El licaón del Cabo o perro salvaje africano del Cabo (Lycaon pictus pictus) es una subespecie del perro salvaje africano que habita en África austral.
El perro salvaje del Cabo es la subespecie más grande, con un peso de 20 a 25 kg. Es mucho más colorido que el licaón oriental (Lycaon pictus lupinus), aunque incluso dentro de esta única subespecie hay variaciones geográficas en el color del pelaje: los especímenes que habitan en el Cabo de Buena Esperanza se caracterizan por la gran cantidad de pelaje amarillo anaranjado que se superpone al negro, la parte posterior de las orejas parcialmente amarilla, la parte inferior mayoritariamente amarilla y una serie de pelos blanquecinos en la melena de la garganta. Los de Mozambique se distinguen por el desarrollo casi igual de amarillo y negro tanto en la parte superior como en la parte inferior del cuerpo, además de tener menos pelaje blanco que la forma del Cabo.
África austral contiene numerosas poblaciones viables de perros salvajes, una de las cuales abarca el norte de Botsuana, el noreste de Namibia y el oeste de Zimbabue. En Sudáfrica, alrededor de cuatrocientos individuos se encuentran en el Parque nacional Kruger. Zambia tiene dos grandes poblaciones, una en el Parque nacional Kafue y otra en el río Luangwa. Sin embargo, el perro salvaje es raro en Malaui y probablemente esté extinto en Angola y Mozambique.
El perro salvaje del Cabo juega un papel destacado en la mitología de los San del sur de África. El perro salvaje está indirectamente relacionado con el mito del origen de la muerte, en éste mito la luna maldice a la liebre para ser cazada para siempre por perros salvajes después de que la liebre rechazara la promesa de la luna de permitir que todos los seres vivos renazcan después de la muerte. En otra historia, el dios ǀKaggen se vengó de los otros dioses enviando a un grupo de hombres transformados en perros salvajes africanos para atacarlos, aunque nunca se revela quién ganó la batalla. Los San de Botsuana ven al perro salvaje del Cabo como el mejor cazador y tradicionalmente creen que los chamanes y curanderos pueden transformarse en perros salvajes del Cabo. Algunos cazadores San se untarán los pies con fluidos corporales de los perros salvajes del Cabo antes de una cacería, creyendo que hacerlo les regalará la audacia y la agilidad del animal. Sin embargo, la especie no figura de forma destacada en el arte rupestre de San, siendo el único ejemplo notable un friso en el monte Erongo que muestra una manada cazando dos antílopes.
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