Miguel Ángel Osorio BenítezSanta Rosa de Osos, 29 de julio de 1883-Ciudad de México, 14 de enero de 1942), conocido por su pseudónimo Porfirio Barba Jacob, fue un poeta colombiano
(Barba Jacob nació en Santa Rosa de Osos el 29 de julio de 1883. Fue hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez. Se crio con sus abuelos en Angostura y en 1895 inició su peregrinaje, que lo llevó a varias ciudades del país y, a partir de 1907, a América Central y a Estados Unidos. Cambió su nombre nativo Miguel Ángel Osorio Benítez por Porfirio Barba-Jacob, el cual conservó hasta su muerte.
La razón de cambiar su nombre por el original y enigmático Porfirio Barba Jacob se debió a muchos problemas judiciales ocasionados por un homónimo de Ricardo Arenales.
Su vida fue un continuo y desgarrado peregrinaje por diversos países de América entre los más destacados Argentina . Estuvo radicado en Guatemala, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Cuba, Perú y México, colaborando con toda suerte en publicaciones literarias y políticas. Contradictorio, siempre propenso al escándalo, enriqueció la leyenda sobre su extravagante persona con una producción poética peculiar. Su espíritu errabundo, lleno de pasión y de nostalgia, formó parte esencial de su obra, signada además por la angustia y la sensualidad.
Lírico como ninguno, dice de él Nicolás Bayona Posada que poseyó el arte maravilloso de unir a la música de las estrofas una embriagadora melodía de pensamientos originales y alucinantes. Murió en 1942 de tuberculosis en la Ciudad de México. Cuatro años después de su fallecimiento, en 1946, el gobierno colombiano trasladó sus restos a Colombia.
Barba Jacob fue abiertamente homosexual. La primera referencia a su homosexualidad se encuentra en el libro «El hombre que parecía un caballo y otros cuentos», obra maestra del escritor guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, escrita en 1914.
1. Acto de agradecimiento
2. Acuarimántima
3. Ante el mar
4. Árbol viejo
5. Balada de la loca alegría
6. Campiña florida
7. Cancioncilla
8. Canción delirante
9. Canción de la hora feliz
10. Canción de la noche diamantina
11. Canción de la soledad
12. Canción de un azul imposible
13. Canción del día fugitivo
14. Canción del tiempo y el espacio
15. Canción en la alegría
16. Canción innominada
17. Canción ligera
18. Carbunclos
19. Cintia deleitosa
20. Desamparo de los crepúsculos
21. El collar desatado (Canción del optimista)
22. El comedor de la casa paterna
23. El corazón rebosante
24. El despertar
25. El espejo
26. El hijo de mi amor, mi único hijo...
27. El pensamiento perdido
28. El poema de las dádivas
29. El rastro en la arena
30. El son del viento
31. El triunfo de la vida
32. El verbo innumerable
33. Elegía de Sayula
34. Elegía de septiembre
35. Elegía de un azul imposible
36. Elegía del marino ilusorio
37. Elegía platónica
38. Envío
39. En las noches oceánicas...
40. Hora trágica
41. Jitanjáfora
42. Lamentación baldía
43. Lamentación de octubre
44. La canción de la vida profunda
45. La carne ardiente
46. La estrella de la tarde
47. La gracia incógnita
48. La infanta de las maravillas
49. La vieja canción
50. Lima
51. Los desposados de la muerte
52. Mi vecina Carmen
53. Momento
54. Nocturno
55. No tardaré, no llores...
56. Nueva canción de la vida profunda
57. Nuevas estancias
58. Oh viento desmelenado
59. Parábola de la estrella
60. Parábola del retorno
61. Pecado original
62. Retrato de un joven
63. Retrato de un jovencito
64. Rosas negras
65. Sabiduría
66. Soberbia
67. Segunda canción sin motivo
68. Segunda canción delirante
69. Síntesis
70. Soy como Ascanio
71. Triste amor (Canción del pesimista)
72. Un hombre
73. Valor
74. Viento de la mañana
75. Virtud interior
Señora, buenos días; señor, muy buenos días...
Decidme: ¿Es esta granja la que fue de Ricard?
¿No estuvo recatada bajo frondas umbrías,
no tuvo un naranjero, y un sauce y un palmar?
El viejo huertecillo de perfumadas grutas
donde íbamos... donde iban los niños a jugar,
¿no tiene ahora nidos y pájaros y frutas?
¿Señora, y quién recoge los gajos del pomar?
Decidme, ¿ha mucho tiempo que se arruinó el molino
y que perdió sus muros, su acequia, su pajar?
Las hierbas, ya crecidas, ocultan el camino.
¿De quién son esas fábricas? ¿Quién hizo puente real?
El agua de la acequia, brillante, fresca y pura,
no pasa alegre y gárrula cantando su cantar;
la acequia se ha borrado bajo la fronda oscura,
y el chorro, blanco y fúlgido, ni riela ni murmura...
Señor, ¿no os hace falta su música cordial?
Dejadme entrar, señores... ¡por Dios! Si os importuno,
este precioso niño me puede acompañar.
¿Dejáis que yo le bese sobre el cabello bruno,
que enmarca entre caireles su frente angelical?
Recuerdo... Hace treinta años estuvo aquí mi cama;
hacia la izquierda estaban la cuna y el altar...
Decidme, ¿y por los techos aún fluye y se derrama,
de noche, la armonía del agua en el pajar?
Recuerdo... Éramos cinco. Después, una mañana,
un médico muy serio vino de la ciudad.
Hizo cerrar la alcoba de Tonia y la ventana...
Nosotros indagábamos con insistencia vana,
y nos hicieron alejar.
Tornamos a la tarde, cargados de racimos,
de piñuelas, de uvas y gajos de arrayán.
La granja estaba llena de arrullos y de mimos...
¡y éramos seis! ¡Había nacido Jaime ya!
Señora, buenos días; señor, muy buenos días,
y adiós... Sí, es esta granja la que fue de Ricard,
y este es el viejo huerto de avenidas umbrías
que tuvo un sauce, un roble, zuribios y pomar,
y un pobre jardincillo de tréboles y acacias...
¡Señor, muy buenos días! ¡Señora, muchas gracias!
Decid cuando yo muera... (¡y el día esté lejano!):
soberbio y desdeñoso, pródigo y turbulento,
en el vital deliquio por siempre insaciado,
era una llama al viento...
Vagó, sensual y triste, por islas de su América;
en un pinar de Honduras vigorizó el aliento;
la tierra mexicana le dio su rebeldía,
su libertad, sus ímpetus... Y era una llama al viento.
De simas no sondadas subía a las estrellas;
un gran dolor incógnito vibraba por su acento;
fue sabio en sus abismos,.. y humilde, humilde, humilde,
porque no es nada una llamita al viento...
Y supo cosas lúgubres, tan hondas y letales,
que nunca humana lira jamás esclareció,
y nadie ha comprendido su trémulo lamento...
Era una llama al viento y el viento la apagó.
No enflorará tu nombre un verso vano
ni entre lo cotidiano irás perdida.
Un varonil silencio. Un goce arcano.
Y por mi pensamiento soberano
hacer más honda y más sensual tu vida.
Ah, cómo en el amor estás ardida:
se va entreabriendo el alhelí de un beso
en tu boca, de múrice teñida,
Y desnuda y nevada
tu carne a mi deleite fue ofrendada.
¿Qué jardín se te inunda si me lloras?
¿Mi amor no es la clepsidra de tus horas?
En tus labios no miela el colibrí:
¿la vida junto a mí no es más ensueño,
más tragedia la vida junto a ti?
Cuán lindo el pie tan ágil y pequeño…
Ya en la propicia oscuridad, desnuda,
tu carne tiembla y lánguida me oprime:
doliente y zaraheño,
grita mi corazón: "¡Si está desnuda!"
Cuán lindo el pie, tan ágil y sedeño,
cuán tibio el muslo… Ah, dueña de tu dueño:
el amor fue mi parte dispensada
en el festín de sombras de la nada…
Hoy quiero solazarme en tu ternura
como en las auras que embalsama el heno
la noche del sahumerio montesino.
¡Un beso a tu varón, mi hembra impura!
Dormir después en tu redondo seno,
tu seno blanco de ápice azulino…
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