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Muralla de Montblanch



La muralla de Montblanch[1]​ está formada por el conjunto de torres, portales y murallas que rodean el casco histórico de la villa de Montblanch, en la comarca catalana de la Cuenca de Barberá. En 1947 fue declarada junto al casco antiguo de la villa Conjunto Monumental y Artístico.

El recinto tiene una longitud de unos 1.700 metros con una altura media de 6 metros y un espesor de aproximado de 1,20 metros. Por encima del paso de ronda hasta las almenas, el espesor es de medio metro. Antiguamente todo el recinto estaba rodeado por un foso que daba más altura a las construcciones, en la actualidad ha sido rellenado por tierra.

La altura media de las torres es de 16 metros sobre el nivel del suelo (sin contar la fosa circundante que había). La distancia entre torres no es igual en los diversos tramos de muralla, seguramente por razones estratégicas.

Actualmente se pueden apreciar un total de veinticinco torres de defensa. El número de torres que inicialmente había es un misterio, tradicionalmente se decía que eran treinta y cuatro. Últimamente sin embargo, diversos estudios habían determinado que no puede haber nueve torres escondidas por edificaciones posteriores o en ruinas, dejando el número total en treinta y una torres. El estudio más reciente, de Josep Maria Jávega, termina el recuento con un total de veintiocho.

Las torres son de base rectangular y sólo tenían tres caras, ya que la parte interior quedaba abierta. Actualmente hay varias que tienen las cuatro caras cerradas para aprovechar el interior como un local cerrado. Interiormente, se accede a los pisos superiores por escaleras de madera o de hierro adosadas a la pared. Se puede destacar dos torres con características propias:

Todas las torres están coronadas por almenas y se desconoce si antiguamente disponían de una cobertura superior al estilo de las torres de las murallas centroeuropeas.

En un primer momento, el recinto amurallado disponía de cuatro portales, dos abiertos al lienzo de muralla (portales de San Francisco y de San Antonio) y dos abiertos a la respectiva torre (portales de Bové y de San Jorge). Posteriormente, fue abierto un quinto portal para uso particular y exclusivo del vasallo encargo de la defensa de la Villa (portal de Barcelona).

Los portales de San Jorge y de Bové se cerraban mediante puertas que se elevaban para permitir el paso, mientras que los portales de San Antonio, del Vasallo y de San Francisco tenían puertas con soportes laterales.

Así pues, los portales del recinto amurallado de Montblanch son:

Otros accesos al casco antiguo de Montblanch, diferentes de dichos portales tradicionales, son:

Poco después de la fundación de Montblanch, en 1163, se inició la construcción de un primer recinto amurallado que protegía un pequeño castillo situado en la Plana de Santa Bárbara. La expansión de la población hizo insuficiente este cercado pero no fue hasta el reinado de Pedro el Ceremonioso (1336-1387) cuando se inició la construcción del actual recinto amurallado.

El rey Pedro dio la orden de fortificar diversas ciudades de Cataluña (Lérida, Tárrega, el Monasterio de Poblet, Cervera, Barcelona, Tosa de Mar, Gerona y Montblanch). La dirección de la obra fue encargada a fray Guillem de Guimerá alrededor de 1366, según Antonio Palau y Dulcet. Un edicto del monarca fechado el 19 de febrero de 1367 obligaba a los vecinos en dicha Vegueria de Montblanc constituidos que haien acostumbrado recogerse con lur bienes dentro de la dicha Villa de Montblanc y quien no haien Castillo su fortaleza en la que puxen defender con lurs bienes a pagar cuatro sueldos cada seis meses.

Durante la construcción, en enero de 1366, acamparon cerca de la Villa las Compañías Blancas francesas de Bertrand du Guesclin que iban a intervenir en la Guerra de los Dos Pedros. Durante su estancia en Montblanch, recibieron la visita del Conde Enrique de Trastámara, futuro Enrique II de Castilla.

Acabadas las obras, se excavó un foso alrededor de la muralla, excepto en el Baluarte, tramo situado entre el Portal de Sant Antoni y el Portalet de la Sierra. La última actuación en las murallas fue en 1396. Quedaron fuera del recinto los conventos de La Serra, de la Merced y de San Francisco.

No habían pasado ni cien años de su construcción cuando las murallas fueron testigos de la guerra civil catalana (1462-1472) que afectó gravemente la ciudad. Entre los años 1462 y 1466 se produjeron una serie de batallas en las murallas de Montblanch entre tropas de Juan II de Aragón y del Consejo del Principado. Finalizada la guerra, en 1470 se concedió autorización para construir un castillo mejor fortificado en Montblanch así como ampliar el recinto amurallado. La obra sin embargo, no llegó a hacerse realizarse nunca.

El fin del cercado de Montblanch la firmó, el general español Juan de Pallaviccino en julio de 1651, durante la Guerra dels Segadors (1640-1652), Montblanch sufrió varios episodios cruentos que culminaron con un asedio, por parte de las tropas, que significó el expolio y saqueo de la población. El general Pallaviccino ordenó bombardear la fachada de la iglesia de Santa María la Mayor y derribar varios tramos de muralla, torres fortificadas y portales de Montblanch para quitar el calificativo de «plaza fuerte» a la Vila.

En el siglo XVIII, el nuevo régimen instalado en Cataluña decidió la demolición de varios castillos catalanes así como plazas fuertes. En el caso de Montblanch, se decidió enajenar la muralla, los fosos fueron cedidos para pastos y se vendió varios tramos de murallas para la edificación de casas particulares, empezando en 1744 por la cesión del Portal de Bové.

Comenzó así un lento proceso de ocultamiento de las murallas que alcanzó su cenit durante el siglo XIX, cuando la práctica totalidad del recinto amurallado era invisible a los ojos de los vecinos, gente -a menudo muy pobre- que por otra parte se veía muy favorecida por la cesión de solares para edificar sus casas.

En la segunda mitad del siglo XIX, las necesidades modernas obligaron a derribar los portales de San Francisco y San Antonio, así como abrir el del Vasallo (que había sido tapiado varios siglos) para permitir el acceso de los carros de comerciantes.

En 1921 cambiaría para siempre la historia del recinto amurallado; en aquella fecha Josep Rendé y su esposa cedieron a la Mancomunidad de Cataluña la Torre-Portal de Bové. Comienza así la época contemporánea del recinto que recibió un impulso importantísimo cuando se declaró el centro histórico de Montblanch Conjunto Monumental y Artístico en 1947, desde entonces, comenzó la tarea de liberación de las murallas con la eliminación de las construcciones añadidas y la restauración de algunos tramos deteriorados.

Al comenzar el siglo XXI, más de un kilómetro de perímetro amurallado está perfectamente visible para satisfacción de ciudadanos de Montblanch y turistas.



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