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Lucifer



Lucifer (del latín lux ‘luz’ y ferre ‘llevar’: ‘portador de luz’) según el Diccionario de la lengua española lo define como forma poética de llamar a un Lucero,[1]​ haciendo referencia al brillo que se obtiene del planeta Júpiter y del planeta Venus al amanecer. Surgió en la Antigua Grecia debido a la ausencia de mecanismos para distinguir planetas y estrellas a simple vista.

Este concepto se mantuvo en la astrología de la antigua Roma en la noción de la stella matutina (el ‘lucero del alba’) contrapuesto a la stella vespertina o el véspere (el ‘lucero de la tarde’) o “véspero”.

En la tradición cristiana, Lucifer como sinónimo de lucero (Isaías 14:12) representa al ángel caído, ejemplo de belleza e inteligencia a quien la soberbia le hizo perder su posición en los cielos, transformándose en Satanás.

La primera vez que se cita el nombre de Lucifer es en un texto del profeta Isaías (Is 14.12-14) de la Vulgata de San Jerónimo (siglo V), traducción que él hace de la Biblia, del griego (Nuevo Testamento) y hebreo (Antiguo Testamento) al latín, para designar a la palabra Lucero. En este texto se vislumbra el antiguo relato del ángel caído:

Español: "¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a la tierra dominador de naciones! Tú decías en tu corazón: "escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo"[2]

Latín: "Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?! Deiectus es in terram, qui deiciebas gentes!, qui dicebas in corde tuo: 'In caelum conscendam, super astra Dei exaltabo solium meum, sedebo in monte conventus in lateribus aquilonis; ascendam super altitudinem nubium, similis ero Altissimo'".[3]

No obstante, además del sentido grecolatino del término, Lucifer ya era identificado por la tradición veterotestamentaria con una estrella caída, ya que en el lenguaje bíblico las estrellas representan a los ángeles.

Otro texto del profeta Ezequiel también podría ser ilustrativo:

"Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre." (Ez 28.12-19)

Puede apreciarse que en un mismo mensaje tiene doble destinatario: va dirigido a Satanás pero también a un engreído rey humano. Aunque el mensaje va para el rey de Tiro, se dice que era ‘querubín protector’, que estaba en el Edén, pero luego fue “precipitado a tierra”... La soberbia fue lo que caracterizó todo el proceso de rebeldía. Satanás y los suyos pretendían asemejarse a Dios. Precisamente la soberbia es considerada como el más grave pecado (Salmos 18:14). De ella se derivaron todas las clases de perdición (Tobías 4:14). “Ciertamente la soberbia creará contienda…” (Proverbios 13:10; Habacuc 2:5).

Puede resumirse que Lucifer era un ángel muy hermoso que por soberbia se rebeló contra Dios, queriendo ser como Él, y fue denigrado como castigo, junto con el ejército de ángeles rebeldes que arrastró consigo, siendo desde ese momento reconocido como un Ángel caído. Desde su rebelión es denominado "adversario" (en hebreo Satán -Satanás-).

Y dijo el Señor a Satán: ¿De dónde vienes tú? Y respondió Satán: He dado la vuelta por la tierra” (Job 1:7; 2:2)

Siglos después, en tiempos de Jesús, estaba siendo juzgado (Jn 16:11), pero aún no había ocurrido lo fundamental. Jesús explica que el Reino de Dios tiene como fin contrarrestar "la autoridad y poder de Satanás". Para confinarlo en tierra (sin retorno al cielo) era indispensable el sacrificio de Cristo. Eso fue lo determinante.

Para el diablo, lo trágico es que si antes podía subir al cielo (Zac 3:1), desde el triunfo de Cristo ha perdido ese privilegio, o sea, no puede volver hasta aquel nivel como “acusador” (Ap 12:8). Por eso la alegría celestial:

alegraos, ¡oh cielos, y los que moráis en ellos! ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira...” (Ap 12:12).

Igualmente el gnosticismo considera a Satanás y a Lucifer dos personajes diferentes, siendo el primero un terrible demonio sin determinar y el segundo la sombra del logos, el divino tentador, el entrenador psicológico, aquel que pone a prueba al adepto para lograr la iniciación. [cita requerida] Esta definición dulcificada y otras similares según varios historiadores y teólogos católicos expertos en la materia, sirven para ocultar la verdadera identidad y propósito de Lucifer. Aunque afirmen que Satanás no es Lucifer, no dan ninguna definición clara del primero y las acciones de Lucifer que defienden siguen siendo las mismas que se narran en la Biblia, es decir, la rebelión contra Dios por soberbia y codicia, confirmando que esta teoría gnóstica es solo una forma de ocultar la verdadera identidad de Lucifer. Todas las creencias que se basan en el gnosticismo, como la nueva era, el esoterismo o la teosofía, se caracterizan por seguir el ejemplo de la rebelión de Lucifer y su caída en la soberbia, debido a que mediante la iniciación por grados o gnosis hacen creer al adepto que puede convertirse en un ser superior, alcanzando un estado casi divino, sin necesidad alguna de Dios.[4]

En el cristianismo ambos conceptos son identificados con el Diablo (Apocalipsis 12,9). La diferenciación radica en que Lucifer es el nombre del "Príncipe de los demonios" como ángel antes de su caída; y el nombre de "Satán" o Satanás, el que adopta después. (Ya que "Lucifer" significa en latín "portador de luz", mientras que "Satán" es "adversario" en hebreo).

Por lo demás, Lucifer forma parte también del panteón de deidades vuduistas, hecho este que hace ostensible, una vez más, el carácter sincrético de este culto.

Sin embargo, el sentido original de la palabra latina lucifer (equivalente al griego fósforos) es "aquel que porta la luz". Así era llamado el lucero matutino (el planeta Venus). La liturgia católica de la resurrección (Sábado Santo), en el pregón pascual (Exultet), compara a Cristo mismo resucitado que asciende al Padre en el alba del Domingo de Resurrección, con ese lucero (en latín lucifer):

TRADUCCIÓN:

Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía describe la potencia de Lucifer como algo que incita el humano a todas las exaltaciones, los falsos misticismos, el orgullo de elevarse sin frontera[5]​ y la de su opuesto Ahriman (equivalente de Satanás) como algo que incita al humano a las supersticiones materialistas.[5]

En la mitología romana, Lucifer es el equivalente al dios griego Fósforo, Heósforo o Eósforo (Έωσφόρος, lucero del amanecer), hermano de Héspero (Ἓσπερος, lucero del atardecer).




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