Mariana Callejas cumple los años el 11 de abril.
Mariana Callejas nació el día 11 de abril de 1932.
La edad actual es 92 años. Mariana Callejas cumplió 92 años el 11 de abril de este año.
Mariana Callejas es del signo de Aries.
Mariana Callejas nació en Monte Patria.
Mariana Callejas (Monte Patria, 11 de abril de 1932-Santiago, 10 de agosto de 2016) fue una escritora chilena. Es conocida por haberse desempeñado como agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), participando en diversos atentados terroristas, entre ellos, el asesinato del general Carlos Prats y su esposa perpetrado en 1974 en Buenos Aires. Fue condenada a 20 años de cárcel en primera y segunda instancias, pena que después sería rebajada a 5 años.
Callejas nació en una familia de clase media. Muy tempranamente se aficionó por la literatura seria: decía haber leído por primera vez en la vida Crimen y castigo de Dostoievski a los 8 años de edad.
Su vida da un vuelco a los 18 años: abandona secretamente el colegio donde estudiaba después de que sus profesores preferidos, el matrimonio Feinsilbert, fueran echados. Influenciada por esta pareja, se convierte al sionismo socialista y piensa en emigrar a Israel. Para poder cumplir con su plan, se casa con un joven. Un día, le cuenta a su madre su deserción del colegio, su boda y su conversión. La reacción no se deja esperar: el padre la borra de su vida. Las cosas empeoran cuando al poco tiempo, Pablo, su flamante marido, decide casarse con una compañera de curso, para lo cual su familia consigue la anulación del matrimonio con Mariana. Entonces, gracias a las conexiones de los Feinsilbert, toma un barco con destino a Israel.
En el primer kibutz donde se instala, Nan Kissuphim (probablemente el actual Kissufim), además de trabajar estudia hebreo en clases especiales. De este kibutz pasa a otro, formado por emigrantes de América del Norte y del Sur, en el desierto de Néguev. Ubicado cerca de la frontera, lo tendrán que construir desde cero. Debido al peligro de ataques por parte de soldados egipcios y beduinos, tiene que hacer guardias nocturnas armadas. Allí adopta el nombre de Anat, porque le parece que el de Inés y el de Mariana —su segundo nombre- suenan demasiado católicos.
A su primer y efímero matrimonio de conveniencia, pronto le sigue el segundo, esta vez para sentirse protegida en un medio donde hay cuatro hombres por una mujer. El elegido es un estudiante de agricultura estadounidense, Allan Earnest, un idealista que había emigrado a Israel desde la Universidad de Cornell.
La pareja abandonará el kibutz al poco tiempo, junto con una veintena de otras personas, debido a diferencias ideológicas, y se instalará en un moshav, donde estaba permitido tener en propiedad un hogar, así como otras manifestaciones de individualismo.
En 1952 Allan fue llamado a filas, pero como pacifista que era, no quería servir en el ejército. Además, estaba todavía recuperándose de las heridas que sufrió cuando una mina explotó bajo su tractor. Ante esta situación, Allan y Anat deciden embarcarse con su hijo pequeño en un barco con destino a Chile.
En Chile, como era de prever, no son bien recibidos por el padre, y al poco tiempo toman otro barco, con destino a Nueva York. En Estados Unidos compartieron apartamento con la madre de Allan, en Washington Heights. Mariana Earnest se escapaba durante el día a ver clases de actuación en diferentes escuelas. En esa época soñaba con el teatro y comenzó también a escribir cuentos.
La pareja se mudó a Uniondale, suburbio de Long Island, en 1957, cuando tenían ya tres pequeños hijos. Allí tuvo una corta experiencia como mesera en el restaurante italiano Tony's, que odió, como odiaba asimismo ser ama de casa. Tres años después, sin poder aguantar más, tomó a sus tres hijos y regresó a Chile.
Llegó a las puertas de la casa materna en 1960 con los niños; a nadie le dijo que no pensaba regresar donde su marido o a Estados Unidos.
Continúa escribiendo cuentos y pronto traba amistad con un grupo de artistas bohemios. Al ir a esperar a uno de ellos a la salida de una fiesta, conoce ese mismo año a Michael Townley, quien, a sus diecisiete, se enamora perdidamente de ella, y, a pesar de la diferencia de edad, la corteja hasta conseguir que acepte casarse con él.
El matrimonio se celebra el 22 de julio de 1961. Ninguno de los padres asiste a la boda. No solo los Callejas estaban en contra; también los Townley: el padre, que trabajada en la Ford Chile, había sido promovido a Venezuela y había abandonado ya el país con su esposa y sus otros dos hijos. El enamorado Michael se había negado a irse y había permanecido en Santiago decidido a conquistar a Mariana.
Para ganarse la vida, Michael vende enciclopedias Collier's a familias adineradas que saben inglés, arregla autos y todo tipo de aparatos eléctricos.
Tres años más tarde, en 1964, gracias a su padre, obtiene un trabajo con la Ford en Perú, pero fracasa y cuatro meses después abandona Lima.
En 1965 la suerte le sonríe y se convierte en representante del fondo mutuo Investors Overseas Services (IOS). Esto le permite mudarse con Callejas y los hijos a una buena casa en La Reina, con dos empleadas. La pareja esquía, y él también participa en carreras de autos.
Al año siguiente, el padre de Townley es promovido de nuevo, y se prepara a regresar a Santiago como presidente de la Ford Chile. Michael, ahora exitoso, espera hacer las paces con la familia, pero todo se viene abajo cuando surgen rumores de la inminente bancarrota de IOS debido a que uno de sus directores, Bernard Cornfeld, se había robado millones de dólares. Los clientes de Michael, presa de pánico, lo comienzan a acosar y se ve obligado a huir a Estados Unidos.
Mariana le seguirá al poco tiempo con sus hijos, pero solo después de haber obtenido la promesa de que regresarán a Chile en cuanto puedan. Primero se instalarán en la casa de los abuelos de Michael, en Pompano Beach (donde trata de vender Fords, sin éxito) y después en Miami, Little Havana, al conseguir trabajo en la tienda de reparaciones AAMCO Transmissions.
Entonces nada indicaba todavía que ambos se convertirían en agentes terroristas. Mariana comienza a asistir a un taller literario de la Universidad de Miami, se une a las marchas convocadas por el New Party, una agrupación donde militan sus nuevos amigos y que, entre otras cosas, proponía la legalización del aborto y la marihuana, se oponía a la guerra de Vietnam y apoyaba al poeta y senador Eugene McCarthy para presidente. Sin embargo, es también anticomunista. Townley, por su parte, no se interesaba mayormente por la literatura ni menos política: trabajaba de mecánico y era un fan de las carreras de autos.
Cuando Salvador Allende gana las elecciones de 1970, Callejas decide regresar a Chile, cosa que hace a pesar de la oposición de su marido, que no desea dejar su negocio y volver a la incertidumbre económica en Santiago. Hay peleas, Michael tiene una relación amorosa en Estados Unidos, incluso piensa divorciarse, hay idas y venidas, pero finalmente la crisis es superada y la pareja se ve nuevamente en Chile.
Antiallendista, Callejas crea contactos con Patria y Libertad, mientras Michael trata, con poco éxito, de hacer negocios. Instado por su esposa a unirse a sus nuevos amigos ultraderechistas, Michael dice que debe trabajar y califica las acciones de estos de infantiles y sus cocteles mólotov de primitivos. Algunas semanas más tarde, Michael accede a hacer una bomba mólotov auténtica. Así comienza su colaboración con la ultraderecha chilena, en cuyos círculos será conocido como Juan Manolo. Su mayor éxito será la radio clandestina que logró fabricar y desde la cual transmitirán mensajes antiallendistas.
Después de participar en una operación para eliminar las interferencias que impedían las transmisiones del conservador Canal 5 de Concepción, dependiente de la Universidad Católica, «cuya postura era de decidida oposición al gobierno de Allende» y que terminó con la muerte de un obrero, Townley se vio obligado a huir. Llega a Miami, con los bolsillos vacíos, el 2 de abril de 1973. Callejas lo siguió más tarde, en junio, con los hijos.
A su regreso, Townley contacta nuevamente a la CIA para ofrecer sus servicios (lo había hecho ya en 1970, antes de irse a Chile), conspira con los cubanos que trabajan en AAMCO y trata de ayudar desde Miami a Patria y Libertad.
El golpe de Estado en Chile de 1973, encabezado por el general Augusto Pinochet, les permite volver a Chile. Mariana toma el primer vuelo a Santiago después del golpe, mientras Michael pone en orden sus asuntos en Miami para poder partir con los niños. La CIA no lo ha contactado, y, por más que su esposa le asegura que no corre peligro alguno, está preocupado por los cargos que pesan sobre él en Chile. Decide viajar entonces con nombre falso, Kenneth Enyart, el de un amigo que le presta su certificado de nacimiento y la tarjeta de seguridad social, documentos con los que saca pasaporte.
Fue el coronel Pedro Espinoza, quien, al enterarse del trabajo de Townley para Patria y Libertad, les ofreció ingresar en la policía secreta de la dictadura. Michael lo hará con el nombre de Andrés Wilson; Mariana, con el de Ana Luisa Pizarro.
En su novela Las cenizas del Cóndor el uruguayo Fernando Butazzoni relata cómo Callejas y Townley, junto con sus dos hijos pequeños, fueron con el coronel Espinoza hasta el cerro San Cristóbal, en Santiago, para probar los detonadores a distancia de la bomba que finalmente acabaría con la vida del general Prats.
Callejas intentará justificarse años después diciendo que pasaban por un mal momento y que necesitaban dinero para mantener a la familia.
Pero Branch y Propper afirman en su libro consagrado al asesinato de Letelier, Labyrinth, que ambos aceptaron trabajar para la DINA con gusto y que lo consideraron un honor.Además de participar en el atentado en Buenos Aires que acabó con la vida de Prats en 1974, Callejas acompañó a su marido a otras misiones, particularmente a una en México el año siguiente.
Callejas viajó, con el nombre que usaba en la DINA, a principios de 1975 a Ciudad de México en una misión para eliminar a opositores de Pinochet. Entre los objetivos estaban la viuda de Allende, Hortensia Bussi, el socialista Carlos Altamirano y el comunista Volodia Teitelboim, pero la misión resultó un completo fiasco. No dieron con los opositores y por poco explota la casa rodante en la que viajaban junto con Virgilio Paz, un cubano anticastrista.
También acompañó a Townley en la operación para asesinar a Orlando Letelier y su secretaria Roni Moffit el 21 de septiembre de 1976 en Washington. Sería por este crimen que Townley caería en manos de la justicia estadounidense, a la que fue entregado en Chile en abril de 1978 y sacado del país por agentes del FBI. Con ello terminó también el idilio de la Callejas con la Junta militar.
A poco andar después del Golpe militar de 1973, la DINA entregó una mansión —tres pisos, casi mil metros cuadrados construidos y cinco mil de terreno—, a Michael Townley y su esposa Mariana Callejas. La gran casa, entregada en retribución a los servicios que la pareja prestaba a la policía secreta de la dictadura, estaba ubicada en la parte alta de Santiago, en Lo Curro, Vía Naranja 4925.
Legalmente no era de ellos: había sido adquirida por el entonces mayor de Ejército Raúl Iturriaga Neumann y un abogado de la DINA fallecido en 1976 en extrañas circunstancias, bajo identidad falsa.
La idea era que sirviera de vivienda para el matrimonio de agentes y sus hijos, y, al mismo tiempo, para que operara ahí el cuartel Quetropillán, desde el que se planificarían operaciones terroristas en el exterior.
Este cuartel contaba con dos agentes permanentes, que oficiaban de chóferes y ayudantes; y una secretaria, que llevaba las cuentas y asistía al dueño de casa en tareas administrativas. Además, el equipo incluía a un jardinero, una cocinera y dos químicos: Francisco Oyarzún y Eugenio Berríos, alias Hermes, que se pasaban el día encerrados en un laboratorio experimentando con ratones y conejos la efectividad del gas sarín en el marco del llamado Proyecto Andrea.
En el segundo piso estaban los talleres de Townley, donde realizaban interceptaciones radiales y telefónicas además de diseñar detonadores electrónicos. Ahí también hicieron los 119 pasaportes falsos que sirvieron para encubrir la muerte del mismo número de chilenos asesinados en Chile por la DINA y hechos aparecer en Argentina y Brasil en 1975 como ejecutados por sus propios compañeros en la denominada Operación Colombo.
Allí se alojaron asimismo diversos terroristas de derecha como los neofascistas comandados por Stefano Delle Chiaie y exiliados cubanos de la Operación 40.
Esta casa, donde se torturó y asesinó entre otros, al español Carmelo Soria, también fue la sede de un popular taller literario que llevaba Callejas.
Callejas, al regresar a Chile, comenzó a frecuentar el taller literario de Enrique Lafourcade, que funcionaba en la Biblioteca Nacional de Santiago y al que asistían escritores que conformarían más tarde la nueva narrativa chilena.
¿Conoce usted a Bobby Ackermann? es uno de los relatos que escribió Callejas y que impresionaron favorablemente a Lafourcade y a los otros miembros del taller. Con este monólogo de un veterano sastre judío, ganó el concurso de cuentos Rafael Maluenda de El Mercurio.
Al comienzo de su asistencia al taller de Lafourcade, Townley solía recogerla en auto y muchas veces pasaban a dejar al escritor a su casa, con lo que ganaron su confianza. Lafourcade no solo estimuló su escritura, sino que influyó también a veces para que la publicaran; gracias a él pudo participar asimismo en el almuerzo que escritores chilenos compartieron con Jorge Luis Borges en 1976.
Callejas consideraba que ese taller no era suficiente, así es que decidió organizar uno en su casa al que invitaba no sólo a los jóvenes que asistían al de Lafourcade, sino también a escritores reconocidos como este último; alguna vez fue Nicanor Parra y otros.
Gonzalo Contreras dice sobre aquel taller (que funcionó hasta 1978 ): «Nosotros éramos pendejos y ella nos esperaba con unas bandejas de churrascos, cartones de cigarros, botellas de pisco. En cierto modo, había organizado el taller para ella misma, que era quien leía más y era más prolífica. Todas las clases ella tenía un texto, mientras a mí sacar un cuento me tomaba dos meses. Yo la respeté mucho al principio porque se ganó un premio en El Mercurio con un cuento que se llama ¿Conoce usted a Bobby Ackermann?, que yo recuerdo bastante bueno».
Contreras y Carlos Franz —que sostiene que Callejas «escribía buenos cuentos»— llegaban en autobús hasta un puente donde el mismo Townley los iba a buscar en un auto chico y en la noche, antes del toque de queda, un empleado los llevaba de vuelta hasta la parada. «Llegaba con una cara de culo que no te la explico. No abría la boca, ese conchatumadre. Yo sentía que nos detestaba y que este lado de ella, él lo detestaba».
A Franz, esa ocasión que tuvo, «tan joven, de conocer las trampas, los dobles fondos, y dobles personalidades que genera una dictadura», le «parece desde hace mucho una gran oportunidad literaria». «He escrito ya tres novelas, originadas en parte por esos estímulos», confesaba en 2008.
Carlos Iturra es el único escritor que no renegó de ella y que sigue siendo su amigo. Iturra asegura que Callejas es «una gran escritora», dice que le «honraría mucho» hacerse cargo de los inéditos que ella produce y vaticina que «después de muerta será leída con avidez».
Cristián Aiguader —hijo de Jaume Aiguader, exalcalde de Barcelona, ministro de la Segunda República y uno de los fundadores de Esquerra Republicana—, que llegó a Chile tras la guerra civil española y prosperó en Santiago como comercial y hombre ligado a la cultura, define a Callejas en su libro Lucha inconclusa: memorias de un catalán exiliado a Chile como autora de «unos cuentos de fuerte carga psicológica». Uno de ellos hacía referencia a la captura de un opositor a la dictadura: «La descripción era tan realista y con tal lujo de detalles que, si bien no es extraño en un gran escritor, parecía cosa vivida».
Mariana Callejas publicó en 1980 La noche larga, un libro de cuentos de portada negra en cuyo rincón superior derecho hay un ojo verde tras las rejas. En algunos de esos relatos, describe sesiones de tortura y de como se hacían las bombas del explosivo C-4.
En ese relato, Callejas redime a Max, el asesino, y lo muestra sensible, leyendo a Walt Whitman o enternecido al ver junto a una estatua un pájaro muerto.
Ese mismo año había obtenido una mención en el Premio de Novela Andrés Bello por Los puentes y al siguiente, en 1981, ganó el concurso de cuentos de La Bicicleta —el jurado estaba compuesto por Jorge Edwards, Martín Cerda, Marco Antonio de la Parra y el jefe de redacción de la revista— con Jess Abraham Jones, lo que provocó una reacción negativa tanto por parte de lectores como de un grupo de artistas e intelectuales, que escribieron una carta de protesta, reproducida en el Nº17. La revista explicó que se premió el cuento y no a la autora, y que, por lo demás, los concursantes se presentaron con seudónimos y que, por lo tanto, no se conoció la identidad de estos hasta después del fallo.
Anthay Lipthay, uno de los amores de Callejas y también agente de la DINA, la definió como una mujer «extraordinariamente inteligente y hábil». «Gustaba relatar detalles íntimos de sus vivencias en el kibutz, las costumbres, las obligaciones, la igualdad entre los sexos, la liberalidad en las manifestaciones eróticas. Y en este último detalle, recuerdo que a Mariana le satisfacía abundar en imágenes e incluso evocar algunas de sus propias experiencias», diría Lipthay en una declaración judicial.
Mariana Callejas fue acusada de coautora del asesinato de Prats y miembro de asociación ilícita. Según el jefe de la DINA, Manuel Contreras, habría sido ella la que apretó el botón de la bomba que el 30 de septiembre de 1974 acabó en Buenos Aires con el general y su esposa, Sofía Cuthbert. Esto fue confirmado por su exmarido, Michael Townley, quien precisó que Callejas hizo un primer intento para detonar el artefacto explosivo, pero no pudo hacerlo estallar y que entonces el dispositivo fue accionado por él. Estas declaraciones las hizo Townley en 1999, en Washington, y en esa oportunidad pidió que su testimonio no fuera usado en contra de Callejas. Pero, según estableció la jueza argentina María Servini de Cubría, el papel desempeñado por la exagente en el atentado «fue ratificado por otros antecedentes».
Servini pidió la extradición de Callejas, a raíz de lo cual esta fue detenida el 17 de julio de 2003 y quedó bajo arresto domiciliario después de ser interrogada durante más de tres horas por el ministro de la Corte Suprema,
pero a los pocos días, el 22, le fue concedida la libertad provisional. Alejandro Solís, el ministro en visita que investigaba el caso Prats, la sometió a proceso el 1 de septiembre de 2003 junto al exagente de la DINA Christoph Willeke Flöel como autores del doble homicidio calificado del general Carlos Prats y su esposa. Callejas quedó detenida ese mismo día en el Centro de Orientación Femenina, donde permanecería nueve meses.
En julio de 2005, la justicia chilena rechazó la solicitud que había hecho dos años antes la jueza Servini para extraditar a Callejas.
Después de establecerse durante el juicio transcurrido en Chile que en septiembre de 1974 Callejas había viajado a Buenos Aires junto a Townley para dar muerte a Prats, mediante una bomba activada a control remoto, esta fue condenada, el 30 de junio de 2008, a veinte años de cárcel en primera instancia,
sentencia que confirmó la Corte de Apelaciones en enero de 2009. En 2010, la Corte Suprema anuló la condena a 20 años dictada en primera y segunda instancias, beneficiando a Callejas con una sentencia de solo 5 años y sin cárcel.
Falleció a los 84 años de edad, el 10 de agosto de 2016, en una casa de reposo en la comuna santiaguina de Las Condes.
El director uruguayo Esteban Schroeder estrenó en 2008 la película Matar a todos, inspirada en la vida de terrorista de Mariana Callejas, que es interpretada por la actriz chilena María Izquierdo. La actriz cuenta que revisó toda la bibliografía disponible de Callejas, para a partir de ese conocimiento, componer con total libertad al personaje.
El taller y lo que sucedía en su casa en Lo Curro —las veladas literarias en paralelo a las detenciones y torturas en su sótano— ha provocado la escritura de varios textos: la crónica Las orquídeas negras de Mariana CallejasPedro Lemebel (incluida en su libro De perlas y cicatrices, LOM, Santiago, 1998); una parte de la novela Nocturno de Chile de Roberto Bolaño; el cuento Caída en desgracia, de Carlos Iturra (forma parte del volumen Crimen y perdón, Catalonia, Santiago, 2008). Nona Fernández le ha dedicado su primera obra de teatro, titulada precisamente El taller y estrenada en 2012.
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