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Mosca



Mosca es el nombre común de diversas especies de insectos voladores pertenecientes al orden de los dípteros (Diptera).

Las especies que pertenecen a la familia de la conocida mosca común (Muscidae) son moscas; algunas especies de familias próximas, como Calliphoridae o Sarcophagidae, reciben más bien el nombre de moscardones, dado su gran tamaño, su cuerpo peludo y el zumbido más grave de su aleteo. Otros dípteros reciben otros nombres, como los tábanos y los mosquitos.

El término mosca es muy vago y es difícil precisar qué especies se incluyen bajo esta denominación. La definición dada por el Diccionario de la lengua española no aclara el asunto;[1]​ dice que tiene el "cuerpo negro", por lo que, sorprendentemente, no incluye a la mosca común (Musca domestica), cuyo abdomen es amarillento.

Existen varios grupos de insectos que también reciben el nombre vulgar de «moscas» sin ser dípteros. Las «moscas» porta-sierra son himenópteros (del mismo orden que las abejas, avispas y hormigas); las «moscas» de mayo son efemerópteros; las «moscas» de las piedras son plecópteros; las «moscas» escorpión son mecópteros; las «moscas» blancas son hemípteros; la mosca española es un coleóptero; las «moscas» de la humedad son mosquitos, etc.

Las moscas típicas (Muscidae y familias próximas), como todos los dípteros, poseen un cuerpo dividido en tres regiones o tagmas: cabeza, tórax y abdomen. Poseen ojos compuestos por miles de facetas sensibles a la luz individualmente que limpian constantemente frotando sus patas, y piezas bucales adaptadas para succionar, lamer o perforar; ninguna mosca es capaz de morder o masticar, pero muchas especies pican y succionan sangre.[cita requerida] Solo tienen dos alas; las alas posteriores están reducidas a unas estructuras llamadas halterios o balancines, que actúan como órganos estabilizadores del desplazamiento.

Tienen el cuerpo cubierto por numerosas sedas sensoriales con las que pueden saborear, oler y sentir. Las sedas de las piezas bucales y de las patas se usan para saborear; las moscas saborean lo que pisan; si pisan algo sabroso, bajan la boca y lo vuelven a probar.

Las patas poseen unas almohadillas adherentes que les permiten caminar sobre superficies lisas como el vidrio, incluso boca abajo.

Su ciclo de vida es holometábolo; es decir, se suceden cuatro fases morfológicas: el huevo, la larva o cresa, pupa, y el adulto o imago. Algunas especies completan este ciclo en unos pocos días; otras, en uno o dos meses. Pero en general la vida promedio de una mosca es de 15-25 días. Sin embargo, no todas las moscas ponen huevos. Algunas especies son ovovivíparas;[2]​ los huevos eclosionan en el interior de la madre, de manera que las crías salen al exterior ya en forma de larvas.

Viven cerca de la materia orgánica en descomposición (basura) y en sitios en los que haya materia fecal de animales. Los animales atraen a las moscas a las pocas horas de haber muerto. La mayoría de las moscas son diurnas.

Las moscas forman parte de casi todos los ecosistemas, en todos los hábitats terrestres. Las consecuencias de su presencia en el medio ambiente y en la sociedad humana son de importancia excepcional.

La terapia larval, también conocida como terapia de larvas o terapia de gusanos, es la introducción intencionada por parte de un profesional médico de larvas vivas y esterilizadas de mosca en heridas no cicatrizantes de animales y humanos, con el propósito de limpiar selectivamente los tejidos necróticos de la misma y promover el sanado.

En 2008, un equipo de investigadores en Caltech, en Estados Unidos, liderados por el profesor de Bioingeniería Michael Dickinson, publicaron en Current Biology que estos insectos deben su habilidad para escapar al hecho de que cuentan con un sofisticado sistema de defensa que los hace anticiparse a los movimientos de su atacante y responder con movimientos «muy rápidos, de unos 200 milisegundos». Mediante videos de alta velocidad y alta resolución estos científicos han descubierto que una mosca es capaz de mover sus patas traseras y colocarlas justo en la posición idónea para emprender el vuelo con el fin de huir. Cuentan también que son capaces de hacer esto y no necesariamente cumplirlo; es decir, si finalmente el atacante no ataca a la mosca, vuelven a su posición normal. También son capaces de usar este sistema mientras realizan otras acciones.[5]

En diciembre de 2010 se publicó en la revista Proceedings of the Royal Society el artículo «Hacia un concepto científico de la voluntad libre como un rasgo biológico: acciones espontáneas y toma de decisiones en los invertebrados»[6]​ en el cual se afirma que hasta los invertebrados manifiestan de alguna manera una conducta con libre albedrío. Su autor, Björn Brembs, afirma que el comportamiento de las moscas, aunque no es completamente libre, no está completamente constreñido. El trabajo aporta evidencia obtenida de cerebros de moscas, cerebros que parecen estar dotados de flexibilidad en la toma de decisiones. El científico señala que la capacidad de elegir entre diferentes opciones de comportamiento, incluso en la ausencia de diferencias en el medio ambiente, sería una capacidad común a la mayoría de los cerebros, si no de todos, por lo que los animales más simples no serían autómatas totalmente predecibles. Asimismo, señala que dicha capacidad tiene su explicación adaptativa como respuesta frente a competidores, presas y predadores.[6]

Cabeza de una mosca

Mosca de estiércol amarillo

Animación de una mosca

Sarcophaga (Sarcophagidae)

Lucilia sp. (Calliphoridae)

Drosophila melanogaster (Drosophilidae)

Eristalis (Syrphidae), una mosca que imita a una abeja

Calliphora vomitoria (Calliphoridae)

Calliphora vomitoria (Calliphoridae)

Cabeza de mosca y parte del cuerpo

Se han usado a menudo las moscas en la mitología y literatura para representar a agentes de muerte y deterioro, como la cuarta de las diez plagas de Egipto. Se han retratado como las malvadas (por ejemplo, en la mitología griega, Myiagros era un dios que ahuyentaba las moscas durante los sacrificios a Zeus y Atena, y Zeus envió una mosca a morder el caballo Pegasus que causa Belerofonte para retirarse a la Tierra cuando él la intentó montar para llegar al Olimpo).

No obstante, en algunas culturas la connotación no es tan negativa (por ejemplo, en la religión de Navajo tradicional, la Mosca Grande es un espíritu importante).

La mosca, como símbolo de valor indomable, insistencia y tenacidad frente al conflicto, era el mayor galardón militar en la cultura egipcia, la más alta distinción concedida por el faraón a sus valientes. El faraón Ahmose condecoró en una bella ceremonia a su madre, Ahhotep, con un collar con tres grandes moscas de oro, de 9 cm de altura. Ninguna otra reina de Egipto recibió esta condecoración militar. Ahmosis reconocía así que la inspiradora de la guerra de liberación había sido Ahhotep; era su forma de reconocer los grandes esfuerzos y sacrificios a los que se había sometido esta reina, entregada a la causa de liberar a Egipto del yugo de los hicsos.

Los habitantes de Cirene ofrecían sacrificios al dios Acoro para que les librase de estos insectos. Los acarnanios veneraban a las moscas y los naturales de Accaron ofrecían incienso a la divinidad que las cazaba. Los griegos tenían así mismo su dios Cazamoscas (Myiagros). Eliano dice que las moscas se retiraban por sí solas en los juegos olímpicos y pasaban a la otra parte del río Alfeo. En el templo de Apolo en Accio, cuando se acercaba la fiesta, se inmolaba un toro a las moscas que, una vez saciadas, se retiraban.[7]

El demonio Belcebú recibe el nombre de "el señor de las moscas", debido a un juego de palabras que convirtió al dios cananeo Ba'al Zebûl (literalmente "el señor príncipe") en Baal Zabut ("el señor de las moscas").

En la Roma antigua había un templo, el de Hércules vencedor, en el cual no entraban jamás las moscas por más que aquel héroe no hubiese podido jamás ahuyentarlas, ya que, según Teófilo y Paracelso, ni el mismo Júpiter tiene este poder. Las moscas acudían a miríadas a los sacrificios de Molloch y los judíos consideraban de feliz agüero que no se viera jamás una mosca en el templo de Salomón.[7]

El poema de Emily Dickinson dice «yo oí el zumbido de una mosca cuando moría»; hace la referencia a las moscas en el contexto de la muerte. De igual manera, en el arte y la ficción, se usan también principalmente las moscas para introducir elementos de horror o una sensación de suciedad; un ejemplo de lo anterior es una película de ciencia ficción de 1958 llamada La mosca (nueva versión en La mosca) en la que se observaba a un científico intercambiar partes de su cuerpo (ADN) accidentalmente con los de una mosca. La habilidad de las moscas de aferrarse a casi cualquier superficie también ha inspirado el título de "hombre mosca" para personas con habilidades de escalado y paracaidismo en los edificios.

Las moscas son uno de los símbolos personales del poeta Antonio Machado; en su poema Las moscas las retrata como animalillos revoltosos y entrañables que evocan la infancia del poeta y no tienen respeto ni por los «párpados de los muertos».



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