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Miscelánea Antártica



La Miscelánea Antártica es una crónica manuscrita sobre el pasado prehispánico del Perú, escrita por el clérigo español Miguel Cabello Valboa entre 1576 y 1586. Permaneció inédita hasta el siglo XIX.

El manuscrito original estuvo un tiempo en la biblioteca del Conde Duque de Olivares,[1]​ luego en la del abogado madrileño don Andrés de Brizuela y en el monasterio de Monserrat de Madrid, supreso en 1807. Reaparece en dicha ciudad hacia 1892 y es entonces adquirida por el erudito mexicano Joaquín García Icazbalceta, a cuya muerte es vendida a la Universidad de Texas en Austin donde permanece hasta la actualidad.

Una copia hecha en el siglo XVIII, estuvo en París, en manos del erudito francés Henri Ternaux Compans hasta mediados del siglo XIX. Luego pasó a ser propiedad de Obadiah Rich, quien formó la famosa Rich Collection, comprada por James Lenox, de Nueva York. En 1896, al consolidarse la refundición de las bibliotecas Astor y Lenox con el archivo de la Tilden Foundation, todo el patrimonio bibliográfico y documental pasó a constituir la Biblioteca Pública de Nueva York, donde se halla esta copia hasta el momento.

Fue publicado por primera vez traducida al francés en la colección Voyages, relations et memoires originaux pour servir a l'histoire de la decouverte de l'Amerique de Ternaux Compans en 1840. Retraducida al castellano en 1920, en la Colección de Libros y Documento referentes a la Historia del Perú de Horacio Urteaga y Carlos A. Romero. A mediados del siglo XX, el ecuatoriano Jacinto Jijón y Caamaño (1945) y el peruano Luis E. Valcárcel (1951) hicieron nuevas ediciones basadas esta vez en los manuscritos existentes.

La historia de Cabello Valboa es una amena y algo confusa relación de los diversos reinados de los Incas. El nombre de Miscelánea le viene bien, intercala leyendas novelescas y lances de amor que se entremezclan a los sucesos históricos, tales como la leyenda de Naymlap, los amores de Efquen Pisan, hijo del cacique de Lambayeque y Chestan Xecfuin y la historia sentimental de Quilaco Yupanqui con Curi Coillor. Este amor al lado folklórico no amengua la autoridad del cronista ya que él mismo advierte del origen tradicional de sus relatos.

Sus datos históricos provienen de fuentes más seguras: conoció la perdida Historia de los Incas del padre Cristóbal de Molina, la cual declara seguir, además de los escritos del licenciado Juan Polo de Ondegardo, así como la Historia Índica de Pedro Sarmiento de Gamboa con la que coincide muchísimo, sobre todo en la última época incaica y, seguramente, contó con la guía y consejo del gran quechuista Juan de Balboa, primer criollo graduado en la Universidad de San Marcos.

La estadía de Cabello en Quito hace que su obra se halle particularmente informada sobre la historia de esa región y sobre todo en lo relativo a los hechos de los Incas que allí llegaron: Túpac Yupanqui, Huayna Cápac y Atahualpa. También recoge por primera vez valiosos relatos sobre el pasado preincaico de la Costa Norte del Perú. Entre sus principales informantes indígenas, Cabello Valboa menciona a los nobles, don Mateo Yupanqui y don Martín Farro Chumbi.

La última parte de la crónica de Cabello Valboa, en la que la guerra entre Atahualpa y Huáscar adquiere gran extensión y detalle, puede considerarse como la versión quiteña. El Inca cusqueño aparece allí en ridículo: se retrae de la guerra, increpa a sus generales, insulta a su madre y hermanas, pretende entrar en triunfo al Cuzco, sin haber peleado, mata a ancianos indefensos y en vez de ir a la guerra se queda haciendo ayunos y plegarias. La Coya Mama Ragua Ocllo le reprocha como a un Boabdil su cobardía y crueldad. Atahualpa aparece, en cambio, siempre vencedor, se amengua su derrota de Tumibamba y se silencian los triunfos de los generales cusqueños sobre aquel.



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