x
1

Luis IX de Francia



¿Qué día cumple años Luis IX de Francia?

Luis IX de Francia cumple los años el 25 de abril.


¿Qué día nació Luis IX de Francia?

Luis IX de Francia nació el día 25 de abril de 1214.


¿Cuántos años tiene Luis IX de Francia?

La edad actual es 809 años. Luis IX de Francia cumplirá 810 años el 25 de abril de este año.


¿De qué signo es Luis IX de Francia?

Luis IX de Francia es del signo de Tauro.


¿Dónde nació Luis IX de Francia?

Luis IX de Francia nació en Poissy.


Luis IX de Francia,[1]​ también conocido como Ludovico Nono, San Luis Rey o San Luis de Francia (Poissy, 25 de abril de 1214-Túnez, 25 de agosto de 1270), fue rey de Francia desde 1226 hasta su muerte en 1270. Hijo de Luis VIII el León y de la infanta castellana Blanca de Castilla (hija de Alfonso VIII). Fue, por tanto, primo hermano del rey castellano Fernando III el Santo. Fue canonizado y nombrado santo de la Iglesia Católica por el papa Bonifacio VIII en 1297, su fiesta se celebra el 25 de agosto.

Luis IX introdujo importantes novedades en la justicia real francesa: el rey adquirió el carácter de juez supremo de manera que, al menos en teoría cualquier persona podría apelar para obtener una sentencia del rey. Prohibió las ordalías, tomó medidas para eliminar el problema de las guerras privadas e introdujo la presunción de inocencia en los procedimientos criminales.

A lo largo de los siglos, Luis IX ha sido admirado como el ideal del monarca cristiano. Su reinado gozó de un gran prestigio por toda la cristiandad y es uno de los monarcas más memorables de la Edad Media. Su reinado es recordado como una edad de oro en el Medievo, en la que el Reino de Francia experimentó un apogeo político y económico.

Luis IX fue un católico extremadamente devoto. En su época, era conocido por su caridad con los mendigos y compasión con los criminales. Aprobó leyes que castigaban la blasfemia con la mutilación de la lengua y los labios. En 1230, prohibió toda forma de usura. Durante su cautividad en Egipto, leía el Oficio Divino todos los días. Tras la disputa de París en 1240, ordenó quemar 12 000 copias del Talmud y otros libros judíos. Era popular entre los franceses, aunque algunos contemporáneos lo tachaban de ser un «monje rey». Es el único rey canonizado de Francia, donde hay muchas calles, plazas y lugares que reciben su nombre.

Fue proclamado rey a la muerte de su padre, a finales de 1226, y durante los primeros años estuvo bajo la regencia de su madre. Poco más tarde, en 1235, contrajo matrimonio con Margarita de Provenza, hija de Ramón Berenguer V, conde de Provenza, nieto de Alfonso II de Aragón y bisnieto de Alfonso VII de León y del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. La pareja real tuvo once hijos:

Educado en la devoción y el misticismo por su madre, Luis IX combinó su tarea de gobierno con un ascetismo que ha sido destacado tanto por la hagiografía católica como por comentaristas laicos (Voltaire llegó a decir que "No es posible que ningún hombre haya llevado más lejos la virtud"). Por momentos parecía un anacoreta, entregándose a prácticas de mortificación como el hacerse azotar la espalda con cadenillas de hierro los viernes, o actos de autohumillación como lavar los pies a los mendigos o compartir su mesa con leprosos.

Perteneció a la Orden franciscana seglar, fundada por San Francisco de Asís y a la Orden Trinitaria como terciario. Fundó muchos monasterios y construyó la famosa Santa Capilla en París, cerca de la catedral, para albergar una gran colección de reliquias del cristianismo, entre las que destaca la corona de espinas.

Asistió al Concilio Ecuménico latino de Lyon I, (convocado en 1245 y presidido por el Papa Inocencio IV) donde, además de deponer y excomulgar al emperador Federico II, se convocó una cruzada (la séptima) de la que se designó a Luis IX al mando.

Como Carlomagno tuvo en Eginardo su biógrafo, Luis IX lo tuvo en Jean de Joinville (1224-1317), amigo suyo y camarada en sus campañas de armas. Sus escritos han creado la tan popular imagen pacífica y piadosa del Rey, y el propio Joinville prestó testimonio ante el Papa Bonifacio VIII, que canonizaría a Luis IX en 1297.

Luis tenía nueve años a la muerte de su abuelo Felipe Augusto el 14 de julio de 1223. Fue entonces cuando su padre, Luis VIII de Francia, se convirtió en rey, pero por poco tiempo, ya que murió tres años después, el 8 de noviembre de 1226.[2]​ El 3 de noviembre de 1226, es decir, pocos días antes de su muerte, Luis VIII llevó a su habitación a miembros del a nobleza, el clero y el ejército para hacerlos prometer que, tan pronto como muriera, jurarían lealtad a su hijo y lo coronarían lo antes posible. Según el cronista Philippe Mouskes, Luis VIII también encargó a sus consejeros más cercanos, Barthélemy de Roye, Jean de Nesle y el hermano Guerín, que cuidaran de sus hijos.[3]

Luis tenía doce años cuando murió su padre. La angustia y la preocupación de ser gobernados por un niño invaden el Reino de Francia.[4]​ Sin embargo, pese a su corta edad, el nuevo rey mostró una gran madurez,[5]​ y aunque no existía ninguna ley o costumbre que estableciera quién debía gobernar cuando el rey era demasiado joven, la tutela de Luis pasa a manos de la reina madre, Blanca de Castilla.[6]​ Esta situación se juridifica con un acto inédito, en el que el arzobispo de Sens y los obispos de Chartres y Beauvais afirman que Luis VIII, en el lecho de su muerte, había comunicado su decisión de colocar a su hijo heredero, al Reino y a sus otros hijos bajo la tutela de su esposa hasta que Luis alcanzase la mayoría de edad.[7]

Luis IX es coronado rey de Francia el 29 de noviembre de 1226 en la Catedral de Notre-Dame de Reims por el obispo de Soissons, Jacques de Bazoches. Su coronación está marcada por tres elementos. Destaca la velocidad del evento, de modo que Luis IX se convirtió rápidamente en rey sin que nadie pudiera presionarle a él o a su séquito para no asumir la corona.[8]

Más tarde, es formalmente nombrado caballero, durante una estancia en Soissons en el camino que conduce a Reims, porque el rey de Francia debía ser necesariamente caballero. Destaca asimismo la ausencia de las grandes personalidades del reino en su coronación, tanto eclesiásticas como laicas.[9]

Los cronistas medievales han alegado a menudo razones políticas por estas ausencias, pero según Jacques Le Goff, incluso si fuese cierto que algunos evitaron acudir a la coronación por razones políticas, la mayoría no tuvieron tiempo para prepararse debido a la rapidez de la ceremonia.[10]

En un aspecto más terrenal, Luis IX tuvo que enfrentarse a Enrique III de Inglaterra en la Guerra de Saintonge a quien venció en la batalla de Taillebourg en 1242, firmando luego el Tratado de París de 1259, lo que trajo la paz, que se prolongó durante todo su reinado. Gracias a este tratado confirmó sus conquistas de Anjou, Turena y Maine, conservando el monarca inglés solamente la Guyena.

Más tarde la rebelión de los nobles ingleses contra Enrique III, conocida como Segunda Guerra de los Barones, repercutió en Francia. Con la derrota y prisión de Enrique en la Batalla de Lewes (1264), su esposa, la reina Leonor de Provenza, y su hijo mayor, el príncipe Eduardo, heredero del trono, se refugiaron en Francia, al lado de la reina Margarita —hermana mayor de Leonor—, la cual convenció a su esposo Luis IX que apoyara a Eduardo con un ejército para reconquistar el poder y liberar a su padre.

Luis IX fue el último monarca europeo que emprendiera el camino de las Cruzadas contra los musulmanes. La primera vez, entre 1248 y 1254, en lo que luego se llamó la Séptima Cruzada, Luis IX desembarcó en Egipto y llegó a tomar la ciudad de Damieta, pero poco después sus tropas fueron sorprendidas por la crecida del Nilo y la peste. Combatiendo en terreno desconocido para ellos, los franceses, junto con su rey, cayeron prisioneros de sus enemigos y sólo se salvaron pagando un fuerte rescate. Irónicamente, la séptima cruzada, liderada por Luis IX, corrió una suerte similar a la quinta cruzada, emprendida por Andrés II de Hungría, quien un par de décadas antes también había arribado a Egipto y al poco tiempo se vio forzado a regresar a su hogar.

La octava Cruzada, en 1270, llevó a Luis IX frente a Túnez, ciudad a la que puso sitio. Si bien al rey lo impulsaban móviles religiosos, no era el caso de su hermano, el bastante más terrenal Carlos de Anjou, rey de Nápoles, cuyos intereses en Italia, que lo vincularon estrechamente al papado, lo pusieron en situación de acabar con la competencia de los mercaderes tunecinos del Mediterráneo.

La expedición fue un desastre. Buena parte del ejército fue atacado por la disentería o, según el historiador Fernand Destaing, por la fiebre tifoidea,[11]​ al igual que el propio Luis IX, que murió sin haber conseguido su objetivo, el 25 de agosto de 1270, asistido por su capellán personal fr. Juan de Douai, trinitario.

A su muerte le sucedió en el trono su hijo, Felipe el Atrevido.

Con su muerte, remate de una expedición carente de todo sentido militar, político y religioso salvo el antes mencionado de favorecer a Carlos de Anjou, se extinguieron las Cruzadas. La lenta consolidación de los Estados monárquicos y el desarrollo cultural y comercial de la época gótica eran un hecho incontestable que alejaron de preocupaciones místicas a los gobernantes de aquel tiempo. Por otro lado, Europa Occidental había llegado ya a su techo militar y no pudo desalojar a los musulmanes del Norte de África y del Cercano Oriente. Apenas veinte años después de la muerte de San Luis, los cristianos perdieron su última plaza fuerte en Tierra Santa, al caer San Juan de Acre en manos de los musulmanes, en 1291.

En este marco, a pesar de los fracasos temporales y el empeño por empresas que resultaron fallidas y le costaron la vida, su popular imagen dentro y fuera de su país y la encarnación del modelo ideal de monarca cristiano hicieron de él un modelo de gobernante católico y una figura predominante de la cristiandad.

(Acta Sanctorum Augusti 5 [1868]1, 546)

Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.

Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y, si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas.

Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor con oración vocal o mental.

Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.

Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía.

Multitud de ciudades, accidentes geográficos, instituciones educativas, equipos deportivos y edificios religiosos llevan su nombre.

Entre estos lugares pueden mencionarse: San Luis Talpa, en el Departamento de La Paz, El Salvador, la isla de San Luis, en París, Francia, la región de Saint Louis en Senegal, el lago Saint Louis en Canadá, la ciudad de San Luis en el estado de Misuri, dos municipios en Cuba y cinco en Filipinas, la ciudad y el estado de San Luis Potosí en México, San Luis del Marañón en Brasil, la ciudad y provincia de San Luis y San Luis del palmar en Argentina ,[cita requerida] así como las ciudades mexicanas de San Luis de la Paz, San Luis Coyotzingo, San Luis Anáhuac y San Luis Acatlán.




Escribe un comentario o lo que quieras sobre Luis IX de Francia (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!