con quien permaneció reunido durante una hora. Era la primera vez en más de 400 años, desde la excomunión de Isabel I, que la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra se reunía con el papa. Esa reunión inauguró una transición, de una etapa de divergencia a otra de convergencia con la actual Comunión anglicana.[22]​ También recibió a la reina Isabel II, y a personalidades de la Iglesia presbiteriana de Escocia y de la Iglesia episcopaliana.[22]​ La creación del Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos, con el cardenal Augustin Bea al frente, [23]​ tuvo una incidencia decisiva, no solo en el desarrollo de las relaciones ecuménicas y en el diálogo con los no cristianos, en particular en las relaciones católico-judías, sino también el propio Concilio Vaticano II.[24]

El 11 de octubre de 1962 el papa Roncalli abrió el Concilio Vaticano II en San Pedro. Este Concilio cambiaría el rostro del catolicismo: una nueva forma de celebrar la liturgia (más cercana a los fieles), un nuevo acercamiento al mundo y un nuevo ecumenismo. Respecto de esto último, Juan XXIII había creado en 1960 el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos,[23]​ una comisión preparatoria al Concilio que más tarde permanecería bajo el nombre de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Era la primera vez que la Santa Sede creaba una estructura consagrada únicamente a temas ecuménicos. Para la presidencia de ese organismo el papa designó al cardenal Augustin Bea, quien luego se convertiría en una de las figuras determinantes del Concilio Vaticano II.

Desde la apertura del Concilio, el papa Juan XXIII enfatizó la naturaleza pastoral de sus objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos (un aggiornamento), buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero "en lo que nos une y no en lo que nos separa".

Al Concilio fueron invitados como observadores miembros de diversos credos, desde creyentes islámicos hasta indios americanos, al igual que miembros de todas las Iglesias cristianas: ortodoxos, anglicanos, cuáqueros, y protestantes en general, incluyendo, evangélicos, metodistas y calvinistas no presentes en Roma desde el tiempo de los cismas.

Juan XXIII canonizó a:

El 23 de mayo de 1963 se anunció públicamente la enfermedad del papa: cáncer de estómago que, según su secretario Loris Francesco Capovilla, le fue diagnosticado en septiembre de 1962. El papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se desviara de lo estipulado. Así, el mismo papa estaba firmando su sentencia de muerte.

El 10 de mayo de 1963 se le concedió el premio Balzan, que incluyó el voto favorable de los delegados soviéticos,[25]​ en reconocimiento a su actividad en favor de la paz y la fraternidad entre los hombres.[26]​ Ante el avance de su enfermedad, se trató de convencerlo de no asistir, a lo que Juan XXIII contestó:

Al fin, después de sufrir esa grave enfermedad, el papa Juan XXIII murió en Roma el 3 de junio de 1963, hacia las dos y cincuenta. Finalizó sus días sin ver concluida su obra mayor, a la que él mismo consideró "la puesta al día de la Iglesia". En la memoria de muchos, el papa Juan XXIII ha quedado como "el papa bueno" o como "el papa más amado de la historia".

El 3 de diciembre de 1963, el presidente Lyndon B. Johnson concedió a Juan XXIII a título póstumo la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta condecoración civil de los Estados Unidos. En su discurso del 6 de diciembre de 1963, Johnson dijo:

Pablo VI, sucesor de Juan XXIII en el pontificado, inició su proceso de canonización en 1965, luego de la clausura del Concilio Vaticano II. Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000, junto con el papa Pío IX. Su fiesta litúrgica quedó fijada el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.

Cuando su cuerpo fue exhumado en el año 2000, corrió el rumor de que se hallaba incorrupto, pero fuentes de la Santa Sede lo negaron, recordando que había sido embalsamado. Sus restos actualmente descansan en la Basílica de San Pedro, en Roma.

Juan XXIII también es honrado por muchas organizaciones protestantes como un reformador cristiano. La Iglesia de Inglaterra lo considera santo y tanto los anglicanos como los protestantes conmemoran a Juan XXIII como "renovador de la Iglesia". El Calendario de Santos Luterano lo celebra el 3 de junio a partir del calendario de la Iglesia evangélica luterana en Estados Unidos.

Pier Paolo Pasolini le dedicó una de sus películas, El Evangelio según San Mateo.

La tumba que ocupaba el papa Juan XXIII, ha sido ocupada por el papa Juan Pablo II, fallecido el 2 de abril de 2005 hasta el 29 de abril de 2011 cuando fue exhumado para su beatificación.

La prensa italiana informó que la Congregación para las Causas de los Santos de la Santa Sede aprobó el 2 de julio de 2013 los milagros conducentes a las canonizaciones del beato Juan Pablo II y del beato Juan XXIII.[28]

El 5 de julio de 2013 el papa Francisco firmó el decreto que autorizó la canonización de Juan Pablo II y de Juan XXIII. El 30 de septiembre del mismo año, se anunció la ceremonia conjunta de canonización de ambos papas, que tuvo lugar el 27 de abril de 2014.[1]






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