Mímesis o mimesisestético. A partir de Aristóteles, se denomina así a la imitación de la naturaleza como fin esencial del arte. El vocablo castellano proviene directamente del latino mimēsis, que a su vez deriva del griego μίμησις [mímesis], y puede también traducirse como ‘imitación’.
es un conceptoSe diferencia del concepto de “representación” principalmente en la naturaleza de su mecánica, en la que la mímesis se resiste a la comparación con el referente y a convertirse en algo equivalente al original. Sin embargo, el ejercicio mimético obliga el uso de rasgos representativos. Si bien “mímesis” es un sinónimo adecuado para “analogía”, en general se habla de mímesis cuando existe un parecido o semejanza más exacta con su original.
Platón señala que la mímesis es solo la apariencia sensorial de las imágenes exteriores de las cosas, que constituyen el mundo opuesto al de las ideas. Esta imitación de la realidad, solo es una copia de la copia del mundo de las ideas. Por consiguiente, Platón renuncia a la imitación (mimesis) del mundo para adoptar el relato (lexis), en tanto este es la narración de la historia (diégesis), sin la presentación de los personajes, a través de un modelo de imitación de un acontecimiento a través de palabras. Por el contrario, para Aristóteles, no cabe la imitación del mundo ideal, en la Poética, la mímesis y su función imitativa es el modo esencial del arte para representar a la acción humana. Destacando, por este motivo, la función del poeta como el reconstructor de la fábula, a través de la imitación efectuada por los personajes en acción.
Para Aristóteles todas las artes son imitación, así por ejemplo distingue entre historia y poética, donde la poética es la imitación de hechos, fábulas “verosímiles” (que podrían ser reales), una imitación de las cosas reales según distintos medios (pintura, palabra, etc.) Siguiendo con el razonamiento aristotélico, la base del aprendizaje es la mímesis o imitación, que es connatural al hombre -incluso llega a decir en estas palabras que el hombre es un animal mimético-, por tanto, toda imitación produce un aprendizaje. Aprender agrada a los hombres, es decir, hay un componente importantísimo y es el placer. “Ver” lo imitado, aquello que es producto de la mimesis produce placer, y por esto a los hombres les agradan las artes.
El filósofo contemporáneo Nelson Goodman desarrolla un complejo análisis de corte estructuralista sobre la teoría de los signos, señalando que es imposible imitar la realidad tal como es, puesto que siempre toda visión va acompañada de una interpretación bajo ciertas convenciones, por lo que definir la noción de imitación llevaría a un sin número de confusiones, ya que no existe un ojo natural “inocente”; por lo tanto, desde las preocupaciones en torno a las representaciones de lo real, no habría relación lógica entre el parecido (mímesis) de la realidad y los códigos empleados para su representación.
Tanto Platón como Aristóteles contrastaron “mímesis” con “diégesis”. En la diégesis la obra de arte no representa nada de la realidad, sino que es aquello que existe con una gramática propia solamente para el autor. Es aquello que expresa directa, libre y creativamente, sus fantasías y sueños en contraste con mímesis.
La aplicación del concepto de mímesis se desarrolló ampliamente a través del género de la naturaleza muerta, donde el pintor encontraba, en la excepcional inmovilidad del modelo, el provecho de exaltar ante un público su capacidad de duplicar la realidad, a pesar de que estas imágenes sean además diegéticas (cargadas de ficción) y en consecuencia bajo un efecto de credibilidad.
En el siglo XIX, ante la aparición de la fotografía, se consideró este instrumento como el medio más satisfactorio de imitación perfecta (objetiva) de la realidad, según leyes de mecánica y óptica, sin la intervención de la mano del artista. A través de esta concepción mecánica de la realidad se inició el cuestionamiento de la función de la pintura, dentro de la función imitativa, como también se inició el análisis del estatuto de la fotografía dentro del arte, en tanto se trata de un medio tecnológico que se opone al trabajo (manual) del artista.
Existen tres tipos de enfoques ante la mimesis: estudiar el recorrido de las imágenes, los textos y las personas entre distintas esferas de actividad (meme); prestar atención a la relación compleja que se establece entre la copia y el modelo; o investigar los modelos de la interpretación, la escenografía y la representación.
Las relaciones entre original y copia, las semejanzas y diferencias entre las prácticas de reproductividad contribuyen a captar la incidencia de los términos que empleamos para definir las culturas, las sociedades o alguno de sus aspectos.
Aunque la creatividad social parece explicarse solo por mimesis, los trabajos de Jean-Noël Darde y Annie Gentès revelan el lugar que ocupan actualmente los reflejos en la estructuración de la línea que siguen las informaciones y la imposibilidad de pensar en estas informaciones en términos de contrato de comunicación o de perspectivas. Necesitamos la representación para materializar nuestras prácticas, incluso las intelectuales. Las posibilidades creativas o represivas de la mimesis no dependen obligatoriamente de la intención discursiva de los actores. Christoph Wulf subraya este hecho apoyándose en los rituales y ceremonias de lo social. El trabajo de las mujeres en la publicidad (Simone Davis) o los públicos de los museos (Roger Silverstone) no se ven y, sin embargo, son fundamentales para entender la forma en que pueden llegar a actuar; esta actuación puede ser múltiple pero responde a expectativas definidas por parte de los organizadores, los museos o los medios de comunicación.
Autores modernos que han escrito sobre el tema son, entre otros, Erich Auerbach, Merlin Donald, Paul Ricoeur y René Girard.
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